Periodismo Cronopio

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Historia de amor de Billie Holiday y Lester Young

POR SI ACASO…(LA HISTORIA DE AMOR QUE NUNCA, O SIEMPRE, VIVIERON BILLIE HOLIDAY Y LESTER YOUNG)

Por Olvido Andújar*

Dicen que, cuando se grabó el especial “The Sound of Jazz”, Billie Holiday llevaba años sin hablar con Lester Young, quien probablemente fuera su verdadera alma gemela, su soulmate. Dicen también que nunca la palabra soulmate, tan elocuente en el mundo del jazz, fue tan precisa como cuando definió el querer que Billie Holiday y Lester Young sintieron un día el uno por el otro.
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Eran otros tiempos. Corrían los primeros años de la década de los treinta y en las calles aún se respiraba el hedor del hambre bajo las alcantarillas. En Harlem la miseria se lloraba y el desamor se olvidaba cantando al compás de las notas marcadas por un saxofón en cualquier jam session que se alargaba hasta las primeras horas del día. En una de esas noches, Billie Holiday conoció al que probablemente fuera su verdadera alma gemela, su soulmate. Ella debió de quedar prendada de cómo arrullaba al saxofón hasta conseguir que brotaran las palabras que a oídos poco sensibles pudieran pasar desapercibidas como meras notas musicales. Pero cuando Billie Holiday prestaba atención, el saxofón de aquel músico de distinguidos ademanes gemía, susurraba y sobre todo hablaba. Para ella se convirtió enseguida en el hombre más importante del mundo y, como una revista había dicho que el ser humano más importante era el Presidente de Estados Unidos, ella bautizó a su amor como Prez. Lester Young también debió de enamorarse de ella al instante. No solo de su belleza y de su elegancia, que lo dominaba todo, hasta la forma en la que colocaba sus manos al cantar, como si fueran de un finísimo cristal de Bohemia y pudieran romperse en añicos al menor descuido. Debió de enamorarse, sobre todo, del color de su voz y de cómo disfrazaba las palabras de notas que, en lugar de por su garganta, parecían asomar al mundo desde un saxofón exquisito o una comedida trompeta. Tal vez también se enamoró de aquella mujer asustadiza que cantaba jazz con el deseo del blues. Así que pronto se convirtió en su Lady Day.

* * *

Dicen que cuando se grabó este especial de la CBS, Billie Holiday no posó su vista sobre su Prez, ni Lester Young se atrevió a mirar a su Lady Day. Entre sus pupilas no habían pasado solo muchos años, ni muchos desvelos de alcohol, drogas y detenciones policiales. Entre esas miradas que no se atrevían a rozarse no habían pasado solo amantes llenos de rabia, ni únicamente el racismo terrible que definía el American Way of Life. Entre sus ojos, sobre todo, habían pasado ellos. Y aquel día, frente a las cámaras de la CBS, ellos ya no eran los mismos.
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Los primeros años debieron de ser de miel y chocolate. Billie Holiday y Lester Young iniciaron su coqueteo idílico. Se convirtieron en inseparables. Trabajaron juntos en la banda de Count Basie y en los clubs de la calle 52. Se amaron, sin duda. Billie Holiday nunca admitió que la suya hubiera sido una historia de sábanas empadas en semen y sudor. Al contrario, siempre defendió que entre ellos sólo hubo una historia de amor platónico. Sin embargo, sobre el escenario, la sincronía sensual entre ambos remitía más a unas almohadas manchadas que al querer puro y casto. Cuando Billie Holiday cantaba y él actuaba como cómplice siguiendo sus acordes, no había ninguna duda de que estaban haciendo el amor ante el público y de forma totalmente deshinibida sobre aquel escenario. Nadie tuvo dudas de que se amaban. Pronto, Lester Young se mudó al apartamento que Billie Holiday compartía con su madre. Dicen que Young estaba encantado ante la perspectiva de abandonar la sórdida vida en moteles y que a madre e hija les fascinaba tener a un caballero en casa. Y Lester Young, ante todo, era un caballero. Eran los tiempos felices, los años de vino y rosas. En aquella época Billie Holiday y Lester Young se amaron, sin duda, aunque tal vez nunca se atrevieron a decírselo el uno al otro. Por si acaso.

* * *

Dicen que Billie Holiday tenía que cantar “Fine and Mellow” acompañada por un escuadrón de diez hombres, entre ellos Roy Eldridge, Coleman Hawkins, Ben Webster, Gerry Mulligan y, por supuesto, el que con toda probabilidad fuera el gran amor de su vida, Lester Young. La mujer introvertida que siempre fue Lady Day no se atrevió a mirarle. Tal vez aún no se había perdonado a sí misma el haberle perdido.
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En algún momento, la perfecta y nada convencional familia que formaron el saxofonista, la cantante y la madre de ésta, se quebró hasta hacerse trizas. Una agria discusión debió de trazar el punto final sobre el texto que les servía de guión. Parece que el caballero que siempre fue Lester Young trató de salvar a su Lady Day de un viaje sin retorno a las tinieblas de la heroína. Pero es muy posible que fuera la primera vez en que ella se sintió, de alguna forma siniestra, blindada. Despojada muy pronto de una figura paterna, tuvo que aprender a sobrevivir en un mundo en el que su padre – al que adoraba – ocultaba que fuera hija suya para no parecer mayor de lo que era y en el que su madre parecía una hermana mayor llena de rabia y celos no integrados. A los diez años sufrió la que probablemente sea la peor experiencia a la que puede enfrentarse una mujer, aun mucho peor la niña que ella era: la violación. En una sociedad en la que la víctima mujer era vista como la instigadora, la niña de diez años fue castigada con la reclusión en una institución católica. Parece que, también allí, el lenguaje al que se enfrentó fue el de la violencia. Fue castigada, humillada y golpeada. Apenas unos pocos años después se asentó en Nueva York, donde su madre trabajaba como criada. Y ahí, cuando seguía siendo una niña en plena pubertad, Billie Holiday empezó a ejercer la prostitución. De nuevo, la violencia era el lenguaje en el que se comunicaba su mundo. En este escenario, no resulta insólito que acabara identificando el amor con la crueldad y la agresión. Se fue a la cama con hombres y con mujeres y, cuando en sus memorias dijo que en sus historias lésbicas “ella siempre era el hombre”, aún nos queda la duda de si esa masculinidad que ella asumía no significaría, una vez más, el uso de la violencia como idioma, esta vez ejercido por la cantante sobre sus amantes. Al menos, los hombres que fueron sus parejas sí la ejercieron con ella. Quizá, cuando uno de esos galanes la introdujo en la heroína, Billie Holiday sintió que, por primera vez, algo le blindaba las entrañas del dolor que, desde la infancia, había ocupado cada átomo de aire que respiraba. No es difícil imaginar la escena. El caballero enamorado que siempre fue Lester Young había aguantado estoicamente uno a uno a todos los hombres que se habían llevado a su Lady Day a la cama. Había sufrido que no se portaran con ella como la dama que era y que ella siempre volviera a él lamiendo sus propias heridas. De alguna forma, el caballero enamorado que siempre fue era muy consciente de que Billie Holiday era una mujer libre y siempre volaría a pesar de aquellos aprendices de matón. Sin embargo, cuando comenzó su idilio con la heroína, el caballero temió, por primera vez, que este amor sí podía despojarle de los brazos de su compañera. Es fácil imaginar los reproches, las palabras hirientes y el portazo de despedida. Seguirían encontrándose en clubs, pero no les resultaría muy complicado perderse entre otras mesas y otras gentes. Hasta que, sin darse cuenta, pasaron los años y la CBS les llamó para participar en un especial sobre la música que ellos habían convertido en arte.

* * *

Dicen que el 5 de diciembre de 1957, Lester Young ya estaba bastante derrotado. Los últimos años los había sobrevivido ahogándose en alcohol y, cuando la CBS le propuso participar en “The Sound of Jazz” era bastante incapaz de mantenerse en pie durante los casi nueve minutos que duraría “Fine and Mellow”. Se dispuso un taburete para él, de la misma manera que Billie Holiday, escuálida y agujereada como un escurridor, cantaría sentada. Lady Day y el escuadrón de músicos dieron comienzo a la que, todavía hoy, es una de las grabaciones más legendarias de la historia del jazz. Billie Holiday comenzó a cantar y, uno a uno, cada músico fue ofreciéndole a la diva lo mejor de ellos mismos en forma de solo. Gerry Mulligan fue el primero, seguido de Ben Webster para, por fin, dar paso al que probablemente fuera el gran amor de su vida y al que no se había atrevido a mirar a los ojos. Lester Young venció la fatiga, clavó la mirada en su antiguo amor y se puso de pie. Prez lanzó entonces un solo emocionado cargado de amor, nostalgia y melancolía. Dicen que, en ese momento, Lady Day no pudo evitar posar la mirada en su soulmate con la complicidad de un ayer por el que no habían pasado ni los días ni los años. Durante un momento, Lester Young tocó y Billie Holiday cantó como si no hubiera nadie más frente a las cámaras, como cuando hacían el amor en el escenario y su actuación olía a sábanas empapadas en saliva y sudor. Durante unos instantes, Billie Holiday voló a dos metros del suelo junto a Lester Young, quien había desplegado sus alas para alzarse junto a ella. Prez le regaló todas y cada una de las notas y ella las recogió en su regazo tranquilo, como había hecho tantas veces en el pasado, cuando Lester era el abrazo en el que posar su alma hecha pedazos y poder lamer así sus heridas sin tener que aparentar entereza. Los dos amantes aterrizaron y separaron sus alas que, durante esas mágicas notas, habían aleteado juntas. Fue solo un instante, pero dicen que los que estuvieron detrás de las cámaras no pudieron evitar que los ojos se les llenaran de lágrimas. Después de aquel mágico “Fine and Mellow”, Lady Day y Prez hablaron durante unos minutos. Tal vez, tampoco entonces, se atrevieran a decirse el uno al otro lo mucho que se amaban. Por si acaso. Tal vez solo se dijeron “perdón”, “nos vemos”, “cuánto tiempo”, “claro que sí”, “he pensado en ti”, “cualquiera de estos días”, “adiós”. Lester Young se dejó morir poco después, el 15 de marzo de 1959. Billie Holiday dijo en su entierro que ella sería la siguiente. No mentía. El 17 de julio de ese mismo año, tras ser detenida en su propio lecho de muerte por posesión de heroína, la gran dama del jazz se reunió con el que probablemente fuera su gran amor, aunque nunca en vida, que se sepa, se atreviera a decírselo.
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El 5 de diciembre de 1957, Billie Holiday y Lester Young participaron en el especial de la CBS “The Sound of Jazz”. Dicen, los que estuvieron, que fue una sesión legendaria, que Billie Holiday se mordió el labio como una amante traviesa reprimiendo un bramido escandaloso y que Lester Young se entregó como si no hubieran pasado años sin hablarse, como si nunca se hubieran acobardado ante los por si acaso.
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+Todos los fotogramas que ilustran este artículo pertenecen a “Fine and Mellow”, de “The Sound of Jazz”, producido por la CBS el 5 de diciembre de 1957. Pueden verse en el siguiente video.
[youtube]https://youtu.be/SThGnrorGW8[/youtube]
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Olvido Andújar es es doctora (Ph. D.) con mención Cum Laude en American Studies, Máster en Historia y Estética de la Cinematografía, Certificado para la enseñanza de la Lengua y la Literatura y Licenciada en Periodismo. Actualmente es profesora de Lengua y Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación de la Universidad Camilo José Cela y con anterioridad ha sido docente en la Universidad Autónoma de Bucaramanga en Colombia, en University of Malta, en la Universidad de Alcalá y en la Universidad Europea de Madrid. Asimismo ha sido investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, en el Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá y en University of California, Berkeley. En la actualidad es académica correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, correspondiente de la RAE en Estados Unidos, investigadora del Proyecto de investigación competitivo “Espacio Educativo de Literaturas Interactivas” de la Universidad Camilo José Cela y miembro del Euro-Mediterranean University Institute de la Universidad Complutense de Madrid.

Sus líneas de investigación son los estudios fílmicos; el jazz en el cine y la literatura; la cultura y las letras hispanas y la didáctica de la lengua y la literatura. Entre sus publicaciones destacan aportaciones al campo de la literatura creativa, como el cuento “¡Os quiero matar a todos!”, en la colección de relatos Los académicos cuentan, publicada por Axiara Editions; y estudios y ensayos científicos como “Rosario Pi: una narradora pionera e invisibilizada”, en Revista Nómadas; “El jazz va al frente: el personaje del músico en el cine de la Segunda Guerra Mundial” y “El músico de jazz en el primer cine sonoro”, en Revista de Libros la Torre del Virrey; “Salva a la animadora, salva el mundo. Una lectura propagandística de Héroes”, en Frame; “El cine que nunca fue mudo”, en Síneris; “Lady Sings the Blues. La construcción del personaje cinematográfico de Billie Holiday”, en el libro Estudios de Mujeres. Volumen VII. Diferencia, (des)igualdad y justicia; y “La representación del personaje hispano en la nueva ficción televisiva norteamericana. El caso de Desperate Housewives”, en el libro Nuevas reflexiones en torno a la literatura y cultura chicana. Ha colaborado también con la Academia Norteamericana de la Lengua Española como editora de El país sí tiene quien le escriba: La narrativa colombiana de entre siglos, de Germán Carrillo; y como coautora en el libro de corrección lingüística “Se habla español”.

1 COMENTARIO

  1. Otra vez el soul, ese asesino impío del sentimiento!
    Que si en algo se parece al bolero nuestro, dio origen a nuevos géneros contemporáneos en los que se marcan los tiempos, con la premura por acelerar impostaciones sin considerar «el feeling,» y asaltando los compases para remedar vanas improvisaciones que siempre han quedado fuera de contexto.
    ¡Oh señor jazz! ése, el de otros tiempos…

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