AMÉRICA LATINA: DE LA CONQUISTA EXTRANJERA A LA CONQUISTA PROPIA
El sol cayó tras la montaña. Ocaso rojo. La sangre había pintado hasta el cielo. A lo lejos, quedaban las ruinas milenarias de sabiduría aborigen ardiendo en llamas. Identidad perdida en cuestión de días; cultura suplantada al deseo de una ambición. Origen perdido, manchado. Marca que, cual maldición, llevarán los hijos de quienes cultivaron aquellas tierras por los siglos de los siglos.
Para comprender el por qué del panorama latinoamericano actual, debemos empezar por recordar parte de nuestra historia. Hace 519 años, América fue conquistada por Europa. El desarrollo cultural americano fue cortado de raíz y suplantado por una identidad que no nos pertenecía, utilizando la fuerza de la dominación.
Según establece Dimitri Madrid, sociólogo ecuatoriano, en su libro Estrategias de Diversidad en los Andes, «los aspectos mágicos y sensibles de las culturas aborígenes americanas fueron suplantados por hechos y sucesos tangibles: dinero, posición y reconocimiento social desde los cuales se ofrece el camino a la felicidad».
¿Cuáles fueron las consecuencias de la conquista sobre la ideología latinoamericana actual? ¿Cuál es la posición que se toma frente al llamado trauma de la conquista española? ¿Existe una manera de manejar este pasado sin cargarlo como un peso?
Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de América Latina propone que, desde que pisaron América, los países desarrollados se dedicaron a explotar personas y recursos pertenecientes a este continente.
Claramente declara que «pasaron los siglos y América Latina se dedicó a perfeccionar sus funciones. Éste ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta». ¿Por qué Latinoamérica tiende a seguir y servir?
La cruel conquista española es una de las razones primordiales que nos llevan a entender por qué el ser latino continúa siendo un peso a cargar. Para la muestra, un botón: tal cual sucediera durante la colonia, el aceptar las raíces aborígenes que, como mestizos todos tenemos, es considerado una vergüenza. Tomemos en cuenta que han pasado poco más de cinco siglos, pero la mente colectiva sigue pensando igual.
A pesar de los intentos de convertirnos en tierras libres y autónomas, no nos hemos librado de la influencia de países económicamente más fuertes que nosotros. En lugar de buscar nuestro propio camino de desarrollo, empezamos imitando los caminos tomados por los países europeos, sin considerar que se trata de dos realidades completamente distintas.
Si la conquista empezó a arrancarnos nuestra identidad, la «europeización» la suplantó por completo, enterrándola en el olvido. Luego, siguiendo los modelos norteamericanos, llegamos a la «alienación», proceso que cortó de raíz cualquier intento de conocer nuestra identidad al vendernos una cultura y una forma de vida extranjera que nosotros aceptamos y anhelamos.
En el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, escrito por Apuleyo Mendoza, Montaner y Vargas Llosa hijo, se plantea claramente que esta actitud de servilismo viene anclada desde la vieja tradición hispanocatólica impuesta durante la conquista y colonización del continente, de la visión de las relaciones financieras como un sistema de abuso y además como producto de una mezcla de rencor y admiración hacia los países desarrollados. Todos estos factores contribuyen a que los latinoamericanos busquemos negar nuestras raíces y acojamos políticas, disposiciones y modas extranjeras.
La gran mayoría latinoamericana mira su origen indígena como algo denigrante, repulsivo, olvidable. Incluso si llegamos a saber de él, experimentamos malestar de cargarlo en la sangre. Es por ello que nos refugiamos en estereotipos de afuera que no nos recuerden nuestras raíces. Es una manera de disfrazar y olvidar algo que no se quiere recordar; es ocultar lo que no se quiere saber descubierto.
Gracias a este fenómeno de negación cultural es que el consumismo económico ganó tanta fuerza dentro de nuestro continente. Lo que viene de afuera es mejor por el simple hecho de no haber sido producido aquí, a pesar de que la materia prima sí es nuestra.
Latinoamérica creció sin bases sólidas, sin identidad, sin reconocer de dónde viene y cuál es su realidad. Por tanto, está llena de vacíos y es una tierra que no se conoce, no se respeta y no se cuida. Continúa siendo explotada por los llamados países del primer mundo, con el auspicio de los propios latinoamericanos que continuamos aceptando imposiciones.
Ante esta situación, los gobiernos americanos entraron en acción. Para ello, crearon la siguiente estrategia: recuperar la identidad latinoamericana y el orgullo propio, utilizando la tradición cultural para fomentar un sistema económico regional, donde los países latinoamericanos se apoyen unos a otros para crecer financieramente mientras cuidan el bienestar social de sus comunidades. Esto no es nuevo: es la misma propuesta nacida de Simón Bolívar en los años de la independencia.
Así nace la corriente del Socialismo del Siglo XXI en busca de reformar la dinámica social mediante una constante lucha de clases y una economía de equivalencias. Es necesario determinar cuál es la causa que mueve al Socialismo del Siglo XXI. Como toda tendencia política, busca defender un interés: el nacimiento de un nuevo grupo de poder. Dicha teoría no necesita defender a los representantes poderosos de siempre; es más, conviene no hacerlo. ¿Por qué? Entendible: porque si la gente ve al Socialismo del Siglo XXI como algo equilibrado que persigue a aquellos que siempre los han despojado de todo, entonces confiarán.
Si la gente ve que esta teoría ofrece aquello que necesitan y lo cumple, entonces apoyarán el esquema de su estructura. Es un juego de estrategia: se finge defender a los desposeídos para distraer a la masa. Y luego cuando ésta confía, se la utiliza para que apoye la campaña ambiciosa del Socialismo del Siglo XXI hacia el poder.
La efectividad de la teoría radica en un doble manejo: recuperar el orgullo nacional y confiar a ciegas en un nuevo régimen. Si se manipula de la manera correcta a la masa, puede resultar bastante efectivo; caso contrario la masa se volverá contra el Socialismo del Siglo XXI.
Esta corriente logra manejar a la masa a través de una estrategia simple: la creación de caudillos. Latinoamérica sufre de una necesidad de caudillismo, de líderes que dirijan a la masa hacia un norte. Esta es la figura que utilizan los gobernantes latinoamericanos actuales, tomando el papel de salvadores de sus pueblos, para fácilmente dirigirlos por el camino que ellos han elegido, y que responde a los intereses de este nuevo grupo de poder.
El hecho de que hayamos perdido nuestra cultura y la dejemos seguir desapareciendo incluso hasta ahora, demuestra que el poder no se interesa en la sociedad, puesto que ésta no se interesa en sí misma. Aquí tenemos una de las secuelas más graves que dejó la conquista española: la pérdida de identidad provocó a su vez que, a lo largo de la historia, ésta sea fácilmente manipulable.
Durante la conquista se dio un saqueo masivo de riquezas naturales. Ahora, Latinoamérica vende barata su materia prima a los países desarrollados, para luego comprar los productos industrializados, pagando altos precios por ello. Miles de esclavos murieron durante la colonización debido al agotamiento y al abuso físico al que eran sometidos en las duras jornadas de trabajo. Ahora, los mineros mueren con los pulmones intoxicados, luego de 20 o 25 años de servicio.
La corona apoyó todas y cada una de las decisiones que sus representantes tomaban aquí en América, dejando de lado si eran humanamente positivas o no. Estados Unidos, como potencia mundial, apoyó las dictaduras en América Latina, sin importar los crímenes de lesa humanidad cometidos por éstas. Los colonizadores traficaban esclavos para la recolección de cosechas y el mantenimiento de sus propiedades a cambio de un techo y comida paupérrima. Ahora, Estados Unidos envía a latinoamericanos a luchar en sus guerras a cambio de una residencia.
Sin embargo, de la historia se aprende. Si se continúa dando poder al Socialismo del Siglo XXI pasará aquello que ha venido pasando desde que el hombre tiene memoria: el movimiento defenderá intereses concretos que no son necesariamente lo mejor para las distintas naciones.
Teóricamente, todas las tesis económicas y políticas para manejar una sociedad son efectivas y prácticamente inofensivas. Al momento de ponerlas en práctica, saltan los grupos de poder a defender aquello que les conviene. Como consecuencia lógica, debe haber alguien que salga afectado.
La única manera de equilibrar la desigualdad social que vive América Latina actualmente, es que el interés a defender por el poder sea el bienestar general.
Se requiere que la gente latinoamericana sea la que exija a sus gobiernos qué camino seguir. Si resulta sencillo abusar de Latinoamérica es porque es un continente sin posición; no defiende nada porque no conoce qué debe defender.
Que los latinoamericanos tomemos la rienda de nuestro camino se logrará solo a través de la educación, del conocimiento, de la difusión de diversas realidades que rompan los esquemas preconcebidos que colocan a los poderosos como a los malvados o a los latinoamericanos como a las víctimas. Lo que vive Latinoamérica no es un Risk que cambia a capricho de los dados. Es un momento crucial donde se debe decidir si continuamos culpando a propios y ajenos o si cambiamos las cosas desde la fuerza de la gente que conforma el continente.
En Latinoamérica hay desorden, hay pobreza. Pero también hay pasión, hay ideas y hay ganas. La educación es el arma que debe utilizarse para crear una sociedad mejor, más estable y con mayor criterio. Y es una sociedad así la que podrá garantizar que la calidad de vida en el continente mejore. Aprender y comprender es el único camino que permitirá a la sociedad latinoamericana no repetir la historia, no arrastrarla y, ante todo, cambiarla.
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* Aurelia Romero Cordero es ecuatoriana, licenciada en periodismo, profesora de inglés. Ha publicado artículos varios en diarios y revistas. Es consultora de comunicación. Ha hecho trabajos en producción audiovisual y radial. Es amante del periodismo escrito y de la investigación cultural.