Literatura Cronopio

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LA LITERATURA INFANTIL, UNA VERDADERA EXPERIENCIA ESTÉTICA

Por Estefanía Osorio Sepúlveda*

[x_blockquote cite=»Yolanda Reyes» type=»left»]Y mientras dura la historia, el tiempo se ha detenido como en La bella durmiente. Las ruecas y los relojes y hasta el cochino en el fuego han dejado de dar vueltas. Y ese “Tiempo Otro”, el tiempo de las historias, le ha ganado la batalla al de la vida real[/x_blockquote]

La literatura infantil es objeto de polémica desde su categoría de «infantil», hasta ciertas pretensiones que la inscriben en un orden tanto moral como comercial. Considerando lo anterior, hay que subrayar que esta literatura tiene implicaciones desde su elaboración como en su recepción de acuerdo a las concepciones que se tienen respecto a la infancia, ello va incidir en la manera en que las sociedades comprenden al niño y por ende en la noción misma del hecho literario. La literatura infantil es sin duda un campo de tensiones que pone en cuestión aquello que se entiende por «infantil», las estrategias didácticas y ejemplarizantes que se usan con la excusa de leer un texto para niños y asimismo las pretensiones económicas que el mercado editorial tiene con el ánimo de vender determinados libros.

La condición «infantil» genera discusión pues bajo este rótulo pueden acogerse producciones que van dirigidas solo para niños, ello responde a producciones tales como canciones, adivinanzas, programas televisivos, entre otros. El hecho de que se entienda la idea de «infantil» como algo dirigido solo a la infancia, cuestiona si todas las creaciones que se realizan pensando en el niño pueden equiparse a literatura infantil. Según Juan Cervera (1989), las clasificaciones literarias no se realizan de acuerdo a sus temas, sino al tratamiento que se les da, es por ello que el autor habla de la literatura ganada refiriéndose a producciones literarias de las que el niño se fue apropiando como destinatario, la literatura creada para los niños aludiendo a aquella que tiene como receptor particular el niño y la literatura instrumentalizada apuntando a determinados libros que se producen con intenciones didácticas en la institución escolar.

Desde esta perspectiva los criterios para valorar un texto están sujetos de manera particular a la forma en cómo se recibe la obra, en ese sentido la literatura infantil está sujeta a dinámicas sociales y culturales que complejizan [sic] su tratamiento, puesto que su apropiación puede responder a determinados intereses, bien sea desde un hecho estético o desde un propósito instrumental.

Dentro de esta discusión se plantean dos tesis: la dirigista y la liberal. La primera refiere a que existe una literatura específica para niños y la segunda alude a que no existe más que una sola literatura, en ella el niño podrá encontrar lo que desee. Es claro que existen múltiples aristas a reflexionar sobre un terreno tan vasto e inabarcable como éste, sin embargo debería preguntarse si los textos que se producen bajo el nombre de «literatura infantil» aluden a la literatura desde una experiencia estética, es decir, si se concibe la obra desde un ejercicio creativo donde el autor postula una manera de entender el mundo, pues no resulta insólito que la elaboración de textos sea sometida a tendencias del momento y algunas ideologías. Se podrían relatar miles de historias que hablen de cómo la literatura es usada en la escuela y en otros espacios donde se promociona la lectura; los libros se abalanzan sobre los niños con ideas normativas, didácticas, políticas, morales y hay quienes cuentan que hasta religiosas. ¿Allí habita la literatura? ¿La literatura como espacio íntimo, como la posibilidad de habitar otra piel, otro tiempo y espacio? ¿Como constructora de identidades, de miradas y de goce? Así, los grandes peligros que corren los libros bajo propósitos instrumentales cancelan ciertas posibilidades para ver el mundo desde otras ópticas.
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No resulta extraño que se recurra a ciertos lugares comunes que hablan de la literatura infantil como un género menor, como una literatura poco rigurosa y seria, esto puede verse reflejado en manuales, guías de textos, revistas y ciertos libros que obedecen más a propósitos ejemplarizantes y didácticos que a una concepción literaria. A la anterior idea se le pueden acuñar ciertos riesgos, pues muchos sectores educativos, culturales y sociales entienden este asunto como literatura infantil. Por esto, no es conveniente asumir que un libro que dice ser para niños puede ser equivalente a literatura infantil, así como tampoco es adecuado concebir esta literatura desde un lenguaje sencillo y práctico para el lector.

María Teresa Andruetto (2008) dice que los lectores visitamos la ficción, los libros y la literatura para habitar otras posibilidades, otros encuentros. Sostiene que «los lectores vamos a la ficción para intentar comprendernos, para conocer algo más acerca de nuestras contradicciones, miserias y grandezas, es decir, acerca de lo profundamente humano» (p.1). En esa medida, la literatura se entiende como mundo convertido en palabra, como esa oportunidad en la que tenemos que habitar otras vidas, de encontrarnos con otros. Cuando habitamos entre las líneas de un texto, las letras dejan de ser meras grafías para mutar en historias, en experiencias que hablan de lo que somos. Desde esta perspectiva, conviene preguntar si es lícito ejercer categorías que hablen de una literatura infantil, pues como sostiene la autora en mención, existe el riesgo de que ello parta de ideas preconcebidas sobre lo que es niño y esto puede convertirse en un aspecto funcional o instrumenta,l como hemos referido previamente. Aquí el lector puede verse equiparado como inocente o como un consumidor de libros de acuerdo a la demanda impuesta por ciertos sectores. Andruetto (2008) al respecto dice:

Lo que puede haber de «para niños» o «para jóvenes» en una obra debe ser secundario y venir por añadidura, porque el hueso de un texto capaz de gustar a lectores niños o jóvenes no proviene tanto de su adaptabilidad a un destinatario, sino sobre todo de su calidad, y porque cuando hablamos de escritura de cualquier tema o género, el sustantivo es siempre más importante que el adjetivo.

El afán de nombrar aquello que puede entenderse como infantil se ha vuelto más importante que la reflexión que puede bordear el asunto mismo del hecho estético en la literatura. Parece más relevante escribir pensando en determinado público que en la calidad y la experiencia de lectura que se puede generar. Las categorías de lo infantil en esa medida dan cuenta, en muchas ocasiones, de ideas preconcebidas, de aquello que debe ser adecuado en la lectura de un libro, como la sencillez o la ingenuidad, características propias de lo que correspondería entender en términos de «literatura infantil». ¿Es adecuado entonces hablar de la literatura infantil o podemos hablar de la literatura en un sentido amplio, refiriéndonos a lector tanto pequeño como adulto? Cuando la literatura infantil se iguala a una literatura neutra que se ocupa solo de asuntos banales y que tiene pocas intenciones, es posible que el lugar del lector sea visto como ingenuo y acrítico. La literatura infantil puede tener pluralidad de lectores, la obra literaria no debe restringirse a un público específico para su recepción, cualquiera puede encontrar en los libros algo que anda buscando. Por qué no hablar así entonces de «una literatura» que nos permita reflexionar sobre nuestra propia vida, sin la necesidad de establecer categorías que prescriban el libro desde un orden instrumental o funcional dirigido a un público particular.

Hans Rober Gauss (2002) menciona que la experiencia estética podría entenderse como satisfacción, pero esta concepción se puede quedar atrapada en un asunto moderno del entretenimiento. El autor entiende el goce estético como oportunidad creadora, donde se despliega la imaginación y el hombre puede acceder a otro tiempo distinto al de su cotidianidad, así el goce estético es una acción liberadora «la experiencia estética es, por lo tanto, liberación de y liberación para la catarsis» (p.41).
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Cabe señalar, que la literatura genera en el receptor ciertos dramas de acuerdo a su condición social y personal, con esto puede acceder a otras ideas y transformar algo de su vida a partir del goce estético. Jorge Larrosa (2003) en esa línea de sentido añade además que «la experiencia de la lectura, si es un acontecimiento, no puede ser causada, no puede ser anticipada como un efecto a partir de sus causas, lo único que puede hacerse es cuidar de que se den determinadas condiciones de posibilidad: sólo cuando confluye el texto adecuado, el momento adecuado, la sensibilidad adecuada, la lectura es experiencia» (p.40). En este punto es posible hacer hincapié en que el ejercicio de lectura es un hecho subjetivo, en el cual el lector construirá su propio significado, allí podrán generarse procesos de reconocimiento y liberación.

Para cerrar conviene recalcar que cuando los libros o la literatura se encierran bajo categorías, ponen en entredicho la libertad del lector, se niegan experiencias y modos de entender el mundo. Es posible que la literatura infantil sea llamada así para fines prácticos, sin embargo habría que desmontarse la idea de esta literatura entendida como un lugar sencillo sin grandes pretensiones, al contrario la literatura (infantil) genera la oportunidad en el lector, que puede ser tanto niño como adulto, de indagar por una cantidad de experiencias, inquietudes y conocimientos. Quizá no sea necesario encerrar la literatura bajo una categoría que puede ser restrictiva, la literatura es tan amplia y tan diversa que no debería vedar el acceso a quienes buscan entre palabras algo que los lleve a otros territorios. En este caso la literatura (infantil), más allá de una intención que procure dirigirse solo a los niños, debe considerar que los libros son abiertos y que son cómplices que ayudan a pensar la vida.

BIBLIOGRAFÍA

Andruetto, Maria Teresa (2008). Hacia una literatura sin adjetivos.

Cervera, Juan (1989) En torno a una literatura infantil. CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, N°12, 1989 /pgs. 157 -168. Disponible en: https://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=10129&portal=17

Jauss, H. R. (2002). Pequeña apología de la experiencia estética. Barcelona: Paidós.

Larrosa, Jorge (2003) La experiencia de la lectura. México: Fondo de cultura económica

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* Estefanía Osorio Sepúlveda es estudiante de la Licenciatura en educación básica con énfasis en humanidades, lengua castellana de la Universidad de Antioquia.

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