Alfil Cronopio

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SABER PERDER

Por Marcel Hofstetter Gascón*

El Vicepresidente de la República lo tenía claro desde sus años mozos. La única solución al problema de los grupos armados irregulares con orientación de extrema izquierda era el exterminio militar. Su carrera política la había dedicado a la causa, como definía su objeto político con su entorno más cercano. Año tras año, el discurso era el mismo, incluso se había radicalizado fruto de su cercanía con el otrora Primer Mandatario. En su ser interior, percibía otro gran anhelo, el de ser Presidente de la República. Dos sendas, dos caminos, dos objetivos, que durante mucho tiempo fueron uno solo. Era el tiempo de la tranquilidad en el quehacer diario, en el que la convergencia lo llevaba a intuir una perfecta articulación. Todo parecía perfectamente servido; era cuestión de esperar a que llegara el ansiado momento.

Sin embargo, de un momento a otro las convergencias se disiparon, y un escalofrío lo empezó a perseguir día y noche. Intentó desde su amplia oficina reconstruir la historia del instante en que había perdido el norte. Sus reflexiones eran vagas y desordenadas, fruto de la concepción que gobierna a los derrotados. Logró identificar la fatídica reforma constitucional que permitió la reelección presidencial, cuando supo que los diálogos con los terroristas, como definía a las FARC, iban en serio.

Maldición- gritó lanzando un puño sobre el impoluto escritorio.

La primera le había implicado retrasar ocho años su aspiración hacia el Solio de Bolívar, mientras que el segundo, el de la paz, lo había dejado sin coherencia política. Pensó en sus últimos cargos, las cien mil viviendas, los avances en infraestructura en un país condenado al atraso. Suspiró brevemente y se alcanzó a confabular con su ego para creer en la ilusión de que el objeto de su vida eran las grandes obras. Pero era mentira de pies a cabeza. Es más, sintió alivio en no haber sido invitado al acuerdo de justicia en la Habana.

– Sólo faltaba darle la mano a esos delincuentes- reflexionó cabizbajo.

¿Y ahora qué? Quiso envalentonarse con un golpe de ánimo. La Presidencia era una obligación para los hombres de su estirpe, un sueño irrenunciable. Empezó a diseñar el programa para lograr su objetivo, basado que lo que era: obras y guerra… o guerra y obras… siguió sintiéndose indispuesto y llegó al fondo del asunto: era la guerra.

Sintió una breve bocanada de oxígeno al llegar al punto esencial, su ADN.

–Vamos por la Presidencia- se dijo a sí mismo con algo de euforia.

Pero supo que estaba perdido. El maldito cachaco le había quitado su razón de ser con una magistral estrategia para lograr la paz. Se reclinó en la silla de los poderosos y se sintió orgulloso de haber sido fiel a sus principios. Se percató que la Primera Magistratura se le escurría entre las manos sin que pudiera hacer nada.

–Supe perder-, se resignó en paz.

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* Marcel Hofstetter Gascón es un reconocido economista y catedrático bogotano.

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