Literatura Cronopio

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El bosque perdido

EL BOSQUE PERDIDO

Por Paola Esteban*

De repente, estoy en el bosque con un cuerpo encima del mío que se agita, entra y sale, abstracto. Veo hacia arriba, unas hojas que luchan por asirse a la rama que quiere expulsarlas. Yo también quiero expulsarme. Una de las hojas se mueve, tiene forma de corazón. Se parece a las hojas de maple que adornan la entrada al centro comercial de los extranjeros, iluminadas con rojas y blancas luces. Es navidad. Me gustaba la navidad.

—Hola.

—Hola.

—¿Qué tal el día?

—Bien. He estado trabajando en el proyecto, ya lo voy a terminar. Tan pronto esté listo, lo presento y también la carta de renuncia.

—¿Estás segura?

—Pues… nunca hay seguridad completa, pero sí, creo que sí.

—¿Nos vemos esta noche?

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez.

—Bueno… ¿y qué quieres hacer?

—Caminaremos por ahí.

Me tira la carne del pezón y un calor líquido se me desliza por el seno. Me rasga el hombro, pero no vuelvo la cabeza. Quiero, y a la vez, no giro la cabeza. Al otro lado está él. Llora. Y cada lágrima suya hace que quiera golpearlo hasta arrancarle los dientes.

«Jo, Jo, Jo… blanca navidad…»

—¿Quieres un helado?

—No sé…

—Bueno… entonces… sigamos caminando.

Él está inmóvil, muy cerca de mí. No quiero tocarlo. Quiero moverme lejos. No verlo. Quiero, pero no puedo hacerlo.

«¿Señorita? Señorita, ¿está bien? ¿Señorita?»

—¿Por qué si todos estamos felices tú te estás muriendo de tristeza? Yo ya lo acepté, ya lo acepté que nosotros… ¿Tienes la tarjeta que te regalé?

—Sí, debe estar en la cartera.

—¿Cómo?

—¡Está en la cartera!

Me oprime a ambos lados del estómago con los pulgares. Presiona. Me duele. Otra vez, presiona. Se hunde, ese cuerpo. Algo se me desprende adentro, en el vientre. Veo a una lombriz que camina hacia mi oreja. Anda despacio y retrocede luego de dar un paso, pero reinicia en segundos. Está pegajosa, tiene barro sobre el cilindro de la cabeza. Avanza. Casi está fuera del alcance de mi vista, debajo de la sien. Desaparece y ahora la siento, me rodea la piel con su cuerpo baboso. La suciedad que arrastra me rastrilla el oído.

«Jo, Jo, Jo… navidad, navidad, dulce navidad…»

—No sé qué pasó, mamá; no sé qué pasó…

—Igual, tú estabas triste. ¡Uno atrae las malas energías, niña!

Entra y sale. Entra. Sale. Regreso la vista arriba. Más lluvia que cae sobre mí como pequeñas dagas voladoras. Escucho la maldita música de navidad a lo lejos. Las risas, los vidrios que chocan al brindar. Siento fuego que sube por mi cuerpo hasta mi garganta y tengo que vomitar la lava que se me atora como una llamarada.

«¿Por qué caminaste hacia allá? ¡Es tu culpa! ¡Tuya!»

Grito. No. Intento. Muerdo la mano que me sujeta la barbilla. Slap. Me arde. Slap. Él sigue inmóvil, mientras una rodilla de ese cuerpo me presiona el muslo hasta atravesarme el alma. Y él no se mueve.

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—¿Por qué me revisaste el correo? ¡Eso no se hace!

—¡Pero tú no me habrías dicho la verdad! ¡Yo nunca la habría sabido!

«¿Y qué ropa llevaba puesta ese día? ¿Ropa incitadora o ropa…?»

—¡Me quiero ir, devolvámonos!

—¡Mentirosa! ¡Traidora! ¡Todo lo que me decías era falso!

—¡Eso no es verdad! Creí que ya lo habías superado.

—¡Pues no! ¡No!

—¿Para dónde vas? ¡No vayas hacia el bosque! ¡Regresemos!

Empujo mi cuerpo hacia arriba, pero ese otro me envía de vuelta hacia abajo, las manos se me resbalan en el barro, las dagas voladoras me apuñalan las mejillas. Esa cosa adentro de mí me empuja más abajo, me entierra entre las cucarachas, lagartijas, ranas, ratas. A él no lo miro. Aúlla su llanto.

—Me agarró de la mano y me tiró hacia los arbustos que había al lado y…

—Dile al agente, nena, dile…

—Pero es que…

—Señorita, ¿usted lo provocó de alguna manera?

Sale. Por fin, sale. Se levanta. Me observa desde arriba. Me patea el lóbulo parietal izquierdo. Me escupe amenazas. Se ríe. Se aleja ahora. Siento sus pasos en la tierra al lado nuestro. Corre. Se fue. ¿Se fue? Nunca se irá. Quiero tocarme la cabeza. Mañana tenía turno en el hospital.

—¡No sé, mamá, no sé, no sé, no sé! ¡No sé de dónde salió! ¡No sé!

—¿Para qué fueron para allá? ¿Por qué fueron?

—¡Yo no sabía, yo no sabía, señora, no sabía! ¡Tenía un cuchillo!

Agua. A cántaros. Dagas, dagas, dagas, dagas. Él se arrastra y me toca, trata de consolarme, gatea hacia la calle, grita por ayuda. No lo miro. Siento que mi cuerpo naufraga en mi propio vómito de lava.

—¿Señorita?

—Ayúdeme, hermano, ayúdeme, llame a alguien, llame, ayúdeme, por favor, ayúdeme.

«Rápido, rápido, una ambulancia. Uno, dos, tres. Es una señorita. Está en el bosque junto al centro comercial de los extranjeros, sí, hacia abajo. Sí, está sangrando. No, está consciente, tiene los ojos abiertos, pero no se mueve. ¡No se mueve!».

Él me besa el oído, me abraza y llora. Me da asco.

«Estoy bien, mamá, estoy mejor».

Él se acuesta a mi lado, escucho la sirena. Lo miro, me mira. Es su culpa. Mi culpa. Alguien me alza. Y ese otro cuerpo que ya no está, existe en mí.

—¿Qué les pasó?

No quiero sentarme en la cama. No quiero dormir, no quiero calmarme.

«Se me quedan calladitos los dos. Usted, zorra, silencio, silencio. Usted, pendejo, quietecito, quietecito si no la mato, ¿si me oyeron, tortolitos? Eso les pasa por estar jugando en el bosque perdido».

Entra y sale. En mi cama. Él entra y sale.

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* Paola Esteban, nacida en 1981, es periodista del diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga, Santander. Fue finalista del Concurso de escritura Editorial Tragaluz, 2012, con «Las cartas que Bartleby leyó». Mención de honor en el I Concurso Internacional de Cortometrajes Palmares 2010. Violeta. Cortometraje Animado. Guión. Centro de Derechos Humanos y Litigio Internacional, Cedhul, 2009. https://www.youtube.com/watch?v=IdJ_WsQQni8 Premio de Periodismo CPB 2008 en la categoría de Prensa con el artículo «Diario de una bulímica». Primer lugar en prensa, géneros narrativos en el XI Concurso Departamental de Periodismo ‘Luis Enrique Figueroa Rey’, 2007, con la crónica ‘Aquí estamos pintaos’. Antología de la Novísima Narrativa Breve Hispanoamericana 2006. Compilación de Unión Latina. Prólogo de Ángel Gustavo Infante. Fundación editorial El Pez y la Rana. Ediciones del Ministerio de Cultura de Venezuela, 2006. I Concurso de Cuento UNAB. Compilación. Editorial UNAB. 1999.

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