Literatura Cronopio

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AUTOPISTA C1

Por Andrea Medina*

Alfie contaba con desencanto las monedas que había recolectado ese día; usaba su poquísima inteligencia para decidir qué compraría con tal miseria: debía ser algo sustancioso y, al mismo tiempo, digerible. Se preguntaba a diario por qué cada ser vivo tenía que alimentarse para seguir viviendo. ¡Qué estupidez, ya se debería haber inventado una pildorita que te mantuviera pilas [1] siempre! Así no tendría que pasar horas bajo el sol con la mano extendida, expectante de la caridad ajena.

Al menos gozaba de las ventajas de estar siempre en un mismo lugar: las personas que vivían cerca o que tomaban la ruta del puente para llegar a sus trabajos lo conocían ya muy bien, los vecinos lo defendían de la policía cuando querían levantarlo y hacer que se marchase. Además, si alguna alma piadosa notaba la triste condición en que se encontraba, podía tener la suerte de comer sopa caliente esa noche.

El puente que Alfie llamaba hogar tenía por apodo «el desamparo», por su atractivo para personas que recién se quedaban sin techo. Claro, él había permanecido allí por más de siete años. Veía venir e ir a muchos.

Pero lo más popular dentro de la comunidad no era aquel puente, ni tampoco el pobre diablo que residía en él, sino lo que había debajo: una autopista que cobraba una vida tras otra con espeluznante puntualidad.

Ella no discriminaba, fuese quien fuera el estúpido que osaba cruzarla, yacería en el pavimento pocos segundos después. Al menos dos, cada semana. Alfie se había acostumbrado. Siempre ocurría lo mismo: un oficinista salía tarde de casa, por lo que debía conseguir ahorrar tiempo de cualquier forma si quería conservar su empleo, veía la autopista y se convencía de que podía ser más veloz, corría entre los coches, se oía un estruendoso frenazo y, tras un silencio de milésimas de segundo, una mujer gritaba despavorida.

«Nunca aprenden», farfullaba Alfie, cansado del chillido de los transeúntes. Su reloj obtenido de la limosna marcaba las 7:47 a.m. Era miércoles. Nunca trataba de enterarse de los detalles, resultaba mejor para su salud mental deshumanizar a quien quiera que estuviese allí abajo: no era hijo de nadie, tampoco padre de ninguna criatura ni el sustento de una familia. Ya está, así debía ser.

Sin embargo, con cada minuto que pasaba, los gritos de lamento se hacían notar y se dificultaba la tarea de ignorarlos con eficacia. El calor infernal de esa mañana tampoco lo ayudaba. Decidió levantarse para estirar las piernas. Meneaba la cabeza de un lado al otro. Todo con tal de no caer en la tentación.

Escuchaba llantos y oraciones. Solo un vistazo, echaría solo un vistazo y luego adiós, volvería a lo suyo. Puso las manos sobre la baranda; se quejó un poco de la elevada temperatura en ella, pero prosiguió. Estiró el cuello como un avestruz y miró. Era una mujer. Llevaba pantalones de vestir grises. Estaba tendida boca abajo. Alfie fue observando de abajo hacia arriba: comenzó con sus pies descalzos —se preguntaba adónde demonios iría a dar su calzado—, luego sus delgadas piernas, su espalda teñida de sangre. Pero algo no estaba bien, su cabeza virada 180° grados lo miraba fijamente con expresión de asombro, como si le impresionase un montón que lo estuviera espiando en su muerte; la lengua abultada y amoratada sobresalía de su boca, le faltaban varios dientes. Se apresuró a girar su rostro y vomitó lo poco que había comido la noche anterior.

Los habitantes del barrio echaron de menos a Alfie cuando se percataron de su ausencia. Nadie nunca supo más de él.

NOTA:

[1] «Estar pilas» o «mantenerse pilas». Expresión del interior de Colombia que significa estar alerta o despierto . N. del e.

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* Andrea Medina colombiana nacida en Venezuela. Estudió Educación en el Instituto Universitario de Educación Especializada. Ha publicado diversos relatos y microcuentos en revistas literarias de América Latina. Obtuvo un reconocimiento en noviembre de 2017 por parte de La Sirena Varada de Editorial Dreamers por su participación en el cuarto número de la revista, siendo posteriormente invitada a colaborar en la edición anual. Escribe literatura policíaca, misterio y thriller psicológico.

Correo: andreamedinawriter@gmail.com

Facebook, Instagram & Twitter: andreamedinagb

 

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