Literatura Cronopio

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LA CARACTERIZACIÓN DE DOÑA BÁRBARA DE RÓMULO GALLEGOS

Por Clary Loisel*

Doña Bárbara es por su fiereza y por ser «devoradora de hombre», la personificación de la llanura, pero como personaje, es algo más: es lo ancestral en los padecimientos elementales, es la fuerza oscura de la sangre indígena—heredada de su madre—en la repulsa instintiva contra el blanco aventurero que la poseyó. Es la imagen, de simple contorno, de una desventura inicial que engendró una voluntad ciega e inquebrantable. De allá, del «dramático misterio de las tierras vírgenes», «vino la guaricha trágica» (15).

En ella misma, a los dieciséis años, se repitió la historia oscura y bárbara: fue víctima de aquellos contrabandistas sádicos y lascivos que tripulaban la piragua donde ella cumplía las tareas de cocinera, después que aquellos asesinaron al patrón y al estudiante Asdrúbal, eventual pasajero del bongo. De aquí nace el odio de doña Bárbara hacia los hombres. Asdrúbal fue a la par con las ansias de su corazón de mujer ilusionada, una dulce brisa fugaz, un destello de luz en la oscuridad de sus días, una palabra y un gesto de comprensiva ternura, prontamente tronchada en el amanecer de su esperanza:

Y, solo rencores podía abrigar en su pecho y nada la complacía tanto como el espectáculo del varón debatiéndose entre las garras de las fuerzas destructoras. Maleficios del Camajay-Minare—siniestra divinidad de la selva orinoqueña—, el diabólico poder que reside en las pupilas de los dañeros y las terribles virtudes de las hierbas y raíces con que las indias confeccionan la pusana para inflamar la lujuria y aniquilar la voluntad de los hombres renuentes a sus caricias, apasiónanla de tal manera que no vive sino para apoderarse de los secretos que se relacionan con el hechizamiento del varón. (18).

Tal el poder absorbente y maligno de doña Bárbara:

…lujuria y superstición, codicia y crueldad, y allá en el fondo del alma sombría una pequeña cosa pura y dolorosa: el recuerdo de Asdrúbal, el amor frustrado que no pudo hacerla buena. Pero aun esto mismo adquiría los terribles caracteres de un culto bárbaro que exigiera sacrificios humanos: el recuerdo de Asdrúbal la asaltaba siempre que se tropezaba en su camino con un hombre en que valiera la pena hacer presa. (28).

Doña Bárbara comienza a tejer taimados propósitos, ocultando hasta su propio pensamiento a quienes la rodean. Su dominio y superioridad radican, precisamente, en el silencio, en el saber aguadar las circunstancias oportunas. Nadie era capaz de penetrar en los verdaderos sentimientos de «la esfinge de la sábana», como el autor titula al Capítulo IX.

Hay mudanza en el alma de doña Bárbara en la segunda parte de la novela. Se siente feliz al acariciar la idea de ser amada por Santos Luzardo. Tiene desconocidos actos de generosidad. Y de aquí, hasta el final, su corazón será nido de sentimientos antagónicos (Englekirk 265).

Víctima de sus ramalazos de cólera, doña Bárbara decide destruir a quien se opone a sus pillajes. Se le enciende la ira contra los que guardan el secreto de sus crueldades, contra los impacientes servidores que le proponen nuevos crímenes. Y tiene una celada trágica al doctor Luzardo, la presa mayor y más codiciada por su sed de barbarie desatada. Cae «el Brujeador», inescrupuloso espaldero de la cacica, bajo el plomo defensivo y certero de Pajarote, el leal servidor de Santos. Los hombres todos parecen jugar a muerte en la llanura ávida de sangre.

Al final doña Bárbara está «en presencia de algo contra lo cual no puede luchar». Esto explica el retroceso de su corazón cuando, decidida a quitar la vida de Marisela, viéndola embelsada escuchando a Santos Luzardo, desecha el arranque asesino, al verse a sí misma «bañada en el resplandor de una hoguera que ardía en una playa desierta y salvaje, pendiente de las palabras de Asdrúbal» (136).

Y todo vuelve a ser Altamira, en su total significación de símbolo. Porque doña Bárbara desaparece en el horizonte —que es todo caminos— «a la presunción el suicidio se opuso la de la simple desaparición y se habló mucho de aquel bongo que, navegando de noche, ya eran varias personas que lo habían visto pasar, Arauca abajo» (142).

Doña Bárbara es una verdadera antología de símbolos. La protagonista de esta novela es exactamente, en su hosca soberbia, la reproducción, hecha voluntad impulsiva y viril del espíritu de la llanura. Con la femineidad tronchada al florecer, el resentimiento desvía las posibilidades iniciales de suavidad y ternura y en aquella vida en blando, propicia para semillas de bellezas, surge el odio al varón y su rencor envuelve y devora, como el tremendal implacable.

Gallegos hace un estupendo estudio de psicología en Doña Bárbara. Los matices y las mudanzas de su pensamiento tejen arabescos trágicos en el tendido enigma de la sábana inescrutable. Los torcidos arrebatos de la cacica solo han aprendido un rumbo: destruir al hombre que se oponga a sus instintos de codicia y de dominio (Díaz Seijas 64). Y aunque incapaz de concebir un plan, hasta sus más hondos deseos, son cálculos. Los mueve la razón impulsada por el desmedido afán de ensanchar su poderío. Pocas veces se desborda el río de su oculta furia: ha aprendido a sujetar sus torrentes, a canalizar las violencias de su fiereza para enderezarlas hacia los derroteros de sus aspiraciones.

Pero, detrás de la protagonista como mujer, en Doña Bárbara está la presencia de la llanura cuyo destino consiste en entregarse —no tan pasivamente como algunos críticos afirman— a la acción dominadora del hombre civilizado (Spell 52). El paisaje adquiere categoría protagónica: él edifica la grandeza y la fatalidad humana; él extiende y deshace, por igual, al músculo y al ensueño.

OBRAS CITADAS

Díaz Seijas, Pedro. «Hacia una interpretación de Doña Bárbara.» Revista Nacional de

Cultura. 20.127 (1958): 58-79.

Englekirk, John E. «Doña Bárbara, Legend of the Llano.» Hispania. 31 (1948): 259-

270.

Gallegos, Rómulo. Doña Bárbara. México: Porrúa, 1981.

Spell, Jefferson R. Contemporary Spanish American Fiction. Chapel Hill: University of

North Carolina Press, 1944.

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* Clary Loisel. Profesor norteamericano, titular de español y estudios latinoamericanos en la Universidad de Montana. Recibió su doctorado en lenguas y literaturas romances de la Universidad de Florida. Sus publicaciones incluyen traducciones de literatura mexicana al inglés y artículos sobre literatura hispanoamericana. Sus intereses también incluyen la literatura brasileña.

Correo-e: clary.loisel@umontana.edu

Web: https://hs.umt.edu/wgss/faculty-satff/default.php?s=Loisel

 

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