Literatura Cronopio

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LA FIGURA DEL CUERPO Y EL «YO» EN SANGRE EN EL OJO DE LINA MERUANE

Por José Alejandro Patiño Cardona*

«La ceguera también es esto, vivir en un mundo
donde se ha acabado la esperanza».
(José Saramago, Ensayo sobre la ceguera).

Lina Meruane es una cuentista, novelista y ensayista chilena reconocida por obras como Las infantas (cuentos), Fruta podrida (novela), Sangre en el ojo (novela) y Volverse Palestina (ensayo). Ganadora de los premios Anna Seghers (2011) y Sor Juana Inés de la Cruz por Sangre en el ojo (2012).

Sangre en el ojo es una novela autoficcional, con aspectos filosóficos y sociológicos, en la que se evidencian diferentes tópicos como la enfermedad, el cuerpo, el yo, la migración, la cotidianidad, las relaciones amorosas, la falta de comprensión y empatía, la tragedia humana, los problemas familiares y la pluriculturalidad. En este breve ensayo, sólo abordaré dos lugares que son la figura del cuerpo y el yo.

Antes de entrar en materia, es pertinente explicar el término auto-ficción, el cual para la teórica literaria Susana Reisz es un recurso narrativo que se usa para explorar hechos concernientes al autor y a su entorno (autobiografía), mezclándolos con personajes y sucesos imaginarios.

Lina Meruane, la protagonista de la novela, se está quedando ciega, su cuerpo está enfermo, sus pensamientos y algunos de sus enunciados no son más que una somatización de la crisis existencial que atraviesa. Meruane estaba haciendo una investigación sobre la enfermedad en la literatura latinoamericana y, paradójicamente, se enfermó. La ceguera y diabetes deterioraron su cuerpo y estado de ánimo, al igual que afectaron su autoestima e identidad:

Mientras yo visualizaba mi cuerpo succionado por el vacío, mi esqueleto cubierto de músculos y grasa cayendo vertiginosamente hacia Chile, mi piel cada vez más estirada, mi pelo electrizado, atraídos todos mis pedazos por la gravedad nacional, yo vuelta una materia amorfa que en su caer acababa por derribar al resto de mi numerosa familia. (Meruane, 2012: 45).

Lina es un personaje marginal por dos razones: la primera porque es mujer y, la segunda, debido a que está enferma. El interés de los historiadores y sociólogos ha cambiado y ahora los sujetos normales también son objeto de estudio. Los ciegos no pueden ser vistos como seres anormales, puesto que es una condición física que no es ajena al hombre y a la mujer, poco a poco se ha posicionado en los espacios que le ha negado la sociedad patriarcal.

Un claro ejemplo de ello es el arte, pues la mujer por mucho tiempo estuvo relegada por el Estado, la religión y el machismo, los cuales impidieron que expresara sus ideas y creara nuevas propuestas artísticas por medio de persecuciones y censuras. Tal es el caso de varias obras literarias, pinturas, piezas musicales y performances realizadas por distintas mujeres como Ende, Sofonisba Anguissola, Débora Arango, Frida Kahlo, Camille Claudel, Simone de Beauvoir, Yoko Ono, entre otras.

Para ilustrar un poco más este tema, vale la pena mencionar el caso de la pintora colombiana Débora Arango, quien fue criticada por la iglesia y perseguida por el gobierno a causa de los rasgos inmorales presentes en sus cuadros, en especial en su pintura titulada «Adolescencia», la cual es un desnudo.

Por otra parte, la figura del cuerpo femenino ha sido objeto de varios poemas, pinturas, críticas y comentarios, casi todos ellos de índole sexual, erótica y degradante. Pero en el caso de Lina, la figura no es la de un cuerpo desnudo o con medidas perfectas, es un cuerpo estropeado y poco estético. La concepción de su propio cuerpo produce un erotismo extraño:

Y en vez de darme lo que yo quería me empujó hacia atrás, sobre la cama, y me metió la lengua por la oreja y los labios aunque no se atrevió a lamerme los ojos enfermos cuando se lo pedí, tuvo miedo quizá o quizá tuvo asco, y en vez me mordió los pezones que eran los ojos abiertos de mi pecho. (Meruane, 2012: 89).

Dicho erotismo tan particular contrasta con las ideas comunes que se tienen acerca de este término, pues se le asocia con la sensualidad producida por la belleza del cuerpo: voluptuosidad, textura, silueta fitness y también con la sexualidad: lujuria, pornografía y fetiches. Lina, en este caso tiene una fantasía sexual, quiere que le besen los ojos enfermos, llenos de sangre y lastimados, pero su novio no tiene esta parafilia, para él es más fácil besarla en los senos, una parte del cuerpo erótica para la mayoría de hombres.

La oculofilia de Lina es un descubrimiento para ella:

Empecé por poner mi lengua en una esquina de los párpados, despacio, y a medida que mi boca se apropiaba de sus ojos experimenté un deseo despiadado de chuparlos enteros intensamente, de hacerlos míos en el paladar como si fueran pequeños huevos o huevas enormes y excitadas, endurecidas […] (Meruane, 2012:89).

La enfermedad de sus ojos configura la concepción de erotismo que ésta tiene y la lleva a construir una propia, labrada por el dolor, la ira, el miedo y a su vez, la valentía de querer experimentar su sexualidad de nuevas maneras, a pesar de sus quebrantos de salud, las restricciones médicas y la exclusión social.

Continuando con la idea de la figura del cuerpo femenino, es necesario citar a la investigadora Marisa Vadillo, quien afirma lo siguiente:

El cuerpo femenino ha sido tratado históricamente en el arte como lo que actualmente se denomina un «no lugar», como una imagen vacía, desconocida, anónima, sin identidad, sin relaciones, impersonal: una imagen que no solía ocupar su propia narración, una imagen sin un vínculo con el autor que suela ir más allá de la mera contemplación (2009: 1388).

En el caso del personaje central de la novela, la mujer adquiere identidad y ocupa su propia narración. La historia de Lina no es contada por su padre o su novio, sino por ella misma. A través de la escritura, la joven chilena logra visibilizarse y expresarse. Su diario se convierte en un arma para combatir el «no lugar» que la sociedad trata de darle por su género y condición.

Desde otra perspectiva, el cuerpo afectado por la ceguera configura el temperamento y los sentimientos de Lina, quien por momentos se llena de odio e impotencia, especialmente con sus padres y el doctor Lekz. Lina lo describe así: «Tragando aire, tragándome a mí misma con toda mi frustración, mi rencor, mi odio ciego a esa vida de la que quería divorciarme, aguantándome para no intoxicarme con mi ira» (Meruane, 2012: 42).

Otro elemento fundamental para analizar Sangre en el ojo es el «yo». La novela es narrada desde el «yo», es decir desde la intimidad de la protagonista, invención que permite experimentar lo literario. Dicho artificio narrativo es una característica de la literatura escrita en nuestro tiempo. Así lo asevera la teórica Raquel Garzón:

El auge del yo —ficcionalizado o no— que convierte la intimidad en literatura, una mirada no ideológica sobre la política, ritmos más propios del viaje iniciático que del exilio y variedad de historias pequeñas, fragmentarias —con tramas que van de la anécdota amorosa o familiar al policial o al humor, eludiendo la corrección política— dominan las tramas. Relatos que no se escriben contra nada, pero que tampoco aspiran a ser embajadores de un mapa ni a representar una identidad nacional o local, aunque a veces el pasado reciente resuene o el paisaje propio se imponga casi con la fuerza de un personaje, porque, por fortuna —mal que le pese a la globalización—, olemos a un lugar, sabemos a él (Garzón, 2013: § 1).

La autora usa la auto-ficción para describir detalladamente las sensaciones que experimenta Lina en su enfermedad. Tales descripciones, al ser leídas, sacuden el sensorio y producen empatía o fastidio. Narrar desde el yo sitúa al lector en el presente y plantea una proximidad con éste, además de producir un descentramiento basado en la muerte del autor y la presencia de la voz femenina.

En esta novela, Lina Meruane crea una realidadficción (término acuñado por Josefina Ludmer) para referirse a problemáticas sociales como la migración, la crisis socioeconómica y el régimen de salud, propios de la gente de la isla urbana. De esta manera lo expresa Lina al referirse a la pena que siente su novio Ignacio:

Se había enfermado de angustia y tosió para aclararlo y aclararse la garganta y convencerme de que lo había descompuesto ver la ciudad venida al suelo, pero más a su gente sacando comida putrefacta de la basura. Pero no sólo la gente que por los siglos había sido miserable y que era también más resistente a la desgracia y a la dificultad, sino a la gente menos preparada […] (Meruane, 2012: 82).

Parafraseando a Beatriz Sarlo (2016: 19), la mujer es especialista en retratar los acontecimientos de la vida cotidiana en la dimensión de lo privado y lo público. Anteriormente había sido considerada un sujeto marginal, pero ahora, por medio de sus discursos de memoria como diarios, cartas y consejos, ha despertado el interés de la cultura y la sociedad.

Esto quiere decir que el «yo» como artificio narrativo y giro subjetivo de la cultura marca un precedente en la nueva literatura latinoamericana, en la que confluye todo tipo de manifestaciones estéticas, tecnológicas y ciberculturales, que a su vez constituyen las literaturas posautónomas, las cuales, según Ludmer (2007: § 5), «se instalan localmente y en una realidad cotidiana para “fabricar presente” y ese es precisamente su sentido». En la realidad cotidiana todo parece ser «realidad», esto es lo que sucede precisamente en Sangre en el ojo, novela en la que se evidencia una realidad-ficción.

Como resultado, la figura del cuerpo y el «yo» son temáticas centrales en la obra de Lina Meruane, con las que se crea un relato autoficcional y metafórico para referirse a la realidad cotidiana del hombre: enfermedad, sufrimiento, crisis existenciales, problemas socioeconómicos, discriminación, racismo, migración, entre otros. Además, Meruane se vale del testimonio para contar «su historia» buscando sacudir los sentidos del lector, al punto de querer hacerle sentir las cosas que vive el personaje, envolviéndolo así en la trama para luego descifrar el juego entre realidad y ficción del relato.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Garzón, Raquel (2013). «Letras en vuelo libre». EL PAÍS .Consultado el 8 de septiembre de 2018, en https://elpais.com/cultura/2013/07/31/actualidad/1375288159_941224.html

Ludmer, Josefina (2007). «Literaturas posautónomas». Ciberletras. Revista de crítica literaria y de cultura, N° 17.

Meruane, Lina (2012). Sangre en el ojo. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora.

Sarlo, Beatriz (2006). Tiempo Pasado. Siglo XXI Editores

Vadillo, Marisa (2009).»La deconstrucción del cuerpo femenino: el «no lugar» en el arte». Universidad de Sevilla. Consultado el 8 de septiembre de 2019, en https://idus.us.es/xmlui/bitstream/handle/11441/39826/Pages%20from%20Investigaci%C3%B3nyG%C3%A9nero_09-4.pdf?sequence=1

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* José Alejandro Patiño Cardona es estudiante de décimo semestre de la Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana de la Universidad del Quindío (Armenia, Colombia).

 

2 COMENTARIOS

  1. En este ejercicio se percibe la gran capacidad de retentiva y buen nivel de detalle que tiene el ensayista, además es de resaltar la correlación con los ejes temáticos de la obra base, como se toma una perspectiva critica sobre machismo, patriarcado, religión y política. Excelente texto.

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