Filosofía Cronopio

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EL CABALLERO DE LA FE DE KIERKEGAARD EN LA PARÁBOLA DE LOS TRABAJADORES EN LA VIÑA

Por Erick Padilla*

La fe es irracional. Cuando la ejercemos creemos en virtud de lo desconocido, de aquello que aún no ha sido constatado. Pretender entenderla cabalmente por medio de la razón, es cerrar el paso a la misma. Algunos expertos en el tema de la fe, la asimilan a un ‘salto al vacío’ con el pretexto de confiar o creer en alguien o en algo. Kierkegaard, a su vez, considerado el padre de la filosofia existencialista, presenta el tema de la fe en su escrito «Problemas: Expectoración previa» en Temor y temblor. Reconoce que la fe necesita un ejercitante, alguien que la viva, que la ponga en práctica en la cotidianidad de la vida.

Sin lugar a dudas, encontrar a un hombre que logre vivir su fe de manera plena es una tarea difícil. Kierkegaard desea toparse con ese hombre, al cual llama «caballero de la fe». Las cualidades que mejor lo describen son la esperanza, la confianza alegre y la fe inquebrantable. No pierde la paciencia ante un evento o pensamiento que contradiga lo que ha creído. Logra vivir a plenitud su vida y «se alegra de todo y participa en todo» [1]. Aún sin saber que se va a realizar lo esperado, ya que puede ser imposible su realización, lo espera. Con normalidad, su esencia, acostumbrada a creer en virtud del absurdo, toma la «forma de una eternidad que no le podrá ser arrebatada jamás por realidad alguna» [2], ya que tiende a trascender evitando que lo temporal le retraiga en su tendencia a lo infinito. Se diferencia de aquel hombre que sabe aguantar con resignación mientras espera en la realización de un absurdo. Al «caballero de la resignación infinita», como lo llama Kierkegaard, con frecuencia, se le ve con rostro ‘arresmillao’, con cara maltratada por el duro esfuerzo que hace diariamente por alcanzar la realización de lo absurdo. Se le percibe como aquel que sufre cada momento de la vida, pero no se rinde fácilmente. Este último se resigna a perder su objetivo, ya que su espera dolorosa debe dar algún fruto (al menos para él).

Kierkegaard, sabe que ambos son reales. Sin embargo, toparse con el caballero de la fe no es tan común como lo es toparse con el de la resignación infinita. Aunque camina junto a nosotros durante el diario vivir, su presencia puede pasar desapercibida. ¿Cómo podemos diferenciar el uno del otro? Tratemos, pues, de representarlos en la parábola de los jornaleros que van a trabajar en la viña, expuesta por el evangelista Mateo. Advierto que añadiré una escena adicional.

La parábola comienza presentándonos a un propietario que va en búsqueda de obreros que trabajen en su viña. A primera hora —entiéndase a eso de las seis de la mañana—, contrató a dos obreros con el compromiso de pagarles un denario el jornal. Luego de tres horas, salió nuevamente hacia la plaza y contrató dos hombres más prometiéndoles la misma paga que a los primeros jornaleros. Así sucesivamente, el propietario salió a las doce del mediodía, a las tres y a las cinco de la tarde, encontrando cada vez que se dirigía a la plaza hombres vagueando, sin trabajo. De esta forma, iba contratando de dos en dos a los hombres que no tenían trabajo, asegurándoles la paga de un denario al concluir el día trabajado. Al final del jornal, a eso de las seis de la tarde, el dueño de la viña le dijo al administrador que llamara a los trabajadores para que recibieran su paga, comenzando por los últimos en haber sido contratados hasta los primeros. Y así fue. Los trabajares contratados a las cinco de la tarde cobraron un denario cada uno. Conforme cada pareja iba recibiendo su denario, los primeros en haber trabajado murmuraban entre sí: «Seguramente el propietario nos pagará más de lo que habíamos acordado, ya que a los últimos en trabajar le han pagado un denario y no aguantaron ni el calor del día ni el tiempo que nosotros sí». De manera parecida, uno de los contratados a las nueve de la mañana le decía entusiasmado a su compañero: «Cuando nos toque cobrar a nosotros, la paga será mayor de un denario, ya que hemos trabajado más que todos los que están delante de nosotros». Sin embargo, cuando estos cobraron, recibieron el denario prometido. El hombre que estaba entusiasmado le dice a su compañero: «Hermano, fue un placer trabajar junto a ti». Y sin inmutarse, se fue contento con su denario en la mano. Por otro lado, la actitud de los últimos en cobrar fue distinta. Le reprocharon al propietario su decisión de pagarle un denario a los últimos en trabajar. El propietario a su vez le contestó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste en un denario conmigo? Pues toma lo tuyo y vete» [3]. Su regreso a casa fue pesado, y se arrepintió de haber trabajado todo un día por tan solo un denario, ya que pudo haber conseguido la misma paga en una sola hora de trabajo. Su compañero, por otra parte, no cargó con el coraje ya que sabía que esa había sida la paga acordada desde un principio.

La actitud tomada por estos obreros ¿fue realmente necesaria? Veamos el ejemplo con detenimiento. Todos los trabajadores fueron contratados por el propietario. Todos, a su vez, aceptaron cobrar un denario al día. Sin embargo, en los últimos cuatro trabajadores se hizo realidad el dicho: «soñar no cuesta nada». Al parecer uno de cada pareja pensó que podía cobrar más de lo acordado ya que los últimos en ser contratados cobraron un denario sin haber trabajado todo el día. Sin embargo, la actitud representada al final, fue distinta. El penúltimo en cobrar se fue con su rostro sonriente, aun no consiguiendo lo anhelado. El último, por otra parte, se fue frustrado y enojado. Las actitudes de estos dos parean el uno con el caballero de la fe y el otro con el de la resignación infinita.

Alguno podría afirmar que el caballero de la fe, antes mostrado, no es tan prodigioso como Kierkegaard intenta presentarlo en su escrito. La verdad es que, aunque parece que se alegra en cada misión que emprende, y que participa sin preocupaciones en sus afanes diarios, no está en sí. Pudiera afirmarse que el caballero de la fe presentado en el ejemplo simplemente vive soñando constantemente en un mejor futuro que le hace evadir la realidad de la vida. Inclusive, que sus anhelos siempre están en algo que supera la realidad finita, por lo que su tendencia, su fuerza espiritual, no le permite responsabilizarse plenamente de la cotidianidad y el aburrimiento del día a día. Esto, sin lugar a duda, coloca en aprietos la propuesta de Kierkegaard.

Sin embargo, la afirmación antes mencionada no es más que un argumento insostenible por sí mismo ante la propuesta de Kierkegaard. El caballero de la fe no duda en soñar en virtud de lo absurdo; esa es una realidad. Sin embargo, nunca se olvida de lo que es en esencia, como si olvidándose de sí, pudiera concentrarse plenamente en sus anhelos, ya que «olvidar la sustancia íntegra de la vida y pretender continuar siendo eél mismo representaría la mayor de las contradicciones» [4].

El segundo trabajador contratado en la parábola, antes de cobrar pensó que podría cobrar más, pero si algo le impidió que se enojara por no conseguir lo soñado, fue el hecho de tener ‘los pies sobre la tierra’. Si pudo mantener una actitud serena y alegre luego de cobrar fue porque nunca se olvidó de lo que es: un hombre contratado por un denario el jornal. Kierkegaard nos dice que «el caballero de la fe hace posible lo imposible al enfocarlo desde la perspectiva del espíritu» [5], lo que se traduce en afirmar que la vida del caballero de la fe jamás puede ser entendida sino es desde la espiritualidad de su perspectiva, de su proyectarse constantemente a lo eterno. Esto no mostraría otra cosa que la trascendencia de la que goza al poseer «el coraje de la fe» [6], que le permite ser parte de la realidad aun anhelando el absurdo. Claro está, el movimiento que hizo el caballero de la fe en este ejemplo solo representa la armonía que yace dentro de sí, que le permite renunciar a lo temporal anhelado; aunque en anhelar y renunciar a lo temporal pudo ser recompensado con un anhelar eterno. Por esa razón, el caballero de la fe del ejemplo se fue con una sonrisa en su cara. No alcanzar lo temporal anhelado no le impidió continuar una vida alegre y feliz ya que su anhelar constante yace dentro de sí.

NOTAS

[1] Soren Kierkegaard, «Problemas: Expectoración previa» en Temor y temblor, páginas 35-62. Traductor del danés desconocido; corrección de León T. Trout. Buenos Aires: Agebe, 2004. De ahora en adelante citado como «TT», seguido del número de página. TT, 59.

[2] TT, 52.

[3] Mateo capítulo 20, versículos 13-14. Traducción de la Biblia de Jerusalén.

[4] TT, 51.

[5] TT, 52.

[6] TT, 57.

__________

* Erick Javier Padilla Rosas. Es filósofo (B.A.) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Mayagüez. Recibió del departamento de humanidades de dicha institución el premio Donald Marshall (premio al mejor estudiante de humanidades). Obtuvo una beca del departamento de filosofía y estudios religiosos de la Universidad estatal de Louisiana (LSU, por sus siglas en inglés) para la maestría en filosofía y trabajar como ‘teaching assistant’ (asistente de clases) en dicho departamento. Entre sus publicaciones se encuentra: From Colonized Thought to Decolonial Aesthetics: The Search for a «Philosophical Voice» Amongst Puerto Rican Colonized Subjects; publicado por la revista Council on Hemispheric Affairs (COHA) el 28 de mayo de 2019. Asimismo ha realizado varias publicaciones académicas y dictado conferencias sobre el colonialismo en Latinoamérica.

 

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