Literatura Cronopio

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LA CAÍDA EN ANSENUZA

Por Marcela Zadoff*

En el pueblo se dijo que fue el mismísimo innombrable, por su dolor de haber perdido a Eva Braun. El cuerpo fue encontrado al borde de la laguna, los cabellos dorados y extensos, enmarañados en el lodo de la orilla. Bajo la pálida luz del amanecer, las marcas de su tétrico deceso mancillaban la paz del lugar.

Algunos meses antes, el austríaco había llegado al Viena Hotel después de un largo viaje. Bajó del submarino en Brasil, atravesó la triple frontera y entró a Argentina. En Misiones, con su orgullo de raza intacto, había habitado un búnker en la selva. Siguió huyendo hacia el sur, bajo falsa identidad, escondido entre arpilleras de un acoplado. Sabía soportar el humillante presente de polizonte en aras de armar desde el sur de Latinoamérica su nueva conquista del mundo.

Bajo, muy bajo perfil para quien atravesó junto a su ejército el Arco del Triunfo, para el vengativo amo germano, único morocho entre los arios.

Otro día más de frustración, de vivir escondido en Ansenuza, luego de pocas reuniones con personajes mediocres. El rencor se erguía tan firmemente que no se compensaría con una noche de sexo vacío y comercial.

Ya no era el joven audaz de la cervecería, ni el poderoso líder reverenciado por multitudes ávidas de revancha.

El armado del Cuarto Reich no podría concretarse, tampoco aquí, por la escasa inteligencia del general Perón y la avidez de sus asistentes.

Más fracasos precipitaban la necesidad de seguir huyendo, mientras los camaradas caían como moscas en la Europa humeante y ensangrentada.

Las reflexiones del perdedor no alteraban el atardecer en la laguna salada… era espléndido, la bandada de flamencos rosados, un espectáculo único, aunque nada calmaba la ira y frustración de quien quiso ser el amo del mundo.

Ella, ingenua, pareció no entender. Ignoró la esvástica que pendía entre las tetillas deformes y oscuras del cliente. Explicó divertida que de política nada y de filosofía menos, de historia reciente tampoco. Su mundo se conformaba con medias de red y uñas afiladas, como toda prostituta.

Había sido llamada desde la capital para apaciguar la furia del Führer. Pero nadie le advirtió quién era su cliente.

Alguna palabra de más o de menos desataría el temperamento de quien se supo odiado y vivía escondido.

Ella bailó, acarició, besó, y luego casi sin querer, para aliviar la incómoda situación, rió. Con un solo gesto de su entrenamiento militar él abrió la navaja, pensando cuán estúpida era la puta, que no había logrado sostener su precaria erección.

Con exactitud de matarife cortó la yugular, bebió sangre y gozó, ahora sí, un breve orgasmo, ante el espanto de la mujer, y sintiendo sus fútiles rasguños, eyaculó al mismo momento del estertor final de su víctima.

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El séquito aceleró el precario ocultamiento del cadáver. Cualquier pueblerino podría ser el culpable, la policía argentina sabía enmascarar los crímenes y nadie extrañaría a la porteña.

Sheket, Uri —dijo Simón.

Córdoba estiraba la madrugada serrana, el sol haragán daba un ratito más de noche a locales y extranjeros.

En el parador de la ruta entre Mar Chiquita y la capital, un adusto camionero llevaba el desayuno a su compañero de ruta.

Seguir los pasos de la berlinesa había sido una corazonada de Wiesenthal. Ya llegada a Argentina frecuentaba el Club Alemán de Buenos Aires, donde conseguía clientes que, una vez satisfechos, confesaban secretos de la reciente guerra. Dos noches antes, Ricardo Klemens la eligió para ser enviada al pueblito, a doscientos kilómetros de la capital cordobesa.

Baruj habá beshem Adonai —rezó Uri, en un susurro apenas audible, mientras Simón avanzaba hacia el camión con los demás miembros del equipo.

Con habilidad muy bien entrenada, rodearon el Mercedes Benz y en absoluto silencio capturaron al soldado nazi, un objetivo menor, buscado por ser secretario privado de quien, traicionado por un estornudo, develó su presencia bajo las mantas de la parte trasera de la cabina.

Adolf había caído.

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*Marcela Zadoff es Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba. En su tesis investigó la ficcionalización como denuncia en la última dictadura militar en Argentina. Trabajó como docente, editora, correctora y periodista. Participa actualmente del taller literario Taller 9. Es miembro del Seminario Rabínico Latinoamericano.

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