TRANS PROGRESISMO
Por Carlos Alberto Velásquez Córdoba*
Recuerdo que mi abuelo solía decir: «Cuando nací, la homosexualidad estaba prohibida, después era aceptada pero escondida, luego aceptada y pública, ¡hoy es aclamada, y ni se te ocurra hablar mal de ella…! Sólo espero morir antes de que sea obligatoria». Afortunadamente murió antes de ver el mundo tan loco en el que estamos.
Sí, lo acepto, soy anticuado como mi abuelo. Tal vez por esta razón he quedado impactado al leer lo que le pasó recientemente a los Thompson.
Mrs. Thompson nació como niño. O al menos con pene y pelotas como los niños de antes. Fue registrado como Daniel Smith, un nombre bastante frecuente en su comunidad. Muy pronto su familia comenzó a notar cierta predilección por juegos «más delicados» y una evidente aversión a las actividades físicas de carácter agresivo. La madre de Daniel no tuvo reparos en aceptar que su hijo, a los doce años, ya acostumbrara ponerse ropa femenina, y que sus ademanes fueran, cómo decirlo…, amanerados. Su padre, al enterarse de que su único hijo había salido «marica», culpó a la madre y abandonó el nido dejando a sus dos mujeres (o mujer y media) sin una figura varonil a quien recurrir cuando había que sacar una cucaracha del baño o un ratón de la cocina.
En la preparatoria a la que asistía Daniel ya estaban acostumbrados al comportamiento de Daniella. Sólo se esperaba que la chica, atrapada en el cuerpo de un hombre, cumpliera sus dieciséis años para que el Estado permitiera su cambio quirúrgico de sexo. Todos sus profesores y condiscípulos entendían, inmersos en un ambiente progresista, que cambiar de sexo era lo más natural del mundo.
Todo trascurrió con «normalidad» hasta que Daniella tuvo la oportunidad de conocer a otro ser muy extraño que había llegado a la institución educativa. Fue durante un partido de basquetball, que Daniella, poco afecta a los deportes, vio en el equipo femenino a una jugadora muy agresiva. La joven en cuestión llevaba el pelo muy corto, demasiado masculino. Pero esto no fue lo único que le llamó la atención a Daniela. Fue la forma como la chica increpó al réferi cuando le sancionó un faul. El total irrespeto por la autoridad, la forma como ella insultó y agredió físicamente al profesor de educación física que hacía las veces de árbitro, en una evidente ostentación de comportamiento viril, le había encantado a Daniella.
Las otras compañeras le contaron que la nueva integrante del equipo venía de otro estado, donde precisamente había tenido problemas por su comportamiento abiertamente masculino.
Con el correr de los días, Jenniffer Thompson, que así se llamaba la jugadora, y Daniella Smith (antes Daniel) se hicieron grandes amigas. Ambas, acostumbradas a trasgredir las normas sociales, no tuvieron dificultad para congeniar. Coincidieron en varias clases, y comenzaron a salir juntas tan frecuentemente como fuera posible. A Jenniffer no parecía importarle que Daniella estuviera en el cuerpo de un hombre. Eso no era impedimento para ser amigas. Tampoco Daniella tenía problema con que le vieran saliendo con una chica que vestía como chico, bebía y fumaba como un muchacho, y maldecía como el más macho de todos los hombres.
En el último otoño en la preparatoria, Jenniffer le confesó a Daniella su sueño más recóndito. Al terminar sus estudios buscaría un trabajo que le permitiera pagarse una cirugía para convertirse en hombre. Daniella estaba excitadísima. Ya no quedaba duda de que había encontrado a su alma gemela.
Hacía algunos meses Daniel había cumplido los 16 años y, gracias a la ciencia médica, se había convertido en Daniela cuando le amputaron su miembro viril y le fabricaron una vagina. Hacía mucho ostentaba dos turgentes pechos gracias a las hormonas que le administraban desde los doce años. La felicidad completa ocurriría cuando Jenniffer pudiera hacerse su respectiva cirugía y quedara convertido en John. Daniella no veía la hora.
Y así ocurrió. Unos años más tarde John Thompson contrajo nupcias con Daniella. Fue el primer matrimonio trans–trans género que se celebró en los United States. Cientos, miles de simpatizantes de la cultura trans los acompañaron. Su matrimonio estuvo rodeado de gays, lesbianas, travestis, trans sexuales, inter sexuales, y una gran cantidad de otros géneros y subculturas que ni siquiera se conocían.
La ceremonia, que fue oficiada por un ministro gay, fue transmitida por todo el planeta y en todas las grandes ciudades del mundo se congregaron personas progresistas que apoyaban la libertad sexual y de género. La boda era un triunfo del progresismo: Daniella, una mujer que había nacido erróneamente en el cuerpo de un hombre y se había cambiado de sexo, contraía matrimonio con John, una mujer que había conseguido convertirse en hombre. Grupos pro aborto, pro eutanasia, defensores de los derechos humanos, defensores de los animales, grupos ecologistas y todo tipo de defensores de lo que fuera, (siempre que no se tratara de defender la religión o la tradición), hicieron marchas y participaron en manifestaciones en apoyo a la pareja. Miles de fotografías de los Thompson fueron posteadas y comentadas en todos los medios de comunicación y redes sociales.
Un año después, los medios volvieron a conmocionar al mundo. Una fotografía de John con un abdomen grávido había sido filtrada a los medios de comunicación. ¿Cómo era esto posible?
Aunque hubo mucha especulación, poco a poco la verdad salió a la luz. Daniella Smith al conocer a Jenniffer, había decidido guardar su semilla en un banco de esperma, pensando en que tal vez quisieran tener descendencia. El útero biológico con el que aún contaba John, (antes Jenniffer), podía albergar a la criatura, fertilizada in vitro y posteriormente implantada mediante laparoscopia, con la adecuada supervisión médica. Ante los cambios en sus genitales, el parto debía ser a través de una cesárea. La revelación de este secreto, tan bien guardado por la pareja, se había planeado para después del nacimiento, pero una feminista, amiga del matrimonio, filtró la información. Por supuesto, era una militante de un grupo que defendía el derecho absoluto a la información libre y sin censura, y la pareja, progresista como era, no tuvo forma de oponerse.
Los acontecimientos se precipitaron y los Thompson no tuvieron más remedio que aceptar la invitación a participar en un reality que mostraba cómo transcurría el embarazo de una pareja «normal» del siglo XXI. La productora del programa «Modern Pregnancy» pagó a la pareja los derechos hasta el primer año de vida de su bebé, por lo que millones de personas en el mundo pudieron ver el embarazo de aquel hombre barbado, que había nacido erróneamente en el cuerpo de una mujer y su amantísima esposa que había nacido atrapada en el cuerpo de un varón.
Yo creía que las cosas no podían ser más locas, y le pido indulgencia al lector o lectora, —en estos tiempos toca decir ambos—, por dar mi opinión y calificar esto como una locura. Desde el principio he dejado claro que soy una persona anticuada poco afín con las excentricidades de la vida moderna, y menos en este extraño caso —extraño al menos para mí—, que termina de una forma aún más absurda que como empezó.
Resulta que los Thompson —Daniella, antes Daniel y John, antes Jenniffer— decidieron que su hijo no tenía que ser ni hombre ni mujer. Su criatura, porque nunca se supo si tenía pene o vagina, debía ser criada —o criado— sin un género definido, para que al final de su infancia o adolescencia pudiera escoger lo que quisiera ser.
De tal manera decidieron que, para evitarle confusiones a la criatura con respecto a su género, se le trataría como si fuera un ave. Las aves —explicaban los Thompson en una entrevista—, no tienen un pene o una vagina fácilmente distinguible, lo cual caía de perlas cuando se trata de no tener que decidir entre alguno de los dos géneros tradicionalmente conocidos. Habían decidido que lo educarían como un Trans. Es decir, no tendría que decidir si sería hombre o mujer. Se lo pondrían más fácil aún: Podría ser lo que quisiera, incluso por fuera de la especie humana según se manifestara su propia identidad.
La gente de todo el planeta se sentaba al frente de sus pantallas para observar como a «Bird» le daban papillas preparadas con maíz, trigo o cebada y lo acostaban en un nido de madera forrado en un cobertor de algodón, evitando todo de encasillamiento con una cuna humana que pudiera ser catalogada como muy masculina, o muy femenina.
La terminación de la temporada con el capítulo en el que Bird cumplió el primer año de vida, fue un acontecimiento mundial. Fueron ríos de lágrimas los que corrieron cuando el Science and Life Channel informó que no habría una segunda temporada. En las oficinas se formaban corrillos y se establecieron apuestas entre los que pensaban que dicha noticia era una estrategia para cautivar más público y los que creían que verdaderamente el programa no seguiría al aire.
Finalmente, la segunda temporada nunca llegó. Por muchos años nadie volvió a mencionar a los Thompson.
Hoy, buscando algo en internet, he encontrado una antigua foto de la boda de los Thompson en un portal digital de noticias y me causó curiosidad. He leído la nota y quedé impactado con lo que allí se decía. Busqué en otros portales, pero la información es muy escasa.
Ignoro las razones por las cuales no se le ha dado relevancia. Tal vez porque la noticia del día ha sido la boda entre el príncipe de Inglaterra con su santidad el Papa; o a lo mejor porque es más importante el lío legal surgido hace una semana por la declaración de los Estados Unidos de que las nubes generadas en su territorio son de su propiedad, y los países que experimenten lluvia de dichas nubes deben pagarle impuestos.
El caso es que hay muy poco despliegue de la desgracia de los Thompson.
A los ocho años de vida, Bird Thompson, que había sido criado como un ave, sin género definido, comenzó a manifestar a sus padres, que se percibía a sí mismo como si fuera un pez, y se sentía atrapado en un cuerpo erróneo. Según la nota del portal digital, sus padres que inicialmente habían apoyado el libre desarrollo de su personalidad comenzaron a preocuparse frente al comportamiento extraño de Bird.
Hace una semana durante unas vacaciones familiares en las costas de la Florida, Bird aprovechó un descuido de sus padres y se lanzó al mar. Falleció al no saber respirar bajo el agua.
La nota termina con el apoyo que hacen algunos grupos a la decisión del pobre pez, que nació en un cuerpo humano, y que fue obligado a vivir como un ave. Varios miembros del colectivo trans–humanos y trans–especie exigen del gobierno norteamericano que se haga un trasplante de branquias a las criaturas con la misma condición de Bird, en aras de un libre desarrollo de la personalidad que sea consecuente con su propia identidad. Por supuesto, el gobierno de los Estados Unidos aún no se ha pronunciado, porque está muy ocupado tratando de buscar la forma de marcar las nubes que se generan en su territorio, para poder cobrar impuestos a los países donde caigan las precipitaciones.
He cerrado mi laptop con una sensación de perplejidad.
¡Abuelo! Que fortuna que hayas muerto sin conocer este progreso.
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* Carlos Alberto Velásquez C. nació en Medellín en 1966. Es Médico y Cirujano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Especialista en Epidemiología. Ha alternado su profesión médica con las letras. Distribuye su tiempo entre la práctica clínica, la docencia, las actividades administrativas en instituciones de alta complejidad, y la literatura. Ha sido participante en los talleres de literatura con los escritores Luis Fernando Macías (Cooperativa Médica de Antioquia COMEDAL) y Memo Ánjel (Universidad Pontificia Bolivariana). Es autor de un blog dedicado al conocimiento, el arte y el humor: «El blog de los lagartijos». Tiene en su haber siete libros de cuentos, una novela, y un ensayo sobre la relación entre la historia clínica y la literatura. Varios de sus cuentos y textos han sido publicados en antologías y revistas nacionales e internacionales, tanto en formato físico, como virtual. Ha recibido varios premios y mensiones en concursos literarios en Colombia y España.