Alfil Cronopio

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LOS MERCADERES DE LA POLÍTICA COLOMBIANA

Por Marcel Hofstetter Gascón*

En las democracias de los países avanzados los debates políticos entre el gobierno y la oposición, son espacios deliberativos en que cada bancada construye su visión de la temática que se está discutiendo y aporta desde su perspectiva las posibles soluciones.

Este debate es de tremenda importancia en la construcción del desarrollo económico, dado que obliga a los políticos a entender a profundidad los problemas más relevantes de cada sociedad, así como a preparar futuros planes de gobierno que conduzcan a mejoras en el bienestar colectivo. Para formar una coalición de Gobierno, se redactan extensos documentos en los cuales se acuerdan políticas en las cuales se pone a prueba la ideología de cada partido.

En cualquier país del mundo es prácticamente imposible que los dos principales partidos puedan gobernar conjuntamente porque su visión del acontecer nacional es radicalmente diferente. Esto no parece ocurrir en Colombia, donde los principales partidos políticos se convierten en marionetas del gobernante de turno. Varios ejemplos recientes tanto a nivel nacional como local corroboran el anterior postulado.

A nivel nacional, el Presidente Juan Manuel Santos de origen liberal, fue elegido con el apoyo del Partido de la U y del Partido Conservador, dos organizaciones políticas de derecha. A su causa se sumaron Cambio Radical y el Partido Liberal, cuyos postulados tienden en principio hacia el centro-izquierda del espectro político. Lo que en otras latitudes parecería una quimera, la llamada coalición de “Unidad Nacional” que agrupa los cuatro partidos mencionados se logró rápidamente, sin que mediaran profundas deliberaciones ideológicas. Esto sugiere que el acuerdo se logró con base en acuerdos burocráticos, lejos de las problemáticas que azotan el acontecer nacional.

Bogotá por su parte, que se había destacado por elegir con criterio a sus gobernantes, se ha convertido en la danza de los mercaderes políticos. Samuel Moreno, elegido por el Polo Democrático Alternativo y con unos índices de aprobación supremamente bajos a lo largo de todo su mandato, gobernó permanentemente con el apoyo del Partido de la U. Lo que era un pacto anti natura a nivel ideológico, tomó coherencia en otros estadios. Ahora que se avecinan las elecciones y que el Partido de la U no encuentra un líder local con capacidad de convocatoria, el ex Presidente Uribe ordenó vía twitter a sus ex ministros Juan Lozano y Oscar Iván Zuluaga a iniciar conversaciones con Enrique Peñalosa, candidato favorito en las primeras encuestas.

Lo anterior sin embargo no es el fin de la historia. El apoyo de Álvaro Uribe puso contra las cuerdas al Partido Verde, donde se demostraron sus fisuras estructurales. Un sector encabezado por Gilma Jiménez avaló el twitter y se fue lanza en ristre contra la postura ideológica del codirector Antanas Mockus.

Sorprende la ligereza política con la cual se tratan las tremendas dificultades por las que está atravesando la capital de la República. No puede ser que la falta de un candidato idóneo, y hasta de un ideario de modelo de ciudad se resuelva con ciento cuarenta caracteres apoyando a otro partido.

Lo más grave es que a medida que los mercaderes se han ido apropiando de los cargos de responsabilidad pública, se han abandonado las convicciones y las posturas ideológicas, que son los elementos fundamentales en la construcción de un mejor país. Una reflexión a tener en cuenta en las próximas elecciones.
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* Marcel Hofstetter Gascón es Director del Programa de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de La Sabana.

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