Sociedad Cronopio

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EL ACTUAL DEBATE SOBRE LOS DERECHOS DE CIUDADANÍA ¿REPARTO DEL TRABAJO O RENTA BÁSICA?

Por María Jesús Izquierdo*

El debate sobre los derechos de ciudadanía y la contraposición trabajo/renta básica en España, está adquiriendo una importancia creciente en el seno de la izquierda. Sin embargo, los derechos de ciudadanía no son únicamente una cuestión de clase, sino también y en la misma medida, de género.

No podemos pensar que la izquierda aspire a tener legitimidad en sus debates y propuestas mientras ignoremos la dimensión de género de cualquier problema o propuesta. Al mismo tiempo, si se pretende que la ausencia en los debates de esta dimensión se debe a que el problema se aborda desde una perspectiva general, lo que en realidad ocurre es que se presentan como generales los posibles intereses de los hombres, o se pretende que los intereses de los hombres son comunes a las mujeres y los hombres.

Sirva esta aportación para poner el acento en el género cuando abordamos las cuestiones relativas a los derechos de ciudadanía. La degradación en las condiciones de trabajo que se ha producido en los últimos años, sumada a la constatación de que una porción considerable del paro tiene carácter estructural, ha abierto un debate crítico sobre la necesidad de revisar la vinculación que actualmente tiene el estatuto de ciudadanía con la consecución de un empleo.

En un extremo del debate se encuentra la propuesta de reparto del empleo, en el otro, la creación de una renta de ciudadanía, universal e incondicional. Del lado del reparto del trabajo, que iría acompañado de una reducción considerable de la jornada laboral, el movimiento de mujeres ha subrayado la necesidad de considerar todo el trabajo y no sólo el trabajo remunerado. De esta manera, tanto las mujeres como los hombres podrían participar en paridad de condiciones en la esfera mercantil y en la familiar, lo que a la par supondría mayor disponibilidad de tiempo para el desarrollo personal. Es más, una medida de reparto del trabajo que comportara reducciones significativas de la jornada laboral mercantil permitiría dedicar más tiempo a las actividades no remuneradas, por ejemplo, al trabajo doméstico, y cuidado directo de las personas, física o psíquicamente dependientes, en su mayoría niños y viejos.

En el otro extremo del debate, desde las posiciones de defensa de una renta básica incondicional, se señala que el deterioro en las condiciones de trabajo, fruto de
los altos niveles de desempleo y la subsiguiente desmovilización de los trabajadores,
sitúan a éstos en una posición muy débil para negociar sus condiciones laborales, por
lo que disponer de una renta básica incondicional, lejos de disuadirlos de obtener un
empleo remunerado, afianzaría su posición al negociar un contrato de trabajo.

Se entiende que una renta de alcance universal suficiente para cubrir las necesidades
Básicas, no comporta por sí sola que la gente deje de trabajar y en cambio, le pone
en mejor situación para negociar sus condiciones de trabajo. La renta básica no habría
de ser tan alta como para que dejara de tener incentivos y así integrarse en el empleo
remunerado. La defensa de esta propuesta se fundamentaría según Van Parijs en la
lucha contra la exclusión sin estigmatizar a nadie, porque la recibirían todos.

¿Cuál podría ser el impacto de esta medida sobre la persistencia y consolidación de la división sexual del trabajo? Podría contribuir a que la figura del ama de casa lejos de desaparecer se vea reforzada. Al mismo tiempo, la garantía de una renta mínima individual situaría a las mujeres en una posición de mayor autonomía y por tanto menos sometidas a relaciones insatisfactorias de pareja por miedo a quedar sin medios de vida. Pero más allá de los casos extremos donde el conflicto familiar ha estallado en que la renta básica ofrece mayor autonomía a la mujer.

El actual debate sobre los derechos de ciudadanía ¿Reparto del trabajo o renta básica?
La renta básica podría constituir un estímulo para que sean ellas quienes se ocupen de las tareas domésticas, habida cuanta de las diferencias salariales entre mujeres y hombres y de que para muchos hombres el deseo de obtener ingresos es superior al de disponer de tiempo propio para atender personalmente a la familia. De hecho, no son pocos los hombres que alargan innecesariamente su presencia en el lugar de trabajo o se detienen a tomar unas copas para evitar regresar temprano a casa.

Además, la opción de que trabaje el hombre fuera de casa puede ser más rentable ante un horizonte de vida en común «hasta que la muerte les separe», horizonte ante el cual en casa, como en la fábrica, se aplica la lógica de la división jerárquica del trabajo, en base a pretendidas ventajas económicas para el conjunto. El resultado es que se podrían llegar a reforzar las concepciones organicistas de la familia, según las cuales no existen conflictos y oposiciones de intereses en el seno de la unidad familiar.

Como la izquierda marxista ha venido destacando desde siempre, cuando en la aplicación de una medida se pone el acento en el bienestar del conjunto, se ignora la existencia de conflictos de intereses. Aquello que se toma como un beneficio para todos responde a los intereses de una parte, los cuales se oponen a los intereses de la otra parte. Es tan falso tomar a la fábrica como una unidad, una comunidad de intereses entre trabajadores y empresarios, como tomar a la familia como una unidad de destino.

Según el informe de la OCDE Perspectivas del empleo (Presentado en 1998) concretamente en España entre 1988 y 1998 creció la proporción de personas que desean ganar más dinero respecto de las que desean trabajar menos. En 1985 deseaban ganar más el 64% de los trabajadores, y trabajar menos el 31%. Los datos respectivos para el año 1994 son 70% y 30%, situándonos muy por encima de la media de la Unión Europea en cuanto a la preferencia por los ingresos, siendo un 56% los que preferían ganar más dinero a tener más tiempo libre (dada la actual tasa de ocupación, suponemos que la mayoría de entrevistados eran hombres, lamentablemente carecemos de esta información).

¿Es que en España la gente confiere cada vez más importancia a los ingresos, o que la capacidad adquisitiva de los salarios se ha deteriorado en los últimos años, y está más deteriorada en nuestro país que en el resto de países europeos? Las dos cosas a la vez.

Sea cual sea la razón de la importancia asignada a los ingresos, es un indicio muy poco prometedor de que reciba soporte la lucha por la reducción de la jornada laboral, y cuánto menos si el precio de conseguirla es una reducción salarial, cosa que sin duda afectaría en
particular a los cabeza de familia.

Hay un indicio adicional que no permite guardar muchas esperanzas sobre el futuro inmediato del trabajo. André Gorz advierte de la tendencia a substituir los contratos de trabajo por contratos de actividad. Mediante éstos, se rompe la relación de los asalariados con su empresa cuando ésta no tiene necesidad de su trabajo, la cual puede recurrir a sus servicios intermitentemente y con la intensidad que le convenga. Ante la creciente pérdida de control de la propia vida su propuesta es la reapropiación del tiempo por parte de los trabajadores aumentando así la diferencia entre capitalismo y sociedad.

Inicialmente Gorz era remiso a la propuesta de una renta incondicional, un ingreso suficiente para todos, que substituyera los ingresos de redistribución, como son la renta mínima de reinserción, el subsidio de desempleo, o la pensión de jubilación, pero en la actualidad confiesa que ha cambiado su posición al respecto. Gorz sigue a Marx en la propuesta que la distribución de los medios de pago corresponda al volumen de la riqueza creada y no al volumen del trabajo ofrecido.

Otro de sus argumentos a favor de la incondicionalidad en la renta es que hace posible a su vez la incondicionalidad de las actividades, porque para André Gorz «trabajar», estar vinculado a un empleo remunerado, no es la única posibilidad. La reapropiación del tiempo supone a su entender abrir la puerta a la posibilidad del trabajo, frente a «el trabajo”, siendo este último la subordinación de la vida a los intereses capitalistas.

¿Podemos creernos que esa reapropiación del tiempo significará que hombres y mujeres dediquen más horas al cuidado de los dependientes, o por el contrario, permitirá que los hombres dediquen más horas al trabajo mercantilizado y las mujeres a la producción de bienes de uso? ¿No podemos acaso sostener la idea de que la que reducción de la jornada laboral es la fórmula más clara de reapropiación del tiempo?

Una propuesta que a mi entender se puede acercar más a los intereses de las mujeres, es la que hace Claus Offe, sin embargo no podemos decir que esté totalmente exenta de riesgos. Offe constata la existencia de lo que denomina un «frente popular del capital» que vincula los incrementos en la ocupación a los recortes salariales y otros costes del trabajo, y un capitalismo de corte más humano que se decanta por un incremento del período de formación, aunque la estrategia de la cualificación genera perdedores y ganadores. No son los niveles absolutos de formación los que generan ventajas en el mercado laboral, sino los relativos. No es tener formación lo que sitúa en una posición ventajosa, sino excluir a los demás del acceso a la formación que uno o una ha adquirido, gozar de una ventaja diferencial frente a los demás. No está en juego tener una buena formación sino tener una
formación buena mientras los demás carecen de ella. En cierto modo la apuesta por la formación es un juego de suma cero, como muchas otras soluciones falsas dado que
con ellas cuando ganan unos pierden otros. Lo que se acaba de señalar no contradice el valor absoluto de la formación en sí, la formación en su valor de uso, cuando hablamos de la formación en su valor de cambio, el valor de la misma ya no es absoluto, sino relativo.

La salida que propone Offe ante el «frente popular del capital» y el «capitalismo de corte más humano» es el reparto del empleo estableciendo una «cuenta sabática» de un mínimo de años entre los 18 y la edad de jubilación, de uso obligatorio. En la base de su alternativa está la creación de un fondo de tiempo, derecho al tiempo.

Nuevamente, esta propuesta requiere una lectura de género, ¿cómo puede afectar a las mujeres y a la división sexual del trabajo? Bajo las actuales condiciones cabe la posibilidad que las mujeres la administren de tal modo que se facilite la externalización de los costes del cuidado de la vida humana hacia ellas. Externalización que cada vez está sometida a más tensiones, por tomar su tiempo de libre disposición en el período en que los hijos son pequeños.

De hecho, los hombres y las mujeres dan distinto uso a las excedencias laborales no retribuidas, ellas las dedican fundamentalmente a cuidar de la familia, ellos a formarse. Sin embargo, entiendo que los riesgos de género de la propuesta de Offe son inferiores a los de la propuesta de Van Parijs, ya que la propuesta de Offe implica que la cuenta sabática deriva del trabajo remunerado.

Para no encerrarme en el punto de vista de género cayendo en lo que critico, quisiera acabar este comentario con un apunte sobre los implícitos en la idea de que una renta básica incondicional sitúa al trabajador, sea mujer u hombre, en mejor posición para negociar sus condiciones de trabajo. El innegable desequilibrio de fuerzas entre los trabajadores y los empresarios hace que la posibilidad de que un trabajador negocie su contrato con un empresario sea un planteamiento erróneo e incluso de mala fe. La legalización de la negociación colectiva ha sido el instrumento que ha permitido crear una sujeto colectivo, los trabajadores, que permitiera equilibrar las fuerzas entre el trabajo y el capital en el proceso de negociación de las condiciones de trabajo.

La creación de ese sujeto colectivo ha sido una medida de dos caras: a) por una parte contribuye a equilibrar las fuerzas cuando se sigue una vía contractualista de relaciones entre trabajo y capital, y b) situar las relaciones trabajo/capital en el terreno de los contratos es una maniobra de la derecha civilizada para evitar la lucha de clases, la politización del conflicto trabajo/capital.

Ahora contemplamos con estupor las maniobras de la derecha más salvaje y la aceptación por parte de algunos elementos supuestamente de las izquierdas de lo que últimamente se denomina personalización de las negociaciones laborales. ¿Estamos recuperando la idea de que respecto del capital -y como clase- no hay negociación posible sino lucha?

O ¿nos hemos ido al otro extremo, rindiendo los principios más elementales de la defensa colectiva de los derechos de los trabajadores?

*María Jesús Izquierdo es profesora de Teoría Sociológica de la Universitat Autónoma de Barcelona y Doctora en Economía. Es la creadora del Grupo de Estudios “Sentimientos Emociones y Sociedad” (GESES), donde investiga los chistes como manifestación emocional de la vida social y las relaciones entre maltrato y cuidado en el ámbito familiar. Ha dirigido entre otros estudios: La interdependència de les activitats domèstiques i el treball remunerat. Estudi comparatiu dones/homes (Parlament de Catalunya, 1993) y El sexisme a la Universitat. Estudi comparatiu del personal assalariat de les universitats públiques catalanes (Universitat Autónoma de Barcelona, 1999). Entre sus obras más recientes se cuentan El malestar en la desigualdad (Cátedra, 1998) y Cuando los amores matan. Cambio y conflicto en las relaciones de género y de edad (Libertarias, 2000).

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