Interludio Cronopio

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ACERCA DE LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA

Por Jorge Gaviria y Juan Fernando Velásquez O.*

El intérprete de hoy, para ser competente y responder adecuadamente a las expectativas que de él tiene el medio, necesita un conocimiento amplio y completo de su quehacer como músico, no sólo debe dominar técnicamente su instrumento: el público espera de él que conozca la obra que interpreta, que su interpretación sea original pero ajustada a las realidades del repertorio que lleva a los espectadores, que su performance sea visualmente atractivo y sonoramente contundente. Como resultado de ello, estar al tanto de las corrientes estéticas y propuestas que se presentan para enriquecer su oficio se ha vuelto parte indispensable del quehacer del intérprete.

Una de las más interesantes corrientes, que ha experimentado un mayor crecimiento en las últimas cuatro décadas ha sido la dedicada a la interpretación histórica, un campo que si bien ha estado en escena desde hace varios años y cuenta ya con un público propio, sellos discográficos y artistas y conjuntos de reconocida trayectoria, en Colombia apenas posee un reducido número de agrupaciones dedicadas a él, lo cual sumado a la casi total ausencia de instituciones dedicadas a su enseñanza y difusión, permite afirmar que la interpretación histórica está aún por explorarse plenamente en nuestro país.

El interés del público de hoy por repertorios musicales del pasado, no ha sido una constante a lo largo de la historia, para demostrarlo basta con recordar el largo olvido del que fueron víctima hasta bien entrado el siglo XIX compositores como Bach, Vivaldi, Corelli o Geminiani entre otros, además de aquellos redescubiertos en el siglo XX y los que probablemente aún están por redescubrir; este gusto e interés por el repertorio musical de siglos anteriores se debe en parte al campo abierto por la industria cultural a través de la grabación, y en parte por la ruptura del hombre de hoy con la música de su tiempo planteada por Nikolaus Harnoncourt.

La interpretación histórica como lo señalan Colin Lawson y Robin Stowell es una práctica producto de las corrientes historicistas en la música, que implicaba la recuperación de repertorios del pasado iniciadas en el siglo XIX, esta práctica ha sido objeto de polémicas y discusiones, especialmente desde 1980, aunque los pioneros en el campo como Wanda Landowska(1879-1959) o Arnold Dolmech (1858-1940), ya habían iniciado sus trabajos en el campo publicando importantes textos durante las primeras décadas del siglo XX como Sobre la interpretación de las obras para clavecín de J. S. Bach (1905), Música antigua (1909), Chopin y la música antigua en Francia (1931) y Sobre las Variaciones Goldberg de J. S. Bach (1933) de Landowska o La Interpretación de la Música de las siglos XVII y XVIII (1915) de Dolmetch.

La fidelidad a la obra, entendida como la búsqueda de la reconstrucción de ésta lo más cerca posible de la sonoridad de la época y el contexto en el que fue creada es el eje de la interpretación histórica, lo cual puede resumirse como una interpretación respetuosa del estilo; para ello, quienes se dedican a la interpretación histórica se valen de diversos recursos que abarcan desde el trabajo en archivos, la consulta y reconstrucción de fuentes documentales hasta el empleo de instrumentos construidos a partir de modelos época, pasando por estudios de tipo iconográfico.

El estilo es ante todo una construcción artificial producto de la validación de la tradición a través de una visión historicista de la estética musical, este proceso es de vieja data en las artes, como lo indica Carl Dahlhaus, para el siglo XVI Ferdinand Baur a través de sus trabajos sobre el protestantismo planteó la conciencia histórica como un proceso que es resultado lógico de la crítica de la tradición, para los siglos XVII y XVIII, a través de la conciencia histórica se buscaba periodizar la artes y delimitar cánones de estilo que sirvieran de sustento a la crítica estética a partir de la estandarización de leyes y normas que nacían del pasado y permitían valorar el presente.

Surge pues, el concepto de tradición dentro de un marco historicista, como un conjunto de elementos que se transmiten desde tiempo atrás y de los cuales busca apropiarse el presente estableciendo en el proceso una conciencia histórica que idealmente busca hacer más objetiva la visión del sujeto que establece el historiador —y en nuestro caso el intérprete- a través de lo que Dhalhaus denomina crítica de la tradición—.

La ruptura entre los conceptos de tradición e historia, iniciada en el siglo XIX, que se hace más profunda en el XX, implica que ambos conceptos ya no forman un solo conjunto, por el contrario, la historia busca realizar una reconstrucción que requiere procesos reflexivos que no son necesarios para justificar la tradición (ésta se valida por su propia antigüedad), lo cual implica necesariamente rebatir esquemas que son aceptados y valorados de forma inconsciente y que dentro del concepto del sujeto sustentaban una historia de tipo lineal y uniforme, lo cual para el caso de la interpretación musical implicó un campo creativo en el cual el papel del intérprete fue revaluado.

Un resultado de ello es que la búsqueda de la fidelidad de la obra se soporta en una investigación de tipo histórico, en su mayoría intérpretes como Nikolaus Harnouncourt, Jordi Savall, Mónica Huguett, Jhon Eliot Gardiner, entre otros, apoyan su trabajo en la consulta de fuentes históricas bien sea documentales, organológicas o iconográficas, sin embargo las sonoridades que buscan en sus interpretaciones apelan a una suerte de novedad desde lo antiguo pues este tipo de trabajo no sigue la tradición académica de los grandes conservatorios y durante sus primeros años fue un movimiento marginal que posteriormente gracias a su éxito logra institucionalizarse.

Por supuesto, la validación del discurso del intérprete a partir de una sustentación histórica, implica que debe entablar un diálogo más allá del su contemporaneidad, de su presente, con el pasado que le resulta ajeno y lejano, lo cual obviamente permite concluir que al ser el estilo una elaboración posterior a la creación de la obra, producto de la labor de intérpretes y teóricos musicales, para entenderlo y dominarlo se requiere el desarrollo de habilidades y competencias de las que se hablará con mayor profundidad posteriormente, pero entre las cuales es necesario mencionar preliminarmente, las de un investigador con capacidades cercanas a las de un historiador, como lo señala Jaime Cortés:

En el siglo XIX nació una concepción historicista que pretendía traernos el pasado al presente “tal cual había ocurrido”. Tal pretensión no pasa de ser un anhelo. Hoy pensamos más bien en el pasado como una construcción, e incluso, una invención del presente, basada en huellas históricas y en testimonios vivos.

El reconocer la historicidad de la música, permitió deducir que toda obra nos conduce a través de su propio discurso a la figura del creador a través de la labor de los intérpretes – de hecho, la figura del creador que también es intérprete ha sido frecuente durante la historia de la música-, y al mismo tiempo, nos otorga la posibilidad de acercarnos al contexto histórico en el cual surge.

La suma del carácter individual y la influencia que en él compositor ejerce su entorno genera a su vez un estilo que establece parámetros estéticos para la obra en cuestión con la cual el intérprete moderno entabla un diálogo, por lo tanto, el intérprete histórico busca establecer desde su realidad un diálogo con el contexto del compositor a través del estilo tomado como una construcción desde la práctica musical, sin embargo, como queda claro, cualquier cambio en el contexto o la relación del autor con éste afectará también el estilo que se verán reflejados en la práctica musical, aunque también puede suceder lo contrario, que cambios en la práctica musical generen cambios en el estilo. Esta mutabilidad hace de estilo por lo tanto un hecho histórico que es susceptible de estudio.

El hecho de que el concepto de estilo tenga esa dualidad entre lo histórico (es mutable, no constante y por lo tanto puede estudiarse a través del tiempo) y su valor estético (pueden establecerse normas y leyes que lo rigen), reta al intérprete a explotar esta dualidad pero conciliando la naturaleza ambigua de la misma, uniendo dos conceptos aparentemente irreconciliables: historia y estética.

Si bien el estilo es una construcción artificial, para entender bien este concepto debemos diferenciar claramente forma de contenido, el estilo está constituido por un conjunto de leyes (determinadas entre lo colectivo del entorno y la individualidad del autor) que afectan la forma que a su vez transmite el contenido, el estilo da coherencia a la forma pero sólo es válido como código si es aceptado por quienes deben descifrarlo.

Si bien estas leyes están dentro del campo de lo estético, la variabilidad de estas de acuerdo al contexto (social, histórico o cultural) y la expresión del individuo, hacen de ellas un fenómeno histórico, por lo tanto, es necesario ubicar al estilo como un concepto, una idea que puede variar a lo largo del tiempo, y en el cual el significado y valor de las leyes que lo constituyen cambia a partir del uso que de ellas haga quién las emplea.

La gran ventaja de aprovechar la dualidad histórico-estética del estilo es que nos permite valorar una obra aislada a partir del contexto histórico con el cual ha sido y creada, pero al mismo tiempo nos permite conocer el contexto histórico a través de la obra misma, esta comunicación en doble vía nos ofrece un panorama más real y objetivo del hecho musical en sí mismo, pues nos permite reconocerlo como hecho artístico y al mismo tiempo social e individual, fruto de la relación entre artista, entorno y semiótica del lenguaje musical que a su vez es susceptible al paso del tiempo lo que hace que el hecho mismo sea dinámico como los actores que se ven involucrados en él.

El análisis de la obra, puede ser por lo tanto el análisis del lenguaje musical de una época y, a través del lenguaje podemos rastrear ideas que son reflejo de situaciones determinadas; en conclusión, la historia se conecta con la estética pues ambas se unen para dar origen a la creación musical.

Este acercarse al pasado a través de la estética de su música, no ha sido fácil, la polémica en torno a la interpretación histórica como construcción sigue aún hoy en día sobre la mesa, especialmente, si tenemos en cuenta que sus métodos han sido cuestionados en parte por la falta de rigor de algunos intérpretes y en parte por los excesos a los cuales se ha prestado en otros casos:

Como ya hemos señalado, el conjunto de ideas que subyacen a la interpretación histórica se han visto sometidas a un escrutinio constante desde la década de 1980. Pero, lo que resulta sorprendente, durante las dos décadas anteriores no llegó a surgir nunca ninguna oposición coherente, cuando niveles musicales cuestionables iban de la mano de manierismos musicales exagerados.

La necesidad de un campo que se establezca con rigor académico, llevó a un importante hito que fue la institucionalización de la disciplina.

El rigor académico, gracias a las reflexiones realizadas en los últimos años, ha permitido la formación de intérpretes especializados, que a la par de las habilidades técnicas necesarias en el dominio de sus instrumentos desarrollan también aquellas necesarias para el manejo de archivos, desarrollo de proyectos y reconstrucción de contextos históricos, con la finalidad de una interpretación histórica fiel al estilo de la obra que evite excesos y manierismos, tarea en la cual el apoyo de la musicología desempeña un papel destacado.

La mayoría de estas instituciones pertenecen a la esfera centroeuropea y anglosajona, lo cual por supuesto ha hecho que el canon y repertorio a disposición del público e intérpretes no incluyera hasta hace pocos años tradiciones que se podrían considerar periféricas como la Ibérica o la Latinoamericana.

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* Jorge Alberto Gaviria R. inició sus estudios musicales en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia y en la Escuela Superior de Música de Medellín. Continuó sus estudios musicales en Londres donde realizó estudios de Teoría de la Música y asistió a lecciones de Clarinete con la profesora Pamela Weston. Como clarinetista ha pertenecido a la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia y a la Orquesta Filarmónica de Medellín como primer clarinete, y ha realizado recitales de clarinete y piano en diferentes salas de conciertos del país. Ha sido integrante del Cuarteto de Clarinetes del Departamento de Música de la Universidad EAFIT. Fundador y director del grupo ARS ANTIQUA de Medellín especializado en la interpretación de música de la Edad Media, Renacimiento y Barroco.Como docente ha realizado una importante labor académica en diferentes instituciones musicales como la Universidad de Antioquia, Universidad Adventista de Colombia, Instituto Musical Diego Echavarría, Academia Cultural Yurupary, entre otras. Actualmente se desempeña como docente de tiempo completo en la carrera de música de la Universidad EAFIT de Medellín en el campo de la Historia de la Música, y pertenece al grupo de investigación de estudios musicales del Departamento de Música.

Juan Fernando Velásquez O. inició sus estudios de música en el Instituto de Bellas Artes de Medellín y posteriormente los continuó en la Universidad EAFIT en donde se graduó en 2005 como músico con énfasis en violín. En 2009 participó del Curso para la Preservación y Difusión del Patrimonio Artístico Iberoamericano realizado por La Academia de Bellas Artes de San Fernando y El Real Conservatorio Superior en Madrid, España. En 2011 se graduó como Magister en Música en la Universidad EAFIT y se hizo acreedor a una de las becas en investigación cultural del Municipio de Medellín, gracias a la cual realizará una publicación a finales de este año. Desde 2001 es miembro de la Orquesta Sinfónica de la Universidad EAFIT y desde 2003 hace parte al grupo de Investigación de Estudios Musicales del Departamento de Música de dicha institución, en el cual también es docente de cátedra.

Interludio es una columna musical auspiciada por el Departamento de Música de la Universidad EAFIT.

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