Escritor del Mes Cronopio

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Piratas

23.000 INGLESES CONTRA 2.700 CARTAGENEROS

Por Arturo Aparicio*

La lectura del documento enviado desde la Habana hizo palidecer de furia a Blas de Lezo. A la lectura del mensaje soltó una letanía de improperios al tiempo que repetía angustiado: ¡son más de 20.000! Estaba equivocado, las cifras exactas eran 8 navíos de 3 puentes, 20 naves con una artillería de 50 a 60 cañones, 12 fragatas con 20 o 40 cañones, 2 bombardas y 130 embarcaciones menores. Sólo el general Thomas Wentworth conducía bajo su mando un ejército de 8.000 soldados de experiencia, 2.000 trabajadores y 1.000 negros macheteros, además de 12.600 marinos. Es decir, un total de 23.000 atacantes.

Blas de Lezo pasaba revista a sus fuerzas mentalmente. Tenía 6 barcos dotados con 50 o 60 cañones: Entre ellos estaban: el Galicia, nave capitana, comandada por Juan Ordán, el San Felipe del Real, al mando de Felix Calderón, el San Carlos, el África, el Dragón y el Conquistador. Entre marinos y soldados estos barcos tenían 2.300 hombres. Contaba también con 12 compañotas, cada una con 100 hombres y con 12 compañías más de piqueteros, milicia de blancos y mestizos locales que llevaban 900 hombres, además de 600 indios. Sin duda la batalla podía ser muy dura. Blas de Lezo podía contar en total con 6.000 hombres, aunque en la mayoría de de los regimientos recién llegados de España muchos soldados se habían enfermado. Varios historiadores señalan sin embargo que, en realidad, Blas de Lezo contaba solamente con 2.700 hombres. Cualquiera hubiera sido la diferencia de fuerzas el teniente general de la armada de Cartagena de Indias estaba dispuesto a dar batalla como había precisado en una fórmula impregnada de solemnidad: «Juro a Dios que con su protección y la de la Santísima Virgen los venceremos y alzaremos el estandarte de nuestro rey. Estoy listo a entregar mi vida, pero antes los haremos huir».

Don Blas, buen conocedor del terreno, había hecho bien los cálculos del eventual ataque de los ingleses por el río Sinú que no conectaba con el río grande de la Magdalena. Por consecuencia los asaltantes no podían bloquear el ingreso de alimentos a la ciudad por el canal del Dique, porque estarían obligados a atravesar durante muchas jornadas terrenos muy difíciles y expuestos. En cuanto al posible desembarco por la Boquilla, don Blas sabía que allí el mar no era hondo a causa de las obras realizadas y que la marea y la resaca no dejaba anclar a causa de los fuertes vientos.

Estaba convencido de que era una tarea casi imposible porque en caso de que pudieran hacerlo, los ingleses debían transportar por la playa los cañones y pertrechos para atacar la parte norte de la ciudad de Cartagena. En cuanto a la ruta por detrás de la Popa, Blas de Lezo estaba convencido de que desembarcando en la Boquilla los asaltantes iban a llegar a un terreno fangoso donde cualquier cureña de cañón quedaría enterrada. En sus reflexiones el teniente general había descartado también la posibilidad del paso obligado por el Caño del Ahorcado que podía hacer caer a los ingleses en la Ciénaga de Tasca.

Blas de Lezo estaba seguro de que los informes que poseían los ingleses estaban equivocados. Esto le había dado cierta seguridad y tranquilidad para mostrar su disposición a dar pelea. Desde luego, como marino, Blas de Lezo prefería dar batalla en el mar con sus 6 embarcaciones colocadas en las bocas de entrada. Sin embargo, el virrey, hombre para combates en tierra, prefería enfrentar a los ingleses desde las fortalezas. Estas divergencias habían ocasionado algunos conflictos entre los dos personajes. Carlos Desnaux, inspector de fortalezas, pensaba que la defensa en tierra sería la adecuada y estaba dispuesto a luchar hasta el último momento. Don Blas y el virrey eran hombres de recio carácter, ambos tenían don de mando y habían combatido hasta la saciedad, pero esta diversidad de opiniones comenzaba a crear dificultades en la definición de las estrategias a seguir, aunque Blas de Lezo acataba las órdenes de su superior. En definitiva don Blas ordenó colocar dos barcos en la entrada de Bocagrande. En aquel momento el paso estaba cerrado pero unos marineros habían logrado abrir una brecha para salir a pescar en mar abierto. Los fuertes vientos del norte reabrieron entonces la boca dejando un canal apto para el paso de un barco de poco calado.

La flota inglesa había llegado a Jamaica el 9 de enero de 1741. Edward Vernon esperaba con ansiedad. Días atrás había recibido refuerzos procedentes de Norteamérica. Tenía poca iniciativa pero disfrutaba de facultades plenas. Su conocimiento de Cartagena de Indias estaba basado en los relatos de la expedición de De Pointis, 50 años atrás. Como no conocía las defensas del enemigo tuvo que mandar una goleta de inspección que por averías fue obligada a regresar. Esto había suscitado varias disputas con el general Wentworth y Chalomer Ogle que exigían conocer detalles sobre las fortificaciones de la Habana y Cartagena. Vernon estimaba que esto no era importante y prefería aludir a su éxito rotundo en Portobelo. Además, contaba con una espléndida flota y casi 25.000 hombres para el asalto. Aunque en el plan inicial se había previsto primero la toma de la Habana y después Cartagena, Vernon decidió invertir el orden. Insistía en que primero fuera Cartagena porque allí había fracasado en sus dos pequeños intentos y porque había jurado someterla. Vernon creía además que si él y su gente lograban implantar en Cartagena una colonia inglesa, serían los dueños del Nuevo Mundo porque controlando esta ciudad controlarían también el río grande de la Magdalena y, al mismo tiempo, el ingreso al interior y, por consiguiente, todo el comercio de los virreinatos de la Nueva Granada y del Perú.

A mediados de enero de 1741 ya estaba planeado el ataque, aunque sin mayores pesquisas. Debido a la estrechez del ingreso al puerto de Cartagena por Bocachica los ingleses habían optado por dividir su flota en tres. Vernon estaba al mando de la primera división. Sir Chalomer Ogle comandaba la segunda y el comodoro Lestock una tercera donde iban las tropas de desembarco. Se había previsto que las divisiones debían salir en días diferentes. Había, sin embargo, una dificultad suplementaria para zarpar. Los ingleses sabían que dos escuadras de barcos fuertemente armados patrullaban en el Caribe y de ninguna manera querían una confrontación en el mar. No obstante, desde el regreso a su país de la escuadra francesa al mando del capitán Dantin y del desplazamiento a la Habana de la escuadra española del capitán Torres, el Caribe había quedado libre para los ingleses. De modo que la primera escuadra de la flota inglesa pudo llegar al puerto de San Luis el 25 de febrero. Allí fue revisada y se enviaron dos buques para determinar mejor un lugar para fondearlos.

Las informaciones obtenidas indicaban que el lugar más adecuado era Playa Grande, entre Cartagena y Punta de Canoa. El historiador Cartagenero, Eduardo Lamaitre, en su obra ‘Historia General de Cartagena’, refiriéndose a estos episodios, desvela un dato capital. Según él, los comandantes ingleses, en un último consejo de guerra, habían acordado repartir el botín que pudiera obtenerse en la plaza. A su rey le darían el Quinto Real, el resto lo dividirían en 16 partes para los jefes superiores y la tropa. Esto ha permitido pensar a los investigadores que aquella no era solamente una operación de conquista, sino, además de saqueo, en el mejor estilo de los piratas. El 4 de marzo de 1741 la escuadra inglesa de Vernon ancló en las costas cercanas a Cartagena.
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Tomado del libro Mar de Sangre de Arturo Aparicio de Ediciones B.

* Arturo Aparicio Laserna nació en Santa Fe de Bogotá en 1947. Graduado en Medicina y Cirugía en la Universidad del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y especializado en Ginecología y Obstetricia siendo el pionero de la Histeroscopia en Colombia y de los primeros médicos en realizar microcirugía para la recuperación de la fertilidad al igual que todas las técnicas de cirugía Laparoscópica. Fundador de sociedades científicas y miembro de  diferentes sociedades científicas de Medicina reproductiva y de las sociedades de Obstetricia y Ginecología. Conferencista internacional con muchas publicaciones científicas, decidió incursionar con éxito en la novela histórica. Siendo atraído por la magia de Cartagena, sus murallas y esas historias de su conquista, defensa incasable de la ciudad de los ataques piráticos que la llevó a crear un sistema de fortificaciones en tres anillos defensivo. Esa admiración hacia la Cartagena de la conquista llevó a Aparicio a sumergirse en profundas lecturas sobre la conquista de Cartagena. Realizó una concienzuda investigación en documentos de escritos desde los cronistas de la época, hasta los actuales investigadores para plasmar en el escrito la historia del descubrimiento, conquista y desarrollo del corralito de piedra como cariñosamente, de sus personajes y actores. Es una deliciosa historia de piratas y defensores.

1 COMENTARIO

  1. Esta es una muestra de la prosa vital de Arturo Aparicio, que en MAR DE SANGRE, memorias de Cartagena, nos lleva de la mano por hechos y personajes que bajan de sus pedestales para contarnos sus aventuras desgranando la historia como se cuenta un buen cuento.

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