¡AY MI MEDELLÍN!
Por Maria Clara Jaramillo Múñoz*
Hoy me retiro a la montaña. Belleza, abre tus entrañas de tierra y musgo fresco y espérame, que mi Medellín está herida y cansada de tantos excesos, de tantos abusos a su alma juvenil. Manoseada, por las calles llora mi pequeña lolita, tan desubicada, tan frágil, pero con tanto amor en tu pecho. Ese es tu problema; a todos amas, a nadie niegas tu amor, y te entregas, mi putita, ofreciendo tu dulzura.
A veces te odio porque te haces guarra, y repugnas a sexo y licor barato, porque todos fornican en ti, y ni tienen el valor de mirarte a los ojos. Y sé que eso te deja tan vacía, que ni los guayacanes que tienes como lunares te alegran en esos días amarillos. Esos días me conmueven pues estás tan ausente que te busco, y te busco y pregunto, y nadie sabe de ti; y me da por correr porque dicen que así el alma olvida, pero ya te metiste dentro; te siento cortando hondo, sin piedad, como sos cuando te pintás de rojo.
Recuerda que cada paloma que vuela sobre ti, es un cristiano que mataste y que condenaste a vivir cagando, por eso están siempre cerca a las iglesias, porque rezan, rezan por tu alma para que se eleve como en otros tiempos, pero no comprenden que no tienes remedio y nunca lo tuviste, que naciste pulcra, sí, pero esa curiosidad por probarlo todo te llevó a la subversión y los excesos, y ahora te avergüenzas de ti, y te escondes a llorar bajo los puentes, sobre los tejados, pero así no es, Medellín. No naciste cobarde, ya sabes que hay que hundir el puñal y darle vuelta, y déjale la sangre a los perros o a los poetas.
Saca la libertad que guardaste bajo tu falda y escote, quítate los zapatos, despréndete de lo palpable, déjate besar por el viento, por los borrachos, los locos y los niños, no importa que ninguno sepa hacerlo; su saliva nutre tus calles y tus parques. Abre tus ventanas y trae tus olores a jazmín, a plátano, a bus de las seis, a sudor, a sexo, a tierra, a hierbas, a gasolina, a mierda, a café, a sol, a boñiga, a boutique, a grama, a guarapo, a cemento, a flores de mango. Deja que te respire toda, para sentirte mía en un suspiro. ¿Así olerá el inferno o el paraíso? Porque eres lo uno o lo otro.
No eres la víctima, eres la pistola. Que a veces dispara a matar, y a veces mata. Y lloras un poquito, para sentir remordimiento; ese sentimiento tan bonito que te hace sentir mortal. Pero sabes que no lo eres, por eso sufres.
Sufres, sufres mucho, y eso me llena de gotitas frías, de lengua pesada, de angustias morales, y me da por hablar de los años idos, y esos guayacanes que se desfloran como todos lo hicieron contigo. Por eso huyo, corro rápido porque las memorias me persiguen por tus calles; quiero ir allí, donde nada me recuerde tus domingos. Me tienta la idea de perderme en ti, como muchas veces lo hice, con toda la inocencia del caso. Pero no, ya no eres para mí, soy cobarde y huyo, y me da miedo regresar y no encontrarte, o encontrarme con que te dejaste morir, por eso prefiero no regresar, así mi felicidad se haya quedado mirando por un balcón, buscando el sol que secó tus lágrimas de plomo.
LA MUJER VENTANA
Una ventana no es nada sin quién mire a través de ella, sin quién la abra o sin quién la haga pedazos. Así sos vos, y te lo hicieron tantas veces que quedaste vacía, un espacio que flota y no sabe a quién pertenece.
Uno puede pasar una vida mirando a través de una ventana. Pero no de cualquier ventana. La otra vez vi una señora vasta en carnes, generosa en pechos y precaria en vergüenza. Su generosidad subía y bajaba sin ritmo a cada paso que daba, amenazando a los transeúntes con desbordarse frente a sus ojos. Ella se sentía ventana sin saberlo. Todos la miraban tan duro que parecía que la atravesaban.
La mujer conoció a un hombrecito escuálido, con ojos de te amaré toda la vida. Al verse, abrieron de golpe sus ventanas. Ella quiso amarlo, y lo invitó a entrar, y él vio tanto amor y felicidad allí que se asustó y huyó. Ese día había pintado colorada su ventana y su boca y un arcoíris aterrizó en ella después de las gotas saladas que se deslizaban por su fachada.
Así fue; la vida se le fue en un instante, el amor la golpeó en el pecho, y luego se burló y huyó, porque así es el bribón, no puede ver una ventana abierta.
Eso fue el otro día, pero como ésta, hay muchas historias repetidas. Yo sólo digo lo que veo, y se me pasa la vida atisbando cuando abro el cuadrito de luz.
HUMEDAD
Caminar. De arriba abajo la ciudad dormida. Amar. Tantos parques para hacerlo, pero Medellín es una ciudad celosa.
Llegamos a un cerrito. Miramos las lucecitas que nos hacen guiños a lo lejos. Mi ciudad se refleja en esos ojos. Me abalanzo sobre él para sentir esas luces dentro, como cocuyos. Humedad. Riítos de agua recorren nuestros cuerpos.
Piel a piel con la tierra, miramos cómo la ciudad despierta. Y entrelazados esperamos para admirar el hermoso caos que es la creación.
__________
* Maria Clara Jaramillo Muñoz, de la ciudad de Medellín, es estudiante de Comunicación Social de la Universidad EAFIT. Ha publicado en medios de esta universidad como el Periódico estudiantil Nexos, del cual hizo parte durante dos años y medio, en la Revista Digital Bitácora del pregrado en Comunicación Social. Participó también en el Canal de Estudiantes y en la Intranet Entre Nos. Además en United Press International. En 2011 obtuvo una mención de honor en el concurso Caminos de la Escritura, del departamento de Humanidad en la Universidad Eafit.