Literatura Cronopio

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Bolivar

UNA CARROZA PARA DESMEMBRAR EL MITO DE BOLIVAR

Por Antonio Arenas Berrío*

«Un pueblo con vida, por diezmado que
se encuentre, extrae de la diversidad
médula y fuerzas»
(Henrik Ibsen)

En su polémico y perspicaz libro de estudios sobre la vida de Bolívar, José Rafael Sañudo dice que: «Se ha hecho de Bolívar un mito; de modo que el concepto vulgar que de él se tiene no corresponde a la realidad. Atribuyéndosele todo género de virtudes y talentos; y está tan poco estudiada su vida a la lumbre de un justo criterio, que como a un héroe de leyenda dénsele dones maravillosos y toda suerte de bondad». Este mito es el que pretende desmembrar el escritor Evelio Rosero con su ficción sobre Bolívar. La novela «La Carroza de Bolívar» merece, desde el primer momento, una lectura atenta porque representa una relación ejemplar con la historia.

El espíritu de la ficción es histórico sin embargo, no por eso deja de fascinar la forma en que está narrada. Veamos: «Ayúdame a desenterrar la sombra del doctor Justo Pastor Proceso López, a descubrir la memoria de sus hijas, desde el día que la menor cumplía siete años y la mayor era desflorada en el establo de la finca, hasta el día de la muerte del doctor, pateado por un asno en plena avenida, pero háblame también del extravío de su mujer, Primavera Pinzón, canta su amor insospechado, dame fuerzas para buscar el exacto día nefasto en que el doctor se disfrazó de simio, a manera de broma inaugural, resuelto a sorprender a su mujer con un primer susto de carnaval de Blancos y Negros, ¿qué día fue?, 28 de diciembre, día de los Inocentes, día de bromas, día de agua y baño purificador, año de 1966, 6 de la mañana, todavía una delgada niebla se negaba a abandonar las puertas y ventanas de las casas, se enredaba como dedos blancos a los sauces que delimitaban las esquinas, las almas dormían, menos la del doctor».

No obstante, la novela pretende unir varios acontecimientos de la historia de la independencia colombiana enlazando el campo literario con la historia, obteniendo una especie de transmutación entre lo real y lo imaginario del mito inaugural de nuestra independencia y del insigne libertador. La historia y la literatura funcionan aquí como un acto de desciframiento de la verdad de las acciones y la vida de Simón Bolívar. Se le da otra ojeada a la proeza libertadora y se reconstruyen los hechos apelando al sortilegio de la novela histórica y se cristalizan estos acontecimientos en un conjunto de críticas sobre la vida y obra del libertador. ¿Libertador? Esta idea queda en entredicho en la ficción. Ahora bien, no pienso que exista otra persona que haya trazado un fresco más completo y lúcido sobre las barbaridades de Bolívar en el sur de la patria. Serios y dolorosos son los vacíos de la historia de Colombia y desde el punto de vista de la novela se dispone de todo un tratamiento de las hazañas, afrentas del libertador Bolívar.

«La Carroza de Bolívar», es una alegoría de 389 páginas, tres capítulos y unos temas netamente históricos, unos del siglo XIX y otros del siglo XX, hay una relación de las disputas y huidas de Bolívar, «el campeón de las retiradas», su vida y el carnaval de Blancos y Negros en la Ciudad de Pasto. La novela no sólo es histórica por su tópico sino porque describe las costumbres de una época, el héroe ya no es Simón Bolívar. La figura del héroe es el pueblo Pastuso y Agustín Agualongo. Evelio Rosero, lo que intenta con su prolijidad es develar la verdad con el fisgoneo de un escritor de oficio. Mostrar en una representación desnuda el ambiente del tiempo de la liberación. Rosero es fiel a las etapas históricas descritas y de éstas deriva las irregularidades, las labores y las realizaciones de Bolívar y de cada personaje que enraíza el texto, de allí que «la Carroza de Bolívar», sólo sea un pretexto para contar en forma novelada la historia de Pasto y sus carnavales. La cuestión de la verdad es el meollo del asunto.

Se logra en general, la reconstrucción de una temporalidad que tiene también el efecto de reprochar al héroe Bolívar y revivir un héroe mediano como Agustín Agualongo y los sacrificios de la gente en las tierras Pastusas. Pero… ¿Por qué las masacres del pueblo Pastuso? Las representaciones en las fiestas de Blancos y Negros del año 1966, son repasadas con agrado y esmero. Una ciudad volcánica como franja de la acción y subterfugio de la leyenda fundacional de Bolívar. La imagen de una carroza no es nueva en la hazaña del libertador, ya Karl Marx, en su increpado estudio sobre Bolívar, da señales sobre esta carroza y las hazañas del libertador. Repasemos: «Bolívar fue entonces recibido con una apoteosis. De pie sobre el carro de triunfo arrastrado por doce señoritas vestidas de blanco y adornadas con colores nacionales, todas elegidas entre las mejores familias de Caracas, con la cabeza descubierta, en uniforme de gala, con bastoncillo en la mano, Bolívar fue paseado durante media hora, desde la entrada de Caracas hasta su residencia» (Marx,1857:199).

Sea como sea, la carroza permite materializar el relato de la independencia en el sur de la Nueva Granada, y accede a nombrar y descubrir la lucha del pueblo Pastuso; las dos primeras grandes masacres de gente inocente y el papel fundamental de Bolívar en estas y cómo llegó a ser derrotado en el sur. El relato da cuenta de la vida de los habitantes de Pasto, del doctor Justo Pastor Proceso, de su mujer Primavera Pinzón, de un deudo poeta, de las ideas revolucionarias de los jóvenes Pastusos en los años sesenta, de la infamia de Bolívar; de la muerte desatinada del doctor pateado por un asno, del asesinato del poeta, producto de la maquinaria de la incomprensión y la mala interpretación de la independencia colombiana.

Bolívar no fue un gran revolucionario en los pueblos de América. Rosero trata, con la ayuda de «los historiadores no oficiales» y a través del recurso narrativo del profesor Arcain Chivo, y de Marx, de percibir las diferencias y nombrarlas y recuperar los detalles menores; «los héroes menores», Agualongo, el pueblo y las mujeres. Enrique Quiroz, el personaje revolucionario en esta novela, sus cómplices y amigos, dicen que de lo que se trata es: «de acabar con una perfidia peligrosa de un ginecólogo multimillonario, el doctor Justo Pastor Proceso López, íntimo del loco Chivo, que pretendía burlarse del libertador Simón Bolívar, padre de la revolución, a través de una carroza de carnaval». El escritor se burla. Hay un sarcasmo implícito en el relato al interpretar mal los hechos revolucionarios. ¿Culto a Bolívar y por qué su mitificación? Hay pues, en la novela un Bolívar desconocido, un retrato no con un alma bondadosa y clara. Un Bolívar oportunista, cobarde, desertor e inesperado, irresponsable y vengativo, indolente con el pueblo Pastuso, en una sola palabra: dictador. Dicho de otra manera, Evelio Rosero, revela el juego de la independencia, juego de poder de los criollos por ocupar el trono Español. ¿Qué hay en el sur después de la derrota de Bolívar? Y ¿Por qué ese odio visceral de Bolívar hacia los Pastusos que lo había derrotado en plena lucha? La novela desenmascara la grandeza de Bolívar, padre de la patria y gran héroe de la independencia, hay un esparcimiento ideológico que aún hoy circula con el culto de Bolívar y unos próceres de la independencia.

Si algo ha señalado Rosero con los historiadores que le asisten en su novela «la Carroza de Bolívar» es la figura de la ironía y la parodia. Marx con su estudio de Bolívar, Sergio Elías Ortiz, con su obra titulada: Agustín Agualongo y su tiempo, en especial José Rafael Sañudo con sus estudios sobre Bolívar. La novela, si se quiere, es la memoria de los habitantes de la ciudad de Pasto y los carnavales de Blancos y Negros son un fragmento especial. La memoria no nos oye llegar, está de espaldas a los lectores en el país, la luz entra a chorros y la figura de Bolívar se debilita, se derrumba. Hay un claroscuro perfecto, los pelos se pueden poner de punta, hay que tener orejas despejadas, la mano que agarre la obra de Rosero deberá ser fuerte, porque ahí estará la imagen de la introspección.

Al menos en sentido estricto el pensamiento y la reflexión son necesarios en la lectura de esta novela. Se podría decir que es la denigrada memoria de un pueblo sin memoria. «Cuando no se tiene una memoria hay que inventarse una de papel». La ficción valdría por si sola como memoria escrita, por los carnavales de Blancos y Negros, donde la borrachera general y la alegría natural hacen de la ciudad de Pasto una ciudad Hedonista, a pesar del asecho del volcán Galeras.

La novela sucede en el tiempo de los carnavales de 1966, y paralelamente con el tiempo de la independencia en 1822. Hay un personaje femenino que, a nuestro entender, personifica y da vida a los carnavales: Primavera Pinzón, mujer bella y sensual, que muestra un erotismo salvaje y la sexualidad desenfrenada y eufórica de las fiestas. Se burla de su marido, ha tenido 16 amantes y el último es un general llamado Lorenzo Aipe. Los carnavales nacieron en 1607, día de libertad de los esclavos. En la ciudad de Pasto el día libre comenzó en 1854, cuando los Negros salieron a bailar a las calles y colorearon los rostros de sus amos con terror y descubrieron una epidermis igual a las suyas. En el año de 1926 empezó el jolgorio en la ciudad de Pasto, bajo la bandera de libertad durante un día, se celebraba pintándose las caras para esconder el rostro y convertirse en una multitud en la cual, todo el mundo bailaba y gritaba. Dice Evelio que bailaba el que no bailó nunca y amaba el que anduvo sin amor. Hoy es otro cuento.

En la novela todo comienza con una carroza, que se quiere hacer para burlarse del cacique del pueblo Furibundo Pita, que, además, tiene un gran parecido con Bolívar. Un artesano, Tulio Abril, desea hacer la carroza en la que Furibundo sobresalga en el desfile, se arma una disputa, hay una balacera y el doctor Justo Pastor aprovecha la broma ingeniosa para parodiar a Simón Bolívar. Una carroza, «la Carroza de Bolívar» que él no alcanza a ver, ni analizar en toda su magnitud. El doctor Proceso tiene en sus ratos libres la pasión de escribir y demostrar la auténtica biografía del mal llamado libertador. Los trebejos de los que se ve rodeado en la fiesta de los Inocentes y los cruces del carnaval, lo forjan a caer en ilusorios aspectos, todos se burlan de él y lo matan. La carroza es confiscada por el ejército y recuperada por los artesanos. La carroza da salida a la comedia y la farsa se convierte en algo fatal. Leamos: «Entonces la muchedumbre pareció empujarlo, contra el asno que giraba, y, cosa extraordinaria, también desde la otra orilla pareció empujar el asno sobre él. La muchedumbre los arropaba como agua oscura que se abre, hasta engullirlo —igual que otro juego de carnaval—». Hay aquí que pensar en el ejemplo de una vida como la del doctor Proceso, vale más por lo que gozó, que por lo que sufrió. Creer en un mito ha constituido un poder, querer otra mirada a los hechos históricos debería constituirse como otro poder, o mejor, un contrapoder. Cuidado que nos aplasta una estatua; desde que los historiadores contaron las andanzas de Simón Bolívar; el hombre colombiano conoce sólo el mito sobre la vida y el destino de un héroe, mas no de un pueblo. La novela se centra en episodios fatales para el pueblo Pastuso. La ficción del escritor colombiano es un trasunto moderno trasladando a la ciudad de Pasto el mito fundacional, y en sus capítulos se narran los episodios de una ciudad y las masacres de sus gentes. Pasto aniquilada por Bolívar. Evelio Rosero buscó una carroza para derrumbar un mito.

Es necesario leer las novelas de Evelio José Rosero, sobre todo los Almuerzos, Los Ejércitos y La Carroza de Bolívar, con esa mirada crítica e irónica que a veces nos falta a los Colombianos.
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* Antonio Arenas Berrío es escritor, cuentista, ensayista y filósofo. Correo–e: antonioarebe1@hotmail.com

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