Sociedad Cronopio

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Guerra

¿ES LA GUERRA UN PROGRESO?

Por Ramón Reig*

En España se está ahora terminando el curso universitario, en el mes de julio, que es cuando escribo estas líneas. Una de las materias que imparto en la Universidad de Sevilla es «Técnicas de Investigación Periodística», a alumnos de 5º de Periodismo o sea, alumnos que están a punto de salir a ejercer su profesión; si pueden y los dejan, porque la crisis se ha cebado con los jóvenes en general (el 51% de los jóvenes españoles está sin trabajo) y con el periodismo en particular (unos 5.000 despidos en España entre 2008 y 2012) y porque el periodismo libre ya apenas existe, debido a la concentración de poder.

Estoy leyendo reportajes en profundidad de mis alumnos de «Técnicas de Investigación Periodística». Ellos pueden escribir libremente del tema que les asigne o que consensuemos, ya jamás serán tan libres, en los medios de comunicación donde logren trabajar —si lo logran y no terminan en el paro o en cualquier otro oficio— ya no serán tan libres nunca, porque les marcarán el camino a seguir, a partir de intereses accionariales, publicitarios y políticos.

Una alumna y un alumno me presentan un texto en el que desarrollan una indagación en el mundo militar español, no en asuntos arcanos ni en secretos de Estado, sólo en lo que piensan y sienten algunos oficiales y soldados del ejército de la «madre patria», así como sus familiares y otras personas ajenas al ejército. Y me inspiran ideas que el reportaje no abarca, pero que yo deseo recoger aquí. Por cierto, los oficiales que responden a las encuestas de mis alumnos no ofrecen sus nombres por miedo a represalias aunque tienen asumido —eso afirman— que deben renunciar a sus derechos constitucionales de libertad de expresión y de sindicación. Todo Poder, si desea seguir siéndolo, debe someter al silencio y a la obediencia ciega a quienes están encargados de mantenerlo con la porra y el fusil y tiene la obligación de inculcarles que actúan por el bien de la patria y de la gente en general.

La citada estrategia persuasiva vale para Europa y Estados Unidos pero otros países, como Irán, Corea del Norte, China, Cuba, Venezuela, Siria o Rusia, estiman que igualmente es legal para ellos, si bien en occidente creemos que la verdad es la nuestra y que los demás son «el eje del mal» al que hay que llevar al buen camino, por las buenas o por las malas, en pro de sus pueblos oprimidos, como si la crisis actual no nos tuviera bastante oprimidos y sin dignidad a los ciudadanos occidentales…

Con todo, los pueblos que no sean «de occidente» poseen diverso grado de opresión en el catecismo occidental. Por ejemplo, la opresión del pueblo ruso —desde que Rusia tomó el buen camino— se supone que es menor que la del pueblo venezolano. Y a la guerra civil larvada que hay en México (con muchísimas más muertes de las que se anuncian) se le hace la vista gorda pero, ¡ay, si esa situación se diera en Cuba o en Bolivia! Con Uribe también se miraba para otro lado pero de Evo Morales se critica hasta el jersey que lleva o el color de su piel.

«MISIONES DE PAZ»

El Ejército de Tierra Español ha desplegado desde 1988 a 2012 más de 70.000 soldados en las llamadas misiones de paz, lo que ha supuesto un gasto de más de 35.000 millones de euros, derivados de la presencia de tropas en Bosnia–Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Afganistán, Irak… Sólo cito a España, nada, comparado con el poder militar desplegado por los Estados Unidos, Inglaterra o Francia en esos mismos lugares.

Ya sabemos de sobra que tras las misiones humanitarias se encuentran razones de Estado que a su vez responden a aspiraciones mercantiles. Si no fuera así, por ejemplo, ¿por qué iban los Estados Unidos a tener más interés en los «desarrapados» de los países árabes que en los casi cincuenta millones de pobres absolutos que malviven en su propio suelo? Por desgracia, en la especie humana, y más cuando hablamos de ansias mercantiles, la solidaridad existe bajo mínimos, lo que sucede es que el pensamiento mercantil cree que ayuda a los demás si se ayuda a sí mismo porque no hay nada mejor que el mercado y el mercado es lo menos malo, he aquí la filosofía que envuelve al mundo y la causa principal de la crisis en Europa, porque ese principio inmutable origina que los políticos se sometan a eso que se llama «los mercados»; que se arrodillen ante los Estados Unidos y que Europa sea, cada vez menos, esa Europa ilustrada y solidaria en la que el resto del mundo pueda mirarse.

Desde la óptica de ese pensamiento, la dinámica es lógica: si ha caído la URSS, si China sólo tiene de comunista el nombre, si Corea del Norte pasa hambre y sólo lanza bravuconadas, si los jóvenes del 15–M no piden en el fondo un cambio de sistema, porque ni siquiera saben lo que piden, y utilizan para su «lucha» unas herramientas puestas en sus manos por el mismo sistema al que critican, sin saber por dónde tirar, ¿por qué aguantar más a los jodidos comunistas, socialistas, ecologistas, críticos en general o lo que sea, si han ganado la batalla y tal vez la guerra? A privatizarlo todo, hasta el aire, si pudieran. Eso piensa el mercado y los políticos ayudan con el dinero público a los banqueros porque los creen los arios de nuestros días, una especie de raza superior que si se equivoca no es por su culpa sino por culpa de ellos, de los políticos. Y de la gente, que lo que quiere es vivir por encima de sus posibilidades, como si la educación desde pequeños enfocada a consumir y ser un super todo a base de personalismos destructivos no existiera.

LA GUERRA ES LA GUERRA

El mercado se abre y se defiende con la guerra, lo que sucede es que ahora, en este mundo de marketing, está feo decirlo. Es mejor hablar de misiones humanitarias. El poeta francés Baudelaire afirmó que la Iglesia, no pudiendo evitar el amor y el sexo, inventó el matrimonio. Pues parece que el ser humano, no pudiendo evitar matarse entre sí, inventó la Cruz Roja, las normativas para que las guerras sean civilizadas, los daños colaterales inevitables, la psicoterapia contra el estrés postraumático, los conflictos humanitarios…

Lo que sucede es que, a pesar de todo, parece como si fuéramos para atrás. En la Segunda Guerra Mundial murió el 5% de la población civil. Y ahora, ronda el 80%. Los papeles filtrados por Wikileaks nos hablan de 60.000 víctimas civiles sólo en Irak, 31 iraquíes muertos cada día del conflicto. Conclusión: hay que ingresar en las fuerzas armadas y trabajar en ellas, tenemos más probabilidades de sobrevivir como soldados que como civiles si estalla una guerra. Dentro de un par de generaciones, nadie se acordará de tantos miles de muertos (civiles y soldados) como no nos acordamos ya de los miles de muertos de las guerras del opio, por ejemplo. Lo importante es que el mercado estará por todas partes y podremos beber Coca–Cola a bordo de un carro chino o inglés, incluso indio, de la India. La guerra es la guerra, es una guerra santa pero estilo occidental.

¿SER PACIFISTA O DE IZQUIERDAS, ALTERNATIVO, ES SER «DÉBIL»?

Si están pensando ustedes a las alturas de este escrito que les estoy soltando el típico discurso antibélico y anti–mercado, van muy despistados. Miren, lo repetiré una vez más: una cosa es ser de izquierdas y otra ser pendejo, menso, gilipollas (con perdón por el lenguaje). Este discurso va, sobre todo, contra las posturas relativistas de la llamada izquierda o de los que se autodenominan «alternativos» y no son alternativos de nada que no sea de su propia vanidad y pose. El mercado y sus servidores están haciendo lo que deben. El capitalismo no tiene ya nada que aportar para el desarrollo esencial del ser humano, pero si comparamos sus formas de control con las formas de protesta de sus teóricos adversarios, comprobamos que quienes han construido otro mundo (de espectáculo y de dominio haciéndole creer a muchos que son libres) es el mercado; los de enfrente siguen predicando casi como en el siglo XIX.

Aunque no me gustan las guerras (como a muchos militares, pero qué van a hacer si no nos gobernamos —como especie— ni a nosotros mismos) he asumido el hecho de que lo que llamamos el progreso se ha alcanzado gracias a las guerras. Me gustaría que el mundo fuera como una película de Hollywood en la que siempre pasa lo que tiene que pasar pero el éxito de Hollywood se debe precisamente a la catarsis, la gente vive en virtual lo que quisiera vivir en la vida real.

La comunicación —que es lo que investigo— ha avanzado con la guerra, desde el telégrafo hasta Internet pasando por la radio y la televisión. Internet es un arma de guerra puesta en manos (no toda) de una parte de la población del planeta, con unos resultados para el Poder magníficos: la gente se comunica y se organiza, desde luego, pero por medio de una herramienta en la que deja su huella por todas partes, se «fichan» los ciudadanos ellos solitos para cualquier policía o servicio secreto y, a la vez, el usuario deja correr su vanidad produciendo no una nueva sociedad vertebrada, como afirman los apóstoles de lo que llamé en su momento ( 2001) «el éxtasis cibernético», sino una sociedad atomizada que nada en un inmenso océano llamado Red, donde hay mucha gente pero a su vez no hay nadie (de nuevo la «muchedumbre solitaria», como diría Riedman, el solitario acompañado por todos y por nadie, se puede afirmar). Internet es un océano de propiedad privada con complicidad pública que, por regla general, está en manos de los de siempre.

El yoísmo es ahora mayor que nunca, de lo único que tiene que preocuparse el Poder en nuestros días es de que cada cual tenga su blog y sus fotos en la Red, sin articulación social global ni base ideológica ni metodológica alguna. La gente debe sentir más que pensar, afirmaron ya Maquiavelo, Locke o Lippmann. Pues bien, ahora hay que añadir: la gente debe sentir y jugar en la Red, sin basamento cognitivo sincrónico alguno. Jugar es incluso lanzar proclamas «progresistas» o contestatarias, no ocurre nada mientras no se articulen a nivel planetario política y socialmente. El Poder es quien piensa y organiza por todos nosotros. Nosotros compramos sus productos a la vez que vendemos anti–neoliberalismo. No pasa nada, al revés, fortalecemos a ese neoliberalismo.

La guerra es un paso decisivo para lograr el dominio de los mercados y de la gente. Es así de doloroso. Todo lo que sirve a la guerra —es decir, a los mercados— es bueno para la ciencia, para la industria. El 20% de la población española está en paro (en algunas zonas de España, el 25%). No hay «revolución», hay jaleos de quienes venden progresismo pero todo está en el guión del mercado que prosigue su avance como si nada. Grecia ha sufrido numerosas huelgas generales pero la doctrina mercantil y mediática del FMI avanza, imparable.

Las 850 empresas que trabajan para el Ministerio de Defensa español sostienen 18.000 empleos directos y 50.000 indirectos. Díganles a esos trabajadores que se vayan a la calle porque nos hemos vuelto pacifistas. ¿Acaso los jóvenes que están en paro en España —millones— rechazarían un empleo en ese sector porque estén en contra de la guerra? Cuando en 1986 Felipe González les preguntó a los españoles si querían entrar en la OTAN le dijeron que sí pero, ¿saben dónde se dieron más sufragios a favor de la OTAN? En un pueblo llamado Rota (Cádiz, al sur de España) donde existe desde los años cincuenta del siglo XX una base militar fundada por los EEUU en colaboración con el general fascista Francisco Franco.

Soy un defensor del espíritu humano, de su capacidad creadora, y me da asco cuando el capital lo somete todo al negocio. Pero, desgraciadamente, es verdad: si quieres la paz, prepárate para la guerra. La mejor forma que tiene América Latina para hacerse respetar en el mundo y por sus vecinos gringos es formar no sólo alianzas comerciales sino militares, tipo OTAN que es parecida a la mafia pero en versión legal y políticamente correcta: si atacan a uno de la familia es como si atacaran a toda la familia. Así, tal vez se evitarían pucherazos como el que le dieron a López Obrador en México, o «asonadas democráticas» como la que ha sufrido Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay.

Me duele tener que escribir todo esto pero cuanto antes asumamos la realidad, será mucho mejor porque no quiero más Allendes predicando con toda su buena fe la buena nueva del socialismo mientras que, detrás suyo, había un Judas llamado Augusto Pinochet. Y que Judas me perdone porque él, a fin de cuentas, buscaba la independencia de su pueblo, sólo que no estaba de acuerdo con la estrategia de Jesús, sin que eso justifique lo que, según la tradición y la leyenda, hizo.
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* Ramón Reig es catedrático de Estructura de la Información y director del Departamento de Periodismo II de la Universidad de Sevilla (España). Doctor en Ciencias de la Información. Fundador y director del Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación (GREHCCO, www.grupo.us.es/grehcco) y de Ámbitos. Revista Internacional de Comunicación. Fundador y coordinador del programa internacional de doctorado «Comunicación y Cultura en la Sociedad de la Información» que se imparte en la Universidad Autónoma de Chihuahua y en la Universidad Modelo (Yucatán), ambas en México. Profesor invitado o visitante en diversas universidades de Latinoamérica y Estados Unidos. Entre sus libros figuran: El control de la comunicación de masas (1995), Madrid, Libertarias/Prodhufi; Los dueños del periodismo (2011), Barcelona, Gedisa y Todo Mercado (2011), Barcelona, Anthropos/Siglo XXI. Desde 1975 ha ejercido como periodista en diversos medios de comunicación en España: El Correo de Andalucía, Mundo Diario, Radio Cadena Española, Tierras del Sur, El Imparcial, Mundo Obrero, Cadena 80-Antena 3 Radio, Radio América, La Vanguardia, ABC, Diario 16 Andalucía, entre otros. Ha sido periodista institucional en la Federación de Empresarios del Metal (FEDEME) y en la Junta de Andalucía (Gobierno de Andalucía, comunidad autónoma al sur de España). Actualmente colabora en Diario Bahía de Cádiz, El Correo de Andalucía, Rebelión y Kaos en la Red.

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