Literatura Cronopio

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Tantas

TANTAS VECES

Por Jorge Martín Bocanegra*

«Gauna pagó otra “vuelta” de vermut, brindaron por tiempos mejores
y se encaminaron a la casa del doctor Valerga.»
(El sueño de los Héroes. Adolfo Bioy Casares)

Estaban las televisoras y sus estrellas, sus ruidos de fiesta, sus llantos de velorio, sus tragedias con fondos bien retratados. Estaban las radios con sus voces roncas gritando, sus comerciales musicalizados, sus programas serios con gran mentira y locura disimulada. Estaban los periódicos llenos de fotografías, con atletas llenos de alegría, llenos de emoción, con anuncios comerciales, con titulares que hacían ver el desorden de las cosas…

Del otro lado estaban los vagabundos, los poetas endemoniados, los filósofos descompuestos del estómago, los estúpidos guaruras de los poderosos, los científicos de la realidad, la realidad de los incautos, la farsa de la globalización, las guerras…

La enumeración continuaría hasta el absurdo de caerse idiotas de cansancio y nada de que todo termina en…

Estarían los serios profesores de gramática rompiéndonos los dedos por tantas faltas ortográficas, estarían echándonos el insultante grito porque no habíamos cerrado correctamente la idea principal del párrafo, porque habíamos confundido inglés con ingles y el cómo por como y esto sin contar la confusión de tiempos verbales y el escalofriante abuso del yo y este…

Del otro lado estarían los niños jugando al balompié, en la calle o en el llano, estarían riendo, corriendo, llorando del dolor que se les ha hecho en el tobillo izquierdo, en ambos codos (((era un portero de vocación a prueba de piedras))), estarían las madres persiguiendo a los niños por todo el barrio con una tabla porque no habían hecho la tarea, porque no habían arreglado la cama, porque habían sacado sin permiso del hermano mayor la revista pornográfica…

Esto podía darse así, pudo darse así en la ciudad, en el salón de clases, en el barrrio, en la calle más angosta, en la vecindad, en el complejo de apartamentos, en el salón del estilista o del peluquero, en la sala de mi hermana y de mi tía y de otros parientes que no cuentan en todo este paquete de agujas y agujeros abiertos en la página por tanta borradura y tachón y por tantas veces como…

Pero adentro de la cabeza, adentro de la boca más apretada, adentro de la mirada del Guapo Bens —nuestro profesor de Antropología Estructural—, adentro del cuento que tiró mi abuelo en la cantina donde acostumbraba emborracharse, adentro del cajón de mi otro abuelo, que no era escritor ni borracho ni oveja negra, estaba un pozo lleno de inquietudes, un pozo lleno de esperanzas, un pozo lleno de sueños, un pozo lleno de futuros mejores que el pasado más dorado o más querido…

Tan sólo es eso y ha sido eso, entre tantas veces tanto, un presente que se colma de pozos y de agujeros, que se colma hasta de lo menos esperado y que aparece hasta muy tarde, ya no en pozo ni en nada que haga imaginable lo recóndito, lo de muy lejos, tan lejos como lo más alejado del presente mismo en que se ofrece, como siempre, la idea misma que hace pensar o sospechar la existencia de lo misterioso, el cual está siempre —el misterio, por supuesto— del lado mismo del presente pero de otro modo, de un modo que…

A pesar de la mala política en que nos traían y nos traen ahorcados los alcaldes y gobernadores, el presidente y sus amigos, los senadores, los diputados y toda la demás caterva de ladrones y corruptos, existía y existe la posibilidad de continuar con la vida por otros rumbos menos cargados de etiquetas y de ofertas, menos preocupados por la paridad del dólar y por el precio del crudo en Arabia o en otras zonas petroleras, menos enterados de la hora en que abren o cierran la bolsa de Londres, la bolsa de Tokio, la de Nueva York, menos histéricos porque la selección de fútbol de Brasil no había ganado el oro en las olimpiadas de Londres 2012, menos alocados porque Carlos Fuentes murió sin haber recibido el nobel de literatura, menos tristes porque las calles estaban cada vez más intransitables por la cantidad de carros, menos indiferentes tras de saber que la evolución es pérdida, es descompostura, es deformación, es accidente, es caos de voces ignorándose, es todos los tiempos gramaticales en los verbos y en todos los modos posibles a más no poder…

O también, si del menos pasábamos al más, la evolución también podría ser aparición de lo incomprensible, podría ser cruda novedad, desafinación, síncopa, atonalidad y serie anómala, o también podría ser olvido y creación de otra memoria, helada incertidumbre, efímera belleza de muerte, locura intratable, poema sinfónico, novela polifónica, danza de la realidad más recóndita, podría ser pintura viva, escultura viva, cuento irreal, música onírica…

Pero ya luego de tanta suspensión, como quien dice, regresando al patio en que habíamos estado gastándonos la tarde de ese sábado, soltando improperios contra todos aquellos personajes de la televisión y el radio y los periódicos que nada sabían de nuestra existencia, dejando aparte la anécdota del cómo había ido llegando la noche y nosotros bebe que bebe una cerveza y otra cerveza y luego, como ha ocurrido en tantas ocasiones en que es el primer sábado de una larga quincena de vacaciones, pasamos de la cerveza estrella o sol o negra modelo al tequila o al ron, pero no al brandy ni al vodka, pasamos a la sala y pusimos un disco de aquellos que nos hacen hablar de otro modo, de un modo que parece que estamos despidiéndonos de la vida, mientras que al otro lado de la casa estarían los otros vecinos gritando los goles de su equipo que iba ganando, pero nosotros, con la cabeza llena de inquietudes, oyendo cómo «se va la vida como la mugre en el lavadero» (en el estereofónico estaba cantando León Chávez Teixeiro), oyendo cómo el camarada amigo se acababa de acordar otra vez del profesor de Antropología Estructural (el Guapo Bens) y lo citaría con aquello de que «las lenguas son nuestros verdaderos dioses: poseen la virtud de la omnipresencia; son nuestra verdadera realidad: poseen la fuerza que nos ampara ante lo innombrable» y nosotros rompiéndonos de risa porque ya estábamos borrachos y de nada servía saber que las lenguas mueren y seguirán muriendo, de nada servía a esa hora recordar al Guapo Bens ni a Carlos Fuentes que acababa de morir y tampoco de nada servía…

Pero antes, como todos los antes que preceden a las efectivas figuras que se muestran en su dimensión de ser tiempo y espacio, había sonado el celular esa tarde, como a eso de las tres y media, y había dicho el camarada amigo Alfonso Esteban: «Oye Mario Vargas, en casa tengo una hielera completita con latas de cerveza; vendrán Enrique Macías, el Loco Efrén y su novia Sandra, y tú y tu mujer, si se animan…»

Y quien había empezado el cuento era Alfonso Esteban. Enrique Macías, como casi siempre, sólo pintaba una sonrisa en medio de su espesa barba, y nada decía o en absoluto reaccionaba sobre todo eso que habíamos estado cuestionando…

«Adentro de mí sólo hay música y poesía», había dicho aquella vez Enrique Macías, después de haber recibido un premio nacional de poesía, «la política y las batallas ideológicas se las dejo a los prosistas».

La noche había entrado ya con toda su negrura en nuestro cuerpo. Fue así que el Loco Efrén y su novia Sandra habían sido los primeros en retirarse. Nada más quedábamos Enrique Macías, mi mujer, Alfonso Esteban y su mujer, y yo. Fue precisamente tras poner Alfonso Esteban en el estereofónico a José Alfredo Jiménez (((Deja que salga la luna…))), que mi mujer me dio un pellizco como clara señal de que ya era hora de largarnos o de lo contrario era de esperarse que…

Y nos fuimos, con todo nuestro adentro apagado de noticias y de catástrofes, apartados de la evolución y de la muerte de las lenguas, ajenos al porvenir de tanta tecnología, pero tan ciertos, tan llenos de cansancio y de una borrachera que…
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*Jorge Martín Bocanegra es originario de Guadalajara, Jalisco, México. Estudió música en la Universidad de Guadalajara, y en esta misma casa de estudios, obtuvo el título de Licenciado en Letras Hispanoamericanas, con la tesis «Apostiullas a la Consagración de la primavera, de Alejo Carpentier». Se doctoró en Filología Hispánica en la Universidad de Córdoba, España. Actualmente reside en Austin, Texas. Se desempeña como Lecturer en la Universidad de Texas, en Austin. En Departamento de Español y Portugués imparte cursos de Gramática Avanzada y de Lingüística. Ha publicado los siguientes títulos literarios: Lateralidades (relatos; 1997, Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco), Umbrales y paisajes (relatos; 2006, H. Ayuntamiento de Guadalajara / Arlequín) Nubes alas destrozo (novela corta; 2006, Editorial Humo) Ámbar (novela corta; 2008, Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco) Tres voces distintas y una coda (poemario, 2011; Tinta Nueva, México). También ha publicado artículos académicos y colaborado en libros colectivos en el campo del Análisis Crítico del Discurso.  Durante varios años mantuvo las siguientes columnas periodísticas: «Agua de sol» : 1994—1997(El Financiero, edición Jalico), «Errancias», 1997—2001 (Suplemento Cultural, «La cultura en Occidente», del diario El Occidental). En este mismo suplemento,además, fue el encargado de la sección de música. Actualmente, mantiene un blog Instantario: https://bocanegra60instantario.blogspot.com en el que va publicando trabajos poéticos, breves ensayos y narraciones.

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