EL SALARIO MÍNIMO: UNA DISCUSIÓN ESTÉRIL, PERO SENSIBLE
Por Marcel Hofstetter Gascón*
El reajuste del salario mínimo para 2011, generó una de las situaciones más atípicas de la historia reciente de nuestro país. El 30 de diciembre de 2010 el Gobierno Nacional determina por decreto el reajuste del salario mínimo, luego de que fracasara la mesa de concertación. Días después, frente a un dato inesperado de inflación, en un hecho sin precedentes, el Presidente Santos ordenó a los ministros de Hacienda y de la Protección Social, modificar a 4% el incremento para el salario mínimo. El mencionado reajuste se convirtió en el primer error notorio de la nueva administración. Al enviar dos señales en pocos días, el Gobierno dio la impresión de improvisar en asuntos que hacen parte de la institucionalidad del buen gobierno.
La reflexión de fondo gira alrededor de la importancia del reajuste del salario mínimo como motor de crecimiento económico. En la visión del empresario, incrementos bajos en la remuneración factor trabajo, reducen los costos de producción y favorecen en consecuencia la generación de utilidades, principal objetivo de la actividad empresarial. El argumento de los trabajadores por su parte, consiste en reclamar altos salarios que estimulen el nivel de vida de la sociedad. Estas dos visiones se enfrentan año a año buscando una cifra mágica que permita equilibrar posturas claramente antagónicas. El rango de cifras sensatas de acuerdo oscilan entre el 2% y el 5%, valores que bajo ninguna circunstancia afectarán de manera sensible los ingresos de empresarios y trabajadores, y por lo tanto, tampoco tendrán la capacidad de transformar la actividad económica de un país. En ese orden de ideas, a pesar de ser un tema sensible, la discusión pierde relevancia como instrumento de política pública.
Colombia, como cualquier país de la región, tiene el doble reto de generar una gran cantidad de empleos que le permitan reducir la tasa de desempleo a niveles cercanos al 5%, con remuneraciones varias veces superior a las actuales. Esto sólo se puede lograr con avances significativos en productividad. Si cada trabajador colombiano duplicara su producido, habría espacio para incrementos superiores a los dos dígitos en la retribución económica. ¿Cómo lograrlo?
Los tres sectores involucrados directamente en la promoción de la productividad y la competitividad, son la infraestructura, la educación, y la creatividad. Colombia ha experimentado a lo largo de su historia un rezago estructural en obras de infraestructura, encareciendo de manera abrupta el valor de de los principales productos de exportación. El actual gobierno tiene a la infraestructura vial, férrea, portuaria y aérea como uno de sus pilares, al identificarla como una de las cinco locomotoras. Dotar al país de obras de infraestructura a la vanguardia del siglo XXI es una condición necesaria para la creación de actividad económica sostenida.
En educación el reto no es menor. Gran parte de los bachilleres no pueden acceder a estudios de educación superior, bien sea por restricciones económicas o por falta de cupos en la educación pública. El país debe dar un giro, y corregir esta marginación que conlleva la privatización del conocimiento dominada por ciertos grupos de poder. La educación, en su concepción básica un bien público, y por lo tanto debe estar al alcance de cada joven. Esto permitiría el concurso de más profesionales en la solución de los grandes conflictos de nuestra sociedad.
Finalmente, la creatividad es un elemento vital en el progreso de los países, al mejorar los procesos productivos actuales, y permitir la elaboración de nuevos bienes y servicios que satisfagan una demanda creciente. La innovación es un factor de formación de riqueza que debe fomentarse a lo largo y ancho de la cadena productiva.
La discusión anual por el ajuste del salario mínimo debe ceder a una mesa de seguimiento a la productividad y sus determinantes con carácter trimestral. En la medida que todos los actores comprendan los determinantes del salario, habrá una presión social en la búsqueda de una mejor educación, una infraestructura con tecnología de punta y políticas empresariales que incentiven la creatividad.
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* Marcel Hofstetter Gascón es Director del Programa de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de La Sabana.