CHOKÚ
Por Vicente Antonio Vásquez Bonilla*
En una oportunidad visité la bella metrópoli de Panamá y después de recorrer la ciudad vieja, la parte moderna y naturalmente, las ineludibles esclusas de Miraflores en el conocido Canal interoceánico, decidí, con espíritu de aventurero, adentrarme en el interior del país. Me llamó la atención la Provincia de Darién, y la escogí por ser la más grande. En esa comarca falta por construir un trecho de la Carretera Panamericana, la que ya terminada en su totalidad, iría sin interrupción, desde Alaska hasta Argentina. Por dicha carencia se le conoce con el nombre del Tapón del Darién y por su relativo aislamiento, aún conserva muchas de las cualidades del continente virgen. Entre otras cosas, me llamaba la atención la variedad de flora de la región, que a no dudar contaría con gran surtido de deliciosos platillos vegetarianos, los que son recomendables por sanos.
Tomé el vuelo de ciudad de Panamá a Jaqué, un pequeño aeropuerto cerca de la frontera con Colombia. El avión llevaba a varios pasajeros famosos, algunos de ellos, artistas de cine y por tal razón, los reconocí de inmediato. Ahí iban Lassie, una perra Collie, que se considera la can más famosa del mundo; Rin tin tin, pastor alemán de pura cepa y otro perro de la misma raza, conocido como El Comisario Rex, estrella europea de una popular serie policíaca. Supongo que la mayoría de ustedes los conocen, pues no dudo que a todos les gusta la televisión. Además, viajaban varios miembros de un equipo cinematográfico. Pues en la región estaban filmando una película de aventuras con la participación simultánea de las tres estrellas mencionadas.
El vuelo inició de forma normal, pero a medio camino, ya sobre la provincia de Darién, la nave aérea perdió comunicación radial y sufrió desperfectos que la obligaron a efectuar un aterrizaje forzoso en un claro que, providencialmente, estuvo al alcance de los hábiles pilotos.
Nadie sabía en qué lugar estábamos, ni qué rumbo tomar para llegar al más cercano poblado. Sin embargo, uno de los pasajeros, un perro mestizo y a todas luces, sin pedigrí, quien hasta ese momento había permanecido callado y sólo observando, dijo de pronto:
—Yo sé en dónde estamos y cómo llegar a un lugar poblado —todas las miradas convergieron sobre él—. Pertenezco a la tribu de los Chocoes y comercio con los Kunas, con los Guaymíes y con los colonos blancos. La selva es mi hogar y conozco todos sus secretos.
—¡Qué bueno! —Dijo el Capitán, un mico araña, con muchas horas de vuelo, mientras que todos, con gestos y palabras mostraban su alegría—. Sáquenos de aquí y será recompensado.
El hasta entonces discreto perro se subió sobre el tronco de un árbol caído y habló con autoridad.
—Mi nombre es Chokú. Como ya oyeron, pertenezco a la tribu de los Chocoes y conozco la región como mi propia casa. No sé quiénes sean ustedes, ni me interesa saberlo, porque en este momento no tiene importancia. Usted, por ejemplo —señaló a alguien al azar—, puede ser rey o presidente. Y lo será, pero en su país o en su despacho. Aquí, es un pasajero perdido como todos los demás. Sepan que en esta región operan varias pandillas de coyotes y que sin miramientos de ninguna clase siembran el terror entre los seres que se aventuran por estos lares.
El silencio se apoderó del grupo.
—Yo los voy a conducir a lugar seguro, pero deben obedecer mi voz con presteza y sin chistar. Sólo así sobreviviremos. Que quede claro que éste no es un juego. Nuestra seguridad y nuestras vidas dependen de ello. De no ser así, no me comprometo a nada y que cada quién luche por su lado. ¿Están de acuerdo?
Los náufragos del cielo se veían entre sí y uno a uno fue accediendo. No les quedaba de otra. Era cierto que dentro de ellos había tres héroes mundialmente reconocidos, pero sólo eran héroes de ficción y en ese lugar la realidad se imponía.
Quedé complacido, al ver la actitud de Chokú. Podía ser un perro corriente, sin trayectoria heroica, pero a todas luces, tenía madera de líder. Había dominado la situación, ganado la obediencia del grupo y, lo principal, su confianza. En ese momento me sentí el individuo más protegido del mundo y la tranquilidad anidó en mí.
El recién aceptado jefe y guía nos reunió a todos, nos instruyó sobre la manera de sobrevivir a las inclemencias del tiempo, a la forma de suplir los alimentos tradicionales y nos dio indicaciones precisas para movernos y pasar desapercibidos ante los ojos de los potenciales enemigos. Luego, iniciamos la marcha en busca de la civilización. Caminamos por dos o tres horas y de repente, Chokú hizo las señales silenciosas convenidas para detenernos y ocultarnos. Todos obedecimos las órdenes con rapidez, de acuerdo a las instrucciones previas.
—Muy bien —dijo el líder—. Esta vez fue una práctica y estoy complacido por los resultados. Pero que quede claro que este ejercicio no se volverá a repetir, porque no quiero que se atengan y me pase lo que le sucedió al protagonista del cuento Pedrito y el lobo. La selva puede ser nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga. A cada paso hay peligros y delaciones. Se pueden escuchar ruidos, pero también los silencios. Por ejemplo, una repentina bolsa de silencio, indica que seres ajenos al entorno ingresaron a ese espacio y que sus moradores habituales están a la expectativa de un eventual peligro. O puede suceder lo contrario y un griterío anunciar una invasión no deseada. De esa manera los conocedores de la jungla, pueden detectar la presencia de extraños, en este caso, la presencia nuestra.
Todos los miembros del grupo reafirmamos nuestra confianza en el líder, colaboramos y obedecimos en todo momento. De esa suerte, después de largos días de penosa marcha y varias peripecias que resultaría largo enumerar y en las que se jugó varias veces, con éxito, al ratón y al gato con las pandillas de coyotes y otros peligrosos depredadores, llegamos a un sendero en donde se veían las inequívocas huellas del ser humano. Antes de llegar a un recodo del camino, el jefe nos marcó el alto y dijo:
—Nuestra odisea ha terminado. Al doblar esa curva que ven, está el poblado en donde los auxiliarán. ¡Les deseo suerte!
Y de inmediato, sin esperar agradecimientos o emotivas despedidas, Chokú se internó en la espesura y como fantasma que huye de la luz del día, desapareció. Pero gracias a él habíamos salvado el pellejo.
En una oportunidad, durante el trayecto, Chokú, quien me veía con simpatía y confianza, sintiendo la necesidad de contar con un confidente, me dijo. —Al igual que tú, yo sé quiénes son esas estrellas del celuloide, pues también voy al cine, pero me niego a reconocerlos públicamente, porque con seguridad esperarían trato especial o algún tipo de granjería. Nuestra situación no está para distinciones de ninguna especie, aquí todos actuamos al unísono o corremos el riesgo de morir—. Su confidencia me halagó y aumentó mi respeto por él, y como ven, no me equivoqué.
FIN
«El liderazgo es una cualidad deseable y muy apreciada en todo tiempo y lugar, principalmente en momentos de peligro o necesidad. El líder a través de su conducta influye con su entusiasmo sobre el comportamiento de otras personas en el logro de objetivos comunes; entre otras características que lo distinguen, podemos señalar que, lleva la iniciativa, adquiere responsabilidades, motiva y apoya a sus seguidores».
«Se puede definir al liderazgo como una cierta capacidad de transformar una visión en realidad».
(Warren Gamaliel Bennis. USA 1925-2014)
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* Vicente Antonio Vásquez Bonilla (Guatemala, 1939) ha publicado seis libros de cuentos y una novela, ha obtenido varios premios literarios a nivel nacional, participado en varias antologías a nivel internacional y publicado en revistas, entre las que se pueden mencionar: Revista Maga, Panamá; Revista Camagua, España; Revista La Ermita, Guatemala; y en periódicos, tales como: El Heraldo de Chiapas, México; Siglo XXI, Guatemala; Diario Noticias, Perú. Correo–e: chentevasquez@hotmail.com
Excelente cuentísta. Me hizo adentrarme en la selva y apreciar al líder por sus desiciones !