IRONÍA Y CINE POLÍTICO: LA CORTINA DE HUMO DE M. NICHOLS Y LA GUERRA DE CHARLY WILSON DE BARRY LEVINSON
Por Ramón Pérez Parejo*
Cuatro de los mejores actores de Hollywood de los últimos treinta años (Robert de Niro y Dustin Hoffman en la primera; Tom Hanks y Philip Seymour Hoffmann en la segunda) han participado en estas dos películas ¿Es casualidad? No, en absoluto, mucho menos si observamos el bajo presupuesto de las producciones, lo que hace pensar en una rebaja de los honorarios de los actores, que han caído subyugados a los encantos de unos buenos guiones en manos de dos directores contrastados en la mejor comedia de los últimos 50 años, Barry Levinson y Mike Nichols, ya saben, éste último el director de El graduado, Armas de mujer, Una jaula de grillos o Closer.
Y a eso vamos, a la historia, porque en este tipo de películas es lo que nos interesa, la historia, y cómo ésta está contada.
Pienso que el componente más interesante de las dos películas es el humor, concretamente el humor irónico que atraviesa los dos filmes. Lejos de El político de Robert Rossen, lejos de Los hombres del presidente de Pakula, o lejos de JFK de Oliver Stone (otras tres grandes películas políticas), estas se apoyan en un punto de vista irónico que, a mi juicio, las hace más modernas o posmodernas, más acordes a su tiempo.
La ironía, al hacer funcionar el sentido disémicamente desestabilizando el significado literal, ha sido calificada por autores como Pere Ballart, Sánchez Pardo o César Nicolás como un rasgo distintivo de la modernidad literaria desde el Romanticismo. También se ha relacionado con la terminación de causas absolutas, es decir, un cierto desencanto del mundo, una posición de distanciamiento y desdramatización. De paso, la ironía hace reconocer el ingenio de su creador y la capacidad del receptor al reconocer el juego semántico. La ironía se convierte así en mucho más que un rasgo de estilo, presupone la presencia de una forma crítica de percibir la realidad, la presencia de un autor artífice, un autor que articula el contenido en un sentido distinto al expresado.
Todo este discurso lo encontramos implícito en las películas de Barry Levinson y Mike Nichols. El punto de vista irónico proporciona a estas cintas una desdramatización de los acontecimientos que narra, lo que a su vez genera un deliberado efecto de distanciamiento del espectador. No busca el compromiso, no busca la adhesión del espectador ante una injusticia; no, busca otro tipo adhesión, en este caso una adhesión intelectual de quien sabe que poco a nada puede hacerse ante la maquinaria de la guerra, ante sus ocultos razonamientos, sus crueles lógicas. Pero no puede resistirse a denunciarlas, de modo que opta por un tipo de visión que espera que sea más efectiva.
En las dos películas la ironía opera de manera distinta. En La Cortina de humo se nos presenta una acción que a todas luces es irreal, lo que en lingüística llamaríamos una condicional hipotética imposible en el pasado, pues que sepamos el estado de Albania no ha mantenido con los Estados Unidos ninguna guerra en el pasado. Se trata, eso sí, de uno de los pocos países del planeta que no lo han hecho. Lo que ocurre es que esa acción inventada no resulta inverosímil, pues se limita a distorsionar o exagerar acciones políticas reconocibles del gobierno norteamericano y de otros gobiernos, esto es, distraer a la atención pública con un conflicto internacional cuando la política interior está peor que mal. Se me vienen a la cabeza decenas de ejemplos, desde la Guerra de las Malvinas a algunos enfrentamientos de España con Portugal pasando por la creación de eso que se llamó “El eje del Mal”, en inglés axis of evil), expresión acuñada por George W. Bush en su discurso del estado de la Unión el 29 de enero de 2002, según ojeo en wikipedia.
En cambio, en La Guerra de Charly Wilson la ironía trabaja de otra forma. Lo que se nos presenta es una historia con forma tradicional de biografía, la cámara siempre detrás de un personaje eminentemente principal magníficamente interpretado (como siempre) por ese monstruo que es Tom Hanks. Lo que se cuenta es lo que se cuenta, es decir, lo que pasó, pero el narrador opta por no presentarlo de forma seria, objetiva, naturalista o descarnada ¿Por qué? A mi juicio, si lo hubiera presentado de forma seria y trascendental hubiese constituido un fiasco; y no es porque lo que cuente no tenga importancia. Todo lo contrario: desvela la (salvaje, inhumana) política de mercado de armas del gobierno de los Estados Unidos, las claves de la sorprendente victoria de los talibanes afganos sobre el ejército soviético, las extrañas e interesadas alianzas de EE.UU en la región, los despropósitos de la política exterior norteamericana y, por último, adelanta las claves de la semilla terrorista de origen islámico que se volvería contra los Estados Unidos después de que los propios norteamericanos entrenaran y armaran hasta los dientes a los talibanes. Total, nada.
Ha habido muchas películas que han denunciado este tipo de cosas o parecidas de forma seria, trascendental y objetiva, la última quizá Leones y corderos de R. Reford, pero no han solucionado nada. Tampoco lo han hecho los documentales ni los libros de historia. Ante este fenómeno, estos y otros directores, ya desde el propio Coppola en Apocalipsis now, optan por una perspectiva distorsionada, hiperbólica (Coppola) o irónica, como es el caso de los dos directores que nos ocupan, los cuales parecen decir, entre líneas, que o nos lo tomamos con un poco de frivolidad, como si no fuera con nosotros, o directamente es para plantearse la anarquía.
Paradójicamente, este tipo de distorsiones a través de la ironía funcionan mejor en el imaginario colectivo que la proyección objetivista de los acontecimientos. Estas películas han calado más en los aficionados al cine que Leones y corderos, por ejemplo, lo mismo que La vaquilla de Berlanga es la mejor película de guerra del cine español y la que mejor ha reflejado el sinsentido de la guerra desde la ironía y la gracia.
A base de desdramatizar bajo unas formas amables, la ironía consigue en muchas ocasiones el efecto contrario, acentuar la gravedad de los hechos y ridiculizar hasta el extremo prácticas políticas deleznables. Ahí es precisamente donde radica la aportación de estas dos películas políticas sobre la guerra.
Otro día hablaremos de En tierra de nadie, la última gran película de guerra que aporta algo nuevo al género. Y no me refiero sólo a las impactantes escenas de los desactivadores de bombas en acción, sino a esa vuelta de tuerca que constituye el “héroe” bélico en esta cinta. Un héroe que no lucha por su patria, ni siquiera por su escuadrón, sino por él mismo, porque sólo las acciones bélicas le proporcionan adrenalina, sólo la guerra le hace sentir vivo.
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* Ramón Pérez Parejo. Licenciado y Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura. Master en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera por la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid. Funcionario de carrera de enseñanza secundaria como profesor de Lengua castellana y Literatura. Trabajó como profesor de enseñanzas medias durante 16 años en distintos destinos de Extremadura. En la actualidad es profesor de Didáctica de la Lengua en la Facultad de Formación de Profesorado de la Universidad de Extremadura. Ha publicado, entre otros, Metapoesía y crítica del lenguaje (De la generación de los 50 a los novísimos), Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 2002; también el libro Metapoesía y ficción: claves de una renovación poética, Madrid, Visor, 2007; Catálogo para el estudio de la educación primaria en la provincia de Badajoz en la segunda mitad del siglo XIX, Badajoz, Diputación Provincial, 2010; Catálogo para el estudio de la educación primaria en la provincia de Cáceres en la segunda mitad del siglo XIX, Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Uex, 2013 y varios artículos sobre poesía contemporánea en Ínsula, en Revista de Literatura del C.S.I.C., en Espaço/Espacio escrito, en Espéculo, Almiar, Anuario de Estudios Filológicos, Lenguaje y textos, etc. Ha cursado conferencias sobre literatura española en Brasil, Alemania, Italia y Portugal.