Acronopismos y otras delicatessen Cronopio

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olores prohibidos

huele tanto que todo lo que huele
se hace ampolla en la sangre
se hace un hueco
se hace lengua podrida en el deseo
y en el delirio también se hacen desechos….

y entre más el olor se hace sustancia
se desborda y se riega, nos devora
más intenso el deseo todo entrega
arrastrando su carne, su esqueleto
salpicando mordiscos, mierda, huesos…

y el deseo se pudre, quema, apesta,
y el delirio se arrastra como un muerto
al silencio una llaga lo consume
y el olor son gusanos, son más muertos…

y también son sus besos que se pudren
y sus pechos que huelen como el tiempo
huele a podrido su sexo, un hueco abierto
y sus pies huelen tanto que el silencio
vomita y se relame y queda abierto…

y yo que cada vez estoy más cerca
metido de cabeza, todo adentro
la lengua, mi mirada, mi silencio
oliendo lo que puedo, como el viento
y entre más el olor se pudre, apesta
abre otra herida, otro hueco, otro silencio
el placer se hace forma, se hace vida
se llena hasta la madre de desechos
hambriento de otro olor, huecos, lamentos…

huele a perro, huele a axila, huele a diablo
huele como me duele el infinito
y es tanto lo que huele que vomito
y su hedor en mi boca es un delito
una cosa que trago y que digiero
como se traga y se pudre un agujero…

Lo que a ella le gusta…

a mi mujer le gusta que le susurre palabras malolientes al oído… y se las digo a cada instante, las repito, las desmorono y arrastro, me castigo… aprovechando que pide y pide tanto que la lengua se pierde en el camino y se queda dormida en lo podrido…

no me pidan que escriba lo que digo
nada recuerdo cuando se lo digo
y si lo digo es tan solo porque en ella
cada palabra que digo es el olvido…

a mi mujer le gusta que le diga palabras malolientes al oído…

lo que sí puedo decir es que sus ojos
sangran en el oído lo que digo
dos huecos purulentos que me ahogan
el aire que respiro es mi castigo…

a mi mujer le gusta que le grite palabras malolientes al oído…

palabras que no son, yo se las digo
las palabras que faltan, le repito
otra lengua, otro hueco, otro podrido
su boca es un paquete de intestinos…

a mi mujer le gusta que le cante palabras malolientes al oído…

y si callo las palabras que le digo
o las mando al pudridero del destino
ella clava sus uñas si no digo
y escribe en el vacío lo que digo…

a mi mujer le gusta que le lea palabras malolientes al oído…

y una vez las palabras ya se han ido
de boca en boca los huecos hacen nido
cuatro patas en tierra yo le digo
y el hueco de su forma es contenido…

a mi mujer le gusta que le escriba palabras malolientes al oído…

golpe a golpe entonces en el viento
las heridas dibujan lo que digo
solo recuerdo en el hueco purulento
una hoguera que quema cuando escribo…

a mi mujer le gusta que le murmure palabras malolientes al oído…

de rodillas

la mayoría del tiempo en aquel internado del que ya no me queda ni una sola sombra en las uñas y ni tan solo un desvarío, la pasé de rodillas implorando algo que no sabía… algo que nunca tuve y no tenía…

esperaba que al menos una sílaba se me quemara en el oído cada vez más indiferente, o que una mano pródiga me acariciara los cabellos una vez el sueño de la espera me hubiese vencido, tocado bien adentro, consumido…

tanto tiempo estuve de rodillas frente a mi nada que cuando no lo estaba, todavía lo estaba y siempre, aunque no lo estuviera ni fuera, lo era y lo sufriera…

de rodillas con la cabeza inclinada y esa extraña sensación de que a cada instante la mano generosa del desconocido que esperamos se levante y corte la cuerda y que la agonía logre pronunciar de una vez por todas su última sílaba…

de rodillas supe un día que la tierra me basta y que las cargas que llevo no son mías y que nunca lo fueron… nos probamos mil trajes y finalmente nos vamos de la tienda con un traje hecho a la medida de todos…

de rodillas desparecieron los extremos y las orillas y los caminos que se cruzan y te nombran, y el asombro que se pudre en el silencio y los ojos en blanco, y las manchas de día que regresa, las heridas del tiempo…

después con el tiempo que sigue merodeando como una mosca en el mismo hueso, sin haberme hecho ninguna promesa y sin haber cumplido ninguna de las que me hice, te encontré a ti a la altura de mis rodillas cada vez más fieles a la tierra maltratada que no se cansa de verlas nacer y crecer y renacer…

el amanecer insiste en abandonar su prisión -también de rodillas, tras el delirio de un sueño aun sin soñador y sin amanecer… un sueño que se abre como una boca enamorada… un amanecer que se mete de lleno en las heridas y se hace también boca que enamora…

 

estaba sentada, completamente desnuda en el borde de la cama las piernas bien abiertas y entregadas como si una mano generosa las hubiese dejado amarradas a la fuente inagotable de la soledad… a la espera de una sola caricia, estaban… de un roce sin tiempo… del golpe que se le cae al a mirada y se hace gota de lluvia, se hace hoguera, se hace luz…

esperando que los hechos se desbordaran en alguna de las páginas y otra vez una mano generosa se nos enrede en los cabellos… haga con el silencio lo que puede, y al delirio lo queme y lo haga luz…

de rodillas me acerqué convencido de ser la víctima propicia a su consagración y a su espanto… me acerqué tanto y a ciegas que mis labios chocaron con los labios de su sexo entreabierto todavía a las puertas del amanecer y salpicado de luz…

Y ahí me quedé para siempre de rodillas, iluminado, consumido, desflorado, la mirada perdida en el delirio, cerrado o bien abierto, desangrado, sin tiempo y sin orillas, recogiendo los frutos que un día yo soné que había soñado…

merienda

una vez se sentaba en el retrete
y el chorro interminable
daba vida a las aguas en reposo
la casa entera se iba a pique
y la mirada apenas en vilo
de los transeúntes
víctimas del asombro
en la ventana
se nos pudre y se nos pierde
en el abismo…

inclinada sin apenas las piernas
casi en vilo
casi más allá de su encanto
su extravío
se quedaba allí horas y horas
como quien busca su rostro
en un hueco sin fondo
y las aguas que sus ojos enamoran
y el culo abierto
hasta lo más íntimo de mis pupilas
hecho una boca enamorada
de bruces y a los pies
del infinito…

se sentaba a la mesa desnuda
y sin palabras
y sus tetas caían y escapaban
indiferentes a la superficie
como un cristal fino que de súbito
hecha a rodar
y se cae
y se rompe
y se derrama
y se consume
y se hace sangre…

hubo días en que el gato se acercaba
a husmear entre sus piernas
delirios
y lamentos
y suspiros
y adquiría por horas y a des-horas
pretensiones de esfinge …

y al despuntar el alba
el perro que a toda hora
velaba su sueño
se sacudía iluso
y le metía la lengua
entre los dedos
y en su rostro se quemaban
las sílabas
que le faltan al tiempo
y su espejo…

metáfora de la desnudez total

sólo quedan dos o tres de los invitados más allegados acabando con los último que queda en las ollas, y restos de vino y ojos cómplices que se encuentran adrede y que es callan…

escondido en el silencio, -que poco a poco va recuperando su desnudez y los sitios prohibidos de la casa-, el vocerío de la fiesta se resiste a perder esta página en blanco y pareciera que en las paredes escribiera con rabia los últimos lamentos del alfabeto de la nada…

los enamorados han desparecido de la casa como desmaterializados por un soplo divino…completamente desnudos en el coche han deambulado sin saberlo por los sitios menos habidos del sueño y de la ciudad ensimismada y -ya casi al amanecer- se tiran debajo de un árbol en el patio trasero de la casa a contemplar un cielo sin estrellas…

los dos en la tierra desnuda buscándose en los huecos deliciosos de la respiración y ya casi a las puertas de un amanecer que no llega… rodando por la pendiente de la lengua que se les mete de lleno en los últimos suspiros de la noche y despierta a lametazos el amanecer…

dos cuerpos abandonados en el mediodía del sueño, casi al borde de la carretera, y picados hasta el cansancio por los mosquitos que una vez se han llevado la parte que les corresponde del festín echan a volar y explotan de felicidad en el aire vueltos mierda…

en la casa una luz a punto de extinguirse… uno de los invitados sigue comiendo y bebiendo sin enterarse de los hechos, desesperado y febril, como si se hubiese olvidado para siempre del amanecer…

preludio al sexo oral

se coge la verga como si no lo supieras para evitar malentendidos y se saca aun en estado vegetativo y como prisionero del olvido, -sin serlo-, se le deja en una posición incómoda ligeramente tirada en el vacío, abandonada, huérfana de las horas, dueña del extravió, y después si, hágaselo creer a los aparecidos y a los que aún no han llegado… hágales creer que te has quedado dormido a la intemperie indefenso como quien ha nacido y nada sabes de que estás dormido… y tú el primero, créatelo que todo ha sucedido sin sentido…que eres también la forma del olvido… una forma que aún no ha sucedido…

este estado de inocencia requiere su técnica y su acumulación de datos sin excederse en la metodología… el cuerpo completamente desnudo sería demasiado obvio y acarrearía un desvío de la pupila en cualquier punto de fuga, o en el ángulo donde se dan cita los sueños… así que un güevo ligeramente escondido o prisionero del silencio, no vendría nada mal para distraer a los avivatos y, si es posible, una pierna como echada a perder en el vacío dando a entender que el hecho ha sucedido después del acto, o que este tiene sus límites en lo desconocido… eso si, las manos tan lejos como sea posible del señuelo para evitar sospechas y entonces se desplome lo escondido…

en la cara debe dibujarse el cansancio inusual de una criatura que se ha abandonado al cansancio del sueño… los ojos tiernos como una silaba todavía en pañales en los altares de la virginidad… la nariz haciéndose la que no sabe de su respiración y en los párpados fijos, venas diminutas que reflejen lo perdido y lo sufrido y otros sueños sin sangre y sin dilemas…

los labios son definitivos en todo este asunto… apenas abiertos o entre-abiertos como si no fueran tuyos, ligeramente mordidos, relamidos, refundidos y como si ya no fueran de este mundo, ni de nadie ni de nunca… solo olvido y humedecidos en una fuente sin dueño, aun tibios, entregados, mancillados y ya a punto de explorar en su delirio…

no tiene que haber ni un solo signo que indique la espera… y si una mosca entra de casualidad en el cuarto y se para deliciosa en la cabeza de la verga, todavía simulando su estado de coma, solo nos está concedido el temblor mínimo de la mano que no sabemos ya de su destino… y en los labios tan solo su sombra, y en los párpados una vena rota y en la trama el sabor agrio de una sílaba…

ella entonces llega cansada de su trabajo dispuesta a sacudirse infinita como un perro se sacude y vuelve a sacudirse después de un baño frío y los químicos acostumbrados y recomendados y su dosis necesaria para las pulgas…

ella lega, casi ausente y se quita una a una sus prendas y las abandona en el camino hasta llegar completamente desnuda al cuarto donde tu ya casi ni existes de tanta existencia, de tanto que no puedes más, de tanto olvido…

lo primero es un grito de horror que se levanta con sus cenizas de las bodegas del asombro… luego la respiración que se sale de su carne y encuentra el sabor de su ritmo, su agonía… y para completar el cuento la mano inocente que se agarra a la herramienta inocente del ángel caído que saborea en silencio su sueño divino…

y con un movimiento certero se la guarda en la boca para evitar que la vergüenza se desborde e inunde los sótanos del placer que sube a su boca y se despierta sonámbulo sin saberlo…

sexo oral

entró en el cuarto y sus ojos
se echaron a perder
en sus labios
y los míos echaron a volar tras su mirada
que se llevó la mía
y un sabor intenso a carne usada
inundó la oscuridad…

la tenaza abierta en sus extremos
hasta romper el ángulo
sacudió su sangre envenenada
y a tientas arrastró por las paredes
su éxtasis
ya haciendo clic
en la carne horrorizada
sin haber aun sacado el aguijón…

un golpe de alas furioso en la mirada
que tras la mirada
se hace mierda en su nada
y sus labios se agarran con su boca desdentada
a la diminuta cabeza del sueño
que se hincha y estalla en llamaradas
una vez se ha encarnado el aguijón…

lluvia dorada

su sexo abierto de raíz y humedecido de baba y lubricantes, ya casi perdido en su agonía, me dice palabras al oído y se me queda en silencio y se me pega a la lengua como un espanto una vez he metido de lleno los dedos en la sopa y se me hace un nudo el clic monocorde de su constelación…

el nivel de las aguas sube hasta límites inimaginables rebosando los síntomas de la máquina y en ese instante en que el fruto maduro se apaga y se cae en el silencio, uno de los dedos hace un hueco en las bolsas del sueño y un líquido espeso y febril se nos llena en la boca que se pega y se lame y se engulle y se arranca la válvula…

y un segundo después las poleas se des-hinchan y se quedan temblando en el aire como un trapo empapado de imágenes que se desangran… y la lengua deletrea las silabas una a una y se echa a perder, se hace a un lado, se hace a la espera… y una vez el síntoma se desgasta y se calla y se echa en el limbo, la lengua otra vez se saca a dientes de su bulimia, y se hace a un lado, y se hincha y se asoma y a tientas busca su última nota, mientras la máquina se sacude y se mea una vez más…

***

Lea las siguientes dos entregas en las próximas ediciones de Revista Cronopio

___________

* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

 

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