Literatura Cronopio

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MANUAL DEL PERFECTO ASESINO

Por Jaime A. Orrego*

«Antes de entrar en materia, usted, el futuro asesino, debe pensar  lo que está a punto de hacer. Cometer un asesinato es un acto criminal y se castiga con años de prisión, cadena perpetua o la pena de muerte dependiendo del país donde cometa el crimen. ¿Piensa que realmente vale la pena matar a alguien si esto significa que podría pasar el resto de su vida en la cárcel? Piense que posiblemente las diferencias que usted tiene con otra persona pueden tener una solución.  La búsqueda de solución a este tipo de conflictos es el producto de miles de años de civilización.  Una forma de disuadirse a sí mismo de matar a alguien, es imaginando que las diferencias ya no existen».

El libro Manual del perfecto asesino, del psiquiatra argentino Max T. Flotta, llegó a mis manos, por mera coincidencia, en uno de mis viajes a Buenos Aires.  Lo compré en la Librería Río que queda en la esquina de las calles Acasusso con Martín y Omar cerca a la estación San Isidro.  Me encontraba allí buscando la primera edición de Historia universal de la infamia de Borges, la cual nunca encontré.  El libro de Flotta me cautivó desde la portada misma en la que aparece la caricaturización de un pitbull atacando a un hombre por la espalda.  Este libro se convirtió en mi mejor consejero y amigo.  Sentía que era el único que entendía el infierno que yo estaba viviendo.

«El cuerpo humano es un sistema de componentes que trabajan juntos. Algunos de estos componentes son vitales, y si uno de estos es destruido, dañado o eliminado del cuerpo humano, esto causará la muerte.  Es importante identificar cuáles son estos componentes y así utilizar las técnicas disponibles para cometer el anhelado asesinato.»

Había terminado con Natalia, la que fuera mi novia por los últimos tres años.  Teníamos planes de casarnos cuando yo volviera después de terminar mi maestría.  Mi depresión era total. No podía entender el significado de sus últimas palabras antes de colgar el día que ella terminó nuestra relación: «una cosa es saber si se ama o no a una persona, y otra muy diferente es saber si ese amor conviene». ¿Pero es que acaso mi amor no le convenía?  ¿Qué tan difícil era para ella entender que mis estudios acá eran temporales?

Pero mis súplicas lo que hacían era que ella me alejara más.  Cada vez nuestras conversaciones eran más cortas, sin ningún tipo de profundidad, y yo sentía que ella respondía mis llamadas por lástima.  La última vez que hablé con ella, hace más de un año ya, colgué intempestivamente cuando me contó que tenía un nuevo compañero en la escuela de medicina. Era un tipo, según ella, muy chistoso.

«Aparte del movimiento hay dos indicadores principales de que una persona aún está viva.  Estos son: la respiración que se puede sentir en la boca y la nariz;  y el pulso que se puede sentir por lo general en la muñeca o el cuello. Cuando no hay pulso, es una gran señal que la persona morirá pronto. Otras señales reveladoras son las ondas cerebrales que pueden ser captadas por un dispositivo de ECG pero estos son demasiado sutiles para nuestros usos.»

Fue así como mi segundo año en Dartmouth comenzó con una gran desesperanza.  Comía poco, no quería verme con nadie y pasaba el tiempo leyendo y releyendo los e-mails que me había escrito con Natalia.  Buscaba infructuosamente alguna señal que me explicara por qué ella me dejaba.  Quería entender cómo podría entenderse mejor con un compañero de medicina que conmigo.  Comencé a salir de mi depresión un sábado en la tarde cuando vi que alguien se mudaba a la casa contigua a la nuestra.  Era una mujer alta y pelirroja.  Ofrecí ayudarle y fue así como conocí a Linn Hamsun.

Ella venía de la Universidad de Oslo como profesora invitada por un año en el departamento de antropología. Aunque no era lo norma, Linn decidió vivir en la calle North Park Street, donde vivíamos la mayoría de estudiantes de posgrado.  Pensé inmediatamente que el destino me había enviado el reemplazo de Natalia.  Linn se vestía de una manera muy diferente al resto de mujeres.  Cuando comentaba esto con mis compañeras de maestría, ellas me decían que era fácil determinar que era europea.

«Matar con las manos: Es difícil matar a alguien sin usar ningún instrumento y requiere de un gran esfuerzo físico. La mejor manera de hacer esto es usar ambas manos, apretando el cuello y estrangular hasta provocar el asfixia (que la víctima deje de respirar). El cerebro es un área sensible del cuerpo, sin embargo, es difícil llegar a él pues el cráneo es difícil de romper sin usar herramientas pesadas.  Otra forma de inhabilitar efectivamente a alguien es golpear en el centro de la garganta, en su traquea, o un golpe fuerte en los pulmones, causando así dificultad para respirar.

«La nariz tiene una gran concentración de nervios y vasos sanguíneos relacionados con el cerebro, por lo que un puñetazo en la nariz también haría a una persona incapaz de defenderse.  Finalmente, si se utilizan las artes marciales, se le puede romper el cuello; aunque una persona con una fractura en el cuello no suele morir, cuanto más cerca esta fractura esté de la cabeza, existe una mayor probabilidad que los nervios que controlan el corazón y los pulmones se rompan, lo que eventualmente causará la muerte.»

Me sentía solo.  Había pasado mucho tiempo desde que había estado con alguien, y es así cómo, aunque no estaba muy atraído por ella, pensé que con el tiempo podía sentir algo.  Además, y esto es algo que me avergüenza decirlo, a pesar de mis constantes intentos, Linn fue la única mujer que se había interesado en mí desde Natalia.  Al ser mi vecina, los primeros intercambios fueron muy casuales, pero después de un tiempo, comencé a pasar por su oficina en el edificio Silsby, y tomamos como norma almorzar en el Union después de su clase de Anthropology of Health and Illness.  Me sentía extraño al andar con ella, y aunque mis amigos nunca me lo dijeron, estoy seguro que ellos me juzgaban por estar con una mujer diez años mayor que yo, además, creo que ellos percibían lo que sentía por ella.

«Matar con un cuchillo: Esta técnica es mejor que hacerlo con las manos.  El cuchillo debe usarse inicialmente para deshabilitar a la víctima y posteriormente para causar la muerte.  El primer objetivo debe ser atacar los músculos, pues de esta manera la víctima no podrá defenderse, especialmente si se han atacado los brazos o las piernas.  En este caso, no sólo se deben cortar los tendones, sino los nervios que controlan las extremidades (brazos y piernas).  El segundo objetivo debe ser llegar a los vasos sanguíneos que se encuentran en grandes concentraciones alrededor del cuello.  Para hacer esto, debe cortarse, rápidamente, ambos lados del cuello para causar un mayor daño y acelerar así la muerte.  Por último, también se pueden atacar órganos vitales con el cuchillo como los pulmones o el corazón.

Este ataque puede causar dificultades para usted, futuro asesino, ya que inicialmente debe atravesar la caja torácica, si lo hace, la victima no podrá recuperarse si los primeros auxilios no se le suministran rápidamente.  Algo que es importante destacar, es que se deben evitar los ataques con arma blanca en la cabeza, consideradas por expertos como absurdas, ya que la dureza del cráneo podría resultar en un deslizamiento del cuchillo en los dedos del futuro asesino y causar una autolesión».

Yo pasaba casi todos los fines de semana en su casa.  Inicialmente no me molestó el desorden en que vivía.  Sus libros en cada rincón de la casa, sus papeles en el sofá, encima del televisor, en los asientos del comedor, por todo lado; era casi imposible encontrar un lugar para sentarse sin tener que mover un libro, o un grupo de papeles.  Esto sin hablar de su amado Homero, un Cocker Spaniel negro, por el que pagó un dineral para traerlo desde Oslo.

En aquel entonces pensaba más en sacarme a Natalia de la cabeza, que en la aparente felicidad que tenía.  Lo mío con Linn era algo más físico que cualquier otra cosa, y no precisamente porque ella fuera atractiva, porque no lo era, sino por mis propias necesidades y, obviamente, mis inseguridades. Fue así como después de seis meses, no pude encontrar en Linn nada que me atrajera, y decidí terminar mi relación con ella.  Aunque cuando se lo comencé a decir, ella cambió la situación y fue ella quien, «después de pensarlo en las últimas semanas», se dio cuenta que nuestra relación no iba a ningún lado. No hubo lágrimas, pero me hizo sentir mal por no esforzarme más en lo que «pudo haber sido una linda relación» y esa noche, cuando salí de su casa, hicimos un pacto de amistad.

«Matar con un arma de fuego: Las armas son herramientas muy populares para matar a alguien.  Un disparo de este tipo de armas se debe dirigir, idealmente, al cerebro o al corazón, para causar así el mayor daño posible a la víctima. En situaciones en las que su arma sea de bajo calibre, el disparo debe hacerse en la base del cuello para causar la muerte de su víctima.  Debe señalarse que este tipo de armas son fabricadas de materiales metálicos, por lo tanto pueden ser usadas también para romper el cráneo y afectar el cerebro.

Aunque las armas de fuego pueden ser la manera más efectiva de asesinar a alguien, también pueden ser las más difíciles de usar por el ruido que generan al dispararse.  Es este el motivo que expertos recomiendan hacerlo en lugares asolados, o utilizar silenciadores que se conectan fácilmente al cañón del arma.  Para una mayor efectividad, es importante usar municiones de caza que se expanden una vez entran al cuerpo y lograr así causar un mayor daño.  Balas con explosivos y veneno también pueden encontrarse fácilmente, si este es el método que usted desea usar.»

Lo que nunca llegué a imaginar, fue que Linn se volvería más mortificante como amiga que como lo era antes.  Pasaba por mi casa en las tardes y nos entregaba el correo que ella había recogido previamente a las dos de la tarde.  Incluso me hacía recomendaciones de artículos que ella había leído cuando me llegaba The New Yorker los jueves.  Decidí venir a mi casa más temprano, recoger el correo, y volver a la universidad, pero esto fue una mala idea, ya que Linn, en su acostumbrada parada en casa cada noche, comenzó a preguntarme por qué no estaba en mi oficina en las tardes, «¿que pasaría si viene algún estudiante con dudas?»  Estaba desesperado, entonces fui a hablar en la oficina de correos, donde me dijeron, un poco molestos,  que no había nada que ellos pudieran hacer.

Me informaron que había dos opciones, hablar con mi vecino, o poner una denuncia ante la policía, pues tomar el correo es un «delito federal».  Me pareció un poco exagerado ir a la policía, es así como diseñé un supuesto anuncio, con encabezamiento de la oficina de correos, en el que se explicaba la gravedad de tomar el correo que no era suyo. Pero esta técnica tampoco resulto, pues esa noche Linn llegó a casa, más paranoica de lo normal, y cuando me entregó el correo, me dijo que alguien me estaba robando el correo «y uno que piensa que estas cosas no pasarían en los Estados Unidos.»

«Matar con veneno: Hay una enorme cantidad de venenos disponibles en la naturaleza o creados por el hombre. Los efectos del veneno pueden variar mucho y todos ellos tienen diferentes propiedades.  El mejor tipo de veneno debe ser incoloro, inoloro e insípido, ya que en cantidades reducidas pueden causar la muerte y serán ilocalizables para un médico forense. Este tipo de venenos existen, y quizás el mejor veneno conocido es la toxina botulínica, la cual es letal en dosis muy pequeñas y causará la muerte en segundos luego de aplicarse la inyección a la victima.  Es tan efectivo que si su víctima busca ayuda médica después de que usted le haya administrado el veneno, no habrá manera de salvarla a través de ninguna técnica médica conocida. Además, será imposible que se encuentre evidencia en un examen forense.  Existen una gran cantidad de venenos, pero esta lista va más allá del objetivo de este libro.  Los venenos pueden suministrarse oralmente (en bebidas o comida), a través de la respiración (como un gas que entra a los pulmones), inyectado en el cuerpo o aplicado en la piel.»

La situación con mi vecina hizo que volviera a mis malos hábitos.  Una noche, salí a fumarme un cigarrillo y pise, descalzo, mierda de perro. Mierda del único perro del barrio: Homero. Cuando le insinué a Linn que en los Estados Unidos podría recibir una multa si dejaba que su perro hiciera porquerías (utilicé otra palabra que no recuerdo ahora mismo), me dijo que yo tenía que cortar la grama con mayor frecuencia, pues Homero tenía una personalidad muy particular y sólo hacía sus necesidades en lugares con grama muy alta y, además, ella no podía ver dónde Homero había «ido al baño», y no se iba a poner a buscar como loca (¡que lo era, créanme!).  De esta manera, yo terminé siendo el culpable por la mierda de Homero en mi jardín.

«Matar con un carro: Un automóvil es un arma letal.  Es una gran pieza de metal de más de una tonelada capaz de moverse a velocidades muy altas.  Un carro será siempre más efectivo que una pistola o un cuchillo, ya que si usted ataca con un automóvil en movimiento a alta velocidad, su victima tendrá pocas posibilidades de sobrevivir. La efectividad de este método es evidente por el número de accidentes de tráfico que resultan en la muerte de personas involucradas en él.»

Comencé a tener pensamientos que me atemorizaron, y fue por eso que busqué ayuda con los psicólogos de la universidad. Aunque con buenas intenciones, fue muy poco lo que me ayudaron, ya que para ellos el maldito diálogo solucionaría mis diferencias. Pensé mudarme de casa, pero no encontré un lugar cerca que me gustara.  Además, ¿por qué tendría que mudarme yo de una casa que me gustaba?  Pero nunca encontré respuesta. Mis caminatas de la oficina a mi casa se convirtieron en un tormento, pues ya comenzaba a pensar en las visitas de Linn.  Comencé a dormir esporádicamente en el sofá de mi oficina, hasta que una noche se me apareció ella «preocupada que mi casa estuviera sola por tanto tiempo».  ¡Ya no tenía un lugar de paz!  Entonces comencé a contar los días que le quedaban a Linn en Hannover, pues su contrato era sólo por un año.

«Matar con explosivos: Este sería el método más crudo para usar con su víctima.  Los explosivos trabajan mediante el uso de alta presión y con partículas que viajan a altas velocidades que pueden partir diferentes partes del cuerpo humano.  La dificultad de esta técnica es que se requiere una cierta experiencia del futuro asesino, pues se deben controlar los explosivos, especialmente en el momento de la detonación.  La mejor manera de hacer esto es a través de un control remoto.»

Ante mi constante agotamiento, decidí comprar pastillas en la farmacia para dormir. Las tomaba en la tarde, en la mañana y en la noche.  Ante las preguntas de algunos farmaceutas, empecé a ir a diferentes farmacias y así no generar sospechas.  Una mañana, me encontraba durmiendo después de haber tomado más pastillas de las sugeridas en el frasco, cuando fui despertado por Linn. Ella quería que fuéramos a celebrar que le habían ofrecido un puesto permanente en el departamento de antropología. Mi reacción a esta noticia ya la saben, pero ¿ustedes no habrían hecho lo mismo?
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* Jaime A. Orrego es profesor de español y literatura latinoamericana en Saint Anselm College en Manchester (New Hampshire). Es ingeniero industrial de la Pontificia Universidad Javeriana y recibió el título de Ph.D. en literatura de la Universidad de Iowa. Es autor de varios cuentos, dos de ellos publicados, y varias entrevistas, entre ellas al escritor Héctor Abad Faciolince y al poeta chileno Oscar Hahn. En la actualidad se encuentra terminando una colección de cuentos que publicará a finales de este año.

10 COMENTARIOS

  1. Estimado Jaime, amé tu historia, ese juego que haces en mezclar los «consejos» del perfecto asesino, con la historia me parecieron sublimes, poco a poco te vas adentrando cada vez en ella y te quedas atrapado en la historia

    Tienes un gran talento!!!

  2. Una forma de hacer que no descubran el arma de fuego que usando es lijar una bala hasta que quede lisa y hacer una cruz no tan profunda esto provoca que cuando la bala entra al cuerpo de la persona explota sin dejar restos

  3. Gran historia, al final de cuentas todos somos asesinos, pues al aplastar a una cucaracha, un gusano o cuando de niño uno suele jugar a Dios quemando hormigas con una lupa, solo diré que el matar a una persona es la misma sensación que matar a un insecto, a una rata. Dependiendo de la persona y sin ver qué ha hecho o que cosas buenas tiene, uno no ve nada de eso, si tiene familia, amigos si velarán por el, solo se encargará de acabar el trabajo. Uno puede dormir como un bebé después de que ya lleva un repertorio enorme de asesinatos, se convierte en lo normal, la gente es igual que cucarachas, con el mismo derecho de vivir y por qué no, tambien de morir, solo que para un ser humano ocupas un papel periódico más grande y sumamente duro, como un bate de baseball, un barrote, una ballesta, un cuchillo, y ver sus ojos arrepentirse de toda la mierda que ha hecho, que jamás imaginó acabar así. Pero la mejor justificación es la supervivencia, si alguien amenaza a tu vida o parentela y después de eso logras con el objetivo, h a muerte lenta es lo que te dará satisfacción, no una muerte física si no psicológica, hacerlos ese morir cuando solo muere lentamente, la muerte tiene varios caminos, pero depende de cada quien como llevarlo a cabo, todo es un arte en esta vida y el hombre se expresa de distintas formas y la muerte por duro que suene es una de ellas. Desde los caníbales que se comen poco a poco las evidencias de sus víctimas hasta las personas que solo se dedican a acabar con objetivos de forma sutil.

  4. Buenísimo tu cuentito, Jaime, y lleno de imaginación e ingenio borgianos también!!! La verdad que el contrapunto entre las diversas formas de matar… y el dilema del narrador (super ego tuyo? Jejejeje!) enfrentado con el problemón llamado «Linn» está llevado magistralmente y … genio total en el manejo del suspenso, creo yo… Felicitaciones y éxito con la colección de cuento que sacas a fin de año!!!

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