DESCUBRIENDO EL VALOR
Por María del Rocío Vallejo Alegre*
«Sólo hay dos maneras de vivir tu vida,
una es como si nada fuera un milagro,
la otra es como si todo fuera un milagro»
(Albert Einstein)
En Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan, la protagonista Lucile nos plantea un escenario de valor. Al igual que ella, recorro el pasado de mi madre, de mi abuela. Para mi sorpresa, este escenario de valor que se nos presenta, corresponde perfectamente a ideas, pensamientos que yo misma me he planteado y no me he atrevido a pronunciar. De pronto me siento liberada. Mientras avanzo en el trabajo de este escrito, las ideas tan claras se empiezan a evaporar, recordando que todo es completamente relativo.
Numerosos son los mensajes que esta obra puede transmitir. Desde la complejidad de las relaciones familiares, hasta la importancia de conocer el pasado para comprender el presente. Mientras avanzaba en la lectura atraída por la intriga, numerosas señales llegaban a mi mente. Ha sido en la última página donde encontré el mensaje que cimbró mi propio entender.
A diferencia de la protagonista del libro y su madre, siempre he considerado que la relación con mi madre fue muy estrecha. Esto no quiere decir que no tuviéramos tiempos borrascosos, etapas complejas y que en numerosas ocasiones jurase que «nunca seré como ella». No saben cuántas veces me he quedado helada al escucharme hablarle a mis hijos igual que ella lo hacía o hacer exactamente lo mismo que ella acostumbraba.
También reconozco que mi madre, al igual que Lucile, tenía numerosas excentricidades, resultado de un pasado nada sencillo. Nacida durante la Guerra Civil Española, pasaría sus primeros meses de vida en un campo de concentración, hasta que su familia lograse escapar a Francia. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial su padre sería llevado nuevamente al frente, pero en esta ocasión no como médico, sino como soldado. Mi madre recordaba que él decía: «si no tomé un fusil en la guerra de mi país, no tomaré uno en ninguna otra guerra». Las armas no eran una opción para él. Es así como mi madre y mis abuelos llegarían a la República Dominicana, buscando refugio. Los tiempos tampoco eran fáciles en estas tierras: el dictador Trujillo estaba en el poder. Así que continuarían su peregrinaje hasta México, donde empezarían de cero para forjarse un nuevo porvenir. Eso sí, siempre con las maletas listas para regresar a su tierra en el momento que Franco no estuviese en el poder. El tiempo pasaría, mi madre se casaría, mi hermano y yo vendríamos a este mundo, su padre moriría sin volver a España y Franco gobernaría hasta su muerte en 1975. Nuestra vida estaba en México.
Mi abuela, la madre de mi madre, fue una mujer apasionada por la lectura, solían llamarla ratón de biblioteca. Fue ella la que me inculcó la lectura y hasta hoy conservo varios de sus libros. No son grandes ediciones, el papel está amarillento y si no tienes cuidado te quedarás con sus hojas entre las manos, pero son un tesoro para mí. Mi abuela nació y vivió en Madrid hasta el inicio de la guerra. Estando embarazada de mi madre, mis abuelos tratarían de refugiarse en Francia. El viaje sería interrumpido con el nacimiento de mi madre en Barcelona. Siendo médico mi abuelo, serían asignados a un campo de concentración hasta que lograran escapar y cruzar los Pirineos. Sus primeros años en Francia no fueron tan difíciles para mi abuela como en la República Dominicana. Nunca pudo adaptarse a la vida del campo, mi madre comentaba que nunca fue la misma. Si mi madre tenía excentricidades, imaginen a mi abuela. La relación entre mi madre y mi abuela, no fue sencilla, pero mi madre siempre comprendió el porqué de su temperamento.
Con el pasar del tiempo, mi abuela desarrollaría arterioesclerosis, por lo menos así fue diagnosticada en aquel entonces. Atestigüé cómo aquella mujer tan independiente se iba consumiendo. Mi madre tuvo que internarla al ser imposible poderla tener en casa. No reconocía el día de la noche, su mente había regresado a la España de su juventud. No recuerdo cuánto duró esta triste situación, quizás un par de años, pero nunca olvidaré lo difícil que fue para mi madre.
Desafortunadamente la historia se repetiría, mi madre sería diagnosticada con Alzheimer a los 55 años de edad, mucho más joven que mi abuela. Mi padre la atendería durante 5 años en casa, hasta que le fue imposible y la tuvo que internar en el mismo pabellón psiquiátrico que a mi abuela.
Los cuidados y el esmero de mi padre fueron impresionantes, el médico solía decirme, es por tu padre que tu madre aún vive. Está batiendo el récord de supervivencia, sobrevivió dos pulmonías, la fractura de una pierna y numerosas complicaciones más. Mi madre viviría hasta los 72 años. Sin embargo, hablando propiamente, mi madre estaría respirando, comiendo, durmiendo hasta los 72 años.
Desde el diagnóstico de mi madre he vivido con el miedo de lo que me puede esperar al final de mi vida, es algo que me aterra. Porque estas enfermedades te dejan vegetando, te roban tu dignidad y destrozan a tus seres queridos. He buscado incorporar a mi vida diaria elementos que me permitan prevenir un desenlace similar.
En la penúltima línea de Nada se opone a la noche encontré que, al igual que Lucile, deseo terminar mi vida estando viva:
Lucile murió como lo deseaba: viva.
Pero Lucile, se quita la vida y su hija nos dice:
Hoy soy capaz de admirar su valor.
Esta idea, no es la primera vez que me ronda la cabeza. Al principio suena tan sencillo. Terminar al principio de los síntomas y que mis hijos me entendieran.
Antes de empezar esta reflexión, escribí en las primeras hojas de mi ejemplar de Nada se Opone a la noche:
«Que Dios me conceda la dicha de morir “viva” y que mis
hijos lo comprendan. (Rocío Dic-2017)».
Pero mientras escribía, las ideas se fueron aclarando en mi cabeza, empecé a comprender más lo que realmente deseaba. A diferencia de Lucile y su hija, para mí el valor no radica en quitarse la vida. El valor radica en atreverse a vivir la vida hasta el último segundo. Disfrutando de cada uno como si fuera el último, siendo fiel a tus ideales, valores y sueños. Este es el reto que me he propuesto…
REFERENCIA:
Título: Nada se opone a la noche.
Autor: Delphine de Vigan, Editorial Anagrama, S.A., 2012, Barcelona, España.
Título original: Rien ne s’ oppose à la nuit, Éditions Jean-Claude Lattès. París, 2011.
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* María del Rocío Vallejo Alegre es Ingeniera en Ciencias de la Computación y Cibernética y Magister en Administración de Negocios por el Instituto Autónomo Tecnológico de México. Es docente en la State university of New York at Geneseo desde 2008. Fue voluntaria en la Geneseo Central Schools, NY. A lo largo de su carrera ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el «Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching», en 2011. El «Honored on Faculty Recognition Day by Class of 2013-2014», Fall 2013. Es autora de los libros «Basic for Kids» (Basic para niños), 1985 y «I CAN» una serie de tres libros de Basic en Español. https://www.geneseo.edu/languages_literatures/vallejo
Ha recibido los siguientes reconocimientos:
· Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching 2011
· Service-Learning Course Development Award for «Medical Spanish courses» 2013
· Honored on Faculty Recognition Day by Classes of 2013-2014-2015 2013-2015
· Patricia and Gerry Award Endowed Faculty 2015
· Appreciation award by Academic Affairs Committee and Learning Center 2015
· Positively Geneseo Highlight Book 2016
· Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct Teaching 2017