Cronopio Reflexión

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EL CIERRE DE UNA FUENTE DE LUZ

Por Ma. Del Rocío Vallejo-Alegre*

«Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado un amigo que espera;
olvidado, un alma que perdona;
destruido, un corazón que llora».
(Proverbio hindú).

El cierre de una fuente de luz, fue el título que mi padre me sugirió para este artículo en Madrid el año pasado [*]. Hacía nueve años que no había tenido la oportunidad de visitar este querido terruño. Habíamos acompañado a mi padre en este viaje para realizar algunos trámites. Mi esposo y mis dos hijos ya estaban de regreso en los Estados Unidos. Mi padre y yo nos habíamos quedado para terminar algunos pendientes y visitar a mis tías, hermanas de mi padre.

Si bien el viaje no era de placer, nos habíamos organizado para disfrutar del bello Madrid. Héctor y que mis hijos tuvieron la oportunidad de hacer varias visitas, empezando con el Palacio de Oriente, protegido por las estatuas de todos los reyes españoles, incluyendo Cuauhtémoc y Atahualpa. Mi padre siempre nos habla de este peculiar detalle. Lo ha considerado un gesto del reconocimiento a estos dos históricos monarcas, como reyes españoles. Logramos todos visitar el museo del Prado juntos y tuvimos la suerte hasta de ver la Cabalgata de los Reyes Magos por primera vez. Desde luego no nos pudo faltar el obligado paseo por el Retiro y la visita al Corte Inglés. Mi padre nos sorprendió invitándonos a un partido en el Bernabéu en el que jugaba el Real Madrid. Obviamente para nosotros fue un evento memorable. Para mortificación de mi padre, el partido resultó un fiasco, no valió nada. Mi padre, hincha de corazón del equipo y apasionado del fútbol ¡se llevó un coraje también memorable!

Estar en España es sinónimo del buen comer. Justamente el buen comer es uno de los pasatiempos más importantes de mi padre. Así, como os imaginaréis, un recorrido gastronómico era obligatorio. Desde chuletillas de cordero, langostinos, croquetas, jamón serrano, paella, navajas, cangrejo, cocido, fabada, buey, en fin, nos faltaron muchísimos platillos, pero definitivamente degustamos muchos de los más representativos. Y sin olvidar los postres, arroz con leche, tocinillo de cielo, flanes, torrijas, tarta de wiski, ¡todo un deleite! Y desde luego no podían faltar los chupitos con los diferentes licores típicos de la casa al final de cada banquete.

Me llama la atención cómo me ha ido cambiando el gusto de viajar. De joven buscaba conocer. Como madre buscaba enseñar a mis hijos. Si bien este viaje tenía como objetivo acompañar a mi padre a realizar sus trámites, no podíamos desaprovechar la oportunidad de disfrutar y darles nuevos recuerdos a Marimar y Migue. Sin embargo, una vez que Héctor y los chicos habían regresado a casa, que los trámites se daban por terminados y las visitas familiares habían culminado, los últimos días en Madrid para mi padre y para mí tuvieron un encanto especial; sencillamente disfrutamos actividades más caseras juntos, leímos, vimos la televisión y paseamos juntos.

Así, paseando del brazo de mi padre por las calles de Madrid, vinieron a mi encuentro gratos recuerdos. No solamente de lugares, si no de familiares que hoy en día ya no están con nosotros. Empezando por mi abuela materna, madrileña de nacimiento y de corazón, que siempre vivió su destierro recordando su bella ciudad. Paseando, paseando llegamos hasta la que fue su casa en San Nicolás. De mis tíos, Marujilla y Lorencillo, que me introdujeron a Madrid siendo niña, con su gran pierna de jamón serrano y esas increíbles lonchas que el tío nos ofrecía cada cinco segundos como solución a cualquier mal. No podía faltar mi primera y única borrachera de adolescente. Las responsables fueron mis tías Pepita y Encarnita. Para ellas era una descortesía de mi parte el que no aceptara ninguna bebida alcohólica en nuestras visitas a la familia. Hablaron seriamente conmigo para que corrigiera esta situación. Obviamente, no me creyeron que a mis 17 años yo no bebía en absoluto. Al siguiente día fuimos a un increíble pueblito a las afueras de Madrid. La cuna del chinchón (anís) con uno de mis tíos. Ese día acepté el chinchón seco que me ofrecieron (no sé cómo lo pude pasar, pero lo logré) y al llegar al restaurante, acepté el vaso de vino que me ofrecieron. No necesité nada más. Mi tío quiso enseñarme unas postales y yo me levanté con todo y mesa. ¡El susto que se llevaron! Nunca me volvieron a pedir que bebiera.

También descubrimos nuevos rincones. Como la Casa del Ratón Pérez en la calle de Arenales, ¡Ni idea de que existiese! Mi padre me llevó por primera vez al café de Jijón, café literario fundado en 1888, con su lema «Calidad en cada detalle» en la envoltura del mondadientes (palillo). En otro paseo, llegamos a la calle de Carretas donde encontramos una librería en liquidación. Me llenó de nostalgia aquella imagen. Los libros siempre han tenido un atractivo para mí, cuanto más viejos y amarillentos, mejor. Fue en este momento que mi padre me dijo, deberías de escribir sobre ello y un buen título sería: El cierre de una fuente de Luz.

Cual sería mi sorpresa que, en la noche, viendo el telediario aparece un reportaje justamente de la librería que habíamos visto. Era un hecho, tenía que escribir sobre este triste tema. Permítanme citar los primeros párrafos de artículo publicado en TeleMadrid:

«En Madrid, el sector de las librerías sobrevive con dificultad tras la caída de las ventas. Algunos establecimientos históricos corren peligro y es sintomático que la librería más antigua de Madrid, fundada en 1862, esté a punto de echar el cierre. Se trata de la librería Moya, en el número 29 de la calle de Carretas, que ya tiene colgado el cartel de ‘Liquidación por cese de actividad’.

Renovarse o morir parece el lema de un gremio que en su día dio nombre a una calle y que hoy resiste en silencio. No quieren ser solo un reclamo turístico ni convertirse en estatuas de sal. La riqueza de Madrid también son sus librerías.

Las cifras confirman que lo peor ha pasado, aunque el pulso es todavía débil. En 2018 se cerraron 5 librerías en Madrid y se abrieron seis.

Casi todas las librerías comparten el diagnóstico: se venden menos libros a un público cada vez más adulto. Quizá no se lee menos, pero se lee distinto. Las copias digitales, la piratería o el cambio de hábitos están convirtiendo las librerías en la última trincheras del siglo XX» [1].

Qué sentimientos más contradictorios se mezclaron entre mi cabeza y mi corazón. ¿Los libros impresos desaparecerán y con ellos las librerías? Los libros han sido por excelencia la forma en que el ser humano ha logrado preservar sus conocimientos entre generaciones. ¿Seguirán existiendo como tales?

Profundizando en mis sentimientos y leyendo sobre el tema tuve que aceptar una realidad. Los libros no siempre fueron ejemplares impresos en papel. Haciendo un recorrido es fascinante la gran variedad de materiales que el hombre ha utilizado para crear sus libros: paredes de cuevas, megalitos, tejidos vegetales, huesos, conchas, pieles, madera, arcilla, telas, papiro, pergamino, seda, papel, plástico [2] y por último el medio digital.

Así que el libro no está desapareciendo, lo que está ocurriendo es sencillamente su evolución, un nuevo material donde el ser humano puede guardar sus conocimientos. ¡Nunca lo había pensado! Los libros tienen un nuevo material. El cambio resulta impactante. Y como todo cambio, algunos lo rechazamos más que otros. Personalmente, para leer por recreación prefiero el papel. Y es probable que sea solamente una manía, pero para mí los libros impresos no solamente me hablan con palabras, si no que me permiten sentir su textura, oler sus años, percibir su colorido. Incluso, algunos de ellos me brindan el crujir de sus páginas. Todos estos elementos aunados a la obra, me permiten saborear el libro.

Recuerdo un comentario de un paisano, colega en la universidad de Geneseo, el profesor Pedro Morales. Un día criticábamos la pérdida de conocimiento que conlleva la dependencia de los medios digitales. En lugar de tener el conocimiento en nuestras cabezas, ahora hacemos «Goglee» y tenemos la respuesta. Interesante fue la explicación que nos ofreció: «Lo mismo había pasado con la imprenta. Las personas rechazaban los libros impresos porque el conocimiento no estaría en sus cabezas, si no en los libros. Ya no tendrían que memorizar todo, podrían hacer consultas». Nunca había pensado en ello. Yo sabía sobre el monopolio que existía con los libros, principalmente por parte de la Iglesia. Sabía que la imprenta derrumbó una serie de barreras, permitiendo a un mayor número de personas tener acceso a estos conocimientos, y esto, obviamente, había causado gran descontento entre aquellos que monopolizaban los libros. Pero que la gente se opusiera a los libros porque dejarían de poseer el conocimiento, nunca lo había escuchado antes. No he logrado encontrar ninguna referencia a este hecho. Mas no dudo que este fenómeno ocurriera, resulta sumamente lógico. Siempre nos enfocamos en cómo el libro impreso revolucionó el acceso a la información. Sin embargo, también cambió la forma en que almacenábamos nuestros conocimientos.

Los libros digitales, han continuado la obra iniciada por los libros impresos. Están demoliendo fronteras que habían sobrevivido a estos. Hoy en día, un mayor número de personas tiene alcance al conocimiento por medio de los libros digitales. Al igual que los libros impresos, los digitales también están modernizando la forma en que almacenamos, estudiamos, y procesamos los conocimientos.

A partir de este análisis y retomando el artículo de TeleMadrid, me sorprende como las librerías madrileñas están emprendiendo diferentes acciones para su supervivencia. Y por favor, no me malinterpreten, apoyo de todo corazón este esfuerzo. Me encanta que la Librería Bardón se consagre en libros antiguos [1]. Me sorprende como la librería Cervantes y Compañía, es considerada la más «cool» de Madrid [3] porque te recibe con música ambiental producida por su tocadiscos y en su sótano se encuentra un laberinto de galerías donde se llevan a cabo desde exposiciones, hasta conciertos. Es decir, ha apostado por convertirse en un «Centro Cultural». También tenemos la librería La buena Vida, que sigue los pasos de Cervantes y Cía., pero con un mercado objetivo específico: la juventud [1].

Esta pequeña hojeada al futuro de las librerías no podía olvidar La Casa del Libro en la Gran Vía. Justamente ahí adquirí el libro de Julia Navarro, «Tú no matarás» del que os hablaba en la reflexión anterior. ¡Estuvo diez largos meses en renovación! y abrió sus puertas buscando prolongar su ya exitosa participación de la vida diaria del Madrid del siglo XX con el Madrid del siglo XXI. La madrina de la reinauguración fue la escritora Almudena Grandes, Premio Nacional de Narrativa que ha declarado: «Madrid no sería Madrid sin la Gran Vía y esta tampoco lo sería sin Casa del Libro». Queda claro, como podemos leer en el artículo de Antena3, la Casa del Libro está apostando por una estrategia de «permanecer siendo historia viva» como ha destacado su director General, Javier Arrevola [4].

Las librerías buscan lograr su permanencia, pero para ello necesitamos que los libros impresos permanezcan. Justamente, La Fábrica de Libros es la que está tomado el toro por los cuernos, y está luchando por el mantener los libros impresos. Este proyecto asturiano, fomenta la lectura y brinda servicios de impresión y encuadernación a nivel profesional. En su web comparten cómo vislumbran el futuro del libro impreso: «El porvenir del libro impreso probablemente va a estar vinculado a su capacidad para responder al triple reto de mejorar la calidad, rebajar costes y reducir plazos de producción. Pero también debe contarse con la flexibilidad que proporciona la «edición bajo demanda», es decir, la posibilidad de «fabricar exactamente los libros necesarios, a precios razonables» [4].

Ojalá los libros impresos y digitales logren coexistir, pero dudo de un siglo XXII con libros impresos fuera de los museos. Espero de todo corazón estar equivocada, porque sinceramente adoro los libros impresos. La modernización se impone, es sencillamente cuestión de tiempo, nos guste o no. El artículo de TeleMadrid nos lo dice muy claramente «renovarse o morir». Creo que las librerías buscan renovarse para prolongar su existencia, pero dudo que la eternicen. Proyectos como la Fábrica de Libros buscan renovar las impresiones. Sin embargo, debemos reconocer que los libros per se ya se han renovado. Los libros están utilizando un nuevo material, el medio digital. Los libros han dado un paso adelante.

Nos toca a nosotros renovarnos. Nos toca a nosotros dar el siguiente paso y quizás sea esta una de las grandes razones de por qué nuestra vida es finita. Por naturaleza vamos perdiendo esa flexibilidad, esa adaptabilidad a lo nuevo. Nos empecinamos en rechazar el cambio, nos revelamos ante él. El artículo de TeleMadrid también nos lo dice directamente: «se venden menos libros a un público cada vez más adulto. Quizá no se lee menos, pero se lee distinto…»

Muy a mi pesar, El cierre de una fuente de luz, no ha sido el mejor título para el artículo. Quizás debí haberlo llamado La renovación de una fuente de luz. Obviamente para mi padre y para mí, el título fue el correcto para nuestra realidad. Paradójicamente, hemos expresado nuestra naturaleza finita y reacia al cambio.

NOTAS:

[*] [1] Así afronta el sector el cierre de la librería más antigua de Madrid. TeleMadrid 12/01/2019 20:09 | Actualizado 16/01/2019 16:26. Disponible en: https://www.telemadrid.es/programas/telenoticias-fin-de-semana/Cierra-libreria-antigua-Madrid-2-2085111502–20190112080913.html

[2] Una breve historia del libro. Disponible en: https://lafabricadelibros.com/pdf/Historia.pdf

[3] Cervantes y Compañía. La librería en Malasaña que tienes que conocer. Madrid Cool Blog, La guia para los Bon Vivanz Castizos. Disponible en: https://www.madridcoolblog.com/ https://www.madridcoolblog.com/2017/03/cervantes-y-compania-libreria-malasana/

[4] La Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid vuelve a abrir su puertas tras diez meses de reformas

Antena3. Disponible en: https://www.antena3.com/noticias/cultura/casa-libro-gran-via-madrid-reabre-reformas-video_201812145c1353020cf2f057520a25c9.html

[5] La Fabrica de Libros. Disponible en: https://lafabricadelibros.com/quienes-somos.php

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* María del Rocío Vallejo Alegre es Ingeniera en Ciencias de la Computación y Cibernética y Magister en Administración de Negocios por el Instituto Autónomo Tecnológico de México. Es docente en la State university of New York at Geneseo desde 2008. Fue voluntaria en la Geneseo Central Schools, NY. A lo largo de su carrera ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el «Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching», en 2011. El «Honored on Faculty Recognition Day by Class of 2013-2014», Fall 2013. Es autora de los libros «Basic for Kids» (Basic para niños), 1985 y «I CAN» una serie de tres libros de Basic en Español.

Web: https://www.geneseo.edu/languages_literatures/vallejo

Ha recibido los siguientes reconocimientos:

· Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching 2011

· Service-Learning Course Development Award for «Medical Spanish courses» 2013

· Honored on Faculty Recognition Day by Classes of 2013-2014-2015 2013-2015

· Patricia and Gerry Award Endowed Faculty 2015

· Appreciation award by Academic Affairs Committee and Learning Center 2015

· Positively Geneseo Highlight Book 2016

· Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct Teaching 2017

 

1 COMENTARIO

  1. Linda nota. Muy buen titulo. Personalmente, creo que los libros impresos sobrevivirán. Quizás en menos cantidad, pero que continuarán. Por qué? Porque entre otras muchas virtudes, son objetos bellos. Cómo comparar una tableta fría de metal a la exquisitez del diseno de una tapa, a la ‘carnalidad’, la sensualidad en el tacto de las páginas? Siempre habrá un grupo no necesariamente de esteticistas, sino de gente que simplemente se conmueva con ciertas manifestaciones de belleza, que seguirán optando por los libros en su vieja forma. De nuevo, gracias por la nota y por algunos datos interesantes sobre Madrid que me anoté.

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