EL CINE MALO ES MEJOR
Por Javier Ponce Gambirazio*
«Tenemos el soberano derecho de ser dioses
y equivocarnos,
de ser demonios y acertar,
y también de ser una aceituna rellena
flotando en una nube de Martini blanco».
(Johnny Torres)
EL FESTIVAL
Hoy el mundo amaneció con más chinos y menos delfines. Lamento darte esta mala noticia. La verdad siempre duele. Por eso es mejor que volvamos a lo nuestro. Evadir.
La película que te contaré es de Almudena Sombrero, una directora especializada en rarezas que si no fuera por los festivales de cine independiente, nunca pasarían de las tres funciones para amigos en la sala de una casa. El guionista es un tal Javier Ponce, un escritor desconocido dedicado a estropear su carrera escribiendo sobre travestis y todo tipo de personajes estrafalarios. Según él porque quiere rescatar el lado humano de los marginales. ¿En serio lo del lado humano? ¿Y el otro lado, el que no es humano, qué es?
Que no rescate nada, mejor. Que nadie quiere cambiar su punto de vista. Y si no va a escribir para burlarse de algo, que no escriba. Para pensar nos sobra con la realidad.
Para eso no se lee.
Que se entere este señor.
Lamentablemente la cinta no tuvo público. Un crítico que nunca en su vida ha estado en un rodaje, ni siquiera sirviendo café, la destrozó antes de verla. Fue demoledor. La prensa que pertenece a esa misma argollita de ovejas negras de familias blancas se sumó a la lapidación y todos repitieron que era la peor película de la historia. Como si el cine de este país tuviera una historia.
A mí no me pareció mala.
Un poquito desquiciada tal vez.
La noche del estreno éramos cuatro gatos. La directora, el guionista, tres barbudos sucios con el mismo corte de pelo y uniformados con la moda de los que odian la moda, y yo. Bueno, cinco gatos.
Estos eventos culturales son el acuario preferido de todos los poseros fanáticos de adherirse a cualquier causa noble. Odio la nueva amabilidad fundamentalista que nos convierte en personas cada día más indefensas e idiotas. Pero si no repites lo que pregonan, te deportan de una parada a la lista de innombrables de la que no sales más. Por eso me callo y sonrío. Y mi gran dilema es por cuál de los dos lados babear.
Antes de la función, ofrecieron vino. Si se puede llamar vino a esa agua dulce servida en esas copas que te ponían en el dilema de decidir si daba más asco el vino o la copa. Cuando todavía estaba inmersa en este problema filosófico, abrieron las puertas de la sala.
LA PELÍCULA
1.
Un hombre de unos cincuenta años conduce un automóvil. Parece que tiene prisa porque casi atropella a una señora que lleva el coche de las compras. Caen al suelo tres latas de atún y un apio. Ella grita. Él mira el reloj y acelera. Toma callejuelas estrechas y atajos para evitar los semáforos, esquiva ciclistas, adolescentes patinadores y una enfermera negra empujando una silla de ruedas.
¿Está mal que diga «negra»? Haciendo comillas en el aire con los dedos mientras pronuncio la palabra crítica. En Estados Unidos me obligarían a decir «afroamericana». Ridícula manera de protegerse del racismo. Igual sigue siendo una definición a partir del color de la piel. ¿Y si digo que el uniforme de la enfermera es blanco, también estoy discriminando? Lo inconcebible es que cuando un negro rechaza a un blanco, lo llaman «racismo al revés». ¿Entonces cuando un blanco discrimina a un negro es racismo en sentido correcto?
Volvamos a la película.
El conductor se encuentra en una calle cerrada por obras y no le queda más alternativa que regresar a la avenida y detenerse frente a una luz roja. Chequea de nuevo la hora y tamborilea de manera impaciente sobre el timón. Una gitana se acerca.
—¿Le saco la suerte?
—Si me saca la suerte, me quedo sin suerte.
—¿Le tiene miedo a su futuro?
—Temo que recuerden mi pasado.
—Le puedo decir cómo va a morir.
—Mejor diga como sigo viviendo.
El semáforo cambia a verde para los automóviles y rojo para los transeúntes.
Una mujer con su perro cruza la calle ignorando la señal. El tipo pisa el acelerador. La mujer grita. El perro es atropellado. La mujer sigue gritando. El conductor detiene el auto. Las tripas del perro pintan de rojo el paso de cebra.
—¡Asesino!
—¡Mujer bestia!
—¡Has matado a mi hijo!
—Es un perro, tarada. A menos que usted sea una perra.
—¡Hijo de puta, te voy a denunciar!
—Yo la voy a denunciar a usted por no respetar el semáforo.
—Mi pobre Ricardo. Mi Ricardito, por favor no te mueras.
—Encima tiene nombre de persona.
—¡Esto es un homicidio!
—Será un canicidio.
—Irás a la cárcel.
—La única que irá a alguna parte es usted. A sacar dinero, porque me ha arruinado el parachoques con su estúpido animal.
—¡Es una criatura!
—Para la ley es una cosa.
—¡Es un ser vivo!
—Era.
—Los animalitos son nuestros semejantes.
—¿Igual que las cucarachas?
—¡Ya verá que pronto cambiarán las leyes!
—Después de los derechos animales, vendrán los vegetales. Y terminaremos comiendo arena, arrinconados y sintiéndonos culpables de todo.
—¡Me hubieras atropellado a mí, maldito!
—Usted viva no vale nada. Muerta sale carísima.
—¡Ojalá se pudra en el infierno!
—Me cago en sus muertos, incluido el perro.
La gitana interviene.
—Si me permite, señor.
—Déjenos en paz.
—Le quería advertir que la sangre llama a la sangre.
—¡Cállese! ¿No ve que mi niño está muriendo?
—Veo a un animal y a una dueña irresponsable.
—Hasta la bruja está de acuerdo conmigo. Ahora comenzamos a entendernos, señora
gitana.
—Cuídese de los que parecen más indefensos. De aquellos que normalmente no vemos.
—Gracias por la advertencia.
El hombre impaciente mira su reloj.
—¡Mierda!
—¿Qué le pasa?
—No tengo tiempo para esta sandez.
—No te vayas, por favor.
—¡Qué bonito! ¡Cómo cambió el tono de voz! Algo irá a pedir.
—Necesita ir al hospital.
—Los animales van a las veterinarias.
—Ayúdame.
—No puedo. Y si pudiera, tampoco lo haría.
—Casi me matas. Yo estoy viva porque Dios es grande.
—Y la Virgen María también tiene buen tamaño.
—No tienes corazón.
—No le he dado permiso para tutearme.
—¡Hijo de mil putas!
—Con una me bastó, señora. Adiós.
La pantalla se pone negra.
El ruido de la ciudad continúa.
Aparece el título:
TERAPIA ALTERNATIVA
Una película de Almudena Sombrero
LOS PACIENTES
2.
De espaldas alguien abre una puerta. Cuando se cierra, vemos en primer plano una pequeña placa de acrílico:
Dr. Julio Auris – Psicólogo Clínico
El hombre deja las llaves en un recipiente de cerámica, le pasa el dedo a la estantería para ver si la señora de la limpieza hizo bien su trabajo, escupe sobre un cactus y se dispone a revisar la agenda.
Suena el timbre y antes de abrir la puerta, mira un reloj que tiene escondido entre los libros. Son las diez en punto.
Un muchacho de unos de treinta años se sienta frente a él. No es guapo, tampoco feo. Si hay algo que llama la atención es que está vestido con ropa que ya no corresponde a su edad.
A un lado de la pantalla aparece su nombre.
3.
JAVIER
—Si estuvieras en mi lugar entenderías que mi vida es un completo desastre. Cada vez que intento quedar con un chico para vernos en persona, sale con las excusas de siempre.
—¿Qué excusas?
—1. Hoy no, mañana sí, mejor el sábado. 2. Es muy lejos, hay tráfico. 3. Es muy tarde. 4. Hay que conocernos más por aquí, después en persona. 5. Me da miedo. 6. No tengo dinero. 7. Estoy en exámenes.
—Te lo he dicho mil veces. No puedes reducirte a tu sexualidad, eres más que eso. No te encierres en tu propio culo.
—¿Cuál es el problema con mi culo?
—Tu culo es una parte, no el todo.
—Pero si no quieren nada, que lo digan directamente. Oye, me pareces feo, no pasa nada y adiós. Prefiero eso. O si no, te preguntan ¿solo quieres sexo? ¿Les parece poco? Y si al fin uno logra convencerlos, te plantan. Te juro que si no fuera gay, sería homofóbico.
La cámara da la vuelta y enfoca al psicólogo.
—No debo hablar de mi familia, pero te contaré que mí abuela decía que se atrapaba más moscas con una cucharadita de miel que con un barril de vinagre.
—Dile a tu abuela que más las atrae la mierda.
La cámara gira de nuevo y donde antes estaba Javier aparece una chica muy gorda de ojos saltones y abundante pelo rojizo. No sé si me llama más la atención su melena o su volumen corporal. Ambos son inolvidables.
4.
ALMUDENA
—¡Qué desperdicio! Son así porque no han probado a una verdadera mujer. Vas a ver cuando me case con uno de ellos. Cualquiera, me da igual, la cosa es tener mi familia para probarle a todo el mundo que, a pesar de ser obesa, pude ser feliz y convertirme en alguien.
—¿En alguien?
—Sí, en alguien, eso dije.
—¿Quieres decir que no eres nadie?
—Tú no me entiendes.
—Haz el esfuerzo de hacerte entender.
—Eso intento.
—No lo intentes, hazlo.
—Tú también inténtalo.
—Soy psicólogo, no adivino.
—Los gays son más sensibles que el resto, por eso son los únicos que me comprenden,
porque han sufrido discriminación, igual que yo. Quizás debería buscarme un psicólogo gay.
—Revisa tu homofobia, tú tampoco los respetas. Intentas cambiarlos para que se adapten a
tus sueños. Si quieres que te valoren más allá de tu peso, deja que los demás hagan con
su cuerpo lo que les dé la gana.
—Para formar una familia, el sexo es lo menos importante. Además, no se ve.
—¿Cómo así?
—Cuando estás enamorada, lo peor del matrimonio es que el sexo se acaba rápido. Pero
cuando no estás enamorada, lo mejor del matrimonio es que el sexo se acaba rápido.
—Por ratos pareces brillante.
—Necesito una banda gástrica en la cabeza.
—Ya te dije dónde está el interruptor. A ti te corresponde ponerte de pie y encender la luz.
* * *
El presente texto hace parte de la novela «El cine malo es mejor», publicada y editada por el autor.
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* Javier Ponce Gambirazio es cineasta, escritor y psicólogo clínico peruano. Ha publicado trece libros entre Perú, España y Nueva York. Ha colaborado con medios escritos del Perú como el diario Expreso, Lucidez y El Pollo Farsante y de España, como la revista Letras Libres y el diario El País. Ha sido catedrático de la Facultad de Psicología y de las Maestrías de Medicina y Educación de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Como investigador audiovisual ha dirigido diversos documentales que han representado al Perú en distintos festivales internacionales.
Excelente trabajo. Dr. Y super el artículo del cine. Gracias