Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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LIMPIEZA GENERAL

Últimamente voy por ahí encontrando cosas donde no las he dejado y lo que es mas preocupante, aún, dejando cosas donde no quiero, o no tengo que dejarlas… inevitablemente lo anterior me aterra, aunque aterrarme ha sido algo así como mi pan cotidiano, y vivir aterrado y mas que eso atronado, indiferenciado, descocado, quizás, sea la única seña de identidad que me viene a la medida… mi forma mas perfecta de ser y de hacer… y si de soñar se trata, ni digamos…

Aterrado como un papel emborronado todo el tiempo y que uno intenta todo el tiempo —e incluso cada vez un poco más que eso—, limpiar lo mejor que se puede, pero que en la medida en que crece el esfuerzo, se perfecciona, adquiere su propia marca, y la limpieza parece mayor, casi perfecta, ideal… aparecen nuevas manchas, garabatos, borrones, patinazos, tachones… como si seres aterradores sin materia y sin forma se empeñaran en ensuciar, lo poco que queda del papel, cada vez mas un poco más, y en la medida en que el esfuerzo de la limpieza también se duplica o se triplica o multiplica cada vez un poco más y hasta de más…

Así y tanto, que lo que tiene que estar en la alacena ha terminado, y sin que yo me de cruenta, en lo mas mínimo, en la nevera… y lo de la nevera en la alacena y así sucesivamente con cuanta cosa va acumulando uno en la vida, y todos bien saben, al menos eso, que no son pocas… haciendo que el trabajo de dejarlo todo, cosa a cosa, y de encontrarlo todo, cosa a cosa, donde no debe estar o corresponde, se complique cada día mas, como se complica cada día mas el estar aterrado o emborronado o atronado… y mucho mas aún: que la fuerza que nos aterra y nos atrona y que hace de la diferencia su moneda de cambio, se salga con la suya como siempre y se vista de novia como nunca y hasta de amante ocasional o bien pagado como cuando…

Imagínense ustedes, y eso que los esfuerzos que hago para ponerle remedio a esta situación son enormes, que finalmente no encuentre un paliativo, o al menos una trampa o un truco adecuado, que me permita arreglármelas como mejor pueda, por algún tiempo, al menos, con el propósito de sacarle un poco de ventaja al terror que se ensaña cada vez mas con su propia identidad y la mía… imagínense ustedes, al menos como si se tratase de un juego, si no existe otra forma de mirar las cosas, dónde puedo ir a parar. La verdad es que no quiero ni pensarlo, auque no dejo de pensar y cada vez mas, por ejemplo, cosas como, y si voy donde está la mujer que dice que me ama y no está donde yo creo, o sé, o recuerdo que está, sino en otro lugar, donde puede que esté o quizás no, entonces ¿qué mas puedo yo hacer para seguir limpiando y borrando tantos tachones y manchas y garabatos y borrones y últimamente hasta sangrones que se multiplican y se ceban geométricamente en las páginas del horror…?

Les confieso que no he dejado de pensar cosas como: y si me confundo sin darme cuenta, y la mujer que encuentro en el lugar donde debo encontrar la mujer que dice que me ama no es la mujer que dice que me ama, sino otra que también se equivocó de lugar y de amor, o lo olvidó o se le pasó por alto… entonces sí que la cosa está —y ustedes no podrán decirme que no—, como para echarse la soga al cuello, antes que terminar en la nevera o atrapado en la alacena, y que otro cuente la historia… o como para saltar por la ventana para que todos se den cuenta que uno es el mismo y no el amante… o como para salir a dar un paseo sin darse cuenta que se ha salido para no tener que cargar con la vergüenza de regresar… y el horror finalmente se salga con la suya, o se quede desnudo hasta la coronilla y las manos metidas en la intimidad que es como mas le gusta…

Pero la cosa está en que, en mi caso, al menos, el estar aterrado y mas que eso atronando o indiferenciado, descocado, como ya dije, me impide hacerme yo mismo una limpieza total… o borrarme de un solo patinazo… así que lo que hago últimamente cuando no encuentro el lugar donde yo sé o creo que estoy, es acostarme en la cama todo el tiempo, boca arriba y quieto y como si no quisiera reconocer que sigo aterrado, y quedarme ahí mirando el techo todo el tiempo que sea necesario hasta que la alacena y la nevera y la mujer que dice que me ama, se vacíen de una vez por todas y de todo…

MANUEL ENCADENADO

para mi sombra fémina

anoche he soñado otra vez como cuando niño, como cuando nunca, como cuando siempre… corriendo detrás de las mariposas que agonizaban en mis manos como agonizan los lamentos de los enamorados una noche de placer…. como agoniza el sabor de la sangre en la boca…. como el olor de las membranas en la lengua, agoniza…

corriendo tras las mariposas que en manadas se acomodaban en mis ojos… como un arco iris de sangre que en mis ojos se acomodaba… frutos maduros, cielos estrellados, ríos desbordados, adolescentes desnudos metidos de lleno en las crisálidas del delirio… metidos hasta la madre, metidos hasta pelarse la piel en la agonía…

corriendo ya sin piernas y sin manos y sin ojos y ni siquiera el delirio que siempre corría unos cuantos pasos mas delante de mí… ni el miedo que me mostraba sus placeres mas íntimos, y ni tampoco el silencio que siempre se quedaba un poco mas atrás, para protegerme de los fantasmas y curarme las heridas…

otra vez corriendo como cuando niños, como cuando siempre, como cuando nunca, y de repente en el fondo de mis pupilas ya sin cause y sin río y sin orillas, en mis pupilas vaciadas de raíz, desaparecidas sin remedio, una tormenta de mariposas nocturnas, se golpea contra las paredes del silencio, se castiga se muerde y se defeca, se hace pedazos en los depósitos del delirio, sangra y se desangra y se pudre en los últimos vestigios del miedo…

una cadena interminable de mariposas nocturnas, un eslabón tras otro eslabón, tras otro… que se me enreda en el sueño, en la garganta, en las pupilas, en las manos que faltan y los pies que faltan y la miradas que también tanto faltan… una cadena de mariposas nocturnas que se me enredan en el miedo y que se me cagan en el silencio y que me meten sus crisálidas en la agonía…

bien atado a los pilares del Cáucaso, esperando que un enamorado venga y me penetre y me sangre y me apriete un poco mas las cadenas y me haga alas, y me muerda, y me de una patada en el culo, y me eche de una vez por todas a volar…

MI PRIMO NAÍN

Todas las noches, cada noche, sentado en la pequeña banca en frente de la casucha, contando cuentos de aparecidos y de fantasmas y de tesoros escondidos y dineros mal habidos y guacas y secretos de brujos y hechiceras y mujeres desnudas bailando alrededor de una hoguera en el delirio de sus pupilas… y ruidos de cadenas que el tiempo y el olvido no han podido arrancar de mi memoria, de mis noches en vela, de lo mas íntimo de mi corazón desde entonces embrujado y entregado y mancillado…

Era pequeño como una caricia que apenas te toca y ya no está… ligeramente encorvado como uno de esos secretos de amor que se dicen todo el tiempo, pero que nunca se dicen… sus manos parecían de otro mundo, de otro ser extraño sus dedos parecían, menos él, menos fuego, más silencio…

Toda la noche, cada noche, echándole leña a la hoguera de sus sueños, iluminando una a una las páginas del delirio, alimentando en lo mas hondo las pasiones mas íntimas, la ternura del miedo, los labios delicados del horror, las lágrimas del espanto… todas las noches, al primo Naín lo recuerdo como la luz que por primera vez llega al pueblo y todo se ilumina y toma vida y forma y se estremece y otra puerta se abre y otros gritos, otra fiesta de risas y de sombras…

Ahí sentado, como siempre, en frente de la casucha en la pequeña banca cada vez mas pequeño, cada vez mas enjuto y encorvado, cada vez mas reflejo de otro espejo y fantasmas que sueñan ser su canto, y entierros y silencios y otro espanto que vuelve a repetir su sacrificio y mujeres que gozan su quebranto, inclinadas rogándole ser vistas… embrujadas, bailadas, desplumadas… bien habladas, comidas, desfloradas…

Hoy he vuelto a verlo y es como si el tiempo se hubiera detenido y quemado y hecho mierda sin acercarse apenas a su encanto, sin tocarlo apenas, sin apenas herirlo y sin haber apagado apenas su luz, sus tesoros, su embrujo su quebranto… me detengo y lo miro y el me mira, y lo llamo por su nombre y me sonríe, y me siento a su lado y se enternece y me lleno como siempre de su luz, de sus sombras, su espanto, sus sandeces…

Y sin atreverme a romper con su silencio, lo siento disfrutando, como siempre, como nadie los tesoros que jamás encontró… su cuerpo ya encorvado hasta el extremo, convertido en un mero garabato, todavía sentado en la pequeña banca… ya no mas que un signo de interrogación…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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