A los 18, ya no aguantó más vivir a la sombra de la opulencia de los texanos y como todos los otros muchachos que no tenían ninguna otra posibilidad de aventura se alistó en el ejército. Unos meses más tarde, estaba haciendo su primer turno en Irak. Cuando entraba en su segunda campaña, al año siguiente, fue herido en el muslo derecho y se pasó tres meses en un hospital de San Antonio, en Texas. Quedó bien físicamente, aunque los médicos decían que seguía sufriendo un fuerte estrés postraumático. Querían darle la baja pero Ricky no podía volver derrotado a Houston. Prefería volver muerto. Hizo todas las maniobras para que lo realistaran y consiguió ir a Afganistán. Terminó en una unidad de apoyo que participa poco del combate. Con John, los acerca haberse criado en la misma ciudad, el fútbol y su desdén por el fútbol americano y el béisbol. «A pussy game», dicen y se ríen de los mexicanos y sudamericanos que quieren lanzar la bola con efecto como los chicos americanos que nacieron con esa habilidad. También los une el tener un poco más de cerebro que la media de los reclutas. Ricky no estudió como John pero tuvo una educación popular, adquirió una gran viveza de la calle, tiene mucho mercado encima. «Los de Tepito ya vimos todo antes de cumplir los seis años», repite en un español con fuerte acento americano. Cuando conversan o juegan videojuegos lo hacen en inglés pero siempre meten alguna palabra o frase en español, uno en mexicano vivaracho y el otro en un lunfardo de la provincia argentina de Córdoba que escuchó desde siempre en su casa. Incluso, cuando John habla en español le aparece el cantito único de las sierras cordobesas.
Esa noche, John y Ricky están trenzados en un duelo de Call of Duty, el famoso videojuego que hizo multimillonario a su creador Ben Chichosky. Ninguno de los dos estuvo en las últimas semanas en el frente y ésta es una buena manera disparar unos tiros antes de irse a dormir. Pero John sigue obsesionado por las bolsas negras de heroína en los cajones de los angels. Espera a que no haya nadie más en la barraca, deja el control y comienza a contarle a Ricky lo que había visto. Ricky escucha con cara de ya saber todo. Deja que John se descargue y cuando termina, le dice:
—Olvídate. Es el Five Corners, el cártel de Las Cinco Es- quinas.
—¿Qué?
—No te metas.
—¿Pero de qué hablás? ¿De un cártel como los de México?
—Sí.
—¿Una organización?
—Sí.
—¿Traficantes?
—Sí.
—¿Y vos como lo sabés?
—Tú no te metas.
—Me tenés que decir lo que sabés.
—No sé nada.
—Si sabés, decime.
—No sé nada, pero sí sé que es muy peligroso meterse con ellos. Es como si estuvieras en Ciudad Juárez y vieras algo. Te callas.
—¿Quiénes son ellos? ¿Qué me dijiste? ¿Cómo se llaman?
—No sé cómo se llaman pero escuché a unos el otro día en la guardia que hablaban de la organización de Las Cinco Esquinas.
—¿Qué cinco esquinas?
—Las del Pentágono.
—¿Qué tiene que ver el Pentágono?
—No sé, pero como son militares le pusieron así, como las cinco puntas de un pentágono. Decían que era como Vietnam.
—¿Por qué Vietnam?
—Es como en esa película que una vez alquilamos.
—¿Cómo en la película esa… American Gangster… con este chocolate blanco de Denzel Washington?
—Sí, y el pinche Russell Crowe, también.
—¿Pero qué tiene que ver Vietnam con fucking Afganistán?
—Parece que están haciendo lo mismo.
—¿Lo mismo? ¡¿Llevan heroína en los cajones para vender en el Harlem?!
—Shhhhhhh. Cósete la boca antes de hablar de esto de nuevo.
—Pero si los vi, te digo que los vi. Y no es Denzel Washington, es un negro mucho más feo.
John baja la voz y mira a los costados. Siguen solos en la barraca y la conversación es en español. Supone que nadie o muy pocos podrían saber de que están hablando.
Era el TJ —dice y se da cuenta que la voz le tiembla.
—Sí, son los del cártel de Bagram, los del Five Corners. Como los del cártel de Juárez. Olvídate.
“El cartel de Bagram” de Gustavo Sierra. Cortesía de LID. Pulse para el video: https://www.youtube.com/watch?v=JBILd4dcnFo
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* Gustavo Sierra es un periodista con 28 años de experiencia en la profesión. Fue corresponsal de varios medios argentinos e internacionales en Londres, Nueva York, Washington, Los Angeles, Buenos Aires y Santiago de Chile. Formó parte del equipo que inició en Atlanta el primer servicio de CNN en Español. Corresponsal en la Casa Blanca de CBS-Telenoticias y NBC-Canal de Noticias. Corresponsal en Santiago y Buenos Aires de Univisión, la primera cadena hispana de Estados Unidos. Y editor del servicio Latinoamericano de Associated Press en Nueva York. Actualmente es editor de Política Internacional de Clarín, diario para el que cubrió las guerras de Irak y Afganistán, así como las últimas elecciones en Estados Unidos y México. Recibió los premios de la Asociación de Corresponsales Extranjeros de España por su cobertura de la guerra en Irak y del Congreso Iberomericano de Periodismo Digital por su trabajo «Los espalda mojada argentinos». Tiene un Master en Comunicaciones de la Universidad de Boston. Está casado desde hace 23 años y tiene dos hijas.
Este texto hace parte de su libro «El Cartel de Bagram, el Argentino que venció al Pentágono», publicado por Gallus (Argentina).
Sobre la obra: A John Torres, un argentino nacido en Córdoba, le faltaban apenas dos meses para terminar su servicio en Afganistán y regresar a Texas para casarse, estaba asqueado de la guerra por haber sido testigo de cómo algunos suboficiales utilizaban la repatriación de cadáveres de los soldados para hacer tráfico de heroína. Dos meses más tarde John apareció muerto en las letrinas de la base estadounidense de Bagram, en Afganistán. El ejército entregó sin mayores explicaciones el cadáver a su padre, Juan Torres, un inmigrante argentino llegado a Estados Unidos. Éste comenzó un alarga lucha para descubrir cómo había muerto su hijo. No dudó en enfrentarse a los servicios de inteligencia o a las presiones de los políticos hispanos de Chicago, y pasó largas temporadas protestando frente al rancho de George W. Bush y a la Casa Blanca. En el camino se encontró con una verdad aún más difícil de aceptar.