Escritor del Mes Cronopio

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Siempre estaba pendiente de verla en los corredores de la escuela. Su cabeza rapada sobresalía entre ese mar de estudiantes. Subo el periscopio en el submarino del amor y arrojo cargas de profundidad, bombas, todo hacia ella. Me ignora. Siempre está acompañada por tipos del barrio: Martín Savage, John ‘Golpeador’ Barret, Sean Laffey (este nunca se reía) y Jo ‘Matón’ Killkelly. Comprendes la imagen. De ninguna manera encajo en ese foto. No podría ni siquiera ser una mota de polvo en el negativo.
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Pensé que era una trampa o algo por el estilo. Maldición. Yo siempre había evitado el contacto con chicas. No sé de dónde son los chicos pero sé que las chicas son de Cubista —un planeta fuera de mi constelación. Las chicas gravitan al acecho de sentimientos y emociones de una forma que no puedo comprender. Tenía más opciones de ser aceptado en la legión extranjera a mis catorce años que de resolver los torbellinos mentales y sociales que acarreaba una cita con Lucy Block.

Mi tía adolescente decía que yo era pálido e interesante. Yo evitaba el sol. Los viernes bailaba conmigo para practicar antes de irse a tratar de atrapar algún Cabeza Rapada en el club local: The Rattlesnake, no es una broma. Entonces yo estaba en capacidad de impresionarla con mi baile en caso de que lo necesitara. Tenía horas de práctica de pogo enfrente del espejo. Me encantaba el pogo. Podía bailarlo toda la noche si se hacía necesario. Mientras practicaba en mi cuarto, me sentía como un guerrero massai. Después de unos meses ya tenía músculos fuertes en las pantorrillas. Mi madre solía golpear el entresuelo.

—Deja esa maldita bulla. Al final dejó de hacerlo. El maldito está loco, le dijo un día a su hermana, mi compañera de baile. Mi tía exhalaba el humo de su cigarrillo en dirección al techo.

—No —él es normal.

Me perdí la mitad del ciclo de vida de la serpiente pitón mientras limpiaba la sangre de mi chaqueta de safari. Afuera, la noche oscura resplandecía con cuchillas en cada esquina. Mi red de mariposas rota quedó tirada entre el concreto húmedo, oculta en la oscuridad, olvidada. Los cuchillos mariposa cantaban canciones de amor. Lucy Block me esperaba.

II

No pude dormir en toda la noche. ¿Quién podría? La encontré en el corredor de la escuela a la mañana siguiente —me miró como si nada. Vi a los gemelos Block y me oculté en una entrepuerta del corredor. Se detuvieron enfrente y miraron hacia adentro del aula. Tuve que pretender que iba de salida y asentí con la cabeza mientras pasaba.

Tarzán, no te olvides de esta noche —me gritaron.

Muy gracioso —me dije a mí mismo —y seguí caminando.

El rumor de que los gemelos Block me habían ido a buscar la noche anterior se había propagado. El hecho de que estuviera vivo y coleando hizo crecer mi prestigio entre los compañeros, pero yo no podía disfrutarlo.

—¿Qué querían?

—Nada.

—¿Entonces cómo es que sigues vivo?

—No sé.

—¿Tienes heridas internas que no podemos ver?

—Sí.
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Continué diciendo.

Es sólo una chica.

Es sólo una chica.

Es sólo una chica…

Tenía el mismo efecto reconfortante que:

Es sólo la peste negra.

A las 7:30 p.m. llegué a buscar a chez Block. Gracias a Dios los gemelos no estaban. Mamá Block abrió la puerta y me observó dos veces. No era un cuchillero como ellos, sólo yo, el pretendiente en armadura brillante con un tenue entendimiento del francés, sexualidad, moda o realidad.

Se volteó y gritó.

—Es el loco de las mariposas.

No podía creer que los Block se lo hubieran dicho a su madre. Imaginaba que pasaban en silencio uno junto al otro por el corredor de su casa. ¿Acaso no había nada sagrado para ellos?

—Supongo que es mejor que entres.

Me arrió por el corredor hasta el cuarto de la TV. Lo digo en un sentido amplio.

Lucy estaba sentada en el sofá viendo TV. Me miró despacio. La saludé medio apenado.

¿Qué quieres?

—Pensé que tenía que venir a buscarte.

—¿Tenías?

—En realidad pensé que todo estaba arreglado.

Por ahora yo mantenía la compostura.

—En realidad, relájate. Tu sentido del humor es inexistente —no ves que estoy vestida para la ocasión.

—Oh, sí —lo noté inmediatamente.

—¿Quieres té antes que vayamos a ser la sensación del año?

— Ah, no —me acabo de limpiar los dientes.

Jesús, que respuesta.
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—Ah, probablemente me lo echaría encima.

O en el pastor alemán que me estuvo olfateando la entrepierna mientras esperaba en la puerta.

—Siéntate Killer, dijo la madre.

Me sentí mucho más seguro. ¡Killer!

Lo haré de cualquier manera. Siéntate. Killer —Quieto.

Me senté en el sofá, la madre nos miraba al mismo tiempo a mí y a Joan Jet & Blackhearts tocando en la TV. Eran fascinantes. Joan Jet me hacía sentir más seguridad.

—Tú no eres como los otros malnacidos que usualmente vienen a verla.

Me dediqué a estudiar la imagen de Joan Jet como si no la hubiera escuchado.

—No señora, dije eventualmente porque sentía que no dejaba de mirarme.

—¡No señora! ¿Jeeesús de qué siglo eres?

Ni yo mismo estaba seguro de la respuesta.

Lucy regresó con el té. Traté de tomarlo sin derramar nada.

—Ya regreso —dijo— y subió las escaleras.

—¿Dónde están los gemelos? Me arriesgué a preguntarle a la madre después de un rato.

—Los cabeza de bloque están afuera.

—Ok. Eso no es mucho. Simplemente seguí sentado ahí bebiendo el té y tratando de no sudar demasiado. Cuando Lucy regresó dijo —vámonos.

Salté para ponerme firme frente a la orden y la taza salió volando. La madre se arrojó hacia atrás como si yo hubiera lanzado un mortero. Killer saltó y vino a atacarme. Di uno de mis saltos de pogo y el perro pasó por debajo sin tocarme.

Madre e hija me miraron con admiración mientras subía hacia el techo. Yo mismo estaba impresionado. Las cosas mejoraban.

Killer se fue de cara contra el TV y eso lo calmó antes de que pudiera atacarme de nuevo. El TV se ladeó en cámara lenta. Antes de que ninguno pudiera agarrarlo se cayó de la mesa al suelo. Chispas saltaron pero no entre Lucy Block y yo. Salían de detrás del TV como si fuera un cohete Katyusha. Las luces pestañearon una vez y luego se apagaron por completo. Killer comenzó a aullar. La madre comenzó a maldecir y a tratar de hacer funcionar su encendedor de cigarrillos. Se tropezó con Killer mientras trataba de alcanzar la cocina. El encendedor salió volando y la llama se agotó.
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Esperé en la oscuridad, el humo de cigarrillo estropeaba la palidez de mi piel y mis pulmones rosados, mi radar sonaba como diciendo Lucy Block, mis manos sudaban, me temblaban las piernas, toda mi vida me pasaba por la mente, los Block me darían a comer a Killer, mi madre mirando mi tumba, los dolientes pogueando, mi tía llorando en el hombro de la chamarra de su novio. Bien, las cosas no pueden empeorar —pensé, pero estaba equivocado.

NOTA
[1] En el original «Tinkers» término peyorativo para un grupo social irlandés nómada cuyos miembros se dedican, entre otras cosas, a reparar utensilios de cocina.
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* Seamus Scanlon es bibliotecario en The City College Of New York Center For Worker Education. Dentro de sus logros más recientes están: ser artista en residencia en el Cell Theater, una residencia creativa en MacDowell Artists Colony y la beca como escritor emergente del Center for Fiction en Nueva York. Su colección de narrativa policial As Close As You’ll Ever Be fue publicada en agosto de 2012 por la editorial Cairn Press. Puede conseguirse en librerías como Amazon y Barnes & Noble. Correo–e: seamus.scanlon@gmail.com

** Carlos Aguasaco Ph.D. es profesor de estudios culturales latinoamericanos en el departamento de estudios interdisciplinarios en The City College Of New York Center For Worker Education. Correo–e: aguasaco@gmail.com

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