Escritor del Mes Cronopio

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Tres meses más tarde el avión estaba listo para ser volado. En realidad, se trataba de un planeador. Don Gabriel me pidió que hablara con un amigo, piloto de fumigación, para ver si se animaba a volar y a dar unas cuantas vueltas sobre la ciudad. Era Jorge Döering, padre de María Helena Döering, estrella actual de la televisión. Jorge era boliviano, de origen alemán, y se le medía a lo imposible. Fuimos con el piloto a ver el aparato y mi amigo le dio la aprobación. «Si me mato, ustedes responden», dijo con humor. Yo empezaba a tener miedo. Llegó el día del vuelo. Y fue apenas en ese momento que todos nos vimos enfrentados a la aterradora realidad que nos pasaba la cuenta de cobro mediante la presentación de sus facturas, como ocurre en Cien Años de Soledad: el aparato no cabía por la puerta.

Por aquellos días cayó en mis manos un ejemplar de Cien Años de Soledad. La historia de este avión y de los personajes relacionados con la aventura de alzar vuelo sobre la torre de la Iglesia parecía una más de la novela mágica. Don Gabriel, hablo del propietario de la papelería, por supuesto y no del escritor, era una especie de Melquíades descendiente del General Pinto, combatiente de la Guerra de los Mil Días. Tenía de su propiedad una papelería, y se estaba ayudando de un fotógrafo para hacer entre los dos un avión. Vuélvanse ustedes a imaginar el asunto, a representarse con la imaginación el escenario. En donde yo, racionalista y desencantado, materialista y en aquel entonces buen lector de filosofía alemana y de autores existencialistas, ayudé a conseguir y a motivar el aviador, como un cómplice. Sólo la imagen del aparato delante de la pequeña puerta por donde no cabía ni la trompa, nos hizo a todos descender a la dura realidad.

Apenas siete meses después, una mañana de finales de septiembre, cuando iba rumbo a mi despacho en el juzgado, observé la plaza central de la ciudad alfombrada de pájaros muertos. No estoy inventando nada, señores. Quedé estupefacto. Me senté en una banca del parque y me dispuse a escuchar los comentarios de los lustrabotas y de la gente alrededor. Yo no comprendía nada de cuanto estaba pasando, pero hacía esfuerzos racionales por entenderlo. Los lustrabotas hablaban del anuncio evidente de una catástrofe y los vendedores de lotería lo confirmaban todo con el movimiento afirmativo de sus quijadas. Sus mentes agoreras habían conectado el acontecimiento con un desastre que de esta manera tan evidente se anunciaba.

Según ellos, Cartago estaba ahora en la mira de las fuerzas del destino. Un periodista despistado había corrido ya a la casa cural, para recoger el punto de vista del cura, pero lo encontró distraído en la operación mágica de transformación del vino en sangre y del pan en carne viva. La dueña del restaurante de la esquina, donde yo tomaba los alimentos, consideró como cierto lo mismo que todos los demás decían y partió en carrera, huyendo de la visión de los pájaros muertos, no sé hacia dónde. Fui al café de la otra esquina y el comentario era general: Tarde o temprano Cartago iba a ser destruido. Algunos ya se habían puesto a beber cerveza y a escuchar músicas tristes. Caminé hacia el almacén veterinario y me encontré con un amigo agrónomo, que me explicó lo sucedido mediante los argumentos racionales que yo esperaba: las tierras cercanas, a la redonda de la ciudad, habían sido sembradas con granos de cereal envenenados, porque los miles de pájaros estaban arruinando los cultivos y las cosechas. Durante el día anterior las aves estuvieron comiendo de aquellos granos envenenados clavando sus picos en los surcos y al caer la noche vinieron a dormir en los frondosos árboles del parque. Ya en la madrugada habían empezado a caer como piedras por el suelo. La explicación racional desbarataba el augurio y la premonición, pero pocos en el pueblo la admitieron.

De aquellos hechos hace ya treinta y ocho años y Cartago todavía está ahí, sin que hubiera sucedido nada semejante a un terremoto, salvo el del narcotráfico, que es otro tipo de terremoto. Pero de estos acontecimientos hablaremos otro día.

* El presente ensayo hace parte del libro Ensayistas Contemporáneos: Aproximaciones a una valoración de la Literatura Latinoamericana; ARFO Editores e Impresores Ltda. Colección es patrocinada por Alcaldía de El Líbano – Secretaría Cultural del Tolima – Ministerio de Cultura. Compilado por  el escritor tolimense Albeiro Arias.
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* Fernando Cruz Kronfly nació en la ciudad de Buga el 8 de abril de 1943. Es Doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad La Gran Colombia de Bogotá. En 1996 la Universidad del Valle le concedió el Doctorado Honoris Causa en Literatura y la distinción de Maestro de Juventudes. Fue Jefe del Departamento de Literatura e Idiomas, Universidad Santiago de Cali (1970–1972). Libros Publicados: Ensayo: La Sombrilla Planetaria, Editorial Planeta, Santa Fe de Bogotá, 1991. Amapolas al Vapor, Universidad del Valle, Cali, 1996. La Tierra que Atardece, Editorial Planeta–Ariel, Santa Fe de Bogotá, 1999. Narrativa: Falleba–Cámara Ardiente, Editorial La Oveja Negra, Santa Fe de Bogotá, 1980. Falleba–Cámara Ardiente, Editorial Fontamara, Barcelona, España, 1982. Las Alabanzas y los Acechos, Editorial La Oveja Negra, Santa Fe de Bogotá, 1980. La Obra del Sueño, Editorial La Oveja Negra, Colección Narrativa Colombiana, Santa Fe de Bogotá, 1984. La Ceniza del Libertador, Editorial Planeta, Santa Fe de Bogotá, 1987. La Ceniza del Libertador, Universidad Nacional Autónoma de México «UNAM», México, D.F. 1995. La Ceremonia de la Soledad, Editorial Planeta, Santa Fe de Bogotá, 1992. Veinte ante el Milenio, compilación de relatos colombianos, editor; Eduardo García Aguilar, Universidad Nacional Autónoma de México, México D. F. 1994. La Última Noche de Antonio Ricaurte, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1997. El Embarcadero de los Incurables, Editorial Norma, Bogotá, 1998. La tierra que atardece, Editorial Planeta, 1998. La Caravana de Gardel, Editorial Planeta Seix Barral, Bogotá, 1999. Distinciones Literarias: Premio Nacional de Literatura (Relato), Cali 1969. Premio Nacional de Libro de Relatos, Universidad de Nariño, 1974. Finalista Certamen Latinoamericano de Relato, México, 1974. Premio Internacional de Novela «Villa de Bilbao», España, 1979. Medalla «Proartes» en Letras, Fundación para la Promoción de las Artes, Festival Internacional de Arte de Cali, 1997, Universidad del Valle.

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