Escritor del Mes Cronopio

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El salvaje doctor

EL SALVAJE DOCTOR ROCK

Por Julián Isaza*

1.(LADO A)

[x_pullquote cite=»Iggy Pop» type=»left»] Si no aterrorizo, no soy Pop[/x_pullquote]

Era una nariz rota, con una costra marrón en la joroba de un tabique dromedario, una estructura olfativa en decidida picada. Era una voz que era más bien un ruido, una estridencia metálica. Era un hombre pequeño, seco, rocoso, afilado, un tipo duro detrás del aparador de una tienda de discos. Era 55 kilos de hostilidad gobernando su pequeño feudo: La Rock/Ola. Era el Doctor Rock. (Vea la galería El salvaje Doctor Rock en su casa)

2.

[x_pullquote cite=»Kurt Cobain» type=»left»]Prefiero que me odien por lo que soy a que me admiren por lo que nunca seré[/x_pullquote]

Ahora, 15 años después, en su apartamento en el centro de Bogotá, el viejo —porque es viejo— mira con esos ojos pequeños, aceitunados por el óxido del tiempo, sirve dos cafés, se sienta despacio y agarra su pocillo con ambas manos. Su pinta sería la de un jubilado: pelo corto, barba en candado, tenis para trotar, jeans, camisa de cuello y un saco de lana verde. Y sería la de un jubilado si sobre el pecho, en ese saco de lana verde, no estuviese estampada una A —grande— de anarquía.

—Yo iba a comprar discos a la Rock/Ola —le digo.
—¿Y alguna vez lo putié?
—Sí.

Se forman dos grietas en las mejillas flacas, arquea los labios hacia arriba y los dientes largos, amarillos, feroces, quedan visibles. El Doctor Rock sonríe. Y en su sonrisa hay algo reptil.
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3.

[x_pullquote cite=»Paul McCartney» type=»left»]En la vida real, el que no se rinde, es todo un valiente[/x_pullquote]

Si usted tiene más de 30 años, escuchó rock en su adolescencia y vivió en Bogotá, probablemente lo recuerde por su célebre tienda de discos, en la que conseguía o podía encargar cualquier banda, «desde Napalm Death hasta New Kids on the Block», dirá él. Si está por los 40, seguramente sabrá que fue uno de los primeros en programar música pesada en la radio. Si tiene 50 o más, quizá lo asociará con la génesis del movimiento hippie nacional y con ser uno de los gestores de escenarios y conciertos, entre ellos el Festival de Ancón en 1971, la versión ecuatorial de Woodstock. Pero lo cierto es que no tuvo una banda legendaria, no fue un rockstar. No. Lo suyo, su mérito, ha sido permanecer. Y más que permanecer, resistir.
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4.

[x_pullquote cite=»Joe Cocker» type=»left»]Dios, yo solo soy un tipo calvo, gordo, de 60 años de edad, cantando el blues, ¿sabes? [/x_pullquote]

El apartamento es un dúplex en la calle 19 con cuarta. En el primer piso hay un baño y dos habitaciones, pero el viejo abre la puerta y cierra el ángulo, no deja nada al fisgoneo, extiende la mano e indica, imperativo, el camino a las escaleras. Arriba hay una cocina, una sala, un comedor, un baño y otros dos cuartos. Hay cosas viejas y arrumadas, fotos, recuerdos y no hay nadie. El lugar guarda toda su estética original de los 70, solo que lacerada por los años: paredes en madera, puertas de fuelle, barras cobrizas en las escaleras. El paso del tiempo, en el universo privado del Dr. Rock, no implica cambio; solo desgaste.

El viejo da unos cuantos pasos y se acomoda en el sofá, la luz del sol de la tarde entra oblicua por el ventanal y lo convierte, por un instante, en una silueta angulosa, puntuda.

—No hay mujer en esta casa. Se nota porque no hay ni cojincito ni moñito —dice, agudizando la voz e imitando exageradamente los ademanes femeninos.

Él vive aquí desde comienzos de la década de los 80 y una vez las cuatro habitaciones estuvieron ocupadas por él, su esposa y sus hijos, pero hoy solo hay camas vacías, cortinas cerradas y una estricta rutina solitaria: despertar a las 8 de la mañana, hacer reiki, preparar el desayuno, ver televisión, prender un porro, escuchar música, almorzar, salir a caminar media hora, leer, volver a la televisión, dormir.
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5.

[x_pullquote cite=»Roger Waters» type=»left»]Todos tenemos un poco de dictadores y de locos[/x_pullquote]

En la pared cuelga un afiche enmarcado de la banda inglesa Cathedral y la dedicatoria dice: «Para el Dr. Rock, el abuelo del metal de Suramérica». Ese abuelo nació en Bogotá hace 65 años y lo llamaron Gustavo Arenas, fue hijo de maestros y hermano de seis. Creció en los barrios Quiroga y Tunjuelito en Bogotá, y más tarde en las poblaciones de La Palma y Cajicá (Cundinamarca). Estudió hasta segundo de bachillerato en un internado en Guaduas y escuchó con fervor adolescente las canciones de Enrique Guzmán, de César Costa y de Manolo Muñoz. Fumó marihuana y escapó de clases. Fue una migraña. Y, cuando finalmente lo expulsaron del internado y su madre lo recogió, tuvo una epifanía. Ella le recriminó: «¿Usted qué quiere ser en la vida?»; y él, un segundo después, respondió retador e iluminado por la certeza: «Un vago». También, un segundo después, la cabeza le giró de una cachetada.

—Y tal cual. Aquí estoy. Un vago —suelta con una risotada. No me arrepiento de nada. ¿Haber venido a producirle riqueza a otro hijueputa? ¡Noooo! Es que desde que uno nace está endeudado.
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6.

El periodista Mauricio Silva, que lo conoce desde hace 22 años, desde que trabajaron en el diario La Prensa, dirá:

—Él es el perfecto hippie en la medida en la que no entra en el sistema y no le parece interesante cumplir horarios; o sea, tener la vida regular de un ser regular como yo, que es entrar a una hora y salir a la otra y tener jefes. Eso le sabe a mierda.

7.

[x_pullquote cite=»Jim Morrison» type=»left»]Me interesa todo lo que sea rebeldía, desorden, caos y, particularmente, cualquier actividad que parezca falta de sentido. Ese es el camino de la libertad [/x_pullquote]

La nariz baja, larga y gruesa, desde el final de su frente y, en la mitad del camino, hace una curva, como la que deja una patada en concreto fresco. Es una protuberancia rocosa, cincelada por una biografía salvaje. Lo dijo Hannibal Lecter: «Nuestras cicatrices tienen el poder de recordarnos que el pasado fue real».

—Yo tenía los dientes rotos, era ‘escamero’, con mala fama, mala gente, alzado, peleador y hippie radical, que no era la moda. Yo era de resistencia, de botas de obrero y de bluyín —dice el Dr. mirando fijo, con las manos empuñadas sobre las rodillas.

El viejo no se mueve despacio, hay electricidad. Se levanta del asiento, agita los brazos, arquea el cuerpo, gesticula, se acerca. Se acerca mucho. Gruñe. Estalla y luego vuelve al sofá y respira. Queda claro que los años no domestican, solo cansan. Y queda claro, también, que más que ser uno de los primeros hippies, parece ser uno de los últimos punks.
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8.

Chucky García —39 años, pelo largo, ropa negra, periodista y crítico musical y amigo íntimo del Dr.— lo resume así:

—Él mantiene esa cosa hostil de lo que finalmente era el rock, porque el rock era lo hostil y lo diferente. Y él es como el último gran dinosaurio, el último gran Rolling Stone.
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9.

[x_pullquote cite=»Keith Richards» type=»left»]Tengo noticias para ti: todavía somos un montón de duros bastardos. Todavía no vamos a morir[/x_pullquote]

Una, dos, tres, cuatro y cinco veces lo veo en su apartamento. Siempre es el mismo (siempre es él mismo): los ojos pequeños y la boca grande. Las opiniones en las que no ahorra adjetivos, la voz áspera.

—Anoche vi una vaina que se llama dizque Lacrimosa. Es música de esa gótica, depre. Y eso es igual a Pimpinela, mano, y qué pena pero a mí me gusta el rock de guitarra. Me cago en New Order, en The Cure. ¡Qué jartera, hermano! Yo no tengo pelo para ir al salón de belleza. A mí me gusta el rock de mechudos, de guitarra y de esa vaina —dice.

Gustavo Arenas no creó a un personaje al que llamó Dr. Rock —aunque el apodo nació en un programa que tuvo en la emisora Radioactiva en 1989. Gustavo Arenas es, efectivamente, el Dr. Rock. No hay pose ni alter ego. Solo él en estado puro, inmutable:

—Para mí sigue siendo sexo, drogas y rock and roll. El que quiera rock sano se equivocó de música, mano. Para eso existen las iglesias.

El hombre se echa para atrás, se escurre en el asiento con las piernas bien abiertas, se frota la cara con las manos y viaja al pasado. Habla de los ácidos —«eran viajes muy lindos, eran muy hermosos. Yo no sé si todavía los produzcan así. Eso Owsley (Augustus Owsley, el químico estadounidense del que se dijo que ‘hizo por el LSD lo que Henry Ford por el automovil’) se murió y con él se murió la fórmula»—, de Miguel Durier, el mítico y fallecido guitarrista de Los Flippers —«era el único que se tiraba de rodillas al piso y cantaba»—, de su gran amigo y pionero del movimiento hippie Manuel Quinto, quien murió en el 2001 —«Manuel y yo éramos como los justicieros de la calle 60, éramos los que regañábamos a todo el mundo por plásticos, por moda». Sus recuerdos, con aires de obituario, hacen que sus labios se arqueen.
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10.

[x_pullquote cite=»Gene Simmons» type=»left»]Hola, soy Gene Simmons, y tú no[/x_pullquote]

FLASHBACK

El Dr. tenía gafas oscuras, chaqueta de cuero, 50 años y la nariz rota —unos días antes recibió un cabezazo a la salida de un concierto. Estaba frente al aparador. Su mujer, la señora Gladys, al otro lado. La tienda era un cubo negro repleto de discos y camisetas en el segundo piso del centro comercial Vía Libre. Y el hombre era una pequeña celebridad, era el tipo al que todos conocían y al que pocos le hablaban, porque existía cierto temor reverencial: si hacías la pregunta equivocada o decías una tontería, podías ser expulsado.

—¿Qué tiene de ACOC? —preguntó un adolescente.
—¿ACOC? No conozco esa banda.
—Sí, ACOC, los del afiche de la entrada.
—¿ACOC? —el hombre camina hacia la vitrina y luego de mirar gira temblando de la irritación. ¡Eso no es ACOC, eso es AC/DC!, ¡y usted se larga!

En la Rock/Ola podían suceder varias cosas: A. Salir regañado (las probabilidades eran altísimas). B. Aprender algo sobre rock si escuchabas con disimulo una conversación de su propietario. C. Podías ver algunos videos. D. Eventualmente podías comprar un disco. No era solo una tienda, era, de alguna manera extraña, un aula de clase.

—La Rock/Ola era prácticamente una emisora —contará Chucky García. El Dr. le decía a uno cómo eran los conciertos, a qué sonaban, le ponía los discos, los videos, le contaba las anécdotas. En ese momento había pocas fuentes de información y él era una, porque él efectivamente había tenido la oportunidad de ver a los artistas —vivió en Estados Unidos—, tenía una tienda y conocía la música.
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(Continua página 2 – link más abajo)

1 COMENTARIO

  1. Amor para el escritor, Gracias a Dr.Rock por ser y estar …. Luego dirá: «Yo no soy tan bueno como muchos dicen ni tan malo como otros dicen. Soy un man. Soy un producto de Colombia. Y Colombia produce unos locos ni los hijueputas» jajajajajajajaja! tal cual

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