Especial Cortazar Cronopio

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Julio cortazar

ALLÁ EN EL FONDO ESTÁN LOS CRONOPIOS

Por Diana Hidalgo*

En los años 70, el escritor argentino Julio Cortázar decía: «Ser cronopio es contrapelo, contraluz, contranovela, contradanza, contratodo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra, cada día contra cada cosa que los demás aceptan y que tiene fuerza de ley». Este año, los cronopios de Cortázar celebran su cumpleaños número 50. Historias de Cronopios y de Famas se publicó por primera vez en el año 1962. Causó temblor en la literatura latinoamericana y consagró para la eternidad un nuevo género literario, el microrrelato. Pero, ¿qué diablos son los cronopios? No tenga miedo. Póngase cómodo que no muerden y apague las 50 velas verdes respectivas en Montparnasse.

Una noche de fecha indefinida del año 1951 —porque a él no le gustaban demasiado las definiciones exactas, las certidumbres—, Julio Cortázar se encontraba en el Teatro de los Campos Elíseos, en París. El motivo de su visita era disfrutar un concierto del compositor ruso Igor Stravinsky, uno de sus músicos favoritos. El escritor no llevaba ni la barba crecida ni los anteojos que lució en los últimos años de su vida. Tenía 37 años —pero se veía muchísimo más joven que lo adecuado para el reloj—, y acababa de llegar a París gracias a una beca del gobierno francés. Vestía un saco largo hasta las rodillas que combinaba muy bien con la cafarena cuello tortuga que ese día lo libraba del frío y la desnudez.

Entreacto del recital. El público asistente salió en estampida para conversar, fumar y presumir. Él decidió quedarse en su ubicación a observar y, de pronto, ¡PUM!, irrumpen en sus ojos grandes y su conciencia unas visiones borrosas de unos seres verdes que flotaban en el aire como globitos juguetones y divertidamente libres. Eran los cronopios.

Treinta y dos años después de este episodio, el periodista y escritor uruguayo, Omar Prego Gadea, le hizo una serie de entrevistas que dieron origen al libro La fascinación de las palabras, que se publicó en Argentina en septiembre de 1997. Prego lo vio por última vez el viernes 20 de enero de 1984 –poco antes de su muerte-, y recuerda que lo último que le dijo fue «Lo que quiero es ver árboles», la leucemia lo estaba matando. Pero antes de eso, en una de sus tantas charlas que tenían lugar en la casa de Cortázar, bajo el cielo plomizo de París, papá cronopio recordó el origen de su osada creación «Yo estaba sentado y de golpe vi (aunque esto de ver no sé si hay que tomarlo en un sentido directamente sensorial o fue una visión de otro tipo, la visión que podés tener cuando cerrás los ojos o cuando evocás alguna cosa y la ves con la memoria) en el aire de la sala del teatro, vi flotar unos objetos cuyo color era verde, como si fueran globitos, globos verdes que se desplazan en torno mío. Pero insisto, eso no era una cosa tangible, no era que los estuviera “viendo” tal cual. Aunque de alguna manera sí los estaba viendo. Y junto con la aparición de esos objetos verdes, que parecían inflados como globitos o como sapos o algo así, vino la visión de que esos eran los cronopios. La palabra vino simultáneamente con la visión».

Ese día también dijo que los cronopios nada tienen que ver con la pista metafísica del Cronos, que son seres amables y en esencia divertidos y que, por supuesto, no son un adjetivo ni nada por el estilo. Cronopio es un sustantivo. El sustantivo Cronopio.

MICRORRELATOS VERDES

La primera vez que el libro Historias de cronopios y de famas vio la luz literaria fue el 22 de febrero de 1962 bajo el sello editorial Minotauro, de Buenos Aires. Un año antes de publicar Rayuela, novela que para muchos es su obra cumbre y con la que revolucionó la literatura latinoamericana de una manera irreversible y enriquecedora. Pero como Cortázar era un revolucionario por naturaleza y le gustaban las revoluciones —no las de los rifles, sino las de las ideas—, con los cronopios ya había revolucionado. Con ellos consagró un nuevo género en la literatura latinoamericana al que se ha nombrado como microrrelato o microficción. Son textos que pueden tener dos páginas o dos líneas. En 1955, Jorge Luis Borges lo había utilizado en El Hacedor, pero, con Historias de cronopios y de famas se definió y se perfeccionó el género y también se masificó.

Historias de cronopios y de famas es una compilación de microrrelatos surrealistas y se divide en cuatro partes: Manual de instrucciones, Ocupaciones raras, Material plástico e Historias de cronopios y de famas. En la primera parte irrumpen los paralelepípedos, los relojes, los llantos y las explicaciones de cómo (no) hacer tareas simples de la vida, como subir una escalera. La segunda parte está compuesta por ocho microrrelatos en los que no se menciona a los cronopios y que a simple vista no tienen conexión con la última parte. Pero no se engañe, hay que ver más allá (justo al fondo).

La tercera parte contiene 23 microrrelatos. Uno de los más célebres es Acefalía (la historia de un hombre que tiene que vivir sin cabeza porque estalló una huelga) y Discurso del oso (soy el oso de los caños de la casa…). A Cortázar le gustaban los osos. Dato curioso: a su última compañera de vida, Carol Dunlop, la llamaba cariñosamente osita. Y en la cuarta parte del libro llegan los cronopios, las famas y las esperanzas. El mundo cronopio en su máximo esplendor. Aquí aparece el texto más pequeñito de toda la serie bajo el título Historia. «Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta».

Cortázar se tardó diez años en escribir en su totalidad el mundo cronopio. En este período, escribía las historias para este posible libro cuando le provocaba. Tan libre y desenfadadamente como las historias que ahí se relatan. «Julio nunca se puso a escribir ‘los cronopios’. Era algo circunstancial. Él iba a Correos, por ejemplo, y le salía una historieta cómica, conforme se le iba ocurriendo. Después, con todo eso se armó el libro», recordó Aurora Bernárdez, su primera esposa y albacea de su obra.

MUNDO CRONOPIO

En este punto es preciso detenerse abruptamente para hacer una oportuna aclaración que consistirá básicamente en explicar la naturaleza de los famas y las esperanzas (no olvidarse de los cronopios, las fuerzas traviesas). Para Cortázar las conductas de los cronopios eran lo más parecido a la de un poeta o un gato. Seres amables, tímidos, un poco asociales, revolucionarios, desordenados, libres y que viven al margen de lo establecido o lo correcto. Los famas son, por el contrario, seres serios, formales, ordenados. Lo más parecido a los gerentes de los bancos, funcionarios públicos, administradores, políticos, presidentes, gente formal. Y las esperanzas son como unos personajes intermedios que se someten sin chistar a las ideas tanto de los cronopios como de los famas. Los famas embalsaman sus recuerdos y viajes para conservarlos, los cronopios los dejan libres revoloteando en la casa a la merced de la queja de los vecinos. Las esperanzas observan todo ello sin inmutarse.

«Es uno de esos libros que enseña a mirar la realidad con ojos nuevos», señala la experta en materia cortazariana, Efe Rosalba Campra. Por otro lado, la licenciada en Literatura Latinoamericana e investigadora en materia Cortázar, Elvira Cetraro Luna, sostiene acerca del libro «Aporta a la literatura en la medida en que refleja, mediante las metáforas de los cronopios, famas y esperanzas, los tres tipos de caracteres básicos de los seres humanos en la sociedad latinoamericana contemporánea».

Para este libro hay diversas lecturas e interpretaciones. El propio Cortázar dijo en una entrevista televisiva en 1977 mientras fumaba «Me siento cómodo en un terreno que toca lo irracional». Y posteriormente, en 1983, «Pero en todo caso hay una ironía amable, no una alegoría. Sí, hay críticos que han querido ver en los famas la denuncia de la burguesía frente a la libertad y la poesía. Y en términos generales es así, pero no es deliberado, no hay ninguna intención didáctica ni moralizante en los cronopios. Al contrario, yo trataba de escribir relatos sumamente libres. Lo que pasa es que estos bichos tienen sus características y no las pueden disimular».

Quién sabe. La cuestión es que a manera de banda de rock, los cronopios, esos bichos en principio verdes, que luego toman la forma más hermosa de libertad literaria, tienen hasta hoy vigencia y poseen más que lectores fieles, fanáticos y enamorados. Como decía alguna vez un escritor la literatura se lleva en la piel. No es broma, cronopios.

Julio Cortázar da una explicación sobre la génesis sobre los Cronopios. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=A7_ttGBvQTc[/youtube]
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* Diana Hidalgo es estudiante de los últimos ciclos de periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Es candidata a maestría en Literatura peruana y Latinoamericana, y en Industrias culturales. Ha colaborado en revistas como Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, en la productora independiente La Comba producciones. Actualmente es periodista y fotógrafa freelance y redactora en la revista Poder.

4 COMENTARIOS

  1. El gran hacedor de historias, de lugares de espacios; me pregunto como hace una Esperanza para volverse Cronopio? nacen los Cronopios? o se hacen en el camino?

  2. Excelente análisis de Diana Hidalgo,dónde plantea con una claridad maravillosa el legado del maestro Cortázar ,al plantaear los tres tipos de caracteres básicos delos seres humanos en la sociedad latinoamericana ,genialmente definidos como son: los cronopios que simbolizan la libertad y el libre pensamiento-las famas que para mí encarna toda la corrupción que se vive en nuestros países y -las esperanzas,que es el pueblo sumido en la desesperanza y sometido hasta mas no poder por las fuerzas del dinero.Yo aportaría que éste pensamiento no solo se vivencia en latinoamérica ,es universal y adaptable a todas las épocas.De allí su grandeza como aporte ideológico.

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