GUERRA
Por Catalina Franco Restrepo*
«La guerra prospera porque aún hay
suficientes hombres que la aman».
(Revista Time, sobre el mensaje esencial
de Despachos de guerra, de Michael Herr).
«Evidentemente, lo que en realidad querían explicarte era lo cansados que estaban y cuánto les repugnaba aquello. Cuánto les había conmovido y aterrado. Aunque puede que fuese yo, por entonces mi postura era clara: ‘Corresponsal’. (‘Debe ser muy difícil distanciarse’, me dijo un hombre en el avión en que volvía a San Francisco; y yo le dije: ‘Imposible’). Al cabo de un año, me sentía tan conectado a todas las historias y las imágenes y el miedo, que hasta los muertos empezaban a contarme historias, las oía como si vinieran de un espacio remoto pero accesible, en el que no hubiese ideas ni emociones ni hechos ni lenguaje concreto, solo información limpia. Por muchas veces que pasase, les conociese o no, independientemente de lo que sintiese hacia ellos, de cómo hubiesen muerto, su historia estaba siempre allí y era siempre la misma. Y decía ‘Ponte en mi lugar’».
(Despachos de guerra. Michael Herr).
«Somos fatalistas. No tomamos ninguna iniciativa porque
estamos convencidos de que las cosas irán como
han de ir. Creemos en el destino. Y esta es nuestra historia.
A cada generación le tocó su guerra. Cuánta sangre.
Así, ¿cómo podemos ser de otro modo? Somos fatalistas».
(Voces de Chernóbil. Svetlana Aleksiévich).
«Un día crees que sabes lo que hay al otro lado
de la ventana, y al día siguiente no tienes ni idea.
El mundo puede cambiar de la noche a la mañana».
(El bosque. Nell Leyshon).
La guerra es que hombres que no se conocen se persigan y se maten llenos de un odio que no sienten porque las razones son ajenas e incomprensibles; que sigan órdenes e intenten convencerse de la motivación de líderes distantes, que siempre —y aquí la palabra es literal— está ligada a la acumulación de poder, ego y dinero. Así es que unos hombres salen enceguecidos a asesinar a quienes podrían ser sus padres y madres, sus hijos y esposas, sus hermanos. Les arrancan la piel y se quedan sin alma.
La guerra es que los niños vean y oigan bombas estallando sobre sus casas y sobre los que aman, es decir, sobre su universo entero, y entonces surjan en ellos las semillas del miedo y el odio como base para la vida. Porque esos niños también serán adultos y entonces probablemente repitan la guerra que vieron, pues la han aprendido y ya tienen menos que perder, dejaron de soñar.
La guerra es el desgarre de familias, que mujeres y hombres que se aman se abracen entre lágrimas mientras la violencia de los poderosos los arranca de ese abrazo que puede ser el último, porque hemos dictado que las mujeres cuiden niños y los hombres, así sueñen con la paz y deseen otro mundo, tengan que aferrarse a las armas en la defensa de naciones dibujadas para suplir caprichos de tiranos.
La guerra es que nuestros viejos, que ya trabajaron y se esforzaron y vieron suficiente injusticia y dolor, tengan que olvidar su derecho a la paz y al descanso y sacar fuerzas inexistentes porque todavía no es tiempo de morir, no así, y entonces deban pararse y caminar desamparados, cargando maletas en el frío y abandonando los que deberían ser sus hogares para los años por venir, despidiéndose de los lugares que aman y que les permiten recordar para vivir, como si la nostalgia a su edad no fuera suficiente.
La guerra es empacar una vida entera en minutos y tener que hacerla caber entre los brazos, mirar el hogar pidiéndole perdón por el abandono entre la sangre, y después en el camino y sin hogar recordarlo, preguntándose cómo estará, si aún existirá, si se volverán a sentir el calor y la certeza de una noche en paz.
La guerra es que una madre se mate a sí misma de hambre entregándole sus raciones de comida a su hijo acompañadas de historias sobre su inexplicable saciedad.
La guerra es que los animales y la naturaleza sufran más que siempre, aterrados frente a la brutalidad del hombre y abandonados en la adversidad y la sangre, y recorran desquiciados calles y casas destruidas, entre cuerpos sin vida, y queden mutilados o mueran de hambre, o esperen sin éxito el regreso de sus familias.
La guerra es que un pueblo se vea obligado a destruir sus propias infraestructuras para impedir o retrasar la llegada de ese enemigo que antes fue un hermano, mirar con dolor los puentes levantados y estallarlos con la frialdad del que sabe que se juega la vida.
La guerra es que niños, viejos y animales, familias enteras, caminen durante días cargados y con hambre, bajo la nieve, sin saber a dónde van, porque les han robado su rincón de mundo, y eso tal vez signifique que les han arrebatado su humanidad.
La guerra es el miedo colectivo a que las ambiciones de unos cuantos enfermos de poder puedan más que la humanidad entera, y que en cualquier momento las armas nucleares hagan realidad aquella idea de la destrucción mutua asegurada.
La guerra es, también, que desconocidos se compadezcan del dolor ajeno ante la conciencia de lo que es capaz el hombre, y entonces abran las puertas de sus casas para que quienes lo han dejado todo tengan dónde dormir y puedan soñar con una mínima esperanza.
La guerra es conocer la parte terrorífica del cuerpo y la mente humanos.
La guerra es la instalación del miedo en la vida.
La guerra es la imposibilidad de volver a contemplar la belleza.
La guerra es olvidarse del pasado, sentir pánico del presente y dejar de creer en el futuro.
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* Catalina Franco Restrepo es periodista e internacionalista. Tiene una columna semanal y presenta el podcast del portal No Apto, el blog OjosdelAlma y es la autora de la novela distópica El valle de nadie (Amazon, 2018). Nació en Medellín, Colombia, en 1984 y ha vivido en Montreal, Atlanta y Madrid, en donde estudió un máster en Relaciones Internacionales y Comunicación en la Universidad Complutense. Ha trabajado en medios como CNN y W Radio Colombia, y asesora a empresas en comunicaciones estratégicas, reputación y storytelling. Es una viajera y lectora que ha recorrido cerca de 50 países, su gran inspiración para contar historias. Es una soñadora, apasionada por la naturaleza y los animales, que le impiden perder la esperanza.
Twitter e Instagram: @catalinafrancor
Blog: https://www.catalinafrancor.com
Columna en No Apto: https://noapto.co/catalina-franco-r/
El valle de nadie en Amazon: https://www.amazon.com/valle-Spanish-Catalina-Franco-Restrepo-ebook/dp/B07GY158N7
Muchas gracias, Catalina, por tu articulo. Para mi, la guerra es esta angustia que no me abandona desde fines de febrero. Gracias por hablar de los animales y la naturaleza, de considerar también su enorme sufrimiento.