Cronopio Sincrónico

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Dune/Denis Villeneuve/ Legendary Pictures, Villeneuve Films, Warner Bros/ 

DUNA DE VILLENEUVE O EL RETORNO DEL CLASICISMO AL CINE DE CIENCIA FICCIÓN

Por Rafael Mauricio París Restrepo*

1. HERBERT Y SU BARROCO

«Cuando religión y política viajan en el mismo carro, los viajeros piensan que nada podrá detenerles en su camino. Su movimiento es acelerado… rápido y más rápido y más rápido. Dejan a un lado todos los obstáculos, y no piensan que un precipicio se descubre siempre demasiado tarde.» Viejo proverbio Bene Gesserit.
(Frank Herbert. Duna, capítulo XL).

Cuando se lee alguno de los libros de la serie de ciencia ficción Duna, escrita por Frank Herbert entre 1965 y 1985, lo primero que llama la atención es la original complejidad del mundo fantástico en el cual se desarrolla la trama de estos personajes. Cada capítulo comienza con una cita filosófica, científica o histórica, atribuida a un personaje ficticio, que ofrece profundidad y contexto a las vicisitudes del protagonista Paul Atreides, un joven noble, abocado a convertirse en un mesías que puede traer la paz o la desesperación al universo.

El telón de fondo del primer libro es un imperio galáctico, de tipo feudal, en el año 10.191. Siglos antes, una prolongada guerra contra las máquinas pensantes, la yihad butleriana, dejó a una humanidad que dependía de sofisticados computadores y robots, incomunicada y sin apoyo intelectual. Lo cual llevó a que paulatinamente aparecieran varias escuelas de entrenamiento mental, centradas en entrenar humanos capaces de calcar las hazañas cognitivas de los antiguos cerebros mecánicos, e incluso llevarlas un paso más allá. El nuevo imperio se basa, entonces, en los poderes mentales de escuelas misteriosas, como la Bene Gesserit o la Cofradía Espacial, las cuales lo sostienen con sus habilidades. Sin embargo, estás ordenes dependen de una substancia para ejecutar sus habilidades. El combustible de sus poderes psíquicos es la especia melange, un polvillo naranjado que al ser consumido alarga los años de vida, además de expandir la conciencia. La melange es fundamental para que estas escuelas cumplan sus tareas. Por ejemplo, sin la especia los navegantes de la Cofradía Espacial, los poseedores del monopolio de los viajes espaciales, no podrían obtener visiones de los múltiples futuros posibles de cada viaje, y por lo tanto no sabrían escoger la ruta y el momento que llevarían a que éste sea completamente seguro y rápido para los pasajeros y la nave. La melange sólo se encuentra en un planeta desértico llamado Arrakis, por el imperio, y Duna por sus habitantes. Un sitio peligroso dominado por feroces nativos llamados Fremen, y además, plagado por gusanos de arena gigantes y tormentas de arena mortales.

Así es como, al inicio de la primera novela, el imperio depende completamente de la melange y por lo tanto el cometido más importante para una casa noble es la administración del planeta Arrakis, para garantizar la producción constante de la especia que mantiene unido al imperio. La familia de Paul, la casa Atreides, es asignada por el emperador para hacerse cargo de Arrakis, pero detrás de esto no está más que la intención de sacar a la familia de su planeta natal, donde están seguros, para llevarlos al sitio más peligroso del universo, donde son vulnerables a los ataques de sus enemigos, la casa Harkonnen, a quienes el emperador secunda en secreto. Paul y su madre Jessica, una hermana Bene Gesserit, sobreviven al ataque, son aceptados por los Fremen, con quienes establecen una alianza que terminará convirtiendo a Paul en emperador.

Como se puede ver en el planteamiento de la novela se ve un caso en el cual la trama y el contexto son igual de importantes. Las alusiones a idiomas, filosofías, religiones, ciencias y eventos colman el texto, llevando al lector a un mundo alienígena, donde no siempre se comprenden los detalles a la primera lectura. Es por esta razón que la serie Duna presenta grandes placeres, pero estos exigen un lector activo, atento y paciente que guarde en la memoria los detalles, para luego relacionarlos y llegar a una comprensión del texto literario. En las narraciones de ciencia ficción clásica el goce depende mucho de los conceptos científicos que se presentan y de las imágenes mentales derivadas de estos, y la serie Duna de Herbert continúa a plenitud esa tradición, siendo una literatura más conceptual que de personajes, más de lo cerebral que de lo afectivo, siendo memorable más por el tejido de ideas que por el tejido de sentimientos.

En Duna Herbert vertió su deseo de hablar de ecología, política y filosofía, tomando como base un concepto artístico claro: ¿qué tal que la narrativa colonialista del John Carter de Edgar Rice Burroughs pudiera ser refinada para el público racionalista de Isaac Asimov? Estos referentes artísticos son preponderantes para comprender las intenciones de Herbert, pues mientras una historia como la de Carter, habla de un estadounidense civilizado y heroico que llega a Marte a dominar a unas etnias marcianas que sospechosamente recuerdan a los pueblos africanos o nativo americanos, normalizando el cuento supuestamente incuestionable del mesías blanco; Herbert, al contrario, cuestiona el asunto, mostrando como tanto el salvador como el ímpetu pseudorreligioso que lo acompaña, no son más que una elaborada mascarada, una construcción histórica y social para asentar, poco a poco, unas estructuras de poder; o sea mientras Burroughs describe al poder colonial como una verdad incuestionable, Herbert lo presenta como una mentira peligrosa, tan enraizada en nuestra realidad, que ya parece una verdad.

2. VILLENEUVE SIN EXCESOS

«—Demuestra una encomiable moderación —dijo el Abad—. Lo observo en él: una encomiable moderación. No juega con sus poderes».
(Frank Herbert. Los Creadores de Dios, capítulo X).

El barroquismo de la serie Duna, ha contribuido a crearle la fama de ser una obra imposible de llevar de la literatura al cine. Sin embargo, para ser supuestamente inadaptable ya lleva tres adaptaciones y media, y ninguna carece de interés. La Duna de David Lynch y Dino de Laurentis (1984), es una adaptación ingeniosa, fundamentada tanto en uno de los mejores diseños audiovisuales del cine por Anthony Masters, como en la actuación estelar de un joven Kyle MacLachlan. En su momento no consiguió el objetivo de convertirse en un fenómeno de masas tipo Star Wars, no obstante, con el tiempo se ha reconsiderado su valor artístico. Luego el canal de cable SyFi realizó una versión de Duna en formato de miniserie televisiva (2000), protagonizada por Alec Newman y William Hurt. Esta interpretación funciona muy bien en términos de guion, la historia es presentada de manera interesante, aunque el bajo presupuesto y la fealdad de algunos diseños afectan la experiencia final de la historia. Fue un éxito para el canal, y unos años más tarde tuvo su secuela Hijos de Duna (2003). La media adaptación sería la de Alejandro Jodorowsky, pues ésta aún no llega a convertirse en una película concreta, aun cuando, se habla mucho de ella, preexistiendo en el imaginario popular como se ratifica en el documental de Frank Pavich, Jodorowsky’s Dune (2014).

Portada Dune

Llega así, el turno de Denis Villeneuve, director canadiense que ha construido una obra prolífica, en la que destaca su capacidad para crear distintas categorías de películas; algunas, más personales; otras, más cercanas al consumo colectivo. Como pasa con cualquier artista, es posible identificar a lo largo de las películas, sus obsesiones y preocupaciones; por ejemplo, la inmensidad del desierto, las alimañas como gusanos, serpientes y arañas; o los finales trágicos o agridulces. A pesar de estas inevitabilidades, es justo afirmar, que no es un director egocéntrico que vea la pantalla de cine como la proyección egoísta de sus gustos. Villeneuve, evidentemente, piensa primero en lo que cada película necesita siendo algunas más experimentales que otras. Obras como Incendios (2010), Enemigo (2013), La Llegada (2016) o su Duna: parte 1 (2021), son ejemplo de esta versatilidad, que puede ir fácilmente de lo clásico a lo vanguardista, o de la comedia a la tragedia.

Específicamente en Duna: parte 1 encontramos una de las pocas adaptaciones en las cuales la experiencia de la película es muy semejante a la experiencia de lectura del libro. La proliferación de términos y conceptos es menos profusa en la película que en el libro, y, aun así, la sensación de estar en un lugar lejano, exótico, del cual no se reconocen completamente las costumbres, continúa siendo generada sobre todo por las actuaciones y el guion. Pero a este barroquismo de conceptos heredado del libro —lo cual es importante identificar—, se suma la conceptualización de un cine fantástico clasicista que no cae en ninguno de los excesos propios del cine comercial actual, dado que no tiene lo melifluo y los chistes propios del cine familiar, tipo Disney o de las película de súper héroes; pero tampoco cae en el otro lado de los excesos, los del cine nihilista, lleno de torturas, sangre o violaciones, extremo explotado por autores como Tarantino o por franquicias como Game of Thrones. Por consiguiente, se comprende que haya espectadores que encuentren la película «fría» o la minimicen, puesto que están acostumbrados a los extremos forzados que nos imponen las productoras comerciales, tanto, que ya no se reconoce la búsqueda del punto medio en el arte, ni se valora la sobriedad buscada por los cultores de lo clásico. El buen gusto, objetivo clasicista, predomina aquí para exhibir el minimalismo suntuoso de los escenarios y las naves espaciales, el estruendo étnico de la banda sonora, y un onirismo poético, semejante al de Antonioni o Malick, que exterioriza el caótico mundo interior de Paul, a través de símbolos como el toro y su torero, el ratón canguro del desierto y el mismo gusano de arena que se alza gigantesco del mar de dunas, muy semejante a como emergen las naves Atreides de las profundidades del mar. Todo en virtud de que Duna: parte 1 se sienta como una película, de esas que ya no se hacen, de las que no necesitan embotar al espectador para probar su punto.

3. ¿POR QUÉ FUNCIONA LA PELÍCULA COMO ADAPTACIÓN?

«Escondiéndome como un chiquillo ahora que soy el Duque, pensó Paul. Aquel pensamiento le irritaba, pero no podía negar que esconderse era por el momento lo más seguro. Algo había ocurrido con su percepción aquella noche; veía con absoluta claridad todas las circunstancias y los acontecimientos en torno suyo. Se sintió incapaz de asimilar el flujo de datos, pero con fría precisión, cada nuevo elemento encajaba en sus conocimientos y los cálculos parecían concentrarse en su consciencia. Tenía el poder de un Mentat, y más aún».
(Frank Herbert. Duna, capítulo XXII).

La aproximación de Villeneuve a la primera novela de la serie Duna es la más fiel y coherente a los conceptos de Herbert, si bien describe mucho y explica poco, probablemente por ser la primera entrega de una trilogía planeada. La película se refiere, en síntesis, a todo lo importante de la historia, sin cometer el error de caer en un excesivo diálogo de exposición. La lucha por el poder entre las casas Atreides y Harkonnen, asimismo la traición del emperador, son narradas de manera clara, al igual que la importancia de Arrakis y su especia, fundamentales para el viaje espacial que mantiene unido al Imperio. En cuanto a las habilidades especiales de Paul, se plantea que son fruto de un experimento genómico secreto de las Bene Gesserit, que involucra varias personas de las grandes casas. Aún no se explica la intención de este plan porque para eso estarían los siguientes episodios. Por consiguiente, entre las buenas adaptaciones que ha tenido la novela, se encuentra aquí a la más intrigante y ordenada con los conceptos, necesitando sólo, al igual que el libro, un espectador paciente, atento y activo.

Es pertinente también la estrategia de separar el libro en dos películas, puesto que hay más tiempo para desarrollar los personajes y su evolución. Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac y Josh Brolin son admirables como los integrantes de la Casa Atreides. No obstante, lo más notable se logra con la sinergia entre guion y actuaciones, en un bienvenido rescate de los personajes de Duncan Idaho y Liet Kynes, respectivamente interpretados por Jason Momoa y Sharon Duncan-Brewster. Por fin a Duncan se le reconoce su importancia como paladín de la saga, y Kynes parece realmente una líder de los fremen. En el aparte de los antagonistas, Stellan Skarsgård como el Baron Vladimir Harkonnen, es por partes iguales, intimidante, decadente y grotesco sin caer en lo caricaturesco y ruidoso. Los Sardaukar del emperador en esta versión honran a los de la novela mostrándolos como unos guerreros sectarios e inclementes a la altura de los fremen.

Del mismo modo, Villeneuve usa soluciones simples, pero efectivas, para exponer los poderes mentales de los personajes sorprendiendo por la fidelidad a la mitología de la serie literaria. Por ejemplo, Paul escucha voces misteriosas que luego serán reveladas como la conciencia de sus antepasados, almacenada en sus genes y despertada por la saturación de especia en el ambiente de Arrakis. El sonido misterioso de estas voces y la manera como interactúan con los silencios crea una atmósfera mística comparable a la de 2001: Odisea Espacial (1968), obra con la que comparte más de una clave.

Además, también el heredero Atreides puede ver la ramificación de futuros posibles, lo cual se narra a través de sencillos flashforwards supremamente útiles para el protagonista. A saber, mientras escapa Paul tiene una visión en la cual habla con Jamis el fremen de filosofía. Las voces de los antepasados le advierten que Jamis es un amigo y un guía. Sin embargo, cuando se encuentran Jamis es abiertamente hostil a Paul, al parecer porque éste y su madre han caminado de manera torpe en el desierto y han terminado atrayendo a un gusano gigante. Un hecho del presente ha cambiado el futuro. Jamis lo reta a duelo y, antes de esto, Paul tiene otra visión del futuro en la que ve como Jamis lo mata y mientras este muere le toma la mano como un gesto de compasión. Llega entonces el momento del duelo verdadero en que Paul mata a Jamis, porque gracias a la visión ha visto cómo pelea y cuáles son sus puntos débiles. Paul toma la mano de Jamis mientras éste muere ya que sabe que es un signo de respeto para el fremen.

Otro poder que se expone de manera interesante son los cálculos mentales de los mentats, acrobacia mental en la cual se relacionan miles de datos, en cuestión de segundos, para lograr unos resultados y contestar una pregunta como si fueran computadores estoicos. En versión de Villeneuve, los mentats ponen los ojos en blanco, mientras hacen el esfuerzo intelectual necesario para sus cálculos psíquicos. Estos poderes y habilidades son iguales a los descritos por Herbert en sus novelas y llama la atención que nadie antes de Villeneuve los mostrara con tanta claridad. No se olvide que Lynch, en su versión, prefirió cambiar estos poderes por otros de tradición más cinematográfica como la telepatía; contraste que ayuda a valorar las soluciones y riesgos corridos por Villeneuve en su afán de acercarse lo más posible a los conceptos de Herbert.

Dune/Denis Villeneuve/ Legendary Pictures, Villeneuve Films, Warner Bros/

4. PREGUNTAS SOBRE EL FUTURO

«Recordó haber visto, en una ocasión, un pañuelito de gasa flotando al viento, y ahora percibió así el futuro, retorciéndose como aquella ondulante y variable superficie del pañuelo».
(Frank Herbert. Duna, capítulo XXII).

En conclusión, siempre es importante identificar lo que impulsa a un autor, que en el caso de Denis Villeneuve son dos amores: primero el amor a Dune y después el amor al cine. De estos amores se deriva el deseo de preservar la belleza de los conceptos mitológicos de Frank Herbert y de la misma manera explorar la belleza física del imperio de estas novelas. De hecho, se podría argumentar que las series de John Carter de Burroughs, Duna y Star Wars son, tal vez, las más bellas de la ciencia ficción por la imponencia de las imágenes que producen, ya sean creadas o mentales. Por otro lado, un factor interesante es el público al que va dirigida Duna: parte 1 y la franquicia que se espera iniciar con ella. El hecho de que se le ofrezca al público de Star Wars y El Señor de los Anillos, es entendible, pero a la vez intrigante, debido a que la película realizada por Villeneuve está más cercana a los temas y estilos de obras como la ya citada 2001: Odisea Espacial o El Árbol de la Vida de Terrence Malick. Ambas le apuestan al lenguaje cinematográfico poético y no a las convenciones narrativas de las películas familiares, como lo hicieron en su momento las dos franquicias antes citadas. También es importante recalcar que de acuerdo con lo que se plantea en la primera película, Villeneuve parece estar abonando el camino a los controvertidos giros que dieron carácter a los libros. En consecuencia, vale preguntarse ¿cómo reaccionará el público de la nueva Duna cinematográfica cuando se den cuenta que no les han contado la historia de una familia de héroes, sino la de una de tiranos?, ¿qué sentimientos generará encontrar que Paul no es, por decirlo de alguna manera, un Luke Skywalker, sino un Anakin Skywalker?, ¿qué pasará cuando ese público, tal vez en su mayoría conservador, encuentre que Duna es una historia profundamente antirreligiosa, cuya tesis es que la religión es la construcción de unos hombres para dominar a otros hombres? Todo esto es presagiado sutilmente en esta primera parte y será interesante ver cómo se desarrolla en la segunda y tercera. Y, ante todo, para finalizar, Duna: parte 1 significa la posibilidad de una franquicia que recupere lo intelectual y exquisito, propio de la ciencia ficción, y lo ofrezca a un público ávido de ideas complejas y estéticas diferentes, el cual debe cultivarse con valentía desde ya.

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Cronopio Sincrónico es un espacio para exponer distintos temas: artículos, ensayos, poemas, dibujos, cuentos. Aquí todo tiene cabida ante los giros inesperados del destino.

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* Rafael Mauricio París Restrepo es publicista de la Universidad Pontificia Bolivariana, magíster en estética de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en artes de la Universidad de Antioquia. Ha trabajado como docente en la Universidad Pontificia Bolivariana, la Universidad Católica Luis Amigó y Atec-Corporación Academia Tecnológica de Colombia. Igualmente hizo parte de la Corporación Madera Salvaje para la realización de video narrativo y experimental, y fue curador de la sala de cine del Museo de Arte Moderno de Medellín.

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