James Flint

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LOS MOMENTOS MÁS TRISTES

Por José Antonio Gómez Di Vincenzo*

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45. En los momentos más tristes y solitarios, el capitán Flint cavilaba y eludía tormentos en la cabina del Liquidator, siempre aferrado a su copa, pensando con su Malbec.

Pero había noches serenas, en mares calmados, deprimidos en atmósferas sin éxtasis. Entonces, el carmesí salía de su antro metafísico y buscaba conectarse con un más acá que no estaba lejos pero tampoco tan cerca.

Se sabe que Flint vivió siempre atormentado, queriendo escapar, huir hacia delante, como queriendo saltar al vacío. Se lo vio como un suicida y asesino. Aunque nunca pudo comprobarse que haya intentado matarse.

¿Loco? Vaya a saber.

Lo cierto es que hay relatos inquietantes propagados por viejos marinos en tabernas, marineros que escucharon a sus abuelos contar las historias. Relatos de un capitán carmesí que en la depresión de la noche vagaba por el puente de un barco llamado Bolivian Liquidator invocando espíritus y repitiendo mantras. Recitando sin cesar: «es el modo en que el tiempo fluye hacia delante y yo hacia ninguna parte». Digitando el espacio entre sus dedos, como jugando con un hilo ficticio delante de su pecho, mientras sus pasos casi flotaban sobre los maderos. Y después, fugándose a su cabina como una sombra que se desvanecía, como otro espectro. Mientras el cielo se incendiaba y el barco daba un salto en el espacio y el tiempo.

Apuntes apócrifos para la biografía de James Flint de Eliot Neurath. Barbuda. 3102.

46. Respuesta de James Flint a la carta fechada en el sagitario del 16 de Mer Tower:

«Mi querida. Sabés que le temo a casi nada. Pero hoy por hoy, una cuestión agita mi mente. Y siento pánico. Pánico atroz de que el famoso dicho de que donde hubo fuego quedan cenizas sea una puta verdad».

47. «Fue sólo un amor de verano. Eso y nada más. Todo y nada. Un amor de verano. Floreció pero los días tristes agotaron la fuerza de los brotes. Mal momento. Otra vez será. ¡Que arda y no deje de arder jamás, James!»

Carta de Mer Tower a James Flint. Sagitario del año patafísico.

48. En las lejanas costas de los mares austrálidos resonaban historias sorprendentes sobre los poderes del capitán carmesí, mucho sobre sus hazañas y desmanes. Por supuesto iremos rescatando progresiva y cuidadosamente muchas de las sagas. No obstante, hoy quisiéramos detenernos en el pasaje en el que los marmotes sureños describen la magia de la máscara del carmesí y su posible relación con la historia real.

Se sabe a ciencia cierta que el Flint de carne y hueso era un estratega, un mago de la política, alguien que manejaba tiempos como nadie y ocultaba la jugada siempre hasta el final. Se ha hablado hasta el hartazgo de su capacidad por mantener cohesionada la tripulación del Liquidator tras su bandera y sus sueños. El truco de hacer posible lo imposible resultaba. Tal vez, y aquí ya entramos en el terreno de las conjeturas, sólo tal vez, esa capacidad por no mostrarse nunca o resguardarse haya dado pie al mito de la máscara y sus poderes sobrenaturales.

Como sea, la metáfora del hombre escondido detrás de la máscara resulta transversal tanto a los mitos y sagas como a los documentos históricos de primer orden.

Hay un pasaje en una de las cartas de Mer Tower, la pitonisa, que concuerda casi al pie de la letra con el relato austrálido:

«Confíá en el poder de tu mirada, sabés que con ella hacés lo que querés. Nadie como vos conoce lo que se puede con ella. Mover el mundo, hacer bailar los objetos, inflar las velas de la imaginación, fascinar, excitar, excitar, extasiar. Misterioso James… Hielo y llamas, sádico, desafiante. Siempre te dije que el mundo se rinde a tus pies después de ser enfocado. Ese es tu mayor poder».

O el pasaje de la saga del faro guardián 45 g:

«Se hablaba mucho del barco fantasma que azotaba la bahía en el emplace del faro 45 g. Allí, Flint libró la batalla contra los fantasmas y destrozó con su mirada a los espectros. El secreto: elevó al navío con tan sólo enfocar su ojo poderoso en las olas e hizo que diera una vuelta campana en el aire, después de tronar las aguas para exorcizar los espíritus».

Apuntes apócrifos para la biografía de James Flint de Eliot Neurath. Barbuda. 3102.

YYY. Dicen los marmotes austrálidos que en su paso por las costas del sur de la América de los latinidos, el carmesí exploró como nunca su veta musical. Pero más allá de las canciones que componía y solía tocar más lejos de la cabina del Liquidator anclado en recalada, había una que sonaba y resonaba siempre allí en la intimidad de su espacio, en el único lugar donde se sentía seguro. Era una vieja tonada folclórica, de vaya a saber qué época, que repetía una y otra vez. En un libro de los ancianos marmotes quedó registrada esa canción, o parte, o algo más, nunca lo sabremos:

Adiós amor,
Adiós felicidad, hola soledad.
Creo que voy a llorar…
Adiós, adiós, amor, adiós, adiós dulce caricia, hola vacío.
Siento que podría morir.
Adiós mi amor, adiós.
Ahí va mi otra chica con alguien nuevo
Ella parece feliz, seguro que yo estaré triste.
Ella era mi chica hasta que entró en esa fase.
Adiós al romance que podría haber sido.

Repiten las sagas que esto era algo así como un mantra en el ukelele del capitán incendiario. Como una repetición sin cesar. ¡Vaya a saber!

Algunos historiadores de la academia sospechan que Flint buscó amores después de la pérdida de la leona escondida de agosto y lloró la ida de la pseudo diosa de Chila, zurda apotiótica. Otros más duros e insensibles ven en la poesía que los marmotes atribuyen al carmesí una representación del famoso y viejo dicho sureño argentólido que dice: «un clavo saca otro clavo y una mano lava la otra».

49. «Toda esa concepción de mierda y reducida de la vida que tenés se debe a tu ateísmo, esa creencia bien tuya de que podemos hacer cualquier cosa en la vida, joder a cualquiera, sin consecuencias. Tu lema es: placer a cualquier precio. Incapacidad total de sublimar nada. El amor no ocupa ningún lugar en tus prioridades de la vida. Sos una persona analfabeta espiritualmente y atrasada. Y aparte contradictoria e incoherente. Lo sobrenatural sólo te interesa en su versión más pedorra: la de tirarte las cartas del tarot para ver qué ventajas o desventajas te tocan este mes. Y para hacerle el amor a esa Mer.»

Sin duda uno de los peores enemigos de Flint eran sus amantes despechadas. Hay cientos de cartas como ésta dando vueltas por los archivos históricos de lo que queda del mundo. Ésta la firma una tal Marcel Villeneuve, que se agotó en fantasmas y nunca pudo ver detrás de la máscara del carmesí.

Apuntes apócrifos para la biografía de James Flint de Eliot Neurath. Barbuda. 3102.

50. «Estar muerto. Mejor que muerto en vida. Sentirse muerto en vida. Peor ser un muerto vivo. Nada. Nada se compara con el sueño de la felicidad. Aunque sea un sucedáneo estéril. Es mejor soñar que estar muerto. Pero mucho mejor es hacer que sueñen los demás y estar vivo.»

Carta de Flint a Mer Tower fechada en diciembre del año siguiente al cambalache.

51. Flint solía escribir extensos tratados sobre las profundidades oceánicas de la memoria y la mente. La cabina del Liquidator era el refugio para su atormentado cuerpo. Ahí, el peso de la carne cedía y el capitán sentía flotar su imaginación. Nadie sabe si sus memorias llegaron a buen puerto. Se piensa que mucho del arsenal escrito por esa pluma pereció junto al autor, en el último viaje del Liquidator, aquel verano austral del exilio. Justo ahí, cuando la historia da lugar al mito, o al revés. Cuando el Bolivian Liquidator se perdió para siempre en el aguijón de Shaula y voló 360 años luz, o más, tal vez 570, sólo los dioses saben.

Los marmotes del sur autralido cuentan que puede verse con prismáticos en el cielo profundo detrás del escorpión, el parto de estrellas producido por la nube de iones que se engendra detrás de las velas de la nave. Dicen que allí está el viejo Liquidator navegando y esperando volver, cuando el mundo se enfríe. Pero sólo para incendiarlo una vez más. Los más ancianos, menos proclives a expeler los mitos en sus conversaciones privadas, aseguran que la furia de Flint dejó paso a una búsqueda nueva, que el capitán voló allí tan sólo para ahondar en nuevos secretos y encontrar diferentes amores.

Apuntes apócrifos para la biografía de James Flint de Eliot Neurath. Barbuda. 3102.

52. «Profeticé desastres y ahora tengo que calcular el costo… Pero pudo destruir todo y reconstruirlo cuando se me dé la gana». Decía el carmesí.

Continuidad y cambio, eternidad. Rupturas, mutaciones de rumbo. Saber esperar el momento. Tiempo, lapsos, centelleos. James Flint era mago del fluir hacia delante. En ocasiones se dejaba llevar como la medusa. A veces, irradiaba una ira infernal, destellos de odio, siendo capaz de sacar de las casillas al más paciente de los mortales. Otras veces, simplemente inventaba algo de la nada para salir del encierro. Flint sabía lo importante que era para los mortales creer que hay algo más que una vida sin sentido, una vida para la muerte. Entendió más que ningún otro que había que vender una ilusión más allá del punto de vista y el anclaje en el aquí y ahora que es propio de los seres de carne y hueso.

El carmesí era un mago ilusionista. Mantuvo a sus amigos unidos tras un sueño imposible y le dio un sentido a la vida de los perdidos. Búsquedas desesperadas de griales —santos y de los otros— Shangri-La, fortunas más allá del arco iris, libertad. La gran paradoja de los emancipados es que creían ciegamente en su libertad pero eran esclavos de una u otra fantasía: mapas que no existen, hojas en blanco escondidas en oscuros baúles del Liquidator, ofrendadas a diosas y avaladas por secuaces que entendían la importancia de la cohesión y el valor aglutinador tan pretendido por el mago.

Los esquemas y las redes conceptuales nunca llevaron a nada. Imposible. Flint siempre fue pura praxis, transformación, mutación hacia todos lados y ninguna parte. Libertad de hacer con uno algo distinto todo el tiempo, siempre siguiendo a un tal Sartre. Sin sentido trascendental. Simplemente construcción y destrucción permanente.

Apuntes para la biografía de James Flint de Eliot Neurath. Barbuda. 3102.

YYZ. «Hay un hueco en tu mente, un agujero en tu cabeza en el que ninguna orquesta puede afinar un coro. La verdad da ganas de llorar pero no puedo parar de reírme cuando recuerdo esa fase. Volabas alto pero te perdías en una nube. Volabas vaya a saber con qué rumbo. La historia va. Todos ahora sabemos por dónde va. Y vos como una torre bella y majestuosa te derrumbaste detrás de un espejo vacío que ni siquiera proyectaba un halo.

Todo falso.

Susurrando, sabía por dónde iba tu tonada. Había que saber oír entre las líneas.
Y el canto de la sirena dio lugar a los desgarrados gritos atonales de una historia que desafina respecto a mi sentido.

Estás perdida y yo también, a pesar de haberme creído encontrado. Estarás pedida para siempre. Y yo y mi sentido, con mis huellas, mis pistas me volveré a encontrar.

Nunca más y por siempre.

James Flint»

La famosa carta con la que el capitán carmesí exorcizó el demonio de la izquierda de chila a finales de la primavera del año nefasto del uno seis septriónico. Lo que vino después es la historia del incendio y el fin.

Terence Trendt. Vida de los piratas infames. Coral Eds. 4376.

53. El loco carmesí tuvo enemigos terribles. Políticos, militares, déspotas, sujetos de poca monta, cagatintas y mercachifles mojigatos. Luchó contra todo, mutiló, incendió. Pero lo que más lo desgastaba era todo lo que le llovía desde ese universo de amores resentidos que con despecho olvidaban en un santiamén los días y noches de amor y goce, para odiarlo sin ton ni son. Nada debilitaba más al capitán que ver a sus amores vueltos en su contra. Tal vez por eso, Flint amó la amistad de sus amigas, esas que lo quisieron hasta el final y más.

54. «Es casi liberador sentirse fuera de su alcance. Como nadando a la deriva. Es casi liberador. Me falta exorcizar algunos fantasmas para sentirme totalmente desatado. Seguramente en un par de sesiones estaré listo. Y a partir de allí, emprenderemos los últimos pasos para incendiarlo todo».

Carta de Flint a Mer Tower fechada en diciembre del año siguiente al cambalache.

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* José Antonio Gómez Di Vincenzo es docente e investigador del Centro Babini, Escuela de Humanidades, UNSAM, Argentina. Se graduó como Licenciado en Educación en la UNSAM. Cursó sus estudios de posgrado en la UNTREF, obteniendo el título de Dr. en Epistemología e Historia de la Ciencia con la tesis doctoral «Estudio sobre la relación entre ciencias biomédicas, tecnologías y orden social. Biotipología, educación, orientación profesional y selección de personal en Argentina entre 1930 y 1943». Ha participado en numerosos congresos como expositor y tiene publicados una serie de artículos en revistas académicas y libros de texto tratando diferentes problemáticas propias del campo de la Filosofía y la Historia de la Ciencia y la Tecnología. Desde 2007 es investigador del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica «José Babini» y docente en la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

 

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