LA CASA NUEVA DONDE SIEMPRE VIVIRÁ MR. TREIBATCH
Texto y fotografías por Gloria N. Ramírez-Oliveri*
In memoriam
Un inesperado arco iris iluminó por un instante el firmamento de la oscura mañana del 3 de enero de 2023, mientras Sandy Treibatch se dirigía hacia al cementerio Monte Sinaí de la ciudad de Los Ángeles, California. Ese día, durante la ceremonia fúnebre de su esposo Chuck Treibatch, ella mencionó que cuando se casaron, un arco iris semejante también había aparecido en el horizonte. Señales divinas, consideraron algunos.
Después de las oraciones del rabino, familiares y amigos exaltaron la vida del señor Treibatch, esposo y padre. Hombre polifacético y autodidacta, que como lo mencionó su cuñado, se convirtió en maestro de todo lo que le interesaba. Sabía de historia, de música, de vinos, de negocios, de arte, de gastronomía, de árboles, de flores… de madera. En el jardín de su casa nueva, en la que sólo vivió un año, un manzano repleto de frutas se convirtió en el primer motivo de admiración para quienes la visitaron después del funeral.
Días antes, su esposa ya había planeado todo lo necesario, como corresponde con la tradición judía. Ningún detalle fue dejado al azar: personas para estacionar los vehículos, sombrillas para la lluvia, sillas adicionales, comida abundante y exquisita para un número indeterminado de asistentes. Cerca de las dos de la tarde, la zona social de la casa nueva ya estaba habitada por completo. El ambiente se sentía cálido, familiar. En el comedor principal, cuya mesa y sillas de madera había fabricado con maestría el señor Treibatch, se acomodaron los primeros que llegaron. Las demás personas se fueron desplazando y ubicando por las demás estancias.
Pocos visitantes conocían la casa nueva y no todos sabían que Chuck convertía en arte el trabajo con madera. Cada lugar de la casa hacía pensar en todo el esfuerzo que se requiere para transformar un tronco de madera en una silla mecedora, en una mesa de centro, en un comedor de diez puestos, en un tocador, en un reloj de pared, en un florero o en un pequeño cofre. Quizá por todo el tiempo invertido en la elaboración de los muebles y adornos, fue que la presencia del señor Treibatch se advertía en todas partes.
Las semillas que plantó en la tierra Chuck Treibatch durante sus 83 años de vida, germinaron en su mayoría. Sin embargo, las cosechas más valiosas seguirán dando su fruto a través de las generaciones de personas que él ayudó y a las que definitivamente les cambió la vida con un consejo, una idea, alguna enseñanza, quizá un regalo, una invitación, una oportunidad.
El testimonio de Patricia, una mujer mexicana que lo conoció de cerca, ilustra la bondad de un ser que dejó huellas imborrables en la vida de quienes lo conocieron. Con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos, ella recordó el día en que conoció a Chuck. Con Patricia se comunicaba en español. Los meses que vivió en México al emigrar de Israel durante su juventud, fueron suficientes para aprender a hablarlo con fluidez. Dominaba el inglés. Con sus amigos de Israel hablaba en hebreo y hasta recordaba los días en que con tan solo 17 años se había convertido en soldado de su patria. La música en ruso era un viaje que lo conectaba con el amor de su madre.
Esto fue lo que relató Patricia el día del funeral:
Una amiga me dijo que necesitaban a alguien para limpiar unas oficinas porque la persona encargada iba a salir de vacaciones. Por entonces yo ya había tenido a mis siete hijos. Los gemelos y más pequeños, todavía eran bebés. Como no tuve con quien dejarlos para ir a la entrevista de trabajo, me los llevé. La secretaria de Chuck, me hizo algunas preguntas. Después salió él y me miró con los dos niños en el cochecito. Lo único que me preguntó fue
—¿Y piensas traer a los niños al trabajo? ¡Empiezas el lunes!
Después del reemplazo de las vacaciones, Patricia pasó a trabajar a la casa de los Treibatch. Los gemelos terminan la secundaria este año y como sus cinco hermanos mayores también se preparan para ir a la universidad. No es casualidad que cada persona que conoció a Chuck, conserve intacto el recuerdo del momento en que él hizo o dijo algo para transformar sus vidas. Discretamente y con la reserva de quien hace el bien, este extraordinario ser humano esparció toda clase de semillas por donde pasa
Sin sospecharlo, el Homenaje a la vida del señor Treibatch, permitió comprobar que la esencia de su alma sigue presente en todos los sitios de la casa nueva y que el arco iris que vio su esposa Sandy rumbo al cementerio, tal vez fue la inexplicable confirmación de que algunos seres nunca mueren, porque imprimen su corazón en todo lo que hacen.
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* Gloria Nivia Ramírez Oliveri, es Comunicadora Social – Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (1991), con un máster en Liberal Arts – Spanish en California State University Northridge, CSUN. Inició su carrera como reportera gráfica del periódico El Colombiano (1989), al registrar una de las décadas más difíciles de la historia reciente de Colombia. Sus fotografías se han publicado en diferentes medios periodísticos de Colombia y el exterior. La docencia y la investigación también hacen parte de su trayectoria profesional. Su tesis de grado (1991), Vigencia de la fotografía documental en la prensa escrita: Tras las huellas de Henri Cartier-Bresson en el contexto de Melitón Rodríguez, le abrió las puertas de la prestigiosa agencia de fotografía Magnum de París, de la que fue pasante en el año 1993. Es miembro de «Pacific Ancient and Modern Language Association», «PAMLA» y ha sido ponente de conferencias académicas en diferentes universidades de los Estados Unidos, país de residencia. Colabora con el equipo de investigación del programa de Periodismo en español de CSUN. Es editora auxiliar de esta revista y reportera «free lance».