Cronopio Reflexión

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Nostalgia las canciones en mis labios

NOSTALGIA, LAS CANCIONES EN MIS LABIOS

Segunda parte

Por Rocío Vallejo Alegre*

«Crecemos con sueños en nuestros ojos
y canciones en nuestros labios,
y descubrimos luego que la vida no es
lo que pensábamos que sería.
Y luego, descubrimos la nostalgia»
(Gabriel García Márquez)

Lea la primera parte aquí.

Las canciones de mis labios… ¡Qué fabulosa manera de recorrer mis 60 años! sin embargo, he de confesar que la idea no es nada original. El Consorcio, un grupo musical formado en 1993 con exintegrantes del grupo Mocedades lo hizo hace 23 años. En el año 2000 publicó su álbum «Canciones de mi vida» donde crearon un popurrí con esas canciones tan especiales para ellos:

«Quiero volar por las canciones de mi vida
Por los recuerdos y la gente
Que viven en mi corazón»

Me gustaría seguir su ejemplo y compartir con ustedes esas canciones de mi vida, quizás algunas de ellas las recordarán ustedes también. He de confesar que el inventario es cuantioso, espero hacer justicia y seleccionar aquellas que dejaron la huella más profunda en mí.

En mi reflexión anterior me ayudaron a descubrir los sueños en mis ojos y con ello mi nostalgia se adormeció. Recordarán que al ayudarme a descubrirlos perdí de vista el color negro, viendo el color rosa de la vida y así compartí con ustedes la primera canción en mis labios: «Así es la vida» del Grupo Elefante, publicado en su álbum «El que busca encuentra» en el 2001.

«Así es la vida de caprichosa
A veces negra y a veces color rosa
Así es la vida jacarandosa
Te quita, te pone, te sube, te baja
Y a veces te lo da».

La vida es caprichosa para que nosotros la valoremos, estoy convencida de ello. El triunfo no tiene valor sin las derrotas. No sabríamos de la alegría, si no conociéramos el llanto.

Las canciones en nuestros labios tienen el palpitar de nuestro corazón, la voz de nuestra alma y la emoción de nuestro ser, con sus alegrías y su llanto. Y mágicamente nos transportan en el tiempo. Espero que disfruten este recorrido por el ayer…

Trataré de ir en orden cronológico, en la medida que mi memoria me lo permita. Aunque reconozco que cada vez esta vieja amiga, me juega más trucos. Tomando esto en consideración creo que las dos primeras canciones de mi pasado son: «Vamos a contar mentiras», al parecer aprendida por tradición familiar por Josefa Pérez alrededor del año 1900 y «El gato viudo» de Chava Flores escrita en 1952. Era la forma en que mis padres nos entretenían cuando hacíamos algún viaje en coche.

«Vamos a contar mentiras» es una canción que, basada en repeticiones, con una pegajosa melodía sigue fascinando a los niños hasta hoy en día. Es una de esas canciones que llegó para quedarse y forma parte de nuestra cultura.

«Ahora que vamos despacio. Ahora que vamos despacio
Vamos a contar mentiras, tralará.
Vamos a contar mentiras, tralará.
Vamos a contar mentiras.
Por el mar corren las liebres,
Por el monte las sardinas, tralará,
Por el monte las sardinas».

No sé cuantas veces cantaríamos esta canción, pero recuerdo mi sorpresa cuando en una de tantas veces comprendí el significado de la canción. Mi padre, que siempre era tan estricto con nosotros y que siempre nos infundía el «valor de nuestra palabra» y evitar a toda costa las mentiras, ¡estaba contando mentiras! A pesar que las mentiras de la canción eran tan obvias, tardé en darme cuenta de ello. Sin embargo lo fundamental era que mi padre, estaba cantando esta canción, ¡Estaba contando mentiras!, ¡Completa contradicción! O quizás debería decir ¿sacrilegio? Fuese lo que fuese, gozaba que mi padre nos cantara esta canción, era como que si se quitara los años de encima y fuera uno de nosotros y además todos estábamos contando mentiras y nadie nos regañaba.

Mi padre, trabajaba en el negocio de mi abuelo «Vallejo Martínez S.A. de C.V.». Como todos los migrantes e hijos de migrantes solían trabajar una gran cantidad de horas para poderse crear un porvenir. Durante muchos años sus únicas vacaciones era jueves y viernes santos, que con el fin de semana le permitía contar con cuatro días seguidos. Así que los miércoles terminando el trabajo al anochecer, mi madre, mi hermano y yo lo esperábamos para irnos de vacaciones al bello puerto de Acapulco. Mi madre preparaba una tortas de pollo asado con aguacate, tomate y mayonesa deliciosas. Y nos lanzábamos a la aventura. Algo que nunca podré olvidar era cómo la luna nos seguía durante toda nuestra trayectoria. «La Luna nos está siguiendo» solía decirle a mi madre y ella inmediatamente empezaba a cantar:

«Cuando la luna se pone regrandota
Como una pelotota y alumbra el callejón,
Se oye el maullido del triste gato viudo
Cantando esta canción».

Las siguientes canciones que me vienen a la cabeza son las de Cri-Cri. Canciones como «Al perrito le duele la muela», «El ratón vaquero», «El chorrito», «Caminito a la escuela», «La marcha de las letras», «La patita», entre tantas otras. Aún tengo la colección de discos de Cri-Cri de mi madre y recuerdo las maravillosas tardes que pasamos frente a su tocadiscos cantando y bailando. Sin embargo, «Di ¿por qué?, dime abuelita» ocupó un lugar muy especial en mi corazón. Tuve la suerte de crecer muy cerca de mi abuela materna. Numerosos fines de semana me iba a dormir a su casa. Me encantaba jugar con mi cocinita de latón mientras mi abuela cocía, vestir botellas de medicinas e ir a ver las novelas por las tardes con su amiga María mientras tejían. Mi abuela era un ratón de biblioteca, como alguna vez ya les he comentado. Con el tiempo cambié mis juguetes por sus libros, estando aún conmigo algunos de ellos. Sin embargo, dos elementos eran mágicos para mí. Su ropero, donde guardaba el álbum de fotos (que ahora yo tengo) del tiempo que vivieron en República Dominicana y de sus primeros días cuando llegaron a México. Fotos tan pequeñitas, en blanco y negro, donde se puede ver a mi madre con un moño más grande que ella en la cabeza paradita en medio de mis abuelos.

«Di ¿por qué?, dime abuelita,
Di ¿por qué eres viejita?
Di ¿por qué sobre las camas
Ya no te gusta brincar?

Di ¿por qué?, frente al ropero
Donde hay tantos retratos,
Di ¿por qué lloras a ratos?
Dime abuelita, ¿por qué?»

Además, con mis próximos 60 años y siendo una abuelita reventada, definitivamente la canción me describe. Ya no me gusta brincar y las lagrimas me ganan en muchos momentos. Aquellos que estén en esta etapa de la vida me podrán comprender muy bien.

La primera canción no infantil que recuerdo es «Sueño imposible», la canción fue el tema más popular del musical de 1965 de Broadway El hombre de La Mancha. Obviamente no tuve la oportunidad de ver esta obra hasta muchos, muchos años en su versión en español. Sin embargo, sería entre cuarto y quinto de primaria, no estoy segura, que aprendí la canción. Fue para un festival escolar, en mi querido Instituto Pedagógico Anglo Español. Puedo ver en mis recuerdos a mis compañeras. Nuestros uniformes azul marino, como sacos de patatas. Nuestros cuellos de plástico rojos y blancos, derritiéndose por el sol. Nuestras corbatas rojas en forma de moño, cantando en el patio del colegio, una y otra vez, hasta que memorizamos la canción:

«Soñar, lo imposible soñar,
Vencer al invicto rival,
Sufrir el dolor insufrible,
Morir por un noble ideal.

Saber enmendar el error,
Amar con pureza y bondad,
Creer en un sueño imposible,
Con fe una estrella alcanzar».

Si bien la letra de esta canción y el poder de la música que posee me hacían vibrar, me hacen vibrar. Fuese como un llamado a dar lo mejor de mí, entregarme con pasión infinita por lo que creo y nunca traicionarme por elegir un camino fácil. Como comprenderán, las hermanas del Verbo Encarnado lograron dejar huella en mí. Desde Kindergarten hasta preparatoria, crecí bajo su manto siendo otro importante componente de mi ser. Junto con «Sueño imposible» otras canciones/oraciones religiosas estuvieron en mis labios en aquel entonces como: «EL himno al Verbo Encarnado», «Padre Nuestro», «Ave María», «Una espiga dorada en el sol», entre otras.

Las siguientes dos canciones que me vienen a la mente son de Mocedades. «Eres tú», es la primera de ellas.

«Eres tú
Como el agua de mi fuente,
Eres tú
El fuego de mi hogar»

Una de canción que hizo época. Mi madre la cantaba, todos la cantábamos. Incluso tengo recuerdos borrosos de un grupo de mis compañeras cantando la canción enfrente de la clase. Si la memoria no me falla, esto ocurrió en sexto de primaria, año particularmente difícil para mí. Mis compañeras eran nuevas, me habían transferido de otra clase. Definitivamente el integrarme a grupos ya establecidos no es una de mis fortalezas. Tenía que llevar un corsé especial para tratar de corregir mi espalda, lo que limitaba hasta cierto punto mis movimientos y me incomodaba constantemente. Necesitaba utilizar plantillas por mis pies planos, lo que implicaba usar zapatos de hombre. Como comprenderán estos pequeños detalles te hacen sentir miserable. Adicionalmente, tuve ciertas diferencias con la maestra y llegaron hasta detenerme la inscripción entre otros eventos que no vale la pena mencionar. En pocas palabras no fue un buen año. Pero sobreviví y logré graduarme y pasar a secundaria.

La segunda canción de Mocedades, de aquella misma época fue «El vendedor». Esta canción se grabó en mi corazón, por ser absurda. El vendedor vende cosas que no tienen precio, que no puedes comprar. Vende cosas efímeras que resultan ser el sentido a nuestra vida. Como seres humanos somos muy absurdos y nos traicionamos constantemente perdiendo en nuestra avaricia el verdadero sentido de nuestra vida…

«¿Quién quiere vender conmigo
la paz de un niño durmiendo,
la tarde sobre mi madre
y el tiempo en que estoy queriendo?»

A mis quince años, será Napoleón con su canción «Vive» que vendrá a reafirmar el mensaje de «Sueño imposible». Luchando por lo que queremos sin dejarnos derrotar…

«Abre tus brazos fuertes a la vida,
No dejes nada a la deriva,
Del cielo nada te caerá.
Trata de ser feliz con lo que tienes,
Vive la vida intensamente,
Luchando lo conseguirás».

En contraste, la canción de Julio Iglesias, «La vida sigue igual» siempre me dejó un sabor de boca de impotencia… que quizás ahora a mis 60 años la comprendo mejor, pero en aquel entonces me rehusaba aceptarla…

«Siempre hay por quién vivir y a quién amar,
Siempre hay por qué vivir por qué luchar,
Al final las obras quedan las gentes se van,
Otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual».

La adolescencia, ¡divino tesoro! Nuestros ojos y corazones se abren a un mundo deslumbrante, pero tarde o temprano descubrimos su falsedad, las conveniencias y las falsas amistades. «Rosas en el Mar» de Massie, una de las canciones favoritas de mi madre, lo expresa magistralmente para mí…

«Voy buscando la razón
De tanta falsedad,
La mentira es obsesión
Y falsa la verdad.
¿Qué ganarán? ¿Qué perderán?
Si todo esto pasará.
Es más fácil encontrar
Rosas en el mar».

Secundaria y preparatoria fueron años muy especiales, con sus altas y sus bajas, pero caracterizados por estar enamorada del amor. Rocío Durcal con «Amor en el Aire» y Palito Ortega con «Tengo el corazón contento», serían los magos que me permitirían volar a través de sus películas:

«Amor en el aire
Que nació del aire,
Que vive del aire.
No puedo olvidarlo, ¡no, no, no!»

«Tengo el corazón contento,
El corazón contento,
Lleno de alegría.
Tengo el corazón contento
Desde aquel momento
En que llegaste a mí.
Le doy gracias a la vida
Y le pido a Dios
Que no me faltes nunca».

Y si de películas hemos de hablar, mis películas del cine de oro mexicano no podrían faltar con ellas al que llamaba «mi novio», Pedro Infante. Su simpatía, buen humor y sus canciones han hecho vibrar a toda una nación. Canciones como «Amorcito corazón», «Qué te ha dado esa mujer», «No volveré», «Cien años», «Cucurrucucú Paloma», entre otras permanecen en nuestros corazones. Sin embargo, he de confesar que mi favorita es «Cartas a Eufemia»…

«Cuando recibas esta carta sin razón,
Eufemia,
Ya sabrás que entre nosotros todo terminó.
Y no le des en ‘recebida’ por traición,
Eufemia.
Te devuelvo tu palabra,
Te la vuelvo sin usarla,
Y que conste en esta carta
Que acabamos de un jalón».

Cuánto me encanta esta canción, que muchos, muchos años después cuando estábamos por terminar la universidad, en una comida en el Caballo Bayo con uno de nuestros profesores, pedí esta canción a los mariachis y por primera vez pude disfrutarla en vivo y a todo color.

Sería la canción de José José, la que me permitiría comprender la gran diferencia ente «El amar y el querer»:

«Casi todos sabemos querer
Pero pocos sabemos amar.
Es que amar y querer no es igual:
Amar es sufrir querer es gozar.
El que ama pretende servir,
El que ama su vida la da.
Y el que quiere pretende vivir
Y nunca sufrir y nunca sufrir».

Aunque ustedes no lo puedan creer, la letra de esta canción la utilicé en mis clases de español para poder explicar la diferencia entre estos dos verbos en inglés.

Definitivamente la vida no es sencilla, ni fácil y las decepciones son parte intrínseca de nuestro día a día. ¡Qué mayor decepción puede existir que fracasar en el amor! Aunque este fuese imaginario. Emanuel, con su canción «Al final…» logró reflejar ese sentimiento de derrota que todos hemos sentido alguna vez…

«¡Donde estés
solo te pido que no vayas a olvidar
que por amarte como un Cristo me quedé
con los brazos abiertos!.
¡Al final…!»

Y fue Barry Manilow con «Ready to Take a Chance Again» quien me enseñaría que la vida sigue y que debes de a atreverte a tomar nuevas oportunidades…

«And I’m ready to take a chance again,
Ready to take a chance again with you
With you».

Además, resulta crucial que les comente que esta fue la primera canción en inglés que me gustó. El inglés nunca fue una de mis materias favoritas y mis habilidades fonéticas son bastante limitadas. Así que para la niña que desde kindergarten rezaba porque el mundo hablara solo español, que me gustase una canción en inglés fue todo un evento.

Será José Luis Perales en su canción «Un velero llamado libertad» el que expresará mi sueño de navegar, ese sueño de libertad que todos llevamos en el alma. Y lo conjugará con mi gran pasión: el mar.

«Y a su barco le llamó Libertad,
Y en el cielo descubrió gaviotas
Y pintó estelas en el mar».

El mar, esa inmensa masa de agua salada, con su oleaje sin fin, sus misteriosas profundidades y sus formidables colores. Mi hija lleva por nombre María del Mar, en honor este poderoso e invencible elemento que siempre me ha fascinado. Que me ha hecho sentir pequeñita y parte de algo superior.

Será Raphael, interpretando la versión en español de «A mi manera» de Frank Sinatra, el que me inspirará para tratar de ser yo y no seguir moldes, modas o multitudes.

«Hoy sé que firme fui
Y que afronté ser como era
Y así logré vivir,
Pero a mi manera».

Culturalmente mi familia siempre estuve un poco perdida en el tiempo. Algo normal con todos aquellos que crecen fuera de su patria. Mi madre, refugiada española y mi padre, hijo de emigrantes españoles poseían costumbres y tradiciones diferentes, antiguas o conservadoras, como gusten llamarlas. Ni buenas, ni malas, simplemente diferentes. No quiero decir que fuese fácil crecer con las numerosas reglas que había en mi casa, y tan diferentes a las de otros compañeros. Pero se los agradezco desde el fondo de mi corazón. A mis padres por establecer patrones diferentes, a mis amigos por aceptarme como era. Atesoro mis años en la universidad y el grupo de amigos con los que tuve la oportunidad de crecer y ser la mujer que soy hoy en día. Obviamente hubo momentos difíciles, momentos en que me sentí perdida, pero siempre tuve cerca una mano que me permitiera volverlo a intentar…

Lupita D’Alessio con su canción «Mudanzas», la que mejor expresa esa época de definiciones, cambios y encuentros…

«Porque soy mujer como cualquiera,
Con dudas y soluciones,
Con defectos y virtudes,
Con amor y desamor.
Suave como gaviota
Pero felina como una leona,
Tranquila y pacificadora
Pero al mismo tiempo irreverente y revolucionaria».

Y son canciones como: «Arena» de trigo limpio, «Dueño de nada» del Puma, «Amor de hombre» de Mocedades, «Palabra de honor» de Luis Miguel, «Cómo te va mi amor» de Pandora, «Bazar» de Flans, «Amante bandido» de Miguel Bosé, «Toda la vida» de Emanuel, «Hijo de la luna» de Mecano, «Ni tu, ni nadie» de Alaska y los Dinamara, «Ese hombre» de Pimpinela, entre otras muchos que nos acompañaron en aquella dorada época.

Y así terminan mis primeros 20 años, y que mejor que el preludio del álbum de Pecos titulado coincidentemente «20 años» para cerrar este ciclo de mi vida…

«Adiós, amor, adiós.
Adiós, amor, adiós.
Crecí sin darme cuenta,
no vaya a hacerse tarde,
que aún queda tanto por hacer,
que 20 años no es nada,
que aún me quedan ganas,
que hoy es mañana, adiós niñez».   

Las canciones de Alberto Cortés siempre han sido sumamente especiales para mí. Su forma de expresar sentimientos tan cotidianos resaltando esos pequeños detalles que dan sentido a nuestra existencia. Canciones como «El abuelo», «Cuando un amigo se va», «Callejero», «No soy de aquí, ni soy de allá», entre muchas otras han dejado una profunda huella en mí. Sin embargo, es « Mi árbol y yo» la canción que me ayudó a valorar el paso del tiempo, la gran aventura que tenía por delante llamada vida y a ¡mis padres! que siempre han estado a mi lado…

«Luego fue tiempo de estudios con regresos a menudo
Pero con plena conciencia.
Que iniciaba un largo viaje, solo de ida el pasaje, y así
Me ganó la ausencia.
Mi árbol quedó
Y el tiempo pasó.
Hoy bajo su sombra
Que tanto creció
Tenemos recuerdos
Mi árbol y yo».

Comprenderán ustedes que no todas las canciones nos cantan en su estreno, algunas muchos años después toman una gran importancia y el significado de sus letras nos llenan el alma. «El himno a la alegría» escrito por Miguel Ríos y cantada por numerosos artistas, entre ellos el Puma con su increíble voz lleva rodando en nuestras vidas desde los años 70. Pero es al final de los 80 que junto con el que hoy es mi esposo, Héctor, tocó mi corazón:

«Ven, canta,
Sueña cantando,
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres volverán a ser hermanos.
Si es que no encuentras la alegría aquí en la tierra
Búscala, hermano, más allá de las estrellas».

De novios, solíamos ir a un pequeño bar en la Zona Rosa, donde ordenábamos tacos al pastor y escuchábamos a una banda tocar. Al final de la sesión, se apagaban todas las luces, todos prendíamos los encendedores y la banda terminaba su actuación con el «El himno a la alegría». Todos cantábamos con ellos. Este himno ha sido un llamado a esa búsqueda continua que todos debemos realizar en nuestra vida, el no ser conformistas y siempre luchar por encontrar la alegría sin límite de tiempo o distancia. Desde luego, resulta más fácil cantar el himno que practicarlo, sin embargo si estamos abiertos a retomar la búsqueda cuando la vida nos brinda su color negro, parece mentira el poder que encontraremos en nosotros mismos para superar esa etapa.

Mi siguiente alto en el tiempo es a mis 26 años, 1989, me sentía tan mayor, iniciando mi propia familia. Sinceramente, 34 años después puedo decir que no teníamos conciencia de lo que la vida era, pero en aquel entonces Héctor y yo nos sentíamos dueños de la situación, llenos de ilusiones y sin temores. Así llegamos a los años 90 al ritmo de Los del Río y moviendo las caderas como «Macarena»:

«Dale a tu cuerpo alegría, Macarena,
Que tu cuerpo es pa’ darle alegría y cosa buena.
Dale a tu cuerpo alegría, Macarena,
Hey Macarena, ay».

Al igual que todos ustedes, nuestras vidas han estado llenas de aciertos, errores, tropiezos, éxitos y dos tesoros invaluables, nuestros hijos, Marimar y Migue que nos han llenado de orgullo y felicidad. En el 2001, nos movimos a vivir a Minnesota. Es una de las épocas más maravillosas de toda mi vida. La edad de los niños era perfecta, ocho y tres añitos. ¡Todo era una aventura, un descubrimiento, un juego! Tener la oportunidad de estar al lado de ellos, atenderlos directamente y verlos crecer ha sido uno de los grandes placeres de mi vida. No saben qué agradecida estoy de que económicamente pudimos darnos ese lujo. Paralelamente a esta gran felicidad, el vivir lejos de mi familia y de mis amigos ha sido uno de los retos más difíciles que he enfrentado. La distancia, nunca ha sido buena compañera y pronto se sienten sus estragos. Nuestros regresos a México empiezan a dejarnos un extraño sabor. La vida va cambiando, poco a poco te va borrando, vas dejando de pertenecer y empiezas a sentir un vacío que no sabes cómo llenar. Te aferras al pasado, tratándolo de prolongar al presente. Descubres quienes te llevarán en su corazón siempre y para quienes ya eres recuerdo. Te rindes y aceptas que ya eres pasado. Sin embargo, la lección más difícil de aprender es aceptar que vives a distancia, que independientemente que hables todos los días con tus seres queridos no puedes estar a su lado cuando te necesitan. Y es aquí, en la distancia que debes aprender a aceptar tu propia impotencia. La imposibilidad de ser omnipresente y estar en dos sitios al mismo tiempo.

Y es así, a la distancia, cuando los recuerdos, los aromas, los colores, las melodías, los cariños y los amores se mezclan y es aquí cuando la nostalgia empieza a tomar control de ti… Es cuando ese sentimiento de pena por la lejanía inunda tu corazón, y la ausencia palpita en ti… y qué mejor forma de expresar esto que un buen Mariachi, la voz de Jorge Negrete y la canción «México Lindo y querido»:

«México lindo y querido, si muero lejos de ti
Que digan que estoy dormido
Y que me traigan aquí.
Que digan que estoy dormido
Y que me traigan aquí,
México lindo y querido,
Si muero lejos de ti».

En el 2004, Luis Miguel agregará una nueva canción a mis labios…«México en la Piel»:

«Así se siente México,
Así se siente México.
Así como unos labios por la piel,
Así te envuelve México,
Así te sabe México,
Así se lleva a México en la piel».

Todo es completamente relativo, lo que hoy es negro, mañana puede ser rosa. Todo depende de las circunstancias, el tiempo y el lugar. Pueden imaginar el gran cambio que fue para mí vivir en la Ciudad de México, una de las urbes más grandes del mundo y moverme a vivir a uno de los suburbios de Minnesota. Obviamente nunca acepté que Minnesota fuera considerada una metrópoli. En el 2005 nos movimos a Geneseo, una hermosa villa universitaria a 45 minutos de Rochester, Nueva York. En este instante comprendí cómo Minnesota efectivamente era una gran metrópoli y cómo todo es completamente relativo.

Las canciones en mis labios buscan mi idioma… así que el tiempo musicalmente se detiene para mí. Escucho una y otra vez mis viejos CD’s y son solamente cuando visito mi país que agrego nuevas canciones y es así como llega a mis labios «Corazón Latino» de David Bisbal, que será el ritmo mediante el cual describiré nuestra cultura bella, cultura latina, en mis clases.

«Corazón latino
De sangre caliente pegado a tu piel.
Corazón latino
Te invita a vivir un verano sin fin.
Ay, corazón latino».

Por azares del destino en esta época mis labios empiezan a entonar una melodía muy especial… «El Sonido del Silencio» por el duo Simon & Garfunkel. Una canción de 1964, ¿cuándo la escuché por vez primera? No lo recuerdo, ¿Por qué empecé a escucharla ahora?, no lo sé…

«And in the naked light, I saw
Ten thousand people, maybe more,
People talking without speaking,
People hearing without listening,
People writing songs that voices never shared
And no one dared
Disturb the sound of silence».

La dulzura de las voces de Simon & Garfunkel con la tristeza de la letra me hace temblar y cuestionarme lo cobardes que somos al guardar silencio ante lo injusto, al callar ante lo incorrecto, al no alzar nuestra voz ante lo incoherente. Silencio, en cualquiera que sea tu idioma materno, o en cualquier idioma que estés aprendiendo es un cáncer para la humanidad. Seres humanos, si lográramos identificarnos como seres humanos saben ¿cuánto sufrimiento borraríamos de este mundo? Y es así, como está canción empieza a formar parte de mis clases.

En el 2009 tuve la oportunidad de ver la Obra de Teatro «Mama Mía» en Broadway y si bien la disfruté, no alcanzó para mí el impacto que tuvo la película el año anterior. Las canciones de ABBA tomaron para mí otra completa dimensión en aquel momento transportándose en el tiempo hasta el día de hoy. Creo que esto se debió a tres fundamentales factores que se congeniaron en aquel momento… Mi inglés, el cual he logrado mejorar un poquito, dándome la oportunidad de comprender mejor las letras. El magistral libreto de la dramaturga británica Catherine Johnson que creó un escenario donde las canciones pareciesen escritas especialmente para la trama en uno de los lugares de mis sueños, Grecia. Y la edad de mi pequeñita… 16 primaveras. Siendo «Slipping through my fingers», («Escurriéndoseme entre los dedos») la que tomaría el valor más especial de todas por expresar cómo mi pequeñita se transformaba en una decidida, independiente y fabulosa mujer:

«What happened to the wonderful adventures
The places I had planned for us to go?
(Slipping through my fingers all the time).
Well, some of that we did but most we didn’t
And why? I just don’t know
Slipping through my fingers all the time,
I try to capture every minute
The feeling in it».

Es en 2016 cuando Barry Manilow, volverá aparecer en mi vida poniendo una vieja melodía en mis labios y en los de mi hijo. «I made it through the rain», traducida como «Lo hice a través de la lluvia», aunque personalmente yo prefiero «logré cruzar la tormenta»; una melodía que nos permitía celebrar su final de la escuela preparatoria y el descubrimiento de él mismo al entrar a la universidad.

«I made it through the rain,
I kept my world protected,
I made it thought the rain,
I kept my point of view,
I made it through the rain
And found myself respected
By the others who
Got rained on too
And made it through».

2020, la pandemia. Todos hemos sufrido sus consecuencias. Nuestro mundo giró a la velocidad de la luz y no ha tenido vuelta atrás. Y es así, en este vertiginoso cambio un tango viene a mis labios. Un tango que mi padre siempre ha tenido presente… «Cambalache» un viejo tango de 1934, cantado por Julio Sosa:

«Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé:
En el 510 y en el 2000 también.
Pero que el siglo 20 es un despliegue
De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolca’os en un merengue
Y, en el mismo lodo, todos manosea’os.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso, estafador.
Todo es igual, nada es mejor».

Pareciese que Julio Iglesias tuviese razón…

«Al final las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual»

Pero son las canciones en mis labios como «Sueño imposible», «El vendedor», «El himno a la alegría», «Vive» y « La vida sigue igual» que quieren que mantenga los sueños en mis ojos…

«Siempre hay por quién vivir y a quién amar,
Siempre hay por qué vivir por qué luchar».

Es extraño que conforme el tiempo ha pasado, mis labios no tienen nuevas canciones. Son las viejas canciones las que viajan en el tiempo para acompañarme hoy en día. Mis ojos no tienen nuevos sueños… mi corazón de abuelita reventada sigue latiendo por mi familia, mis alumnitos y mis nietos…

Definitivamente, y con todo el respeto del mundo, difiero de Gabriel García Márquez… Yo creo que…

«Crecemos con sueños en nuestros ojos y canciones en nuestros labios
 y es cuando los olvidamos que descubrimos la nostalgia».

___________

* María del Rocío Vallejo Alegre nació en México. Hija de inmigrantes y refugiados españoles, Vallejo creció en la ambigüedad que le otorga la pertenencia a dos tierras: España y México. El destino, integrar una tercera tierra, Estados Unidos, que le permita afianzar sus raíces y redescubrir su pasión: la enseñanza. Trabajó durante doce años como docente en la Universidad del Estado de Nueva York, en el campus de Geneseo. Recibiendo en el 2017 Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct. En 2021 participó en la creación de la organización sin fines de lucro llamada «Cultures Learning TOGETHER» ( Culturas aprendiendo JUNTAS) donde trabaja voluntariamente. En la actualidad está enseñando a nivel Pre-Kinder, recordando sus tiempos de madre y disfrutando el cariño de los niños.

https://www.geneseo.edu/languages_literatures/vallejo

Ha recibido los siguientes reconocimientos:
Joseph M. O’Brien Award for Excellence in Part-Time Teaching 2011
Service-Learning Course Development Award for «Medical Spanish courses» 2013
Honored on Faculty Recognition Day by Classes of 2013-2014-2015 2013-2015
Patricia and Gerry Award Endowed Faculty 2015
Appreciation award by Academic Affairs Committee and Learning Center 2015
Positively Geneseo Highlight Book 2016
Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct Teaching 2017

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