James Flint

0
387

11. LA NAVE DE LOCOS DE FLINT (parte 2).

Por José Antonio Gómez Di Vincenzo*

Lea la primera entrega pulsando en este vínculo.

Construida en los Astilleros Titicaca, el Liquidator es la obra maestra del ingeniero y artesano boliviano Milton Melgar Araujo, íntimo amigo de James Flint y compañero de travesías infaustas. Melgar Araujo soñaba con una embarcación que surcara los océanos de la imaginación para liberar el continente de la miseria y la opresión de la razón occidental. Estudioso de los límites que impone la cosa como está, siempre buscó un más allá de los bordes que ceñían el diseño.

Escribe Flint en una epístola fechada en el centurión del año de la serpiente escuálida a su tecnólogo amigo:

«Peribórdico estás más que nunca mi querido Milton, hermano del más allá. Los dioses no podrían ir más lejos. ¿De dónde sacaste la geometría que gravita en la curvas de la nave? ¿Es la geometría la que te dictó el diseño? No… ¡De ninguna manera! ¡Qué idiota soy! Fue tu ciencia patafísica yendo cada vez más lejos. Es por eso que no alcanzo al Liquidator, ni siquiera desde aquí en mi cabina. Él va más rápido que mi mente y mi cuerpo. Él me lleva, me muestra el camino. Y tú también, mi querido amigo del alma».

T. T. James, Anales de los mares ocultos. Libro V. James Flint, El capitán que tanteaba en la oscuridad. Finalmente editado por Roger McCartney Eds. 4978.

12. El historiador Werner Von Düssen se empacha y nos atiborra con documentos tamizados por profundos y retorcidos análisis donde la vida de Flint aparece como destellos, a veces irradiantes de una energía cautivante; a veces, como tenues velos de muerte.

Su historia social hizo historia valga la redundancia. Con su libro sobre los marinos de aquí y allá, denominado precisamente, Marinos de aquí y allá, del suprabórdico año 5000, nos abrió la puerta de la percepción a un mundo olvidado. El mar como la frontera que libera y hunde, nos transporta a lo más íntimo de nuestro amado y odiado capitán. Von Düssen así analiza, por ejemplo, la carta que Polidora (la tarotista suiza de Flint) enviara a su colega y amiga Fresel Icebrust. Veamos qué dice la epístola famosa:

«Pobre James, el más desafortunado de los locos. No podría ser más infeliz. Lo ha perdido todo, una vez más. Y sus cartas lo condenan. Así y todo, él vuelve y vuelve a consultar los arcanos y encontrar la salida. La Sacerdotisa, La Estrella, El Ermitaño… Pero sobre todas las demás cartas, El Loco. Flint siempre tiene El Loco. Y como él más que nadie sabe que sus cosas siempre pueden cambiar gracias a su infatigable capacidad de encontrar soluciones a cualquier precipicio que se le interponga. Flint siempre perdido y encontrado».

El análisis de nuestro historiador:

«Por aquel tiempo, una tensión irrefrenable sometía las voluntades de hombres como Flint, oscuros intérpretes de la razón y el saber, como formas de dominio de la naturaleza. Según se decían de sí mismos: la irracionalidad de los sentimientos y las pasiones encontradas los hacían buscar un norte en las ciencias ocultas. Perdido y encontrado en la vida y en la reflexión acerca de su propio destino, Flint creía que podía controlar lo incontrolable y dominar la contingencia. Pero al mismo tiempo, se dejaba llevar por el azar y el sinsentido. La fuerza del Tarot, las pócimas y los textos en lenguas eran sus muletas de siempre. Tal vez, esto explique su voluntad de que sus cenizas sean volatilizadas a los cuatro vientos y sus precisas instrucciones de hundir sus ojos (al menos el que le quedó después de enfrentar al estúpido amante de Eleanor Stanford) en la fosa de las marianas».

13. En la bitácora de sus viajes existen notas alucinantes sobre paisajes exóticos habitados por poblaciones originales de culturas variopintas. Dejaremos para otro lugar el análisis de sus datos científicos para dar un viraje y concentrarnos en un peculiar signo de su pasaje por el mundo: hablaremos de amores y odios.

Se dice en varios registros que en la puerta de entrada de la gran cabina del Bolivian Liquidator había una nota sobre el dibujo de la figura del arcano The Fool, el loco del Tarot. Decía: «Perdido y encontrado».

14. Flint pasaba horas estudiando cartas, escribiendo, bebiendo néctares y tocando su guitarra para olvidar o recordar. Husmeaba una biblioteca atiborrada de oscuros tratados. Era su pasión. Un hombre de su tiempo. ¿Cómo sería hoy, donde lo que los antiguos llamaron mente es sólo cuerpo esfumado en máquinas? No habría un Flint. Es tan difícil reconstruirlo que para hacerlo, quienes estudiamos a los humanos debemos usar como insumo lo que queda de su historia, su lenguaje, reproducir su pensar. Su pensar. Tal vez un imposible. Por ahora que hablan los hombres de celuloide del pasado.

Berenice d’ Alembert, uno de sus amores más profundos, escribió en su diario:

«James es como un enigma. Recluido parece viajar por todas partes, aun cuando el Liquidator se mece en las mareas sin viento. Allí es un ángel. Pero hay momentos en que el fuego lo consume y un odio visceral fluye por sus venas. Su corazón estalla y nada puede evitar que sea el más vil de los seres sobre este ancho mundo. Amo a Flint, lo odio».

15. La misma Berenice escribió una carta al capitán que nunca despachó y se llevó a la tumba. Casualmente, después de la exhumación de su cadáver tras vencer el plazo del entierro, descendientes de la muerta hallaron la nota apretujada entre sus dedos esqueléticos. El papel todavía era legible en parte. Transcribimos a continuación, lo poco del contenido que tiene sentido y sirve para dibujar algún aspecto de nuestro enigmático Flint.

«Mi querido Flint, dedícate a solucionar tus problemas y apagar el fuego que encendiste con tu maldito trabajo que lo nuestro se apagó, se extinguieron las llamas, sólo quedaron cenizas. Tus cartas ya no me llegan porque son escritas desde la facilidad de la incoherencia y el deseo. ¡Qué los mares se lleven tu alma! Aun así, creo que el infierno que te consume no se apagará jamás (…) Déjame en paz con mis propios fantasmas. No puedo vivir pensando en vos. No tenerte es la peor de tus presencias (…) Te odio porque te amo».

Para ampliar sobre la vida sentimental del Capitán puede consultarse el excelente trabajo de Marcel Longchamps titulado James Flint, el amor que nació perdido, encontrado. El capitán que no sabe amar. Editado en New Aires, por la Editorial Papelitos de Antaño en el Exidor de la Rana de 5515.

16. En los Anales de los Derroteros Marítimos del 5222 hay algo así como veintiuna entradas dedicadas al Capitán Flint. Es curioso que sólo una de ellas haga referencia (y sólo de modo tangencial) a la obsesión del marino y su búsqueda de los restos perdidos del Continente de los Taratos.

En una de sus curiosas cartas a Fleetwood Knack, fechada en la era del dragón rojo y negro del año excélsior, Flint dice a su íntimo amigo:

«…Me saca el sueño. Tengo un mapa muy poco preciso. Pero una gran cantidad de evangelios apócrifos hablan con mucha insistencia de esta civilización. Los Taratos o Marmotes».

Su gran marca: no paran de decir estupideces todo el tiempo impostando la voz y tras una máscara de seriedad impoluta. Creen a rajatabla en un solo dios, el UNO, aunque permanentemente lo traicionan con otros dos: uno de carne y hueso; el otro un espíritu puro. Viven en chozas vestidos con harapos y huelen a carne podrida aunque se bañan en perfumados néctares. Conocen la rueda pero no la utilizan. El fuego también. Pero sólo encienden piras para sus rituales y para prender cigarros. Hacen prevención de todo pero repiten sistemáticamente sus padecimientos.

Son unos perfectos idiotas para absolutamente todo. Pero por alguna extraña razón, han cautivado la atención de muchos antropólogos: sus vecinos los Intelgentes amaban el sabroso gusto de sus testículos cosidos en salsa de hongos. Donde hubieron Tratos siempre hubo Intelgentes para comerle las bolas.

Amigo, lo que particularmente busco, más que a los Taratos (que son de escaso valor) es a los Intelgentes. Se dice que miles de tesoros cosecharon en sus páramos ocultos».

17. «La temperatura baja muy aceleradamente. El pulso varía y la presión arterial busca compensar, pero no… Relajación y espera. Los sentidos van yéndose hacia un punto. Nadie puede saber a dónde vas a ir a parar. Ni siquiera el capitán Flint puede ayudarte.

»Invocaste a Harlock, tampoco estuvo ahí.

»¿El Che Guevara? ¿Meteoro? ¿Gilles Villeneuve?

»Cualesquiera menos predicadores y curas.

»Pero buscaste la estrella negra recién cuando dejaste de creer en caminos seguros.

»Y por eso llegaste a dejar de pedir por una ruta a seguir.

»Nada en ese charco rojo dice lo que fuiste ni lo que serás, solamente habla de lo que fuiste capáz».

Del indescifrable pergamino Longdon, preservado en la famosa Biblioteca Ultprust de Chiqueperú.

18. «Flint fue siempre un sujeto extraño, indescifrable, oculto detrás de máscaras, siempre disfrazando su mayor debilidad: sentimientos. Flint solía recurrir a su mejor amiga, Antares, una de sus pitonisas preferidas para consultar el Tarot. No se sabe bien por qué a Flint siempre le sale, La Sacerdotisa de cabeza, La Estrella y El Ermitaño. Independientemente de todo lo demás, esos arcanos siempre están. Dice la tarotista que La Sacerdotisa le ordenaba a ordenar sus sueños, La Estrella a perseguirlos y El Ermitaño a hacerlo sólo, independiente, lejos del mundanal ruido, tratando de rehacerse todo el tiempo».

De la carta de Melanie Lugrin a su madre, luego de largas quejas causadas por supuestos celos y resquemores entre ella y Antares.

Tomado del magnífico libro de la Dra. Eleanor Floyd: La vida de los piratas. Editorial Pettinari, Exidor, 4555.

19. Dijo una vez Flint en un discurso pronunciado en el septuagésimo noveno aniversario de la famosa Batalla del Ponto:

«He visto de todo, desde idiotas criando mascotas digitales cuando niños hasta los mismos tarados tratando de matar animales virtuales en la calle ya de grandes. Ya nada me sorprende. Creo que lo único que me conmovería sería ver a los mismos imberbes hoy aniquilándose unos a otros para el beneficio de toda la humanidad».

20. Algún que otro se animó a estudiar en profundidad la vida sentimental del Capitán James T. Flint. Otros colegas apretaron a fondo los frenos cuando de las emociones y sensaciones del bucanero se trataba. A lo sumo, de sus cartas a amantes y diarios personales extraían notas sobre la política, los odios, rencores y reivindicaciones. Pero en el tormento del amor pocos se sumergían. Un desafío de estériles ganancias.

Helmut Reichenbach, historiador marítimo del milenio pasado deja varias notas al pie. Es lo poco que tenemos porque los retazos de textos y los diarios perdidos hacen imposible indagar más. Hasta que algún arqueólogo encuentre el casco del Bolivian Liquidator, no contaremos con mucho más que lo ya se ha dicho. La esperanza es que haya algo en lo que queda del navío.

Según las notas de Reichenbach, los borradores de su gran trabajo Reisen und das Leben von Flint Seeräuber, que nos llegan gracias a la cortesía enorme de su tataranieta, Flint era un tipo enigmático, magnético, reservado, jodido con quienes odiaba, implacable, retorcido, de habla compleja con mucha subordinación y extensa en argumentaciones y apelaciones a saberes ocultos.

Se dice que sus amantes lo odiaron a la vez que lo amaron. Nunca sabremos que pasaba por tu tormentosa mente. Y es toda una incógnita como lo que traía en sus pensamientos movía sus derroteros y luchas por reivindicar a los injuriados de siempre. ¿Fortuna? ¿Amor? ¿Odio? ¿Pasar a la historia?

Se afirma que en algún sitio, una lápida anónima reza un epitafio para Flint. Y a pesar de no haber nada allí, ningún esqueleto, ninguna señal de ocupante, se piensa que era el lugar elegido para el descanso eterno del corsario. Una cuchilla y un sauce impresionante enmarcaban ese monolito que dice: «Yace aquí el que nunca supo que quería, qué querían de él y qué hacer para conseguir satisfacción. Yace aquí el proyecto inconcluso de un tipo olvidado».

De Las voces acalladas en torno a Flint, Dr, Heiwood Lancaster. Publicada en la Enciclopedia de los Mares que se secaron, 4497.

* * *

La presente es la segunda entrega de la novela corta «James Flint… Navegando los océanos de dulce de mercurio», del escritor argentino José Antonio Gómez Di Vincenzo. Espere los otros doce capítulos en los próximos números de Revista Cronopio.

 

* José Antonio Gómez Di Vincenzo es docente e investigador del Centro Babini, Escuela de Humanidades, UNSAM, Argentina. Se graduó como Licenciado en Educación en la UNSAM. Cursó sus estudios de posgrado en la UNTREF, obteniendo el título de Dr. en Epistemología e Historia de la Ciencia con la tesis doctoral «Estudio sobre la relación entre ciencias biomédicas, tecnologías y orden social. Biotipología, educación, orientación profesional y selección de personal en Argentina entre 1930 y 1943». Ha participado en numerosos congresos como expositor y tiene publicados una serie de artículos en revistas académicas y libros de texto tratando diferentes problemáticas propias del campo de la Filosofía y la Historia de la Ciencia y la Tecnología. Desde 2007 es investigador del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica «José Babini» y docente en la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.