LA NOVELA DEL OCASO
Por Gustavo Arango*
Mikhail Afanasyevich Bulgakov nació en Kiev el 15 de mayo de 1891. Era el mayor de los siete hijos del profesor y ensayista Afanasiy Bulgakov y la maestra Varvara Pokrovskaya. Sus abuelos fueron sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa rusa, y su origen más remoto —según él mismo— se remontaba a las hordas tártaras. Su inclinación por el teatro empezó desde temprano. A los diez años escribió sus primeras obras, para que las representaran sus hermanos. A esa edad ingresó en el Gimnasio de Kiev, donde leyó con apasionamiento a Gogol, Pushkin, Dostoievsky y Dickens.
Bulgakov estudió medicina, se graduó con honores en 1909 y, ese mismo año, empezó a trabajar en el Hospital Militar de Kiev. En 1913 se casó con Tatiana Lappa y poco después —con el estallido de la Primera Guerra Mundial— se enroló como voluntario de la Cruz Roja. En el frente de batalla fue herido de gravedad y, para mitigar los dolores, empezó a inyectarse morfina. Así desarrolló una adicción que le duró cinco años y sobre la que escribiría un libro.
Después de especializarse como doctor en la Universidad de Kiev, Bulgakov empezó a ejercer su carrera en hospitales de provincia. Su experiencia de aquellos años quedó reflejada en el libro Cuaderno de un médico de provincia. Para 1918 estaba de regreso en Kiev y allí abrió un consultorio desde donde fue testigo de la Revolución, la guerra civil y numerosos golpes de estado. En 1919 fue reclutado como médico del Ejército Popular Ucraniano y enviado a la región norte del Cáucaso, donde contrajo una fiebre tifoidea que estuvo a punto de matarlo. Por esa época, sus padres y hermanos emigraron a Francia, pero Mikhail tuvo que quedarse en la Unión Soviética, pues —a causa de su enfermedad— le fue negado el permiso para salir. Desde entonces decidió dedicarse a la literatura.
El comienzo de su carrera fue tan caprichoso como sus historias. Un día, viajando en un tren, se le ocurrió un cuento que escribió de inmediato. Cuando el tren se detuvo en la siguiente estación, Bulgakov se bajó, buscó el periódico local y le ofreció el cuento al editor. Así empezó una carrera tan breve como llena de altibajos.
Bulgakov se radicó por un tiempo en Vladikavkaz, donde consiguió que se representaran sus primeras obras teatrales. Decidido a probar suerte en Moscú, consiguió trabajo como secretario de la sección literaria del Comité Central de Educación y empezó a publicar, en periódicos, cuentos de ciencia ficción con elementos satíricos. Sus obras de teatro no tuvieron mucha suerte. Entre 1922 y 1926 ninguna de ellas recibió permiso para ser presentada. Su tratamiento de lo ético, con una mezcla entre fantástica y grotesca, lo alejaba demasiado del ideal realista.
El mismo Stalin tuvo influencia directa en la vida de Bulgakov. Por un lado, prohibió la representación de una de sus obras; por otro lado, abogó por ese artista cuya obra estaba «por encima de las diferencias de partidos». Stalin le consiguió trabajo en el Teatro de Arte de Moscú, donde se representó con gran éxito su obra Los días de los Turbins.
Pero la censura volvió a recaer sobre sus obras siguientes —entre ellas una versión muy libre del Quijote— y, cuando por fin pudo conseguir que se montaran dos obras suyas, las críticas fueron devastadoras y las temporadas fueron suspendidas. Para 1929, la carrera literaria de Bulgakov estaba virtualmente concluida, pues la censura prohibió la publicación de todas sus obras, tanto de teatro como narrativas.
Bulgakov apeló a Stalin y sugirió la posibilidad de salir de la Unión Soviética, si en su país un escritor como él no tenía ninguna utilidad. Al final recibió autorización para trabajar como asistente de director en el Teatro Bolshoi, pero renunció cuando comprendió que ninguna de sus obras sería producida. La intervención de Stalin salvó a Bulgakov de la ejecución, pero el resto de su vida la pasó condenado a la marginalidad.
Bulgakov se había divorciado y vuelto a casar en 1924. Volvió a divorciarse y, en 1932, se casó con Yelena Shilovskaya, quien lo inspiró a retomar su novela más ambiciosa. Dos años atrás, Bulgakov había quemado el manuscrito de esa novela, pero decidió reescribirla de memoria y concluirla, pensando que quizá nunca sería publicada. Para 1939 la novela estaba casi lista y ya tenía su título definitivo: El maestro y Margarita. Yelena, su esposa, había inspirado a la Margarita a la que se refiere el título.
El maestro y Margarita ha sido definida como una crítica del establecimiento literario, con su comercio de favores y sus hipocresías. Pero es mucho más que eso. Es una denuncia del siempre predominante realismo, como un recurso engañoso y cómplice de lo que pretende denunciar. Es, también, una de las obras mayores de la literatura del absurdo: ese salto al vacío que se convierte en vuelo hacia las verdades esenciales. Es, por momentos, una versión muy libre del Nuevo Testamento. Es un tremendo disparate que amenaza a cada instante con convertirse en alegoría. Es vértigo y reivindicación del misterio que palpita en el más profundo centro de la vida.
En 1939, Bulgakov hizo una lectura privada de su «novela del ocaso» y anunció que al día siguiente la llevaría al editor. Los asistentes quedaron paralizados. Sabían que divulgarla equivalía al suicidio y consiguieron disuadirlo. Bulgakov murió el 10 de marzo de 1940, a los 48 años de edad, a causa de un problema renal hereditario. El maestro y Margarita permaneció guardada en un cajón por más de un cuarto de siglo —junto con otras obras suyas—, hasta que la viuda del autor consiguió publicarla en 1966. Ahora se le considera una de las novelas más importantes del siglo veinte.
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* Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).
Master and Margarita fue una sorpresa que recibí hace un par de años buscando qué leer en una vieja librería al otro lado del mundo. Bulgakov es un escritor que debería rescatarse del olvido relativo en el que se encuentra, al menos en el sur de la América. Buen esfuerzo Gustavo, me refiero a rescatar a este gran autor hablando de su vida y de sus circunstancias. ¿Ha leído diario de un médico?