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La vida rota en una noche
LA VIDA ROTA EN UNA NOCHE: «TODOS LOS MIEDOS» (2018) DE PEDRO ÁNGEL PALOU

Por Alma Guadalupe Corona Pérez*

«¿How many years can some people exist
before they’re allowed to be free?»
(Blowin in the wind, Bob Dylan).

Hablar del género de la novela, iniciando la tercera década del siglo XXI, es cosa seria, delicada y comprometida en esta era de innovaciones, ciberespacio e infinidad de propuestas existentes en el día a día y las que están por llegar a la vida de la Literatura y el Arte. La historia actual se está escribiendo social, política, literaria y culturalmente hablando; aún se ignora qué va a pasar con el destino de la novela, en un momento en que hay tan negros vaticinios relacionados con la posible desaparición sistemática del libro físico, según palabras de Roberto Banchik, Director General del sello Penguin Random House en Latinoamérica. No empero, éste no deja de reconocer la profunda preferencia que los círculos intelectuales mantienen por este preciado objeto, casi de culto, integrado por hojas y tinta.

Es un hecho: en el mundo se sigue escribiendo novela, aún con el embate de los incontables géneros híbridos como la propia novela gráfica que está extendiendo sus dominios y ejerciendo su influencia, sobre todo entre los lectores más jóvenes. Renglón independiente ocupa el intenso debate derivado de la comercialización de la literatura de la que muchos consagrados no han podido escapar y que, en este mundo de distancias frágiles, es indiscutible que el escritor, como cualquier gente, debe trabajar para vivir.

De una u otra manera, la letra también se convierte en atadura. Alejo Carpentier escribió en su relato «Viaje a la semilla», contenido en Guerra del tiempo (1958) que:

Pensaba en los misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas, enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios, declaraciones, apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos desestimados por la Ley; cordón al cuello, que apretaban su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el hombre de carne se hacía hombre de papel (16).

La importancia social que la escritura tiene está fuera de toda duda y la novela, como letra escrita, sigue contando con su espacio, su destino y destinatarios.

De acuerdo con sus estudiosos, Benito Pérez Galdós se salía a recorrer las calles y barrios madrileños para conocer a la gente, charlaba con los habitantes más insólitos, sobre todo buscaba la oportunidad de compartir con gente humilde para comprender sus formas de vida, de expresión y descripción. Esto le llevó a penetrar, agudamente, en los mundos que abordó en sus novelas, esta costumbre contrastaba de manera drástica con su personalidad callada, extremadamente reservada y conservadora en su espacio cotidiano y en las tertulias entre amigos.

De acuerdo con la visión de Andrés Amorós, en la línea de la teoría de la novela realista, indica: «El novelista realista es un observador y un testigo, pero también un historiador social, de las distintas “especies” que pueblan nuestro mundo» (1985: 27). Y precisa: «De este modo, el novelista realista se convierte en un pintor de las costumbres de su época» (27).

En efecto, para que la novela viva, debe nutrirla una profunda capacidad de observación. En algunos casos el creador la empleará para distorsionar dramáticamente a sus personajes y su vida, en otros para plasmarles tal cual les ve y siente aun con la presencia contundente de la imaginación y su intervención en el discurso literario.

De manera evidente, en mayor o menor escala, la novela ha cambiado junto con las sociedades que la producen. Cada cierto tiempo se reiteran algunos de sus factores, se retoman otros aparentemente olvidados, sin dejar de reconfigurar y plasmar algunos de los rasgos que viven y rodean al autor. A través del proceso narrativo se construye una historia.

Al respecto Menéndez y Pelayo recoge las siguientes palabras de Pérez Galdós:

Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: Todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción (1897: 11-12).

Es necesario considerar algunos puntos de vista en cuanto al papel de la novela a lo largo de la historia de la literatura; algunos de los elementos permiten redimensionar, académicamente hablando, la relevancia de esta narrativa contemporánea. En El arte de la novela (1987) Milan Kundera indica que: «La novela ha descubierto por sus propios medios, por su propia lógica, los diferentes aspectos de la existencia» (15) en efecto, nada sucede al ser humano que, de una manera u otra, haya quedado o quedará grabado en la novela.

Hay un par de acotaciones que Kundera enfatiza y que vale recoger ahora, la primera: «El espíritu de la novela es el espíritu de la complejidad. Cada novela dice al lector: “las cosas son más complicadas de lo que tú crees”. Esa es la verdad eterna de la novela» (31). Como el existir, el arte se nos presenta como fiel reflejo de los actos intrincados que visten la convivencia humana, nada en ella puede ser aleatorio, nada en ella puede ser accesorio.

Por otra parte, está el hombre, siempre unido a su propia historia y a la de los demás, indisolublemente marcado y amalgamado a sus propios genes, mismos que están sentando las bases de la herencia de posteriores generaciones. De la misma manera, la literatura es propietaria de su eje diacrónico, cada eslabón es una obra que se une a otra porque: «El espíritu de la novela es el espíritu de la continuidad: cada obra es la respuesta a las obras precedentes, cada obra contiene toda la experiencia anterior de la novela» (31). Kundera remata con la idea de la novela como «la gran forma de la prosa en la que el autor, mediante egos experimentales (personajes), examina hasta el límite algunos temas de la existencia» (168).

La escritora Susana Pagano, en su artículo «Reverencia frente a la página en blanco» incluido en el libro La novela según los novelistas (2007) coordinado por Cristina Rivera Garza, nos lleva hacia las siguientes ideas: «La novela es uno de los géneros más completos de la literatura» (140), señala; además que: «Asimismo, la novela contemporánea emerge del caos y la complejidad, de la filosofía y la reflexión, del lirismo y la constante búsqueda de la forma, entre otras cosas» (140).

Pagano reconoce en la narrativa rasgos como su juventud y, pese a ella, una madurez indiscutible dada su riqueza, versatilidad sin límites, profundidad, complejidad y diversificación; agrega elementos de suma importancia y peso como la certeza de que «la novela del siglo XX y principios del XXI se ha visto obligada a buscar nuevas formas y estructuras, nuevas maneras indagatorias de asumir la realidad» (143).

Enfatiza la presencia de medios actuales que han dejado cicatrices relevantes en una narrativa que no ha detenido ni su historia, ni su propia evolución: «Si a esto sumamos la intromisión, afortunada a veces, del cine y la televisión, la novela actual se ha visto en la necesidad de renovarse, de renacer y reinventarse para un público que exige mucho más de ella» (143). Coloca en un lugar privilegiado al lector como uno de los elementos de indispensable presencia en esta revisión: «Hoy en día, el lector exige de la literatura panoramas mucho más complejos y una visión del mundo más intrincada e interiorizante» (143). La evolución de la novela ha sido de carácter dialéctico toda vez que no descansa únicamente en los hombros del creador, es el lector quien demanda parte de estos cambios indispensables.

María del Carmen Bobes Naves en su libro La novela (1998) reconoce la dificultad que implica definirla y/o sucumbir a las posibles definiciones que, a lo largo de su historia, se han ejercido para aliviar la angustia de no poder asir el problema. A cambio, ofrece una serie de elementos o partes integrantes que van a ser constantes y que, por su propia presencia, servirán para delatarla.

El género narrativo es el camino que el narrador ha elegido para contar una historia, para hacer tangible una estructura de conjunto referencial compuesta, entre otros elementos, por procesos y acciones.

En 1947 Henry James afirmó en El arte de la novela que la mansión de la ficción no tiene una sola ventana, sino un millón, y que hay varios millones de formas de narrar una historia.

El Marqués de Sade sostiene que «no se te pide que digas la verdad, sino que seas verosímil» (1982: 33). Hegel la llamó «la epopeya de la decadencia» y finalmente, todos estos conceptos convergen con lo que logra transmitir el desarrollo de la historia planteada en la novela Todos los miedos (2018) del poblano Pedro Ángel Palou.

Todos los miedos es uno de los más intensos relatos de Palou por su temática, por la confección de sus personajes, la tensión del hilo de su historia y el tiempo durante el cual se desarrollan sus acciones —escasas veinte horas— donde el peligro ronda en cada línea, mediado por el valor y defensa de la verdad de su protagonista.

Palou dedica su novela: «Para los periodistas caídos mientras buscaban contar la verdad». Incluye una advertencia: «Los personajes de esta novela son seres de ficción, producto de la imaginación de su autor. Cualquier semejanza con la realidad es culpa de la realidad. El país y la Ciudad de México desafortunadamente sí son verdaderos, y crueles».

Todos los miedos es un relato que contiene dos epígrafes, el primero de Pierre Joseph Proudhon: «Ser gobernado es ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, numerado, reglamentado, reclutado, adoctrinado, sermoneado, controlado, calibrado, evaluado, censurado, mandado por criaturas que no tienen el derecho, ni la sabiduría, ni la virtud para hacerlo». El segundo epígrafe pertenece a una cita del libro Los dolores del mundo (1850) del filósofo Arthur Schopenhauer y que a la letra escribe:

Solamente hay tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los posibles motivos no obedecen sino a estos tres resortes: el egoísmo, que quiere su propio bien (carece de límites); la malevolencia, que quiere el ajeno mal (llega a la extrema crueldad); la piedad, que quiere el bien del otro (llega a la generosidad, la grandeza del alma). Obedece toda acción humana a uno de esos tres móviles, o bien a dos simultáneamente.

Ambos epígrafes se interconectan con la novela de manera certera, por los excesos malévolos del poder que se asoman a cada momento a lo largo de la trama y por las características de los personajes que oscilan desde la ayuda incondicional de Fausto, hasta la extrema maldad que persigue a Daniela. Hay una poderosa analogía entre esos tres resortes que describe Schopenhauer y el relato en cuestión.

La novela es un retrato al fresco, un lienzo verosímil en el que se plasma un permanente clima de peligro que envuelve a lo que hoy se considera una de las profesiones que se desarrolla desafiando a diario la muerte: el periodismo.

México es el segundo país, después de Siria, declarado en 2017 como zona de guerra. Ambos países tuvieron el mismo número de periodistas asesinados durante ese mismo año. Desafortunadamente México es el sitio más peligroso en América Latina para ejercer la tarea de la información. Del año 2000 a la fecha suman más de un centenar de periodistas asesinados y en menos de un año —de junio de 2018 a febrero de 2019— hubo más de 200 agresiones reportadas, documentadas; y sin resolver, el 89% de los casos denunciados. Toda esta fría estadística se suma a dos elementos anotados en la contraportada de la novela de Palou: «La paz de México es ficticia»; y la opinión que, al respecto señala Elena Poniatowska: «Una novela necesaria en este México que se cae a pedazos».

La literatura, el arte es también denuncia, mucho más allá de una muestra, es presencia y pese a no buscar ni querer probar nada, cumple con un papel sociológico [ver nota 1] de suma relevancia. Desde el momento en el que la novela, como en este caso, tiene la capacidad para llegar al lector, su radio de acción se extiende y toca problemas de carácter económico, político, histórico y social. Es indispensable remarcar que el objetivo fundamental de la sociología de la literatura es el de relacionar el contenido y las estructuras de la obra literaria con la conciencia de ciertos grupos.

En efecto, la literatura trasciende al entretenimiento para constituirse en aproximación o acercamiento a las problemáticas de una sociedad. Roland Bourneuf afirmó que «el arte es siempre no decir más que lo necesario» (1983:36). En el caso de Todos los miedos, podemos encontrarnos con un llamado, un foco rojo, una crítica y una denuncia a través de la cual no sólo es perceptible la frágil línea que separa la realidad de la ficción, también es posible palpar el peligro de la «verdad» en un mundo de simulación y verdades entrecomilladas, a conveniencia.

Las novelas que anteceden a Todos los miedos, han tratado temas escabrosos, algunas incluso han partido de amplias investigaciones basadas en textos antiguos, en testimoniales y libros de historia, entre otros; sin embargo, Palou se había reservado esta vuelta de tuerca abordando una temática tan compleja, pero sobre todo actual y de oscura raíz social, revelando la fragilidad de un escenario que da la impresión de estar a punto de estallar en mil añicos.

La historia de México es un complejo rompecabezas que ha tenido diversas versiones y zonas de espesa oscuridad, verdades a medias y mentiras completas, versiones institucionales que repiten ideas empeñadas en convertirse en verdad para apaciguar aguas que, por momentos, han amenazado con tormentas genuinas: el 68 y sus desapariciones, Acteal, Ayotzinapa, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el cisma electoral de la caída del sistema instrumentado por Manuel Bartlett —según dicen— la misma frase que cada inicio de año se repite más que «feliz año» y que es «hay que apretarse el cinturón», de lo cual seguro ya tenemos más cuerpo de reloj de arena porque de apretarse el pobre hilacho de cinturón algunos estamos algo más que hartos.

Pero volviendo al contexto de la novela que ocupa este artículo, Daniela Real es una periodista empeñada, como muchos, en denunciar, en mantener una posición congruente con sus principios profesionales alejados del chayotaje [sic], pero hay paredes muy anchas que no es posible derribar con la pluma en ristre. Hay otros dos personajes importantes: Fausto Letona, expolicía judicial, condenado por una enfermedad terminal, empeñado en ser el ángel guardián de Daniela; y Oscar, un buen amigo de Daniela, hacker experto, marginado y mal visto por algunos por su preferencia sexual.

Tres destinos se unen irremediablemente, se entretejen en una maraña de eventos confusos para el lector, por momentos, y para los personajes con un final inexorablemente no deseado pero esperado luego de la cadena de infortunios que une a estos tres pobres personajes, soñadores y creyentes de un posible —¿imposible?— mejor país. Pero tal vez lo peor se encuentra en el hecho de que esta historia ha dejado de escribirse con minúscula para emplear mayúscula inicial al convertirse en episodios reales y hasta cotidianos. Posteriormente, lo más lastimoso es que estos funestos eventos han empezado a hacerse, de tan cercanos, una costumbre que empieza a dejarnos inertes porque son noticia diaria.

La novela está dividida en cuatro partes: la primera se titula Antes, la segunda Hoy, la tercera —sin título— está dividida en veintisiete partes, numeradas en arábigos y subtituladas en riguroso orden cronométrico que van de las 3:20 a. m. y se concluye a las 11:05 p. m., finalmente, la cuarta parte de la novela se titula: Mañana. Es decir, antes de iniciar la lectura de este relato, ya es posible tener la idea de que el tiempo va a jugar uno de los papeles más importantes; en efecto, lo único que la protagonista Daniela ya no tiene es «tiempo».

Su trabajo, su lucha por realizar profesionalmente su labor de periodista ya no tiene posibilidades de finalizar, porque el sistema ha determinado que su tiempo se acabó. El inicio de la novela es determinante, Daniela vive una persecución, evade a su persecutor, pese a no estar plenamente segura de que la siguen, en distintos tramos del recorrido porque conoce a la perfección el camino a su casa. Sin embargo, la angustia, el alocado palpitar de su corazón oprimido traspasa las páginas para «meter» al lector en la tensión de un hilo narrativo que amenaza romperse por su escasa capacidad de elongación. Pero ¿qué es lo que investiga Daniela?, ¿detrás de qué truculenta noticia está en permanente acecho, previo al inicio de la novela?

Uno de los más extendidos males no sólo en México, en el mundo, es el eje que vertebra a la novela: la llamada trata de blancas, la prostitución y encadenado a esto, la desaparición de personas, el feminicidio y la muerte en general del que estorba por tener ojos, oídos, boca y conciencia.

Daniela ha hecho descubrimientos, ha localizado nombres de gente prominente relacionada con estos males, los ha semi–compartido con Oscar y su jefe la tiene como su periodista incómoda, por esa razón la ha despedido no sin antes haber intentado persuadirla de buscar otras historias, de investigar otros asuntos: «—Daniela, por última vez, cambia el tono de tus textos, vuelve a ser la reportera que sabes, a la que contratamos. Has perdido toda la objetividad. Te he dicho que no creo en el periodismo justiciero. No nos toca a nosotros sentenciar a nadie ni buscar culpables» (Palou, 2018: 31). La respuesta de Daniela es contundente y le vale el despido: «—Eso podría ser en otro país, Jorge. Las cosas no están para la neutralidad ni la asepsia. Nos tenemos que manchar las manos, si es necesario. Es preciso denunciar. Es preciso ir hasta el fondo de la verdad. Y ni modo, nos toca a nosotros encontrar a los culpables si el sistema los encubre» (Palou; 2018: 31).

De una u otra forma, la novela es un discurso de la angustia femenina, pero también del mal que acecha a hombres y mujeres vulnerables por igual en un mundo poco acostumbrado a la verdad, pero el acento se coloca en la mujer al ser una de ellas la protagonista. Una mujer que está viendo a la muerte de frente, porque «el miedo se huele, te hace presa fácil» (16).

La estación Etiopía del Metro en la ciudad de México es el primer escenario del relato. Se inicia el recorrido más angustioso para Daniela por la contradictoriamente llamada Plaza de la Transparencia, Anaxágoras, Avenida Cuauhtémoc, San Borja, Concepción Béistegui, Yácatas, Uxmal, Petén, todas estas pertenecientes a la Narvarte, cruzando por Eugenia y faltando sólo diez pasos para traspasar la puerta del edificio en donde vive:

No se atreve a mirarlo de reojo, menos a voltear. Quiere gritar, ahora sí, pero no le sale nada de la boca. Se le han secado las palabras. Tiembla, se sacude, suda. Es cruel el pánico, te atrapa y no te deja pensar. Mete la llave. Quien está detrás de ella la alcanza y la avienta contra el cristal. Le agarra el cuello con la mano, le aprieta la pañoleta. Le hace daño. La lastima. Siente cómo la otra mano del hombre empuña algo. Un cuchillo, quizá, con el que la amenaza. Le susurra al oído: —Ten miedo de todo lo que crees que sabes (22).

Este es el primer ataque que Daniela recibe después de haber sido despedida del periódico; servirá, también, para tener el primer contacto con Fausto Letona que acude a librarla de la agresión. Convertido en su vecino, el judicial retirado es una especie de ángel guardián de Daniela, al que no le importa mucho exponerse por ella porque se sabe gravemente enfermo y porque conoció al hermano de Daniela desde hace tiempo, secuestrado y muerto sin que Fausto y su destacamento pudieran hacer algo por él, motivos suficientes para vigilarla y ayudarla siempre que le sea posible.

El perfil psicológico de los personajes es, sólo en apariencia, sencillo o esperado, por su predictibilidad. Sin embargo, es mucho más complicado desde el momento en el que son los encargados de sostener el edificio de un relato lleno de sórdidos elementos. El papá de Fausto fue, por ejemplo, todo un caso aparte: «Lo habían asignado a esa zona militar como comandante, y se involucró con los capos. Lo mataron una semana después del cardenal Posadas Ocampo. Quizá los mismos. No porque supiera demasiado, sino porque estaba metido hasta las manitas con uno de los cárteles. Le encontraron armas y coca y mucha lana en su casa» (2018:37).

Esta historia transcurre cuando Fausto era todavía judicial; por eso mismo le llena de vergüenza, al recibir sus cenizas, las guarda un tiempo, pero al darse cuenta de que no puede llegar a perdonarle, determina deshacerse de esos casi dos kilos de cenizas arrojándolas por el excusado de su casa: «Las cenizas sólo son lo que queda de los huesos. Lo demás del cuerpo se lo lleva el aire, desaparece sin dejar rastro. Como humo» (37).

Solo, sin familia, con el peso en la cabeza de que su padre: «Y el general era un manojo de mentiras que le impedía a él seguirse dedicando a combatir el crimen organizado» (37). La vida le lleva a encontrar a Daniela, y sus pocos días decide invertirlos en protegerla, en investigar con sus contactos la gravedad del problema en el que está la periodista, hasta donde sus fuerzas le permiten, sin revelarle las razones que le motivan a permanecer cerca de ella.

Óscar, el valioso amigo, hacker y protector de Daniela, paga caro por esa amistad fraterna; antes consigue blindar en dos ocasiones tanto el celular como la computadora de Daniela por aquello de «los pájaros en el alambre», y no hay una tercera vez.

Tal vez el trago más amargo para el lector es cuestionarse, después de concluir la lectura de esta novela, darse cuenta que no todos los periodistas caídos han tenido un Fausto Letona y un Óscar cerca para protegerlos, o si los han tenido, tal vez, como en la novela, lo han tenido que pagar con su vida, hay cifras impresionantes de desaparecidos. Tal vez nunca se llegue a saber exactamente cuántos, hay muchos números hacia la izquierda que habitan, anónimamente, las fosas clandestinas en este México nuestro, de nuestros antepasados, de nuestros hijos. Si esos antepasados nos volvieran a ver a la cara, ¿qué cuentas podríamos darles?

Una de las preguntas que más inquietud provoca y que también parece estar dirigida a los lectores es:

«¿Se tiene que ser valiente en este país para ser honesto?» (Palou; 2018:19).

NOTA

[1] Una de las más importantes obras que presenta una amplia panorámica desde el punto de vista social es el estudio del húngaro Arnold Hauser. En su Historia social de la literatura y el arte (1964) podemos encontrar un incisivo análisis del arte, especialmente de la literatura, a través de su historia pese a que la novela del siglo XX sea una zona no presentada.

BIBLIOGRAFÍA

Amorós, Andrés (1985): Introducción a la novela contemporánea. Madrid, Cátedra.
Bobes Naves, Ma. Del Carmen (1998) La novela. Colección Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Madrid. Síntesis.
Bourneuf, Roland (1983): La novela. Barcelona, Ariel.
Carpentier, Alejo (1983): Obras completas. Guerra del tiempo, El acoso y otros relatos. Tomo III. México, Siglo XXI Ed.
James, Henry (2016): El arte de la novela. México. Ediciones Coyoacán.
Kundera, Milan (1987): El arte de la novela. España. Tusquets Editores.
Menéndez y Pelayo, Pereda y Pérez Galdós (1897): Discursos leídos ante la Real Academia Española en las recepciones públicas del 7 y 21 de febrero de 1897. Madrid. Viuda e hijos de Tello.
Palou, Pedro Ángel (2018): Todos los miedos. México, Planeta.
Rivera Garza, Cristina —Coordinadora— (2007): La novela según los novelistas. Biblioteca Mexicana. México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Fondo de Cultura Económica
Sade, Marqués de (1982): Crímenes de amor. Barcelona, Editorial ATE.

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* Alma Guadalupe Corona Pérez es Doctora en Literatura Hispanoamericana. Becaria CONACYT. Maestra en Literatura Mexicana. Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Diplomada en Estética Contemporánea. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Perfil PRODEP. Miembro del Padrón de Investigadores BUAP. Profesora Investigadora Tiempo Completo Titular en la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Coordinadora del Área de Literatura en el Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica. Líder del Cuerpo Académico Consolidado «Márgenes al canon literario hispanoamericano». Autora del libro El manuscrito de doña Joana de Irazoki editado por Fomento editorial BUAP y el Instituto Poblano de las Mujeres del Gobierno del Estado de Puebla. Coordinadora del libro Configuraciones y reconfiguraciones de lo femenino en las artes editado por la Facultad de Filosofía y Letras BUAP. Co-editora del libro Informe del Recuerdo: reflexiones críticas sobre la narrativa y poesía de Mario Benedetti Editado por la Facultad de Filosofía y Letras BUAP y la Facultad de Humanidades de la UAMEX.  Co-editora del libro Historia, ficción e ideología. Una relectura de Mario Vargas Llosa. Editado por la Facultad de Filosofía y Letras BUAP/ Facultad de Humanidades de la UAEMEX. Co-editora del libro Ensayos críticos sobre literatura femenina. Miradas al margen. Editado por la Facultad de Filosofía y Letras BUAP. Con artículos de investigación publicados en libros y revistas indexadas y ponente en congresos internacionales y nacionales. Sus Líneas de investigación son: 1.- Teoría y vanguardia literaria, 2.-Literatura novohispana, 3.-Discursos híbridos en los siglos XIX, XX y XX. 4.-Intertextualidad literaria, cine y música.

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