LOS ENAMORAMIENTOS: MARÍA CE N’EST PAS MOI
Por Consuelo Triviño Anzola*
El punto de vista es uno de los retos más difíciles para un narrador. Si no lo tiene claro, éste no podrá seguir adelante con la historia, y si avanza, tendrá pocas posibilidades de convencer al lector. Ya lo dicen los lectores entendidos, que nos dan siempre la medida de nuestros logros o fracasos. No importa si lo que se cuenta es verdad o mentira. Lo que convence es la forma de contar y en ello tiene mucho que ver el punto de vista. Por eso, si se elige una primera persona, es preciso diferenciar el yo, sujeto de la enunciación, del yo protagónico, sujeto del enunciado.
La última novela de Javier Marías, Los enamoramientos, me ha puesto a pensar en el problema del sujeto de la narración. Sucede muchas veces en las novelas de infancia, por ejemplo, que el narrador adulto se traslada a la infancia para asumir el punto de vista de un niño. En estos casos, se correrá el riesgo de que el narrador sea un niño adulto, no el verdadero niño. Lo mismo ocurre cuando se elige el punto de vista de un personaje de otro género. Si el narrador es un hombre que adopta el punto de vista de una mujer, tendría que vivir y sentir como mujer cuando narra en primera persona, o difícilmente podrá convencer al lector. Si un autor construye un personaje femenino ha de penetrar su alma. Sólo así podrá decir como Flaubert: «Madame Bovary c’est moi».
He de confesar que esta novela de Marías me ha resultado muy interesante como tema. Que un libro sobre el amor se convierta en una reflexión o digresión, que en el caso de Javier Marías es lo mismo, sobre la muerte, la crueldad, la traición y la impunidad, constituye una gran paradoja. Sin embargo, hay algo que va más allá del tema y es la postura del autor/narrador, que en este caso se encuentra, ante el espejo. No hay un punto de vista femenino ni masculino, pues las diferencias entre los personajes aquí desaparecen.
De lo que se trata en estos enamoramientos es de un juego de espejos y de un compás de espera que se marca en este relato, sereno y pausado, para introducirnos en el mal y en sus oscuros motivos. No hay hombre ni mujer, sino distintas caras de Javier Marías. Es una puesta en escena del propio Marías vestido de hombre o de mujer (Víctor/ Victoria). En definitiva: no hay María Dolz ni Javier Díaz Varela, los dos son el mismo Marías, como indican sus nombres. Así, Javier Marías travestido juega a ser María Dolz, la editora discreta y pasiva que espera el momento en que ese ser que se oculta bajo el nombre de Javier, la requiera.
María Dolz es una mujer que haría rabiar a muchas feministas por su posición subordinada ante el hombre. Éste marca las reglas del juego: encuentros y duración de los mismos, ya que con sus llamadas y requerimientos le exige disponibilidad sin ofrecer garantías. El amor pasivo de María por Javier, que es su opuesto, y que se concreta en una entrega incondicional, a cambio de instantes de felicidad, convence poco. Sin embargo, seguimos porque lo que nos dice el narrador nos resulta interesante.
El enamorado, al contrario que la mujer, es un hombre tan activo que asesina a quien se interpone entre él y su objeto de deseo, pero, a la vez, es pasivo porque el amor no es algo que se impone a la fuerza, sino que doblega al enamorado obligándolo a esperar, como espera Javier a que Luisa haga el duelo por su marido y lo acepte. De las oposiciones entre Javier y María se construye el relato en el que se entreveran significados, etimologías, referencias literarias, leit motifs que le dan sentido y que justifican las 401 páginas que lo encierran.
En estos enamoramientos con un crimen pasional que pasa por homicidio fortuito, Marías es una editora con alma de escritor, que espía en la cafetería lo que ocurre con una pareja glamurosa y aparentemente feliz. Espiando, María también se entera de que Javier, el hombre que ama y espera (a que la llame), es un asesino. Sin embargo, el descubrimiento de esta verdad no la mueve a abandonarlo, todo lo contrario, María se queda para saber más acerca del enigmático Javier, ese inquietante personaje.
A medida que avanzamos en la narración tenemos claro que Javier Marías es, a la vez, Javier Díaz Varela, el asesino que se defiende y que pretende convencerse de su no culpabilidad, porque no ha ejecutado directamente el crimen. Pero el escritor que asesina a sus personajes, asesino en la ficción narrativa, tampoco puede escapar de esa condición, aunque encarga el trabajo sucio a su cómplice, un personaje de dudosa reputación. Marías sugiere que el acto de quitarse de en medio a alguien es algo corriente en las esferas de poder, y no debe extrañarnos que el móvil sea el amor o la piedad, o simplemente el cumplimiento de un mandato cuya finalidad es evitar el sufrimiento. Así nos prepara para hacernos cómplices, junto con María, del crimen de Javier.
Pero si de lo que se trata es de desvelar la verdad de los hechos, lo que no ocurre en al final de este relato, entonces no se colman las que se suponen exigencias del lector que pediría una explicación. Javier Marías lo sabe y justifica el silencio de María cuestionando al texto mismo, el libro como algo cerrado, que guarda una verdad, ese ser pasivo que espera ser abierto para revelar su verdad, como María, que permanece pasiva ante el crimen y la impunidad, a la espera de que alguien abra las páginas del libro, que no ha escrito, pero que ha vivido, mejor espiado (no expiado), y así quien lo lea se pueda enterar de que Javier es un asesino. He aquí un campo de reflexión por explorar y es el de la pasividad ¿femenina? del libro que espera ser abierto.
Javier Marías presenta “Los enamoramientos”. Cortesía de www.aviondepapel.tv Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=aUD9xWWci20[/youtube]
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* Consuelo Triviño Anzola es escritora colombiana (Bogotá, 1956). Reside en Madrid desde 1983. Tras doctorarse en la Universidad Complutense en 1986, con una tesis sobre el polémico escritor colombiano José Maria Vargas Vila, regresa en 1988 a Bogotá donde permanece un tiempo dedicada a la enseñanza de la Literatura Española e Hispanoamericana en distintas universidades. En España ha ejercido la docencia universitaria y colaborado en revistas y suplementos como Nueva Estafeta Literaria, Cuadernos hispanoamericanos y Quimera, así como en ABCD de Las Artes de las letras y en Babelia del periódico El País. Está vinculada al Instituto Cervantes desde 1997. Como narradora ha publicado: Siete relatos, El ojo en la aguja (cuentos), José Martí, amor de libertad (biografía), La casa imposible (cuentos), La semilla de la ira (novela), y Una isla en la luna (novela). Obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Libro de cuentos de la Universidad del Tolima, Colombia, en 1976, con el libro Cuantos cuentos cuento, y ha sido finalista en concursos literarios como El Eduardo Caballero Calderón de Novela, en Colombia, precisamente con Prohibido salir a la calle, en 1996. https://consuelotrivinoanzola.com , https://consuelotrivinoanzola.blogspot.com/