LOS ESTUDIOS NARRATOLÓGICOS EN ESPAÑA
Por Francisco Álamo Felices*
El término narratología, que fue propuesto en primera instancia por T. Todorov en 1969 para designar la nueva teoría de la narración literaria de la que se estaba ocupando el estructuralismo francés, es definido por Bal (1977) [1] como «la ciencia que procura formular la teoría de las relaciones entre texto narrativo, narrativa e historia», y G. Prince (1987) [2], que resalta también como segunda acepción el sentido que le otorga Genette de «estudio de la narrativa como modo verbal de representación de las situaciones y sucesos temporalmente ordenados», la caracteriza así: «La teoría de la narrativa inspirada por el estructuralismo. La narratología estudia la naturaleza, forma y funcionamiento de la narrativa e intenta caracterizar la competencia narrativa. Más particularmente, examina qué tienen —en su totalidad y en exclusiva— en común los textos narrativos (en el nivel de la historia, el discurso y sus relaciones) e intenta dar cuenta de la capacidad de producirlos y comprenderlos.
Para Carlos Reis (1996) [3], que la concibe ya desde la perspectiva semiótica y que no la limita a un dominio literario, se trata de «un área de reflexión teórico–metodológica autónoma, centrada en la narrativa como modo de representación literaria y no literaria, así como en el análisis de los textos narrativos, y recurriendo, para ello, a las orientaciones teóricas y epistemológicas de la teoría semiótica».
Ihwe ha opuesto la narratología a lo que él ha llamado «narrativa» —narrativics— y Genette (1983) ha diferenciado entre la narratología temática (que estudia la historia) y la narratología formal (que estudia los relatos como modos discursivos concretos de representar la historia).
La narratología ha ido conformándose a lo largo del siglo pasado ligada fundamentalmente a los marcos teóricos inmanentistas, aunque no han faltado las aportaciones que (principalmente desde el marxismo, el psicoanálisis y la hermenéutica) han contribuido a su desarrollo y evolución, para la que han sido capitales el formalismo, el estructuralismo y la semiótica. Carlos Reis (1996) sintetiza así esta evolución:
«El desarrollo que en nuestros días caracteriza a la narratología tiene que ver con otros caminos teóricos y metodológicos trillados en las últimas décadas por los estudios literarios. Los inicios de la naratología pueden localizarse en los estudios folklóricos de Propp y en su legado metodológico (A. Dundes, E. Métélenski); la reflexión morfológica que se iniciaba entonces (en el marco de la renovación teórico–narratológica dinamizada por los Formalistas Rusos) inspiró otras reflexiones, interesadas en establecer, en una óptica acentuadamente hipotética–deductiva, dominantes que delimitan el proceso narrativo: los niveles de estructuración de las acciones y su articulación funcional, tal como los describieron Barthes, la gramática narrativa de Todorov, la lógica narrativa concebida por C. Bremond, el esquema actancial establecido por Greimas.
Fuera del campo de acción del Estructuralismo francés (e incluso antes de su difusión), otros trabajos predominantemente teóricos contribuyeron a lanzar los fundamentos de la narratología: desde P. Lubbock (con su estudio pionero sobre H. James) hasta W. C. Booth, pasando por N. Friedman, W. Kayser, J. Pouillon, G. Blin, B. Romberg, F. Stanzel y otros, fueron siendo dilucidados diversos aspectos y categorías de la narrativa (perspectiva narrativa, tiempo, estatuto del narrador, etc.), abriendo el camino a diversos estudiosos como G. Genette, M. Bal, S. Chatman, Ph. Hamon, W. Krysinski, R. Prada Oropeza, G. Prince, B. Uspenski, C. Segre, U. Eco, A. J. Greimas, etc. Mientras, sin postergar su especificidad ni su autonomía metodológica, la narratología establece relaciones con otras áreas de estudio: con la Lingüística, con la Teoría del Texto, con la Teoría de la Comunicación y, en el ámbito estricto de los estudios literarios, con la Teoría de los Géneros, con la Pragmática literaria, con la Historia literaria, etc. Sin desechar estos cruces y contribuciones marginales, la narratología tiende a desarrollarse, afectando a dominios de investigación cada vez más específicos» (Reis, 1996:173).
Resulta, por tanto, incuestionable que la Teoría de la Narrativa constituye hoy un dominio científico vasto y diverso, no sólo por el ingente campo de trabajo y aplicación y el enorme número de estudios teórico–críticos generados al respecto, sino asimismo porque la variedad de marcos teóricos y líneas metodológicas existentes en el análisis de la misma generan una correspondiente amplitud y diversidad terminológica y conceptual que más adelante detallaremos.
Los comienzos de los estudios narratológicos en España, y, casi al unísono, las primeras aportaciones al estudio del campo de la narrativa desde esta perspectiva de «ciencia del relato», entierra sus raíces —y se hermana— en los albores de la actividad semiótica de nuestro país. Según Romera Castillo (1980: 179-188) [4] pueden diferenciarse en estos inicios tres escuelas o grupos: la Escuela de Madrid, la de Oviedo y la de Valencia, cuyos elementos (a pesar de que sus diferencias vendrían a ser muy significativas) comunes serían los siguientes:
1. Conciben el texto literario, dentro del ámbito del arte, como un sistema que se expresa por signos.
2. Su campo de acción se desarrolla en el mundo universitario.
3. Las metodologías que ponen en práctica son importadas, en general, de la crítica europea, estadounidense o soviética.
Atendamos, de manera somera, a sus principales líneas de investigación en el campo narrativo y a sus más destacados representantes, no sólo por lo que esta labor supuso en la introducción en nuestro ámbito de un nuevo bagaje teórico–conceptual, sino, y en especial, por la pervivencia que, en determinadas universidades, tienen algunas de estas matrices y ejes operativos en el estudio del discurso novelesco y sus aplicaciones, ya más actuales, a otros tipos de discursos narrativos.
a) Escuela de Madrid. Los integrantes de este grupo fueron los pioneros de este quehacer crítico en España. El novelista y crítico literario Antonio Prieto fue el primero en tratar el tema. Su objetivo era demostrar cómo la obra literaria podía ser un sistema semiológico, teoría que aplica al estudio concreto de obras como Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache o El Buscón. En su libro Morfología de la novela (1975) expone cómo el método semiológico es una óptica pertinente y muy atinada para alcanzar esa dimensión de la obra literaria por la que es viva. Fernando Lázaro Carreter es el crítico que, desde el punto de vista teórico, más ha aportado a esta metodología, sobre todo en su breve ensayo ¿Qué es la literatura?, en el que partiendo de los postulados de la semiótica y de la teoría de la comunicación, establece que la obra literaria es un sistema significante y un mensaje que no se puede aprehender con criterios estéticos por ser estos valores mutables. Miguel Ángel Garrido y Francisco Abad serían otros miembros relevantes de esta escuela.
b) Escuela de Oviedo. Encabezada por Mª. del C. Bobes, este grupo de trabajo empezó sus realizaciones en la Universidad de Santiago y tiene su centro, en la actualidad, en la Universidad de Oviedo. El formalismo ruso y, sobre todo, los postulados metodológicos de la semiótica americana (Morris) serían las influencias más manifiestas. Bajo la dirección de Bobes se han llevado a cabo numerosas prácticas críticas que han demostrado y confirmado cómo unos elementos teóricos tienen validez para la des–organización y posterior organización de las estructuras literarias. Rafael Núñez Ramos, Joaquina Canoa y Alberto Álvarez SanAgustín, en el campo que nos atañe, contribuyeron a ello realizando el volumen colectivo, con la colaboración de Romera Castillo, Crítica semiológica (1977).
c) Escuela de Valencia. Últimamente, bajo el aliento del profesor Ángel R. Fernández González, se vienen realizando en el Departamento de Literatura numerosas prácticas textuales. Un buen ejemplo de la actividad del grupo es el volumen colectivo titulado Elementos para una semiótica del texto artístico (1978), en el que el profesor Romera hace el examen de la narrativa.
Pero, en las últimas décadas, la semiótica desarrollada ya, como indicaba el profesor Garrido (1992) [5], más como una actitud y una visión más interdiscursiva, pluriteórica y abierta que como una disciplina o incluso un método formalizado, instituido y generalizado, ha sufrido un enorme desarrollo (dentro del cual se han beneficiado y extendido los estudios narratológicos desde cualquiera de sus variados marcos teóricos), tanto en su dimensión cualitativa como cuantitativa.
A ello han contribuido, sin duda, las actividades, y fundamentalmente las reuniones científicas, auspiciadas por las distintas Asociaciones de Semiótica, prioritariamente la española (AES), que vertebra a la mayoría de investigadores que trabajan en esta línea [6]. La labor de difusión de las investigaciones narrativas tiene, por consiguiente, como matriz generadora la labor continua e indesmayable que siguen siendo las celebraciones de las reuniones científicas de las distintas Asociaciones de Semiótica, sus respectivas publicaciones en volúmenes de Actas y la difusión paralela de las revistas a ellas ligadas. Atendamos a algunos ejemplos.
Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica y dirigida por J. Romera Castillo, puede ofrecernos estudios como lo siguientes:
• Nº 3 (1994): Bobes, «La novela y la poética femenina»; Jesús Camarero: «Escritura, espacio, arquitectura: una tipología del espacio literario»; Pozuelo: «La ficcionalidad: estado de la cuestión».
• Nº 5 (1996): Camarero: «Escritura y crítica: nuevas teorías literarias»; Isabel Filinich: «La escritura y la voz en la narración literaria».
• Nº 8 (1999): Lauro Zavala: «Hacia un modelo semiótico para la teoría del cuento».
• Nº 10 (2001): G. Pulido: «La escritura epistolar en la actual encrucijada genérica»; Valles: «Ideas sobre la narrativa de Vissarión Belinski».
Discurso. Revista Internacional de Semiótica y Teoría Literaria, dirigida por Ángel Acosta Romero.
• Nº 3–4 (1989): Wahnón: «La teoría literaria en Portugal».
• Nº 6 (1991): Romera: «Semiótica Literaria y Teatral: Addenda bibliográfica III».
• Nº 9–10 (1996): Valles: «Algunas consideraciones históricas y sistemáticas sobre el estudio del espacio narrativo».
• Nº 12–13 (1999): Álamo: «Acerca de algunas cuestiones de teoría literaria en Gramsci».
Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Universidad de Zaragoza, dirigida por Túa Blesa.
• Nº 1 (1990): Beltrán Almería: «La enunciación narrativa: el narrador y la voz dual»; Rguez. Pequeño: «Mundo ficcional y mundo real efectivo en La balsa de piedra de José Saramago».
• Nº 2 (1991): J. Mª. Nadal: «Narratología semiótica: la cuestión del ‘punto de vista’».
• Nº 3 (1992): García Barrientos: «Problemas teóricos de la focalización narrativa (Para una teoría ‘general’ de la focalización)».
• Nº 5–6 (1994-95): G. Gullón: «Leyendo por encima del argumento: El carácter aspectual del tiempo en la novela moderna».
• Nº 7–8 (1996-97): L. Blanco y P. Rubio: «Temporalidad en el texto narrativo: sus relaciones con el punto de vista».
También deben reseñarse las colaboraciones en Eutopías, Universidad de Valencia–University of Minnesota, dirigida por Jenaro Talens y las que aparecieron en la revista Estudios Semióticos, Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona, Asociación de Estudios Semióticos de Barcelona, ya desaparecida.
Por otra parte, y junto a los nombres y escuelas antes citados, al aumento de la relevancia y el peso investigador y director de los pioneros de estos estudios (Bobes, Garrido, Gallardo, Talens, Romera, Urrutia, etc.), habría que añadir algunos otros nombres de una relevancia especial. Así, en Murcia, José Mª Pozuelo (Teoría del lenguaje literario, 1988) y Francisco Vicente («La teoría estético-literaria de M. Bajtín: la ‘poética sociológica’», en Bajtín y la literatura, 1995); en Granada, el núcleo que, dirigido por Antonio Sánchez Trigueros (cfr. Francisco Ayala teórico y crítico literario, 1992), incluye a Antonio Chicharro (Teoría crítica e historia literaria española. Bibliografía sobre aspectos generales (1939-1992), 1993), Manuel Cáceres (y sus reflexiones sobre Lotean y la Escuela de Tartu–Moscú), Francisco Linares (La vida del escudero Marcos de Obregón y su relación con el género novela picaresca. Estudio semiótica), Mª Ángeles Grande, Sultana Wahnón; en Almería, sobresale la labor y las aportaciones científicas que, en este espacio de lo narratológico, está desarrollando el profesor Valles Calatrava [7] y su equipo de investigadores como Álamo Felices (El tiempo en la novela. Las categorías temporales en «El lápiz del carpintero» de Manuel Rivas, 2002), Loreto Cantón, Alicia Valverde, etc.; en Jaén, Genara Pulido (La reflexión metacrítica y teórico literaria en el siglo XX. Aproximaciones, 1999) y Eduardo Salas (El pensamiento literario de J. M. Castellet, 2003); en Zaragoza, el grupo dirigido por Túa Blesa; en A Coruña el de Paz Gago (Semiótica del «Quijote».Teoría y práctica de la ficción narrativa, 1995); en Sevilla el de Vázquez Medel; en Euzkadi el de José Mª Nadal, Santos Zunzunegui y otros muchos.
Se trata, en fin, de un desarrollo importante no sólo por el aumento puramente cuantitativo de investigadores vinculados al campo de la semiótica y de la narración (en el que despunta con espacial énfasis los estudios acerca del discurso cinematográfico y todo lo relacionado entre las relaciones texto narrativo/ texto fílmico, sobre todo los problemas derivados de la adaptación y transducción entre ambos) sino asimismo por el crecimiento de actividades y reuniones científicas y de la red de relaciones y vínculos generados científicos en nuestro país. En el aspecto cualitativo, básico, muchas de las investigaciones generadas en nuestro país desde este amplio horizonte han alcanzado una altura, difusión internacional e interés que confirman la aseveración anterior.
Siguiendo a Enric Sullá (1996) [8], podemos decir «que la narratología (que no la teoría de la novela) entra a finales de los años ochenta [y hasta la actualidad] en un período de balance, caracterizado tanto por la divulgación de métodos y conceptos (y la abundante producción académica que ello supone) como por la ausencia de avances comparables a la etapa anterior; balance que ha producido las [siguientes, en tanto que más paradigmáticas] síntesis […]»:
· Bobes Naves, M. C. (1985), Teoría general de la novela. Semiología de «La Regenta» (Obra clave en la historia de la crítica en España; la autora, desde bases semiológicas, realiza un análisis de la obra de Clarín en una perfecta simbiosis entre teoría y crítica literarias); La novela (1998) (Recorrido diacrónico-sincrónico por este género literario, revelando aspectos sobre la sintaxis, la semántica y la pragmática de la novela. Superando los anteriores esquemas estructurales, Bobes se acerca al texto narrativo desde las diferentes escuelas teórico-literarias del siglo XX).
· Pozuelo, J. M. (1994), «Teoría de la narración», en D. Villanueva (1994), pp. 219-240 (Explicación de los aspectos más importantes de la teoría de la narración, incluida la «narratología de la historia».
Villanueva, D. (1994) (coord.), Curso de Teoría de la Literatura (colección de artículos de destacados críticos y teóricos españoles acerca de las principales cuestiones que afectan a los planes de estudio actuales relacionados con la Teoría de la Literatura); El comentario de textos narrativos: la novela…
Garrido Domínguez, A. (1996), El texto narrativo (Exhaustivo recorrido por todos los aspectos teóricos de la narración).
· Sullà, Enric (1996), Teoría de la novela (Precisa recopilación de fragmentos sobre el corpus existente en teoría de la narración, algunos de difícil acceso).
· Valles Calatrava, J. (1994), Introducción histórica a las teorías de la narrativa (Preciso recorrido centrado en las diferentes concepciones planteadas en las distintas etapas históricas y desde los diversos marcos teóricos, sobre las más destacadas ideas y reflexiones que se han esbozado sobre la narrativa y los conceptos básicos usados en su análisis).
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