CUADERNO DEL ÁNGEL
Por Lucía Estrada*
Todas las voces están huérfanas de sí,
y en esa orfandad se asisten, se acompañan.
Ahí está el misterio. El que no podemos tocar,
para el que no existen las manos.
Las manos.
Esa región desconocida que nos acerca y nos aleja al mismo tiempo.
Me pierdo en la penumbra de lo que quisiera gritar y no puede.
El deseo nos rescata del abismo,
pero también se yergue lo que no admite consuelo.
Palabras como pájaros en la soledad del aire.
****
El silencio me toma del brazo
y como al niño ciego me conduce.
Algo en mí percibe su brillo de abeja misteriosa,
su enorme cuerpo invisible en el que palpitan
la sangre de antiguos dioses, los árboles de la infancia,
el mar de lo desconocido.
Queda su temblor en el aire.
Puedo tocarlo,
palpar sus formas, escuchar el sonido que produce
al entrar en el cuerpo vivo de una palabra,
la oscura vibración del silencio
cuando mi corazón
pulsa sus cuerdas.
****
Sólo un gesto para saber que todo se corresponde,
que no estamos en orillas opuestas.
Que todo nos viene de nombrarlo,
de creer en lo que no se conoce,
en lo que juzgamos niebla y abismo.
Que todo huye de la muerte y así va por el mundo.
Que la vida es lo que siempre queda al final de la página:
ese temor de sabernos, de insistir en el vacío que se deja
entre una línea y otra
para señalar lo imposible.
****
Abro la noche para recibirte. En cada palabra
mis manos inician un largo recorrido hacia la sombra,
hacia lo que no es posible abarcar. Y sin embargo,
helo ahí como si quisiera traernos un pedazo de nosotros mismos,
un fragmento de luz, una sílaba cerrada en su misterio.
Nombrarte es el comienzo del exilio. Y permanecer en ti
una constante despedida. Ofrezco mis ojos a lo que se diluye bajo tu lámpara.
A la eternidad que se desteje minuto a minuto para que yo pueda entrar en ella.
Sin cortejos. Sin una guía para mis pasos.
Escribo en el polvo este no saber hacia dónde,
a qué distancia se oculta la rosa.
Nuestro diálogo es el inicio del viaje, su silencio el camino de retorno.
Es necesario permanecer a la intemperie.
****
Escribo para abrir un poco más la grieta
que traigo en mí desde el nacimiento.
Que pueda refugiarse en ella todo cuanto me llega de la noche,
el silencio, la palabra y sus pliegues,
ese fragmento exiguo que nos ofrece un instante de absoluta comprensión.
Que todo cuanto soy ocupe un solo lugar,
esa línea frágil, tormentosa, ese dibujo de rayo,
de grito extremo en lo profundo de la torre.
Que no haya un antes ni un después,
verticalidad de un espejo que se rompe,
el solo trazo del destino, el misterio de las superficies,
lo inefable de un cuerpo que salta y se revienta formando laberintos,
pequeños mapas que ya traía en su rostro esmaltado.
Ser y no ser la palabra fisura, herida, abismo.
Ser y no ser lo que ellas contienen,
el temblor que las produjo,
su tenue sombra comprimida,
su relámpago sin desbordamiento de luz,
su sílaba, sin duda la verdadera, mucho antes de ser pronunciada.
Escribo para sentir,
para sumergirme en el oro que resplandece
bajo una fina capa de hielo.
Tiembla mi mano al bordear el filo de su maravilla,
lo que resta de su noche sobre mí.
****
Y si esta piedra fuese nuestro pan
y esta palabra sombra
la única luz que nos asiste al terminar el día
y si la luz fuese la prueba de nuestro abandono
y si el abandono fuera nuestra más firme certeza
y si la certeza fuésemos nosotros mismos
en manos de la muerte
y si la muerte se abriera como el exilio de un cuerpo
que se resiste a la nada
y si la nada fuese nuestra mesa
y la copa en que bebemos un vino amargo y lejano
y si la lejanía se agolpara de pronto
en la terrible inocencia de permanecer
con los ojos abiertos
y si los ojos fuesen las puertas de nuestra derrota
y si la derrota trazara el mapa del destino
como el pájaro enfermo la grieta
de su soledad en el aire
y si el destino cayera sobre nuestra página en blanco
y barriera las hojas de lo que un día
fue nuestro árbol primero
y si el árbol se inclinara sobre las ruinas del amor
y las cubriera de musgo y hundiera en ellas sus raíces
y si las raíces fueran el cielo y el vacío de unas manos
que nunca han de aferrarse a cosa alguna
y sin embargo escriben en la piedra
y siguen el curso de su noche cerrada
y si la noche no fuese otra cosa que la noche
intemperie
verticalidad de un hombre solo
en su caída.
****
Tras el muro que guarda el jardín
el sendero se abre como prueba
de que otros han transitado ya
esta región desolada, húmeda, inestable.
Huellas sin tiempo envuelven tus pasos
haciéndolos más confusos
hundiéndolos en la extrañeza.
Cada palabra que oscureció bajo el rayo
se adelanta y camina junto a ti
como una hermana que no reconoces
porque también su rostro
fue deshecho por la tormenta.
Sólo quien ha resistido
el golpe seco de la sombra advierte
la hendidura que acerca el horizonte
y nos exime de la muerte.
«El ardor, el color, el dolor…» [1] Desde allí se alzarán acaso
con mayor ímpetu, y te devolverán el pálpito
el miedo, la incertidumbre.
Este camino a nadie pertenece
ni la tierra huérfana que tus pies
traen de regreso.
NOTA
[1] René Char
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* Lucía Estrada (Medellín – Colombia, 1980). Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos (Medellín, 1997); Noche Líquida (Colección del Ministerio de Cultura, San José de Costa Rica, 2000), Maiastra (Ed. El Tambor Arlequín. Medellín, 2004), Las Hijas del Espino (1º Edición: Cobalto Ediciones. Medellín, 2006 / 2a Edición: Hombre Nuevo Editores, 2008), El Ojo de Circe (Antología – Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia, 2006), El Círculo de la Memoria (Selección de poemas – Lustra Editores -Lima, 2008; 2º Edición: Festival Internacional de Poesía, San José de Costa Rica, 2009); Cenizas de Pasolini (Pequeña Alejandría, Medellín, 2012) y Cuaderno del Ángel (Sílaba Editores, Medellín, 2012). Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005). Textos suyos han aparecido también en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. Durante cinco años fue parte de la organización del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Con su libro Cuaderno del Ángel obtuvo la Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008, y en 2009 fue nominada por la UNESCO al Premio Internacional de Poesía «Ponts de Strugas» de Macedonia, y recientemente obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con su libro La Noche en el Espejo. Actualmente hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, Granada-España
Los presentes poemas hacen parte de su libro «Cuaderno del Ángel», publicado por Sílaba Editores.