Literatura Cronopio

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Chinquitipin

EL CHINQUITIPÍN: MAGIA EN EL PARQUE

Por Lilita Olano*

Para la nona Pata, sus nietos, y su hijo

En el sendero del parque, el silencio cunde. Un poco más allá, el follaje se agita. Escucho un estampido sordo, subyugado. Me pregunto si lo habré imaginado.

¿Qué fue? Algo atravesando el camino ondulante se deja ver por un instante: un grotesco, plateado, metálico dinosaurio moderno —un armadillo—. En realidad son dos, corriéndose el uno al otro como caballeros antiguos con su coraza de acero, su chaleco de escamas, listos para las Cruzadas.

En medio del desasosiego, sigo caminado en este bosque sacado de un cuento… Caperucita y el Lobo. Pinos entrelazados me cubren con un techo infinitamente alto, una vuelta a mano derecha, una subida y en la distancia, aparece algo negro, de considerable envergadura que se escabulle entre los árboles. Podría ser un Bambi negro, o un pájaro grande que se desliza. ¿Estaré perdiendo la cabeza? Ahora comprendo a Don Quijote y sus molinos de viento. La soledad y el silencio hacen que percibamos con los ojos detrás de los ojos, con otro sentido que no es el quinto, sino el sexto.

Con la boca todavía abierta, con total asombro, diviso con más claridad un bulto marrón macizo corriendo a un claro entre las malezas, pero por más que me esfuerzo, desaparece. Era sin duda, un chinquitipín; no en vano estoy en el sendero con el mismo nombre, «chinquitipíntrail», aunque en la guía para el visitante dice expresamente, que esta especie no abunda. Sin embargo, doy fe de que por lo menos hay uno en esta sección del tramo.

¿Lo reporto a las autoridades forestales? Deberían agregar en su folleto: «Preste atención, en cualquier momento puede cruzarse un chinquitipín en su camino», argumento que haría que todo paseandero que anduviera en la luna de Valencia, se pusiera las pilas y estuviera atento al posible milagro.

Así es. Siempre aparece la enseñanza luego de un día disfrutando de la naturaleza. Si solo prestáramos atención, descubriríamos pequeñas maravillas diarias.

Así, nos levantaríamos sin miedo, con la esperanza del que sabe que algo especial va a ocurrir, y en lugar de asombrarnos cuando una experiencia nos toca el alma, simplemente estaríamos esperándola, a diario, con la certeza con que sabemos que respiramos, comemos y tenemos un lugar calentito para dormir.

También sabríamos que en algún lugar de la tierra o del cielo, mamá te quiere, te canta secretamente un arrorró, te rasca la espalda y, de paso, le pide al Tata Dios que te proteja hoy.
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TRES GENERACIONES

Mis manos, con las uñas recién pintadas son… las manos de mi madre y las de mi abuela. Me invade una profunda emoción ante la presencia de ellas en mi propio cuerpo. «Lo que se hereda no se roba», decía Bueli Loli. La marca genética se muestra en nuestros cuerpos, en nuestras mentes…los sentimientos, las emociones, hasta en los mismos suspiros.

Ayer, en la mitad del masaje terapéutico, me sorprendí suspirando automáticamente: ahí estaba mi abuela con esos suspiros tan largos que anunciaban que algo terrible le acababa de suceder, con una cara nostálgica, más digna de una opereta que de una zarzuela. Aunque su sangre era española, la tragicomedia parecía llegarle de El Dante.

Bueli Luis, sin embargo, veneciano de rigor, vivió en un continuo carnaval, con su sombrero elegante, con el ala inclinada hacia un lado. Su tatarabuelo, el conde Bragadini, seguramente habría sido llevado en góndola por los canales del Véneto, al compás de los ritmos bailarines de la Piazza San Marco.

Esta es mi herencia. ¿Cuál le dejaré yo a los míos? El amor profundo por ellos, mis entusiasmos por la vida, la escritura, la enseñanza, la naturaleza, el amor a los geranios de la antigua Sevilla con las paredes cubiertas de macetas, mi deck florido con flores rosas y fucsias acá en Bellaire.

La herencia nos da la noción certera de que no somos seres aislados, sino que estamos conectados por la impronta que heredamos. Si seguimos la trama invisible hasta el pasado, veremos a los abuelos y bisabuelos en una realidad casi igual a la nuestra, con los mismos amores, problemas, vicisitudes, alegrías y esperanzas. Lo único que nos separa son otras coordenadas en el binomio espacio–tiempo. Como dice el gaucho «casas más, casas menos… ¡igualito a Santiago!»
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MOMENTOS PRECIOSOS

Instantes preciados
Vividos en paréntesis
Respiración contenida por eternos segundos
Vidas captadas en unas cuantas palabras,
La piel tocada levemente,
Corazones restaurados,
Lágrimas secadas….
Todo en un lapso de tiempo.
Luz, cámara, acción
Y así la vida continúa, pero aquí en el medio de todo
La hora se detiene,
Un ángel susurra,
Escuchamos.
El misterio se hace carne,
La ilusión, realidad.
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* Lilita Olano es profesora de Educación Bilingüe en la Universidad Bautista de Houston, donde ha estado enseñando desde 1992. Recibió su Maestría en Educación de esa Universidad en 1986 y su Doctorado en Currículo e Instrucción de la Universidad de Houston en 1995. Su pasión por la escritura la lleva a presentar talleres y conferencias en el ámbito local, estatal y nacional. Entre sus publicaciones se encuentran: Escribir: Un camino a Ti Mismo, Writing: An Inner Journey. Su próximo libro Huellas en la Hoja.

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