Literatura Cronopio

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Mes septiembre

EL DORADO MES DE SEPTIEMBRE

Por Javier Campos*

Well, if you’re traveling in the north country fair,
Where the heat winds hit heavy on the borderline,
Remember me to one who lives there.

[Bueno, si tú viajas al norte donde es la feria rural
Donde el viento caliente siempre pega fuerte,
Acuérdate de que yo soy de allí]

(Bob Dylan)

Era el mes de septiembre, luminoso y amarillo. Después de un largo almuerzo la familia salió al patio de la casa. Jugaron al póker los mayores y los más jóvenes se tendieron en el césped a respirar el aire de los comienzos de la primavera. Una muchacha de 15 años corría alrededor de unos castaños dejando a su paso el color celeste de su vestido floreado. Un primo de su misma edad la perseguía. La menor de las muchachas, una rubia de 10 años, peinaba su muñeca de cera y la hacía dormir con un sonsonete de sonidos guturales. El aire se tornó caliente y las lejanas montañas se mecían por el calor, como si alguien hubiera lanzado una piedra a un charco apacible. Uno de los mayores, algún tío quizás, encendió una radio portátil y se escuchó la voz que decía (trabajadores estudiantes amas de casa mercenarios extranjeros mantener la calma sin salir a las calles desgracias lamentables).

Aquellos que estaban tendidos en el césped los consumió el letargo de las tres de la tarde. De vez en cuando se escuchan risas contenidas de las muchachas persiguiendo mariposas entre los ramajes que quebraban en largas carreras y en juegos desbocados. Los mayores, en cambio, hacían crujir las cartas y las impregnaban de un leve sudor. La radio transmitía ahora el bando número siete ( a partir de las tres de la tarde no salir a las calles no portar armas serán sometidos tribunales en tiempo de guerra). Alguien estiró el brazo y dio vuelta el dial para buscar cualquier otra cosa diferente. Lo dejó donde esa voz reseca del mismo hombre daba ahora noticias. Nadie escuchó del suicidio de una mujer desde el vigésimo piso, o cuando mencionó la palabra (embajadas) ni tampoco ( con la misma energía que se atacó La Moneda con fuerza de tierra y aire). Alguien podría decir que tenía treinta años y usaba una gorra con estrellas. Hubo una pausa y el hombre de treinta años y de la gorra con estrellas dijo ( la residencia presidencial tuvo que ser bombardeada desde el aire).
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Uno de los jugadores de póker apagó la radio. Todo era aún más lejano, silencioso, apacible, en ese tranquilo y dorado mes de septiembre. La tarde seguía transcurriendo con aquel silencio de calor de primavera repentina, de tarde caliente con llamadas de insectos de entre los arbustos en brotes. La montaña a lo lejos ondulaba en calor. En miles de ondas cada vez más. Un muchacho que estaba tendido en el césped entreabría sus ojos verdes y medía lentamente aquellas ondas (ahora son más intensas) decía somnoliento (a esta hora es natural). Algún otro jugador de cartas sintió casi imperceptible el sonido. Los demás unos segundos después. Encogieron los hombros y bebieron largos tragos de refrescos. La hija menor, esa bella muchacha de piel como de la porcelana, se había quedado dormida con su muñeca entre los brazos. Los demás muchachos regresaban jadeantes, chillando, riendo. Se sentaron sudorosos al lado de su hermano que aún permanecía somnoliento, mirando las ondas de calor cada vez más intensas que rodeaban las montañas. Otro jugador se levantó a estirar las piernas un poco adormecidas después de una hora de póker. Frente a las montañas hizo un largo bostezo y vio una neblina (como si se acercara), pensó despreocupado. El muchacho ya no quería dormir con tanto grito y risas de sus primos y hermanas. Se quedó contemplando las montañas y ahora él también notaba una neblina como si se fuera acercando junto con las ondas de calor (debe ser un horno esos lugares) pensó. Repentinamente todos permanecieron en silencio y escucharon el sonido, gradualmente más intenso que iba llenando el espacio. «Aviones», pensaron con una despreocupada naturalidad. «Sí, aviones», dijo el muchacho acomodando sus manos cruzadas detrás de la cabeza.

El sonido se fue haciendo cada vez más intenso. Los jugadores se levantaron dejando las cartas dispersas sobre la mesa. Los muchachos miraban al cielo para descubrir algo. Todos miraban ahora hacia arriba y hacia las montañas. Una neblina se acercaba rápidamente. El sonido impedía escuchar ahora las palabras de los mayores que hacían gestos absurdos, moviendo sus manos y brazos, indicando lugares en la casa. También el sonido impedía escuchar que decían a gritos los muchachos. El sonido era cada vez más y más intenso. Las ondas de calor llegaban junto con la neblina. Una gran neblina caliente. La hermana pequeña, la de piel de porcelana, desde el césped despertó sobresaltada, agitando las manos llenas de cera derretida del cuerpo de su muñeca. A las demás muchachas se les iba cayendo la piel quemada de la cara. El padre, bañado en sangre, buscaba a alguien y lo lanzaba al césped, bocabajo, mientras un insoportable ruido de aviones pasaba rasando los árboles. Sobre los ramajes. Sobre la casa, botando una gran neblina caliente. Una gran neblina caliente.
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NOTA: Un primer borrador de este relato lo escribí en 1973, en noviembre, en la ciudad de Concepción, Chile. Luego en 1980 al llegar a EEUU a estudiar lo terminé cuando alguien me prestó un disco con grabaciones del discurso de Allende pero también una recopilación de los bandos militares que emitían continuamente la Junta Militar por radio. Se publicó por primera vez en la revista Literatura Chilena del Exilio en los 80. Luego lo incorporé en mi libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, (RIL, 2004).
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* Javier Campos (Santiago de Chile, 1948). Ha publicado una novela, Los saltimbanquis, (RIL, 1999) y cuatro libros de poesía: Las últimas fotografías (Uruguay, 1981); La ciudad en llamas (Chile, 1986), Las cartas olvidadas del astronauta (EEUU,1991). Este último poemario obtuvo el primer premio Letras de Oro en 1990 para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos. El año 1998 fue finalista en premio Casa de las Américas, Cuba, con su cuarto libro de poesía El astronauta en llamas (LOM, Chile, en 2000). En la primavera de 2000 la prestigiosa revista de literatura de Ohio, Mid-American Review, le dedicó una separata de su poesía en traducción (inglés y español). En mayo de 2003, la revista Panamerica de Berlín, Alemania, le dedicó también otra separata en traducción al alemán. En diciembre de 2002 gana el premio Internacional de poesía, categoría poema largo, en el Premio Internacional «Juan Rulfo» de Radio Francia Internacional. En 2003 publica su primer libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, Editorial RIL, que obtiene Mención Honrosa en 2004 en el Premio Municipal de Literatura de Santiago de Chile. Ha sido invitado todos los festivales de poesía de América Central, también al de Medellín, Colombia, y Cuba. Fue columnista del periódico chileno en Internet «El Mostrador». Traductor al español de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko en ediciones publicadas en Nicaragua (2009), Chile (2009), Cuba (2010), Colombia (2010) , y la última en la editorial VISOR, España, 2011, bajo titulo Manzanas robadas. Es profesor de literatura latinoamericana en la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut, Estados Unidos. Actualmente tiene un libro inédito de poemas y una novela igualmente inédita.

2 COMENTARIOS

  1. SIMPLEMENTE GENIAL . YO VIVI TODA ESA EPOCA ¨¨ SEPTIEMBRE DORADO ¡ BUENISIMA MENCION PARA ESE MES DE ESE INMORTAL AÑO ¡

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