Literatura Cronopio

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Cuatro historias en una

CUATRO HISTORIAS EN UNA

Por Manuel Cortés Castañeda*

Siempre supe desde niño que los cuentos que me contaban no eran mas que cuentos y, aun a sabiendas, siempre tuve miedo de mirar atrás, de abrir los ojos una vez mi madre había apagado las luces, de meter los dedos en las grietas de las paredes, de despertarme un día y darme cuenta que había olvidado los números, los días de la semana, los meses, mi nombre, y el lugar donde estaba el único baño de la casa…

Debajo de la cama me sentía seguro, pero debajo de la cama también se había refugiado el miedo y a veces era difícil respirar, e incluso contar hasta diez… hubo días en que pasaba días y noches cortándome el pelo, acicalándome las uñas, leyendo siempre un libro de una sola página, midiéndome ropa que no era mía, hablando con los personajes de una historia donde el único personaje que faltaba era yo…

Nunca pude entender que cuando la trama amenazaba con desfondarse debajo de la cama, de puntillas salía de mi escondite con mis personajes a cuestas, y me metía debajo de las sábanas. Y una vez tapado, casi maniatado, de pies a cabeza, me sentía a salvo, protegido por una coraza inexistente, lejos y cada vez mas distante de mi, pero de cuerpo entero, en el reino de los aparecidos, tirando de la tela con dientes y uñas como si me fuera a ocurrir la desgracia de que la tela se rasgara y me dejara a la intemperie… pero protegido y seguro…

El pequeño barco casi hecho pedazos en el corazón de la tormenta, ahora flotaba indiferente y casi sublime en las aguas enamoradas de un lago…un banco de arena que emerge desde las aguas encantadas atacado por un rayo de luz que se desprende de sus raíces y echa a volar sin moverse un solo instante del lugar donde nunca fue…

Me contaron que un familiar del cual no era conveniente pronunciar su nombre, había desobedecido a su madre y la tierra se había abierto ahí mismo y se lo había tragado dejando solamente su cabeza a ras de la superficie… y que cuando quisiera podía ir a verlo… y que podía alimentarlo como tantos otros lo alimentaban. Me lo imaginé, con los ojos abiertos esperando que las aves vinieran una vez más a comer en sus pupilas… lo vi, su boca siempre abierta como si esperara su último bocado, su última cena… y todavía hoy en las noches sueño a su lado humedeciendo sus labios, secándole las lágrimas con mis manos, y contándole cuentos de niños…

Un tío que siempre llegaba bien tarde a casa después de llenarse de copas en la cantina se lo había llevado el diablo… otros me dijeron que el cachudo lo había visto un día regresando a casa y simplemente se había enamorado a primera vista de él… y que los dos una vez el uno para el otro, se habían marchado a un lugar secreto a disfrutar de su amor…
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La noche de los acontecimientos, casi arrastrándose, había salido a mear delante de la casa, y una vez de pie, las piernas bien abiertas para no derrumbarse, un pequeño perro que lo halagaba silencioso y se deleitaba con sus orines, de repente se había convertido en su montura y que mi tío, todavía con su órgano en la mano, flotaba en lo alto como un milagro montado sobre un perro enorme y negro. Como si de repente a la noche misma le hubieran salido patas y cola y espinazo y ojos y culo y orejas y lamentos como de mujeres pariendo…

Como al niño, ya solo cabeza a ras de tierra, a él también lo vi una noche de insomnio, una vez me había instalado debajo de la cama con mi libro y mis tijeras de cortarme el pelo y los esmaltes de mis hermanas y una de las prendas íntimas tan acostumbradas… lo vi cabalgando desnudo sobre su perro que no tenía un solo pelo. Lo vi bajarse de su montura, acariciarle los belfos, estamparle un beso en sus ijares, y me acerqué hasta casi tocarlos con mi respiración, una vez los dos agotados por el galope del día se tiraron el uno sobre el otro a disfrutar de los últimos suspiros de su nada, las piernas entrelazadas y en silencio como si hubieran perdido el habla. Y me quedé muchas noches junto a ellos, tendido a su lado, buscando el calor de sus noches sin tiempo, disfrutando también en silencio los secretos de su amor…

Otros me contaron que lo habían encontrado todavía vivo, al día siguiente, completamente desnudo, arañado, mal herido y sangrando en un bosque de guadua y cocoteros… que había perdido un ojo y el que le había quedado lo tenía abierto para siempre, y que las uñas no dejaban de crecerle y que había permanecido unos días en un hospital y que ya nada mas se supo de él… que a causa de los arañazos que lo habían desfigurado, no hubo nadie que lo reconociera, ni dolientes, ni personas que se compadecieran de él…

En cuanto a lo del hospital no pude encontrar pruebas, ni me consta… lo único que pude averiguar a ciencia cierta fue que su mujer a los pocos días de suceso tan lamentable, se enamoró perdidamente de un chico mucho mas joven que ella. Le había dejado sus hijos a su madre, y una noche los dos desparecieron para siempre sin llevarse ni siquiera un centavo de la casa… dicen otros que los han visto tan enamorados como siempre y como si para ellos el tiempo no existiera, en Venezuela trabajando en el negocio del petróleo…

Un día me di cuenta que ya no había debajo de la cama, que las tijeras habían perdido el filo, su brillo, los esmaltes se habían secado, las prendas íntimas ya me quedaban pequeñas o demasiado grandes, y que finalmente había acabado de leer la última página del libro… entonces algunos de los vecinos que quedaban, me salieron al paso, y me contaron mi propia historia. Me dijeron que mi padre después de acaloradas discusiones con mi madre, temeroso de mis largas noches en vela, de mis lecturas interminables, de mis largos silencios, de mis trajes estrafalarios y coloridos, de la delicadeza de mis manos… había decidido encerrarme en un cuarto que había construido en el patio de la casa. Y que había llenado la puerta de seguros e instalado candados, garabateado señales ininteligibles, quejas, recomendaciones amenazantes, y que después había dejado abandonadas las llaves una noche de farra en una cantina de mierda…
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Sólo puedo decirles que doy testimonio fiel de que lo anterior es cierto, aunque no me consta. Y que una noche luego de haber recibido la ración acostumbrada por el hueco hecho para tal menester, encontré por azar una pequeña grieta en una de las paredes… y con el tiempo, primero fui metiendo los dedos uno a uno, después la mano, el brazo, el otro, una pata, la cabeza y así sucesivamente lo poco o lo nada que me quedaba del encierro… y ya completo y alargado como una luz, del otro lado, volví la vista y vi que ya no estaba… prendí las luces, conté uno a uno los largos días de cautiverio, por semanas, por meses y por años, y me puse un nombre, y derecho, una vez recogidas las cenizas, me fui al baño donde por lo general he pasado y paso los mejores momentos de mi vida. El único baño de la casa. Allí acostumbro a leer casi siempre las mismas cosas, me peino, me corto las uñas, y como mi tío me tiro sobre mi cuerpo desnudo a disfrutar de mi amor, todavía la cabeza a ras de la superficie, meando a mis anchas delante de la casa…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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