LA TEORÍA LITERARIA, ESA EXTRAÑA Y ENIGMÁTICA DAMA
Hace algunos años, más de veinte, con toda la osadía y el desparpajo que acompañan a la juventud, me hice cargo, en la carrera de Letras de esta Sede (Regional Tartagal de la Universidad Nacional de Salta, Argentina), del dictado de una asignatura, que fue determinante a la hora de elegir mi orientación profesional, algo de lo que me di cuenta mucho después.
Desafiante, «altiva y soberbia» se presentó ante mí una extraña y enigmática «dama»: la teoría literaria. Solas las dos, frente a frente, comenzamos a medirnos en el cuadrilátero de la cátedra. Ella, un «peso pasado» con una gran fama y campaña por detrás y yo, una novata audaz que aspiraba a dominarla. Y, por supuesto, vino el primer gran golpe teórico, «un cross a la mandíbula», que me agarró muy mal parada y con poco entrenamiento. Recuerdo que quedé desparramada entre libros abiertos, fichitas, fichajes y nombres raros e impronunciables. El knock–out que me hizo besar la lona de apuntes me duró mucho tiempo. Sin embargo, eché mano a ese amor propio que todos tenemos y a duras penas comencé a incorporarme, mientras ella miraba desdeñosa y desafiante desde lo alto, rodeada de esas personas que alimentan su ego y sus fuerzas, creando a su alrededor una suerte de coraza de hierro impenetrable. Quería la revancha y comencé a buscarla.
Me preguntaba (y aún lo hago): ¿cómo vencer su resistencia? ¿Leyendo, acaso a Paul De Man? ¿Cuál es la técnica o estrategia que debo emplear para lograr dominarla? ¿Me ayudaría en esta empresa Jonathan Culler? Y más aún, ¿lo lograría? Decidí, entonces, iniciar un entrenamiento riguroso: compré y devoré libros, hice fichas, cuadros, diagramas, consulté a personas que ya habían pasado por lo mismo que yo y experimenté un sinnúmero de prácticas áulicas. Y ella, girando alrededor mío, luciendo orgullosa e imperturbable esos extraños y complicados atuendos que me encandilaban y confundían, pero que también habían comenzado a levantar en mí el muro de la resistencia. Burlona, me decía: —¿Te gusta este modelito? Me lo regalaron los formalistas cuando estuve en Rusia. Aunque ya está muy viejo y gastado, de vez en cuando me gusta usarlo. Al otro día, el modelo polifónico la cubría de pies a cabeza; y riéndose, me comentaba: —¿Viste lo que me puse hoy? Es para hacerlos rabiar a los formalistas, pero, entre nosotros, ¿no te parece fascinante y seductor este vestido? Y yo la miraba con embeleso y me preguntaba ¿qué se pondrá para nuestra próxima pelea?
Finalmente, después de algún tiempo, con ella a mi lado, desafiándome constantemente, tomé coraje porque suponía que ya estaba a punto para una nueva contienda y la desafié. ¿Resultado? Un gancho directo al hígado que me hizo trastabillar, pero tomé una inmensa bocanada de aire, me recompuse y, aunque tambaleante, logré darle unos débiles golpecillos que ni un solo pelo le movieron.
Estudiando e investigando con qué nuevo golpe esta señora iba sorprenderme, logré ponerme en contacto con algunos de esos señores que siempre están con ella: Bajtin, Barthes, Mukarovsky, Lotman, quienes, luego de incansables abordajes, me enseñaron algunos secretos de la misteriosa dama y me permitieron tocar un poquito sus vestidos. Pero Paul De Man fue más generoso e iluminador, porque ante la pregunta sobre «¿qué hay de amenazador en la teoría literaria para que provoque resistencias y ataques tan fuertes?» —respondió— «Desbarata ideologías arraigadas revelando la mecánica de su funcionamiento, va contra una poderosa tradición filosófica de la que la estética es una parte destacada, desordena el canon establecido de las obras literarias y desdibuja los límites entre el discurso literario y el no literario» (1990:24).
Emprendí así, un largo y penoso entrenamiento, que me condujo a una certeza: nunca voy a vencerla, pero tampoco me sorprenderá nuevamente, como aquella primera vez, con un cross a la mandíbula. Me di cuenta, también, que la teoría literaria, estuvo, está y estará siempre ahí, disfrazada con otros ropajes, dispuesta siempre a dar pelea y alardeando de sus nuevos y rebuscados golpes. Y yo aquí tratando de conocerlos, descifrarlos, entenderlos, aunque la muy ladina no me lo muestre todo, porque siempre deja un as escondido en la manga. Creo que esa es la clave de su vigencia, de su encanto y de su resistencia. Con todo, pude comprobar que cuanta más resistencia encuentra la teoría literaria, más se fortalece, ya que como lo dice De Man, «el lenguaje que habla es el lenguaje de la autorresistencia».
Sin embargo, me planteo otra pregunta que va más allá de este permanente enfrentamiento con la teoría literaria: todos estos años de duro entrenamiento, de desafíos interminables, de algunos triunfos y no pocos fracasos, ¿para qué sirvieron? ¿Cuál es el objeto o sentido que me lleva a enfrentarme con este «personaje» que tanto se me resiste? ¿Qué relación «perversa» me une a ella? ¿Dónde está ese «goce» del que habla el Sr. Barthes? Respuestas absolutas, certeras e incuestionables no encontré. Sin embargo, descubrí algo muy importante: la teoría literaria no es mi enemiga, no es un rival al que se puede derrotar con un solo y definitivo golpe. Por el contrario, luego de tantos choques y enfrentamientos, terminó convirtiéndose en mi aliada, en una constante compañera de trabajo, aunque reticente y hermética, porque no saben ustedes lo que cuesta sacarle una palabra.
De todos modos, entre encuentros y desencuentros, además de conocerla un poquito, he logrado descifrar y comprender una mínima, casi invisible parte de su intrincado y laberíntico discurso. Pude así develar algunos de sus enigmáticos secretos. Creo que nunca me cayó tan bien ese viejo y gastado refrán: «Persevera y triunfarás». Bueno, de perseverancia algo me queda, pero el triunfo, creo que siempre será futuro.
Mas no quiero con esta historia sembrar desaliento, terror o espanto. No me lo perdonaría yo ni tampoco lo haría conmigo la teoría literaria. La experiencia y el saber que ella me ha brindado y aún me brinda han ido generando otras prácticas de lectura y de escritura que se abren y diseminan en diferentes direcciones para construir nuevas formas de significación literaria.
Y hay algo más que debe quedar claro: la teoría literaria no proporciona soluciones sino problemas: ¿qué es la literatura? ¿Qué son los géneros literarios? ¿De qué modo pueden relacionarse y hasta complementarse dos categorías aparentemente antagónicas como realidad y ficción? ¿Cuándo hablamos de canon literario? ¿Qué proximidades y distancias existen entre oralidad y escritura en el campo literario? Las preguntas pueden seguir hasta el infinito y las respuestas, también. Lo importante es que la competencia que adquirimos a partir de nuestro contacto con la teoría, es producto de un largo proceso que no termina cuando la materia finaliza, sus frutos comienzan a adquirir el tenue color de la maduración precisamente en ese instante último, que es el comienzo de un prolongado y sinuoso camino que deberemos desandar una y otra vez. De cada ida y de cada retorno, saldremos enriquecidos con nuevos discursos y con otras miradas, pero también con más preguntas y, con más dudas que certezas. Y la literatura, la única que siempre le tira un cross a la mandíbula a la teoría, pondrá a prueba nuestra competencia, abriendo o cerrando sus puertas para que nosotros ingresemos en ella, escarbemos en sus resquicios más invisibles y profundos y salgamos, a la superficie, triunfantes o derrotados, pero con el goce que la lectura del texto escribible proporciona. Sin estar pendientes de la teoría literaria, pero con ella siempre presente, podremos trazar nuevos trayectos de sentido para aquellos textos que sólo habíamos leído por el pasajero placer de matar el tiempo.
Referencia: De Man, Paul (1990). La resistencia a la teoría. Madrid: Visor
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* Martha Cristina Barboza es Licenciada en Letras. Se desempeña como profesora de las asignaturas Teoría Literaria I y II y Literatura Hispanoamericana en Profesorado y Licenciatura en Letras de la Sede Regional Tartagal de la Universidad Nacional de Salta (Argentina). Ha publicado un libro de teoría literaria y varios artículos en revistas especializadas y actas de congresos. Desde hace varios años dirije proyectos de investigación relacionados siempre con el área literaria. En estos momentos se encuentra cursando el Doctorado en Humanidades con orientación literaria y un Especialización en Educación en Entornos Virtuales.