EL HIJO (LITERARIO) ILEGÍTIMO DE ROBERTO BOLAÑO: HUIDAS Y BÚSQUEDAS
Por C. Valeria Bril*
Roberto Bolaño es un escritor que se caracterizó por desplegar en su narrativa elementos propios del mecanismo policial clásico [1] o de enigma y del neopolicial latinoamericano [2], aunque se acerca un poco más a la novela negra [3] norteamericana. La composición o la estructura estético-literaria que comparten sus textos con el género policial o que puede ser leída desde el género policial, es susceptible de ser observada por la presencia de un detective —como en las novelas Estrella distante, (1996b) y La literatura nazi en América (1996a), o en el libro de relatos Los perros románticos (1994)— o de un personaje (o de varios personajes) que cumple con ese rol —como en las novelas Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004)—, y por la existencia de un crimen —o de una o varias desapariciones que suponen un crimen o más de uno— sin desenlace o sin resolución —como en las novelas La pista de hielo (1993) y Amberes (2002)—.
Los personajes bolañianos que llevan a cabo una búsqueda, son individuos derrotados que viven asfixiados en una atmósfera en la cual hay un límite difuso entre el bien y el mal. Si nos ceñimos críticamente a los aspectos formales del policial clásico, la búsqueda de otro personaje puede ser vista como un enigma en sí misma, que se resuelve cuando se encuentra al personaje. Un ejemplo de esto son las búsquedas de dos grandes personajes protagónicos como son Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes y Benno von Archimboldi en 2666, entre otros.
En el esquema teórico del policial clásico o de enigma, Tzvetan Todorov da cuenta que la estructura del relato presenta dos historias: la primera que es la del crimen —el proceso delictivo— y la segunda que es la de la investigación —el proceso investigativo—. Mientras que en la novela negra se fusionan las dos historias, o mejor dicho se suprime la primera y se da existencia sólo a la segunda.
La investigación en las novelas de Bolaño involucra algunas de las invariantes del género de «la novela-problema» o de la novela de escuela inglesa, desarrollada en Europa (que se opone a la versión norteamericana), al incluir —además del enigma y el proceso de investigación— una matriz que está dada por los procesos mentales empleados en la búsqueda, que son realizados por los sujetos-detectives. Así podemos encontrar personajes memorables como Arturo Belano y Ulises Lima de Los detectives salvajes, o a Abel Romero y al narrador de Estrella distante y de la última parte de La literatura nazi en América, o quizás también a Jean-Claude Pelletier, Piero Morini, Manuel Espinoza y Liz Norton de 2666, que cumplen con esa función que atañe al detective.
La figura del «detective razonador» surge de la noción de juego limpio (fair play) del policial, un método propuesto por los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Este concepto quedó establecido en las veinte reglas que escribió el novelista S. S. Van Dine (seudónimo de Willard Huntington Wright, 1888-1939) que establece en su primera regla que: «todo relato es un puro juego intelectual entre el autor y el lector» (2009: 172).
En este sentido, Roberto Bolaño parece comprender perfectamente las reglas del género, pero prefiere quedarse —o por lo menos existe esa intención en el autor— en la instancia de lector asiduo de novelas policiales. Quizá no le alcanza su talla o su perfil autoral [sic] para convertirse en un autor de este género, o simplemente no quiere serlo. Creemos que esa resistencia al género de parte de Bolaño es una operación consciente del autor que manipula el género policial para desestabilizarlo y convertirlo en parte de su estética narrativa, y así dar cuenta de un estilo «único».
Más allá de las cuestiones específicas de género, los libros de Bolaño resultan entretenidos y con una sensación de amplitud por esa búsqueda obsesiva de sus personajes, y por el desenlace de las historias que se aleja del sentido tradicional. Los lectores de la obra de Bolaño esperan un desenlace que no siempre se produce de una manera lineal por lo que queda un sentimiento de vacío. Pero lo importante es señalar que son los buscados, los personajes que desaparecen para luego aparecer, los que mantienen en vilo al lector y los que terminan dando en definitiva ese matiz detectivesco que tanto busca el propio Bolaño.
LOS BUSCADOS
La búsqueda, la huida y el viaje se proyectan como sombras que alcanzan a los personajes en cada una de las historias de Bolaño. Pero hay una historia «mínima» que cubre nuestras expectativas porque hace referencia a un segmento narrativo que no deja de sorprendernos y que se esconde como un pasaje o una anécdota más en el contexto general de la fábula de una de sus novelas: Los detectives salvajes. Este pasaje narrativo lo descubrimos a partir de unir líneas argumentales dispersas que mencionan una historia mayor, pero que se construyen sobre la base de innumerables coincidencias, que por cierto son verificables en la obra de Bolaño.
En Los detectives salvajes no se sabe lo que ocurre con la huida de sus personajes protagonistas Arturo Belano y Ulises Lima por el desierto de Sonora, porque no hay detalles que describan lo que sucedió con estos personajes luego del accidentado encuentro con la poeta Cesárea Tinajero, la fundadora del real visceralismo. Aunque esta parte de la historia se podría decir que se completa en otra novela, 2666. En esta última novela se habla de la estirpe de una joven: María Expósito, quien en 1976 (fecha coincidente con el viaje de los jóvenes poetas Belano y Lima en la novela Los detectives salvajes) encontró en el desierto a dos estudiantes del Distrito Federal que parecían drogados y hablaban mucho. Ellos hablaban de una nueva revolución, una «revolución invisible». Y además los estudiantes dijeron que se habían perdido, pero parecían, según María Expósito, que estaban huyendo de algo.
Estos muchachos conocían Villaviciosa y querían encontrar la carretera a Ures o a Hermosillo (lugares conocidos y visitados también por Belano y Lima). Sin embargo, no dudaron en permanecer junto a la joven con la cual tuvieron relaciones sexuales por un corto tiempo, hasta que un día sin decir una palabra de despedida se marcharon de aquel paraje. Este episodio introduce un giro argumental que va radicalizando las relaciones entre los personajes que parecen dirigirse a un sentido unívoco de cohesión de partes que se cruzan de una novela a otra (de 2666 a Los detectives salvajes y viceversa).
Y pese a las apariencias cuando todo parece que se acaba con el armado final de esta historia entre Los detectives salvajes y 2666, coexiste un tercer vínculo con otra novela. En la novela Los sinsabores del verdadero policía (2011) se narra cómo un soldado belga (los belgas se habían enfrentado en una batalla con el pueblo de Santa Teresa) viola a una joven huérfana de trece años —en 1865— en Villaviciosa, y como resultado de esa violación tiene una hija llamada María Expósito. Ésta es violada y, a su vez, tiene una hija —en 1881— que también es violada —en 1897—. Por esa circunstancia, nace una niña —en 1913—; su madre quedará nuevamente embarazada: ésta vez de un varón —que nace en 1917—, a quien le dará el nombre de Rafael, que tenía los ojos verdes como su tatarabuelo belga y una mirada opaca e intensa de asesino.
De esta última Expósito, que fue violada en 1933, hubo una venganza por ese hecho que llevó a cabo su hermano y que consistió en la muerte del violador. Pero de esa violación nació una niña, que fue la única que aprendió a leer y escribir (de todas las Marías Expósito).
La sobrina de Rafael fue una María Expósito que fue violada en 1950, y que, como es habitual en el linaje de las Expósitos, tuvo una hija que —en 1968— fue seducida por tres estudiantes de Monterrey (en lugar de dos estudiantes como en la novela 2666) «[..] que preparaban, según decían, la revolución campesina y a los que después de una semana vertiginosa nunca más volvió a ver» (Bolaño, 2011: 242). Ésta María dio a luz un hijo al que le puso el nombre de Francisco Monje Expósito a pesar de los deseos de su familia que pretendían bautizar al niño con el nombre de Rafael. Y este Francisco Monje Expósito es a quien viene a buscar don Pedro Negrete, que es mencionado con ese nombre y en su rol de comisario de policía de Santa Teresa en esta novela Los sinsabores del verdadero policía, y en la novela 2666.
Hay varias coincidencias entre las novelas que formarían una suerte de trilogía, por lo menos en lo que concierne a la biografía del personaje femenino y su encuentro con dos o tres estudiantes (dos estudiantes en 2666, como ya dijimos, y tres estudiantes en Los sinsabores del verdadero policía) que querían la revolución, y al nacimiento del hijo varón de María Expósito (en 2666 y en Los sinsabores del verdadero policía) y a la búsqueda del hijo —por parte de Negrete— en la casa de las Expósitos (en 2666 y en Los sinsabores).
La María Expósito de 2666 queda embarazada de los estudiantes (al igual que en Los sinsabores del verdadero policía), y tiene un hijo al cual le pone el nombre de Olegario y no Rafael como quería su familia (el nombre de Rafael es otro dato coincidente en Los sinsabores y en 2666). Además de ese desapego familiar, se puede observar que tampoco lo inscribe como Expósito, en el primer apellido, porque es nombre de huérfano —según lo que le habían explicado los estudiantes—, sino como Cura Expósito.
Creemos que a partir de esta caza obsesiva del detalle que sostiene nuestra hipótesis sobre la existencia de un hijo ilegítimo, el tal Olegario Cura Expósito (que puede ser o no, aquel personaje protagonista llamado Olegario —«Lalo» o «Lalito»— Cura del relato «Prefiguración de Lalo Cura» del libro de Bolaño: Putas asesinas (2001), en donde aparece como el hijo de una estrella porno llamada Connie Sánchez, o Francisco Monje Expósito —dependiendo de la novela a la cual se haga referencia— podría ser el hijo de alguno de los «dos estudiantes perdidos» en el desierto: Arturo Belano y Ulises Lima (en Los detectives salvajes). Así, en la medida que hemos ido confrontando piezas claves de las novelas que mencionamos para establecer un hilo argumental con respecto a esta historia, nos fuimos aproximando a esa conclusión.
Por supuesto que no hay certeza en la atribución de la paternidad no relatada de Belano y Lima, pero esta parte del viaje de los poetas resulta esencial y de carácter epifánico por las grandes revelaciones sobre fundamentos vitales en torno a verdades vinculadas con la literatura y/o la poesía de esos personajes y del propio Bolaño.
Por cierto, y más allá de la intrincada trama que subsiste entre los personajes de Los detectives salvajes, no podemos dejar de subrayar que el hecho ocurrido en el desierto —vinculado a la paternidad de los poetas—, tiene como protagonista a Arturo Belano (y a Ulises Lima) que es el alter ego del autor Roberto Bolaño. Un dato no menor a la hora de intentar darle otro giro crítico a esta historia con relación al supuesto hijo no reconocido de los «aparentes» estudiantes o poetas. A continuación establecemos una nueva relación con otro libro del autor, que funcionaría a modo de cierre en el desarrollo de la historia de María Expósito.
A MODO DE CIERRE: El ALTER EGO DE BOLAÑO
Sobre el alter ego de Roberto Bolaño, conocido y reconocido en sus textos, y admitido por su autor (en entrevistas), registramos una información que aparece en el libro póstumo El secreto del mal (2007), en el relato fragmentario: «Las jornadas del caos», en donde no sólo se identifica a Arturo Belano con Bolaño, en lo concerniente a sobrevivir o permanecer vivo —haciendo alusión a la enfermedad del autor que lo llevara finalmente a su muerte—, sino que, a diferencia de otras intervenciones biográficos o autobiográficas, se da cuenta de la existencia de un hijo: «Gerónimo Belano tenía quince años. Arturo Belano tenía más de cincuenta y a veces le parecía increíble estar todavía vivo. Cuando Arturo tenía quince también hizo su primer viaje largo. Sus padres decidieron abandonar Chile e iniciar una nueva vida en México» (Bolaño, 2007: 182).
Todas estas cuestiones que van surgiendo a medida que avanzamos en la lectura de la obra del autor y que conforman una suerte de «novela total», nos iluminan el camino para conocer cuáles fueron las intenciones literarias —iniciales— de Bolaño en el momento de asumir la responsabilidad en cuanto a la creación de su literatura.
La experiencia vital y literaria de Bolaño constituye una fórmula inseparable para el arte de su escritura que transforma su narrativa en algo infalible para conquistar a los lectores más reticentes. Por esta razón, se habilitaría un diálogo y una complicidad entre el autor y sus lectores que va en aumento y que remueve cualquier duda que pudiera existir sobre el talento de Bolaño para integrar naturalmente su vida a su literatura.
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV. (2009), El relato policial argentino, Buenos Aires, Cántaro.
BOLAÑO, Roberto (1993), La pista de hielo, Barcelona, Anagrama.
——– (1996a), La literatura nazi en América, Barcelona, Anagrama.
——– (1996b), Estrella distante, Barcelona, Anagrama.
——– (1998), Los detectives salvajes, Barcelona, Anagrama.
——– 2004), 2666, Barcelona, Anagrama.
——– ([2002] 2007), Amberes, Barcelona, Anagrama
——– (2007), El secreto del mal, Barcelona, Anagrama 2001), Putas asesinas, Barcelona, Anagrama
——– ([1994] 2008), Los perros románticos, Montevideo, El Faro.
——– (2011), Los sinsabores del verdadero policía, Barcelona, Anagrama.
SAER, Juan José (1999), La narración-objeto, Buenos Aires, Seix Barral.
NOTAS
[1] En la novela policial clásica o de enigma, se revela siempre el enigma al final de la historia como algo que causa sorpresa.
[2] El neopolicial latinoamericano surge en el contexto de las dictaduras latinoamericanas, y se muestra la corrupción de una sociedad («corroída»), en donde sujetos locales se mueven en un espacio subyugado por un aparato represivo y definido por la violencia institucionalizada y por la desconfianza al poder estatal.
[3] Las características particulares novedosas que se alejan del género policial, son el resultado de la conversión de la novela negra en un género más rígido -todavía- que la tradicional novela policial. El escritor argentino Juan José Saer manifiesta que abordar el género policial de un modo directo implica muchos problemas, y afirma que la novela negra está definitivamente «muerta» al igual que el «policial metafísico» que es también un género demasiado «trasnochado» (1999: 159).
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* C. Valeria Bril es Licenciada en Letras Modernas e investigadora becaria doctoral por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Ha publicado artículos y ensayos en revistas nacionales e internacionales como por ejemplo: «Una mirada crítica en el horizonte simbólico de Roberto Bolaño» (2008–2009), «La ficción de oralidad como ‘intertexto’ en los cuentos rulfianos» (2009), «Roberto Bolaño, un habitante extraviado en la literatura chilena» (2009), «La ‘caja negra’ de Roberto Bolaño, una literatura sin residuos» (2011), «La representación social de la ‘otredad’ en el discurso literario. El caso Bolaño» (2011), «La pasión imaginaria de Roberto Bolaño» (2011), «La ‘otredad’ latinoamericana: el ‘conocimiento del otro’ en la narrativa de Roberto Bolaño» (2011), «Las voces chilenas bajo la mirada bolañiana. Notas críticas sobre Chile y sus escritores» (2011–2012), «Aproximaciones teórico–críticas a la novelística de José Donoso: lecturas para pensar en El obsceno pájaro de la noche» (2013), «Roberto Bolaño: las conspiraciones críticas alrededor de un escritor imaginario» (2014), entre otros.