Literatura Cronopio

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Los cuestionamientos sociales y el proyecto de renovación literario concitaron un gran número de simpatizantes; jóvenes aglomerados en torno a la actitud frente a la vida, fascinados con «el mundo de lo maravilloso cotidiano» promulgado por Amílcar Osorio [33]. Sin embargo, después de dos años de agitación ni siquiera se había consolidado el núcleo del nadaísmo, o mejor, no existía una unidad congruente en tanto manifestación literaria. En abril de 1960, Arango solicitó información sobre un poeta desconocido que escribía en las páginas de Esquirla: «Lo que nos tiene perfectamente en el abismamiento es Elmo Valencia. Qué extraño Dios parió ese endemoniado genio? […] ‘El elefante suicidado en primavera’ es nadaístamente hablando superior a mi teatro, al de Amílkar y al de Trujillo. Nos gustaría que nos enviaran una foto para conocer ese raro animal» [34]. Aparte de la indeterminación sobre los integrantes, se sumaron constantes reparos al líder nadaísta debido a sus aspiraciones por controlar un colectivo relativamente homogéneo. En este sentido, Armando Holguín, firmante de varios manifiestos del grupo vallecaucano, estaba convencido de la transformación de la sociedad impulsada por el movimiento, argumentando que el nadaísmo era un escape válido frente a la situación colombiana, pero el de «[…] cada quien. No el de Gonzalo Arango. Maniático panfletista de tendencia burguesa. Ese paranoico, todo el mundo lo sabe dogmático. Quiere definir la juventud para cobrar después esa definición. Inclusive, quiere tener un partido político. Es inmundo. […] Uds. los nadaístas del Valle, han llegado a realizaciones maravillosas, y millares de jóvenes como yo —estoy seguro— seremos miembros de ese brillante grupo de locos geniales. Por lo pronto, sólo gonzaloarango nos separa» [35].
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Según el historiador Luis Antonio Restrepo, el nadaísmo no tuvo repercusiones a nivel nacional, ya que se presentó como una reacción frente a la élite conservadora y al férreo control de la iglesia en Antioquia [36]. Esta apreciación es falsa porque desde comienzos de los años sesenta el foco del nadaísmo se desplazó a Cali, bajo el liderazgo de Jotamario, Elmo Valencia, Jaime Jaramillo Escobar, Alfredo Sánchez y Dukardo Hinestrosa, lo cual se ratificó durante la realización del Festival de Arte de Vanguardia (1965-1969). En el transcurso de la década se hizo imposible denominar al movimiento como una manifestación propia de una ciudad o de una región, pues por medio de su sociabilidad se garantizó la movilidad entre Medellín, Cali, Bogotá, Pereira y Barranquilla [37]. Conviene insistir en la propia identificación de los escritores que se aseguraron de suprimir las diferencias regionales para darle mayor amplitud a su expresión artística, tal como lo recomendó Jotamario a Eduardo Escobar a propósito de La viga en el ojo: «no hay que poner poeta caleño o caldense que eso en la tierra del fuego lento de las letras que es donde nos leen con más hambre no tiene ningún significado, no quiere decir nada, no identifican ni les importa una ciudad; pongan siempre POETA NADAÍSTA […]» [38].

Mientras que para mediados de la década los principales exponentes se encontraban en Cali, Bogotá y Barranquilla, poco a poco Medellín fue relegada de la escena nadaísta para convertirse en el recalcitrante recuerdo de esos poetas que no se hastiaron de rememorar el origen de su proyecto vital. De hecho, en 1967 Eduardo Escobar aún añoraba la época de la algarabía y de la conducta insolente: «Recuerdo cuando empezábamos a movernos, agitando, en las albas locas del Nadaísmo en Medellín. Luchábamos contra los semáforos, contra los tarros de basura a las 6 de la mañana, contra la sobriedad. Me parece que todavía estamos orinando sobre los ladrillos de la metropolitana, a la salida de misa» [39].

Por cierto, los de Cali fueron los primeros en replantear el nadaísmo al recurrir a la filosofía oriental que había permeado a la beat generation. El 7 de octubre de 1962, Elmo Valencia publicó «Nadaísmo Zen», en el que expresó:

Ser Nadaísta Zen es poder decir aquí en una facultad de arquitectura que toda educación es errada, pues guía al individuo hacia cierta rigidez y no hacia el desarrollo de su espontaneidad; por lo tanto si hoy se cometen crímenes, conocemos la locura y la neurosis, estas manifestaciones son debidas a ese conflicto violento entre los convencionalismos sociales y la espontaneidad reprimida. […] [El] Nadaísmo Zen nos enseña que nosotros debemos estar preparados para admitir la posibilidad de ver el mundo de otra manera a como hemos estado acostumbrados a verlo, la posibilidad de otro conocimiento diferente al que se ha aposentado en nuestra conciencia [40].

Contrario a esta libertad en la apropiación de lo que significaba el movimiento, a finales del mismo año, Gonzalo Arango publicó en El Espectador la «Tarjeta de navidad para gog» en la que anunció una nueva postura, en rechazo de la vehemencia originaria:

[…] el Nadaísmo ha cancelado su etapa de desesperación nihilista y el derrotismo que lo caracterizó en las primeras contiendas. Podría decirte que su desesperación se ha tornado creadora, y que hemos asumido nuestra rebelión trasladando sus furores y negaciones a un terreno de combate más realista, pero no menos romántico ni agresivo.

Algunos nadaístas de pelo largo y cerebro calvo sospechan que yo me deslizo regresivamente en ideologías de un «pésimo humanismo decadente» y por una senda espiritualista sembrada de claveles. No me indigna su protesta. Pero no estoy dispuesto a rendir mi vida en los altares de la bruma narcótica y marihuana de su cómodo nihilismo, ni a dormir en blandos colchones de espuma y de conformismo desesperado su sueño de grandeza y su miseria sin porvenir.

Abandono la tumultuosa taberna por la soledad creadora. Y daré testimonio de mi actitud Nadaísta a través de la creación y no de la alucinación. Cambio la pereza por la contemplación. El aburrimiento satisfecho por la desesperación creadora. El silencio por la protesta. Elijo la Nada que tiene un porvenir, al vacío que no tiene porvenir en nada, y que equivale a la muerte [41].
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Frente a estas declaraciones, los del Valle prepararon un escarnio público del fundador del nadaísmo. En el puente Ortiz de Cali, el acto giró en torno a un armazón de madera en el que se bamboleaba un muñeco con un letrero que simplemente tenía inscrito «Gonzalo Arango». Como si se tratara de un juicio, Elmo Valencia dio lectura a la sentencia que condenaba a muerte al nadaísta traidor: «Pero ustedes se preguntarán, ¿qué pecado o qué infracción a las leyes eternas cometió este peludo ciudadano discípulo del marqués de Sade, amigo de Freud y confidente de los bajos instintos y del hampa literaria para merecer este castigo tan aterrador como espectacular?» [42] Luego de las «palabras pirotécnicas» que acusaban la traición de Arango frente a la marginalidad cobijada por el movimiento y ante el clamor de la multitud, Jotamario, cual verdugo rebelde, «serafín» endemoniado, se encaramó al improvisado patíbulo y prendió fuego a la figura del «profeta» [43].

Aparte de las reinterpretaciones, ambas representativas del momento crucial que atravesaba el nadaísmo, sobresale la forma de comunicación que emplearon: los del Valle se valieron de su propio suplemento literario, en cambio, Arango recurrió a la gran prensa para dar mayor resonancia a su nueva conducta. Asimismo, mientras la formulación por parte de Valencia dejó entrever la aceptación colectiva, al menos en el interior del grupo caleño, el «profeta» promulgó sus aseveraciones como si fueran nuevas directrices que debían seguir los que quisieran denominarse nadaístas. Sin embargo, en el fondo de la discusión estaba el asunto —en permanente indefinición— de determinar quiénes eran los integrantes del movimiento. Desde su fundación, el nadaísmo se presentó como una expresión vital, pero tampoco fue ajeno a la creación poética, es decir, a la exaltación de la vida como obra de arte, recurriendo a la consigna del vanguardismo histórico. En su carta, Arango indicó algo fundamental: no se trataba de abandonar el escándalo, sino de depurar el movimiento de personas que se habían refugiado en él para cometer toda clase de acciones.

Según Juan Gustavo Cobo Borda, entre 1958 y 1962 los nadaístas fueron un grupo de jóvenes procaces que sacudieron la rutinaria vida cotidiana, que solo después de la «Tarjeta de navidad para gog» comenzaron su limitada participación en el escenario cultural [44]. Puede afirmarse que la etapa inicial del movimiento fue la más anárquica, pero también el momento en el que se perfilaron los poetas más representativos de la nueva manifestación artística. Este tipo de demarcaciones acentúan la figura de Arango como pieza unívoca del nadaísmo, afianzando la concepción de que las posturas adoptadas por el líder del colectivo eran igualmente significativas para todos los integrantes. Durante sus primeros cinco años, el nadaísmo actuó conforme a las expresiones vanguardistas, en el sentido en que su posición marginal en el contexto intelectual lo obligaba a cuestionar y combatir los valores estéticos precedentes. Lo particular radicó en la agresividad de su lenguaje junto a la escasa producción poética, pero aun así desafió a los autores de renombre y sostuvo enconadas pugnas sobre la anquilosada tradición literaria. En consecuencia, es erróneo que la nueva postura de Arango haya marcado el inicio de la fase creadora del nadaísmo, ya que este fraccionamiento sirvió, en cierta medida, para consolidar al movimiento —en tanto manifestación literaria—, pues los integrantes que continuaron tras la crisis de 1963 fueron los mismos que escribían en las páginas de Esquirla desde 1959.

Unos meses después de la ruptura con el «profeta», el 11 de julio de 1963 en una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, Gonzalo Arango anunció su retiro del nadaísmo alegando que se sentía desterrado del grupo, al tiempo que confirmó su posición humanista tras disertar sobre la amenaza atómica mundial [45]. Presentaciones como esta exteriorizaron las imposturas del «profeta», a tal punto que el escritor Manuel Mejía Vallejo llegara a cuestionar cuál era la conducta que identificaba a los miembros del movimiento. En enero de 1964 comunicó a Amílcar Osorio, entonces en San Francisco, la nueva actitud adoptada por Arango: «está hecho un hombre muy serio y peludo, y lo único nadaísta que se le advierte es que se puso unos pantalones que no estaban sanforizados […]. El mismo Gonzalo como que no estaba sanforizado…» [46]
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Para los escritores latinoamericanos, el meollo de la controversia radicaba en la transformación del nadaísmo hacia una etapa de creación poética que superara las contradicciones ideológicas, para que continuara como una manifestación elocuente de cara a la realidad nacional. De acuerdo con Ernesto Cardenal, la propuesta artística debía articularse más con lo social: «Ustedes los nuevos, en Colombia tienen mucho qué renovar. Este es el pueblo que más ama la poesía en el mundo. En Bogotá venden poesía en las calles. Gritan los vendedores: 300 poesías por un peso – las poesías más populares – Rubén Darío, Amado Nervo – Julio Flórez por un peso – pero le dan al pueblo el producto falsificado. Es necesario producir y lanzar a la calle el producto genuino, y enseñarle a la gente a distinguir el producto verdadero del producto falso» [47]. Por su parte, Adriano González León, miembro del techo de la ballena de Venezuela, enfatizó en la necesidad de virar a una crítica coherente de la sociedad, pues «su impacto, su fiebre, su turbulenta existencia, [ya] abrieron una fosa profunda en la literatura tradicional de Colombia» [48].

A mediados de la década, el nadaísmo todavía procuraba atraer la juventud de clase media, concitar el inconformismo que no aspiraba una salida política, retornar a ese momento de ruptura que había propiciado en su surgimiento. En un artículo que sustentaba por qué el movimiento no respondía a un nacionalismo literario, el periodista Uriel Ospina arguyó que este solo se había interesado por «El hombre torvo, el tarado, el alcohólico, el desamparado, el perseguido, el burlón, el cínico, lo que usted quiera, pero algo que también hace parte del hombre-animal» [49]. Arango recurría a los mismos enunciados de su texto sobre la «generación de los tramposos», en el que explicaba que los antivalores de la sociedad burguesa constituían la personalidad del nadaísta, ese ser «desorbitado» que no amparaba prejuicios porque estaba destinado a transformar la moral cristiana que se había apoderado del cuerpo en Colombia [50]. De una forma más consistente, Jotamario Arbeláez se encargó de difundir el componente social que aglomeraba el nadaísmo. En respuesta a las críticas del venezolano Juan Liscano, frente a la actitud infantil de perdurar en una obsoleta irreverencia, Jotamario aseveró que,

El nadaísmo es un movimiento de atorrantes desesperados que nunca tuvieron nada y si lo tuvieron lo abandonaron para no perderse del todo. En nuestra miseria, muchas veces perseguida a propósito, se frustraron también, como el poema de Ginsberg, las mentes más lúcidas de toda generación. Y ya llevamos siete años, siete años durísimos, sin manos para ablandar las piedras del trabajo, sólo para la sorpresa y el milagro nuestros sentidos asomados al mundo. Entonces que mierda de vida vamos a defender aunque la gocemos a hilachas, que mierda de espíritu vamos a bajar del patíbulo, qué hacer con el afán de un amor incesante que se nos vuelve un fantasma en el tiempo [51].

Pese a lo anterior, para este periodo los nadaístas solo se apropiaban de lo marginal en la escritura, ya que al aceptar de forma progresiva su papel de poetas y escritores de avanzada, se distanciaron de la exclusión que experimentaron a comienzos de la década.
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El presente texto hace parte del libro «Enemigos públicos: Contexto intelectual y sociabilidad literaria del movimiento nadaísta 1958-1971» publicado por el Fondo Editorial FCSH, Universidad de Antioquia (Medellín), 2015

NOTAS

[1] Gonzalo Arango, «Primer manifiesto nadaísta», Medellín, 1958. bpp, Medellín, an, Manifiestos, Manifiesto 001, s. f.

[2] Arango, «Primer manifiesto», s. f.

[3] Eduardo Escobar, comp., Gonzalo Arango, correspondencia violada (Bogotá: Colcultura, 1980). Obra reeditada recientemente, Eduardo Escobar, comp., Gonzalo Arango, correspondencia violada (Medellín: Universidad ces, 2011). En 2001 se editó esta compilación pero solo con las cartas del fundador del nadaísmo: Gonzalo Arango, Correspondencia violada, comp. Eduardo Escobar (Bogotá: Intermedio Editores, 2000). Jotamario Arbeláez seleccionó una pequeña muestra de las cartas de Gonzalo Arango a sus familiares: Gonzalo Arango, Oleajes de la sangre. Cartas íntimas del fundador del nadaísmo, comp. Jotamario Arbeláez (Medellín: La pisca tabaca, 1997). Véase Fernando Mora Meléndez, «Marea de Cartas», Universo Centro (Medellín), julio de 2014: 8-9.

[4] Álvaro Barrios, «Querido poeta Jotamario», Barranquilla, 1966. bpp, Medellín, an, Cartanada 0149, s. f. En adelante, todas las citas extraídas conservan la ortotipografía original.

[5] Eduardo Escobar, «Jota, cómo puede ganar un hombre 2000 pesos?», Pereira, 1965. bpp, Medellín, an, Cartanada 0309, s. f.

[6] Gonzalo Arango, «Querido Eduardo, hoy leo tu carta de Medellín», Bogotá, [1966-1967]. bpp, Medellín, an, Cartaga 0012, s. f.

[7] Jaime Jaramillo Escobar, «Mi querido Eduardito: tú has sido siempre», Bogotá, 20 de febrero de 1966. bpp, Medellín, an, Cartanada 0057, s. f.

[8] Jaime Jaramillo Escobar, «Mi querido J: acabo de recibir tu carta», Bogotá, 14 de octubre de 1965. bpp, Medellín, an, Cartanada 0036, s. f. La cursiva es del autor.

[9] Álvaro Barrios, «Estupendo Jotamario», Barranquilla, 1966. bpp, Medellín, an, Cartanada 0147, s. f.

[10] Jaime Jaramillo Escobar, «Querido Jota: Recibí tu carta», Barranquilla, 18 de octubre de 1968. bpp, Medellín, an, Cartanada 0070, s. f.

[11] Juan Gustavo Cobo Borda, «El nadaísmo», Manual de literatura colombiana, t. 2, ed. Germán Arciniegas (Bogotá: Procultura / Planeta, 1988), 199.

[12] Humberto Navarro, El amor en grupo. La onírica y veraz anécdota del nadaísmo (Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1974), 8.

[13] Navarro, El amor en grupo, 8.

[14] Humberto Navarro, «Qué hay Gonzalín?», [s. l.], [s. f.]. bpp, Medellín, an, Navarro, Humberto, s. f.

[15] Gildardo García Monsalve, «‘Nadaísmo’, movimiento negativo de intelectuales surge en Medellín», El Tiempo (Bogotá), 9 de julio de 1958: 8.

[16] «¿El ‘nadaísmo’, una escuela o una falta de escuela?», El Colombiano (Medellín), 19 de julio de 1958: 5.

[17] Gabriel Ulloa, «Un mundo alucinado», El Espectador (Bogotá), 19 de julio de 1958. bpp, Medellín, an, Prensanada 0066, s. f.

[18] Entrevista de Óscar Calvo y Daniel Llano a Eduardo Escobar, San Francisco (Cundinamarca), 8 de mayo de 2014.

[19] «Éxito completo tuvo ayer el teatro de Fausto Cabrera. Muy aplaudida la obra del nadaísta Gonzalo Arango», Medellín, 21 de abril de 1959. ahm, Medellín, frc, Tomo 4, f. 60.

[20] «Gonzalo Arango y sus nadaístas disueltos por la policía de Cali», Cali, 10 de junio de 1959. ahm, Medellín, frc, Tomo 7, f. 339.

[21] Movimiento nadaísta vallecaucano, «Primer manifiesto del movimiento nadaísta vallecaucano», Cali, 1959. bpp, Medellín, an, Manifiestos, s.f. La declaración de adhesión por parte de los jóvenes caleños fue reproducida en Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 2 de agosto de 1959: 12. bpp, Medellín, an, Esquirla.

[22] Nadaístas, «Manifiesto al congreso de escribanos católicos», Medellín, agosto de 1959. bpp, Medellín, an, Manifiestos, s. f.; «Azafetida, yodoformo y azufre lanzaron los nadaístas en la reunión de hombres católicos… repartieron un manifiesto en el cual se declaran anticatólicos», Medellín, 5 de agosto de 1959. ahm, Medellín, frc, Tomo 13, f. 176.

[23] Héctor Rojas Herazo, «No se trata de un tarrito de leche», El Espectador. Magazine Dominical (Bogotá), 9 de agosto de 1959: 2. bpp, Medellín, an, Prensanada 0057, s. f.

[24] Héctor Rojas Herazo, «El nadaísmo como salvación frente a la desesperación burguesa», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 19 de agosto de 1962: 9; 12. BPP, Medellín, AN, Esquirla.

[25] [Jotamario Arbeláez y otros], «Los nadaístas piden al alcalde de Cali que ordene la demolición de la estatua de ‘La María’», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 8 de noviembre de 1959: 7. bpp, Medellín, an, Esquirla.

[26] Manuel Zapata Olivella, «‘María’: testimonio vigente del romanticismo americano», Letras nacionales 14 (1967): 15-43.

[27] Los nadaístas, «Respuesta de los nadaístas a Calibán», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 28 de febrero de 1960: 8. BPP, Medellín, an, Esquirla.

[28] Los nadaístas, «La demencia nadaísta», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 13 de marzo de 1960: 7; 12. BPP, Medellín, an, Esquirla.

[29] Esquirla concedió un lugar a esta discusión entre el 28 de febrero y el 29 de mayo de 1960, antes de la primera censura del suplemento. En la edición del 27 de marzo se publicó una selección de poesía neocrítica de Guillermo García Niño, Jairo Caín, Jorge Ernesto Leiva, Beatriz Castelblanco Salamanca y Beatriz González de Cadena. Véase Guillermo García Niño, «Poesía neocrítica – testimonio de una época», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 27 de marzo de 1960: 11. BPP, Medellín, an, Esquirla.

[30] Jotamario Arbeláez, «En torno a nuestras respectivas posiciones», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 29 de mayo de 1960: 7. BPP, Medellín, an, Esquirla.

[31] «Breve concepto de ‘Clarín’: Todo no vale nada…’’, Medellín, 1 de agosto de 1960. AHM, Medellín, FRC, Tomo 48, f. 25.

[32] Los nadaístas, «Doctor Alberto Zalamea», Medellín, [julio] de 1960. AHM, Medellín, FRC, Tomo 48, ff. 26-27.

[33] Amílcar Osorio, «Yo no era nadie: ahora soy nadaísta», Mito. Revista bimestral de cultura 41-42 (1962): 255.

[34] Gonzalo Arango, «Carta cerrada a los amados idiotas del nadaísmo caleño», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 10 de abril de 1960: 7. BPP, Medellín, an, Esquirla.

[35] Armando Holguín, «Carta abierta a un nadaísta», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 21 de febrero de 1960: 12. bpp, Medellín, an, Esquirla.

[36] Luis Antonio Restrepo, «Literatura y pensamiento. 1958-1985», Nueva Historia de Colombia, vol. VI, dir. Álvaro Tirado Mejía (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 96-97.

[37] Según Ramón Illán Bacca, el nadaísmo no tuvo fuerza como expresión literaria en Barranquilla y ni siquiera fue escenario de escándalos como en Medellín y Cali. De ahí que los únicos nadaístas reconocidos de la ciudad hayan sido Álvaro Medina (José Javier Jorge) y Álvaro Barrios. Ramón Illán Bacca, «El nadaísmo en Barranquilla», Escribir en Barranquilla (Bogotá: Ediciones Uninorte, 1998), 201-10.

[38] Jotamario Arbeláez, «Eduardo: Creo que somos dos grandes poetas», Cali, diciembre de 1965. BPP, Medellín, AN, Jotamario Arbeláez-Cartas enviadas-1960, s. f. Mayúscula sostenida en el original.

[39] Nadaístas, «Manifiesto amotinado», Barranquilla, 1967. BPP, Medellín, AN, Manifiestos, s. f.

[40] Elmo Valencia, «Nadaísmo Zen», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali), 7 de octubre de 1962: 9-10. BPP, Medellín, AN, Esquirla.

[41] Gonzalo Arango, «Tarjeta de navidad para gog», El Espectador (Bogotá), 30 de diciembre de 1962: 4B.

[42] Ovidio Euse, «Los nadaístas de Cali quemaron anoche a su líder Gonzaloarango», Occidente (Cali), 6 de enero de 1963. BPP, Medellín, AN, Prensanada 0020, s. f.

[43] «Los nadaístas de Cali se rebelan contra su jefe Gonzalo Arango y queman su retrato», Medellín, 5 de enero de 1963. AHM, Medellín, FRC, Tomo 135, f. 247.

[44] Cobo Borda, «El nadaísmo, 1958-1963», 365.

[45] «Gonzalo Arango habla de su justificación para abandonar el nadaísmo y otras apreciaciones», Medellín, 11 de julio de 1963. AHM, Medellín, FRC, Tomo 154, f. 41.

[46] Manuel Mejía Vallejo, «Para Amílkar U.», Medellín, 27 de enero de 1964. BPP, Medellín, AMMV, Correspondencia enviada 1964, s. f.

[47] Ernesto Cardenal «Querido poeta: a tu amigo pintor», La Ceja, julio de 1963. BPP, Medellín, AN, Cartanada 0198, s. f.

[48] Adriano González León, «Una peste llamada el nadaísmo», El Espectador. Magazine Dominical (Bogotá): 20 de diciembre de 1964: 13F. BPP, Medellín, AN, Prensanada 0018, s. f.

[49] Uriel Ospina, «¿Hay en el nadaísmo una postura nacionalista?», Letras nacionales 2 (1965): 57.

[50] Gonzalo Arango, «El nadaísmo y la generación de los tramposos», Esquirla. Suplemento literario de El Crisol (Cali) 6 de diciembre de 1959: 7; 12. BPP, Medellín, AN, Esquirla; Gonzalo Arango, «Los desorbitados», Cromos (Bogotá), 17 de octubre de 1965: 72.

[51] Jotamario Arbeláez, «Querido Juan Liscano: Se me desbarató mi viaje a París», Cali, [1966]. BPP, Medellín, AN, Liscano, Juan (Cartas), s. f.

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* Daniel Llano Parra (Rionegro, Antioquia). Es historiador de la Universidad de Antioquia. Publicaciones: «Enemigos públicos. Contexto intelectual y sociabilidad literaria del movimiento nadaísta, 1958-1971». Medellín: Fondo Editorial FCSH, Universidad de Antioquia, 2015, «Con este arrebatado movimiento van todos los que están. Notas sobre la literatura de viajes en India en los siglos XVI y XVII» En: Colombia. 2014. Pensar Historia. ISSN: 2256-3946 p.7-20 v.4. «La epidemia de la vanguardia nadaísta: de la renovación artística al entretenimiento contra-cultural». Inicio: Agosto 2014 Fin: Diciembre 2014 Duración Auxiliar de edición. Revista Trashumante, Universidad de Antioquia. Correo_e: dllanop1@gmail.com

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